jueves, 1 de septiembre de 2011

Palabra de Seth 3

Capítulo 3


El terminar de lavarse, Seth se acercó al vestidor y cogió una gran toalla blanca con la que se acercó, aún mojado, a la piscina. Cuando Arél subió los escalones para salir del agua, el príncipe le envolvió con la toalla y le frotó para secarlo, primero la espalda, después el rostro con suavidad y el cabello, después el tarso y por último bajó hasta las piernas. Cuando las piernas estuvieron secas, volvió a subir, deteniéndose en la entrepierna. Le separó los muslos y rodeándolo, secó la piel de su suave trasero, luego de abrió sus nalgas y secó el interior con suavidad. Mientras hacía esto le miró a los ojos, después le besó el pene que empezaba otra vez a endurecerse, y luego con la toalla pasó a secar la parte que hay desde el culo hasta los huevos. Cuando llegó a secarle la polla, ésta estaba ya prácticamente erecta, pero aún así, solo se limitó a secarla con cariño y después se secó él.

Cuando se vistió, Arél fue a buscar a su hermana. La encontró en la biblioteca con la señora Margaret y le contó los libros que le había leído y como estaba aprendiendo poco a poco.

Aquella noche, durante la cena, tan solo se sentaron a la mesa el príncipe y los dos hermanos. Isi les anunció cuáles serían sus futuras lecturas y les dijo que si algún día aprendía a leer y posteriormente a estudiar, lo utilizaría para enseñar a niños de las aldeas que no pueden permitirse enseñar a sus jóvenes, y así estuvieron hasta que se llenaron de comer y el príncipe les anunció que aquella noche les llevaría a un lugar donde solía llevarlo su padre cuando era como ellos (bueno, cuando era como Isi), así que en cuanto acabaron se prepararon para salir del palacio, donde fuera les esperaba Héctor, el más fiel de los guardias del príncipe, junto con dos hermosos caballos preparados para que montaran.

Isi se entusiasmó tanto al ver a uno de los caballos, que era blanco y sin duda el más bonito de los dos, que al ser éste el caballo del príncipe, Sethir no lo dudó un instante e invitó a la niña subirse y recorrer el trayecto con él. Por su parte, Arél hizo el viaje sentado a espaldas de Héctor, aunque no le importó en absoluto y disfrutó del paseo mientras el viento de daba en la cara.

El príncipe les condujo entre bosques y arroyos hasta una pequeña explanada que se hallaba rodeada totalmente de árboles y apenas estaba una parte iluminada por la luna. Al llegar, la pequeña Isi se mostró exaltada y no tardó en bajarse del caballo. En el centro de aquel lugar, Arél vio un pequeño árbol con frutos rojos (aunque desde lejos no distinguió el color). Isi fue hasta allí y Seth la acompañó para explicarle de qué se trataba. Mientras, Arél se que quedó junto a los caballos para ayudar a Héctor a sujetarlos.

¿Qué es éste lugar?

Cuando era más pequeño, el rey le trajo una noche aquí y quedó tan impresionado que desde aquel día no a dejado de volver – le explicó mientras sujetaba al primer caballo a un árbol del borde de aquel círculo.

Valla… - Se sorprendió Arél mientras imitaba al soldado atando el caballo a otro árbol.

Cuando los dos caballos estuvieron atados se acercaron al centro de la explanada donde se encontraban el príncipe y la pequeña Isi.

Según la leyenda – explicó Sethir,- estas manzanas pueden concederte maravillosos dones si ingieres la más mínima gota de su jugo.

Aaah… - La niña abrió la boca de la emoción y miró a su hermano suplicado:- Hermano, ¿Podrías coger para mí una de éstas manzanas? – Preguntó henchida de emoción.- Es que yo no llego – se lamentó, provocando las risas del príncipe.

El chico tuvo que saltar para alcanzar la rama más cercana y bajarla a una altura en la que pudo agarrar una de las piezas rojas que colgaban.

Nada más tocar la manzana escogida, aquella y el resto de manzanas de aquel árbol refulgieron en un pequeño destello que sorprendió a los cuatro. Arél habría soltado la fruta de haber estado más atento al efecto de las demás, pero cuando quiso darse cuenta ya sostenía la pieza en la mano.

¿Qué es lo que ha pasado? – Preguntó Isi impresionada.

No lo sé – respondió intrigado el príncipe.- Siempre que e estado aquí y e cogido alguna manzana nunca a ocurrido nada parecido.

Arél sostuvo la fruta en la mano un instante antes de ofrecérsela a su hermana. A pesar de haberse sorprendido, ninguno de los cuatro tuvo la impresión de que aquella manzana pudiera ser dañina de algún modo, así que Isi la tomó y mordió con ganas. Un instante después todos percibieron el jugoso aroma de la fruta y la probaron también. Todos coincidieron en que aquella era la fruta más sabrosa que habían probado jamás, pero justo cuando Arél, que fue el último en probarla, le dio un mordisco, la pieza volvió a brillar y todos escucharon un leve y suave, aunque imperceptible sonido. Fue un sonido largo y agudo, aunque en ningún caso molesto. Parecía como si el propio brillo de la manzana lo estuviera provocando. Cuando Arél tragó el trozo el brillo y el sonido cesaron.

Los tres miraron inquietados durante un instante al muchacho.

¿Qué ha sido eso?

Con ninguno a reaccionado de la misma manera – indicó Héctor.

Tienes razón…- Comentó el príncipe pensativo. No recordaba haber visto nunca un suceso como aquél, eso que llevaba muchos años acudiendo allí y probando la fruta.

¿Crees que es algo malo? – Se preocupó el chico.

No – le tranquilizó.- No creo que sea malo, aún así, no deja de ser un suceso extraño.

Después de aquello, estuvieron largo rato en aquella explanada contemplado las estrellas mientras el príncipe les relataba increíbles historias. Al volver de nuevo al palacio, Arél durmió por primera vez en la habitación preparada para él y su hermana, donde se durmieron en seguida debido al agotamiento que había supuesto el paseo a caballo.

A la mañana siguiente, Isi acudió a la biblioteca con intención de permanecer allí hasta la hora de la comida. Por su parte, el príncipe sugirió a presencia de Arél en el cuartel del alacio, lugar donde se entrenaban los caballeros y guardias reales.

El cuartel se encontraba en el piso más bajo del palacio, justo un piso bajo el nivel del suelo. Al bajar las escaleras de piedra que conducían a él, Arél percibió que en aquel lugar hacía más frío que en cualquier otro del palacio. Cuando entró vio una gran sala (algo más grande que los aposentos del príncipe). Había decenas de hombres luchando entre sí o entrenándose con sacos que colgaban del techo. Algunos de aquellos hombres apenas vestían un pantalón grueso y otros incluso tan sólo la tela protectora en la entrepierna. Todos eran musculosos y el sudor de sus cuerpos les hacía brillar la piel.

Buenos días, chico, empezamos a entrenarnos – oyó preguntar a Héctor desde el fondo de la sala. Vio cómo éste, a diferencia de los demás, vestía pantalón reforzado pero ajustado y una ceñida camiseta de color tostado.

Arél terminó de bajar las escaleras y se acercó hasta donde estaba su entrenador.

Espero que hayas descansado porque hoy tendremos que entrenarnos duro – le dijo con una risa.

He dormido muy bien – le respondió sonriente mirando al suelo.

Perfecto. Ven, acompáñame – dijo acercándose hasta la pared, donde había varias cajas con espadas y escudos de madera.- Empezaremos con al defensa – dijo agarrando una de las espadas y pasándole un escudo al chico.- Yo te voy a atacar y tú tendrás que intentar parar mis ataques. Recuerda que esta espada deberías ser de hierro así que no podrás parar mis ataques con el brazo o la mano, ¿listo?

Así estuvieron durante varias horas, primero probaron las habilidades del chico para la defensa, después se centraron en el ataque y al final combinaron ambos aspectos y el entrenador quedó bastante satisfecho con la dedicación del muchacho a sus enseñanzas.

A la hora del almuerzo Isi bajó al cuartel a ver su hermano, que encontró luchando con otro soldado (visiblemente más preparado para la batalla que él) y decidió que debía dejarlo seguir con el entrenamiento, de esa forma ella podría comer rápidamente y volver a la biblioteca con la señora Margaret.

Poco después de que su hermana se marchara a comer, Arél acabó desistiendo y decidió detener el entrenamiento. Estaba exhausto. A la hora y media de empezar a entrenar se había quitado la camisa y ahora tenía el cuerpo bañado en sudor.

Luchas con maestría, chaval – le dijo el guardia que acababa de derrotarle.

Gracias, pero ya no puedo más – dijo apoyándose sobre las rodillas y respirando con dificultad.

Bueno Arél, descansa. Ve a comer, después vuelves para seguir entrenándote – le dijo Héctor que acababa de acercarse

Increíblemente cansado, Arél se lamentó de haber aceptado aquel entrenamiento mientras subía por las escaleras.

Comió con algunos de los soldados que acababan de empezar su descanso y tras hacer una pequeña visita a su hermana (que estaba el la biblioteca decidida a continuar aprendiendo las palabras), bajó de nuevo al cuartel, donde Héctor le explicó algunas tácticas de combate durante toda la tarde.

Tres horas después, todos los guardias y caballeros se habían marchado y quedaban sólo Héctor y Arél cuando apareció el príncipe, que bajaba las escaleras con la misma ropa que vestía el guardia. Se acercó hasta ellos.

¿Qué tal lleváis el primer día de entrenamiento?

El chico es más aplicado de lo que esperaba, majestad.

Aunque aún no he conseguido vencer a nadie – se lamentó Arél.

Bueno, lucha contra mí, a ver qué has aprendido – dijo tomando un escudo y una espada.

Con su permiso, señor, me retiraré a descansar – dijo Héctor alejándose.

Sethir y Arél lucharon largo rato y el chico demostró unos dotes que el príncipe no esperaba, aunque en ningún momento consiguió asestar un solo golpe. Al cabo de un rato, Arél dejó la espada y el escudo y pidió un descanso. Ya había oscurecido y el príncipe decidió que dejarían por ese día el entrenamiento y enseñó a Arél una pequeña sala que había junto al cuartel, donde refulgían unas brasas dentro de un soporte metálico y sobre las que Sethir vertió algo de agua. En seguida la habitación se llenó de vapor. Arél vio tres bancos de madera que ocupaban las paredes laterales y la del fondo, y tres bancos más en un piso algo más alto.

Desvístete – dijo Seth quitándose la camiseta ceñida y empapada en sudor.- Aquí hace mucho calor pero verás cómo después te encuentras mejor.

El chico obedeció y se desvistió por completo y fue a sentarse en el banco de abajo. Seth se sentó justo detrás de él, en el banco de arriba y colocó las piernas a cada lado de Arél. El príncipe masajeó los hombros del chico mientras este apoyaba su cabeza en uno de los musculosos muslos de Seth.

Estoy muy cansado – le dijo casi sin fuerzas.

Relájate – dijo apretando y acariciando los hombros de Arél.- Has entrenado duro – dijo justo cuando Arél alzó la mirada y le vio. Entonces Seth agachó la cabeza y le besó los labios.

¿Crees que llegaré a ser tan fuerte como los demás guerreros? – Le preguntó volviendo a mirar a las brasas. Seth dejó el masaje y puso sus manos a ambos lados de la cabeza del muchacho, mientras acariciaba su cabello se recortó el la pared.

Claro que sí, serás el mejor de mis guardias.

Y Arél se dio la vuelta y le miró. El príncipe tenía los ojos cerrados y la espalda apoyada en la pared, parecía relajado, aunque según vio, el calor de la sala había hecho su polla más grande de su tamaño normal, permitiendo ver la punta rosada y brillante. El chico sonrió al verlo tan relajado y con la polla erecta y no pudo evitar cogerla. La sujetó con una mano y con la otra le masajeó los huevos, que tenían algunos pelos y le gustó su tacto. Seth cambió de postura la cabeza aunque no abrió los ojos.

Justo en aquel momento la puerta de la sauna se abrió y apareció Héctor, con una toalla a la cintura y se detuvo un instante en el umbral de la puerta. Arél se dio la vuelta bruscamente y volvió a sentarse normal, con la esperanza de que el guardia no hubiera visto nada. No sabía si aquello estaba bien, pero ante la duda prefirió no dejar que nadie lo viera.

Veo que os habéis entrenado hasta tarde – dijo cerrando de nuevo la puerta. Vertió un poco más de agua a las brasas de un recipiente que había junto a la puerta y se quitó la toalla. Su cuerpo era casi tan musculoso como el de Seth, aunque era más grande. Su polla colgaba relajada aunque en aquel estado demostraba que el cuerpo de Héctor estaba ya completamente desarrollado a sus treinta años. Tenía más pelo que Seth en las piernas y el pecho y aquello le confería un aspecto aun mayor. El guardia fue a sentarse en el banco del lateral izquierdo de la sala y observó a Arél, que parecía nervioso.

Si, yo he acabado bastante cansado – dijo. El príncipe seguía apoyado contra la pared, aunque tenía los ojos abiertos.

Pero no cabe ninguna duda de que tiene madera de guerrero – dijo de pronto Sethir.

Desde luego – sentenció el guardia.

Permanecieron unos minutos en silencio y Héctor se tumbó cuan largo era sobre el banco mientras miraba al techo. Al cabo de un rato Arél miró al príncipe y éste le sonrió ofreciéndole, para sorpresa del chico, la polla que aunque se había relajado algo más que antes, se veía grande y con ganas. El muchacho entendió que si el príncipe no mostraba reparos en aquel tipo de actos frente a su amigo Héctor, sería porque seguramente no fuera tan grave como él había pensado un primer momento, así que volvió a girarse y volvió a empezar a masturbarlo.

Sethir volvió a cerrar los ojos y a disfrutar de lo que Arél le hacía. El chico olvidó la presencia del guardia y siguió masajeando los huevos del príncipe hasta que se metió la polla en la boca y comenzó a chuparla lentamente y cerrando los ojos. Al echar Héctor el chorro de agua sobre las brasas, la temperatura de la sala había aumentado y ahora sus cuerpos estaban aún más húmedos y el cabello empezaba a pegárseles a la frente.

Con los ojos aún cerrados, Seth se secó el sudor de la frente con una mano y al abrirlos vio a Héctor, su fiel guardaespaldas, tumbado boca arriba y masturbándose mientras los observaba. Entonces el príncipe le indicó con un gesto que se acercara y volvió a cerrar los ojos de placer.

El guardia se levantó y se acercó a Arél, que estaba girado de espaldas, mientras se la chupaba al príncipe. Tenía la espalda musculosa, casi tanto como ellos ya que cuando vivía en Poul había trabajado transportando ganado. Héctor alargó una mano y acarició la espalda del chico, que sorprendido se giró un momento, pero a ver la amable y sincera sonrisa del guardia, volvió a girarse y continuó chupando. Entonces el guardia recorrió la espalda de Arél con una mano y después se agachó para tocarle la polla, aunque no la manoseó mucho ya que no tardó en metérsela en la boca.

Estuvieron así un largo rato hasta que Héctor, que era un poco más rudo que el príncipe, giró la cintura de Arél, quedando éste de rodillas sobre el banco mientras le chupaba la polla a Sethir y con el culo hacia Héctor, que lo acarició suavemente mientras lo observaba. Mientras contemplaba y acariciaba el culo del chico comenzó a masajearse los huevos y cuando no pudo aguantar más, separó las nalgas de Arél y colocó la polla sobre el agujero y comenzó a empujar, con suavidad por miedo a poder hacerlo daño. Arél gimió cada vez que el guardia empujaba más y más hasta que por fin se la metió entera y profirió un aullido que acabó convirtiéndose en un gemido de placer. Ante esto, Seth abrió los ojos y al verlos se dibujó una pícara sonrisa en su rostro. Sujetó la cabeza de Arél y volvió a guiarle hacia su polla.

Cuando Seth se corrió, al cabo de un rato, Arél se la siguió chupando hasta que el placer que le daba Héctor no le dejó respirar y se la sacó de la boca mientras jadeaba con la cabeza agachada. El príncipe, que había quedado bastante satisfecho, disfrutaba ahora de la imagen de su guardia más allegado embistiendo una y otra vez a su amante, y los rostros de los dos demostraban que aquello era tan placentero tanto para uno como para el otro.

Aaahh… Aaahh.. Siii… - Gemía Héctor con el rostro hacia el techo mientras sujetaba la cintura de Arél.

Aah.. Aah.. Aah…

Arél, que tenía los ojos cerrados a causa del placer, agarró con fuerza los fuertes muslos del príncipe cuando se acercaba el orgasmo y aceleró los jadeos.

Unos segundos antes de que el chico se corriera, el guardia gritó y gimió a la vez mientras daba unas últimas pequeñas embestidas el culo de Arél, lo que hizo que este abriera los ojos como platos los cerrara de golpe cuando comenzó a correrse. El semen de Arél cayó sobre el pie izquierdo del príncipe, pero a éste no le importó y ensanchó más su sonrisa.

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