viernes, 9 de septiembre de 2011

SAMANTHA

Había tenido un día horrible. El trabajo se había vuelto insoportable. ¡Más problemas no podía haber! Gracias a Dios era Viernes, se venía un fin de semana prometedor, además el lunes era feriado. Una buena oportunidad para desconectarse de los problemas diarios.
La noche ya se había apoderado de la ciudad. Miré mi reloj y eran las 22:30. Iba por el parque camino a mi departamento. No había usado el auto porque me tocó restricción. Era una noche plácida, rayos de luna se reflejaban por entre el follaje de los árboles. En los escaños se encontraban algunas parejas de enamorados que sin lugar a dudas se prometían fidelidad eterna.
Aproveché para disfrutar de esta obligada caminata nocturna, además no faltaba mucho para llegar al departamento. Todavía no sabía cómo planificaría estos días que tenía por delante. así caminaba absorto, cuando a la distancia, en sentido contrario, diviso una silueta. Me llamó la atención, no distinguía muy bien pero era la figura de una mujer y bastante armoniosa al parecer.
Impulsivamente y sin pensarlo me senté en el escaño que estaba cerca de mí. Así podría observar bien a esa mujer que, extrañamente andaba sola por el parque a esa hora. En mi mente se agolpaban una serie de fantasías alocadas. Una vez que me acomodé, saqué un cigarrillo y lo encendí. Mientras sentía como su aroma se internaba por mis pulmones, podía apreciar como se iba acercando más y más. Su caminar era muy desenfadado, lo que provocaba intensamente mi libido. Traía una mini excesivamente corta y de esas muy apegadas al cuerpo, la cual permitía apreciar su hermosa figura. Era delgada pero muy proporcionada. Sus piernas largas y bien torneadas. LLevaba una blusa de un color algo así como crema, muy ajustada y que apenas podía contener sus dos hermosos pechos. No le sobraba ni le faltaba nada. Estaba todo en su justa proporción.
Al llegar frente a mí se detuvo, lo cual hizo que el corazón me diera un vuelco. Me dirigió la mirada. ¡Su rostro era precioso! Podría haber sido un ángel perdido. Rápidamente no le dí más de unos 18 años. Morena, una nariz respingada, dos inmensos ojos verdes, una boca pequeña, pero de unos labios que invitaban a ser besados. Me sonríe y me dice:
-"¿Me podrías convidar fuego por favor?- mostrándome un cigarrillo apagado.
"Por supuesto"- le contesté- "No faltaba más".
En el acto me puse de pie como empujado por un resorte. Saco el encendedor y le doy lumbre. Ella para evitar que el fuego se apague lo cubrió con una de sus manos que rozó ligeramente la mía. De más está decir que ese breve contacto tuvo como consecuencia una erección casi inmediata. Con la pobre luz del encendedor pude apreciar más de cerca su rostro. Jamás había visto algo así tan hermoso, una belleza frágil, etérea, como si de pronto fuera a desaparecer. Una vez encendido el cigarrillo me mira y sonriendo dice:
"Gracias". No sabes cuántas ganas tenía de poder fumar:
"Me alegro de poder ayudarte en algo", contesté inmediatamente. Me resultaba imposible separar la vista de sus hermosos ojos.
"Gracias", me dijo. –"Eres muy amable". Lanzó una bocanada de humo y suspirando dice: -"Es una noche muy hermosa".
"No tanto como tú"- repliqué.
"Vayaaaaa" exclamó. "¡Parece que sabes usar muy bien las palabras!"
"Bueno... seguramente eres tú quien las inspira" – repliqué.
"No puedo negar que es lo mejor que me han dicho en el día" – me contestó con una voz y mirada que me estremeció el alma. –"Debo irme". Gracia por el fuego.
El saber que se marcharía, fue como recibir un balde de agua fría. Tenía que pensar algo rápidamente para impedir que semejante belleza pasara tan efímeramente por mi vida. Algo me decía que era lo que podría cambiar mi vida en forma radical.
"¿Es necesario que te vayas tan luego?" – "Podríamos conversar un poco". Tal vez tomarnos un café por ahí... digo si no tienes nada más importante que hacer o no esperas a nadie.
-"En realidad sólo salí a tomar un poco el sereno. Me sentía algo asfixiada en casa y quería tomar un poco de aire" – Mientras decía eso, fumaba coquetamente y pude observar sus largas uñas muy bien cuidadas. Me observa, guarda silencio un instante, como pensando y luego con voz insinuante me dice: -"¿Y de qué te gustaría hablar?
Debo reconocer que su respuesta me desestabilizó. Mis neuronas se pusieron a mil para dar con una respuesta que estuviera a la altura de la situación.
Tratando de parecer hombre de mundo le dije:
"Bueno, podría sugerir un millón de temas, deportes, política, espectáculos, pero en esta situación preferiría que habláramos de la increíble casualidad que nuestros caminos se hayan cruzado. De pronto eso puede significar algo importante en nuestras vidas. ¿O no?
-"Hmmm"- Me gustaría saber qué tanta importancia concedes a este encuentro casual. Has logrado picar mi curiosidad". – Y mirándome tiernamente agregó: -"Espero no tener que arrepentirme de ser tan curiosa".
-"Yo también espero que no tengas que arrepentirte de conocerme"- le respondí. – "Desde ya te prometo mi mejor esfuerzo".
-"De pronto eres tú, quien tenga que arrepentirse" – me dice sonriendo.
-"Lo dudo mucho. De lo único que podría arrepentirme es de dejarte pasar, sin conocerte un poco más".
Sonrió y luego me dice pícaramente: -"¿Nos sentamos o conversaremos de pie?
"¡Disculpa! ¡Te ruego que perdones mi falta de delicadeza! No faltaba más. Asiento por favor."
Y así nos enfrascamos en una conversación como hacía mucho tiempo no tenía con alguien. Se podía decir que nos conocíamos de siempre. Abrimos nuestros corazones sin tapujos. Cada instante que pasaba me cautivaba más y más. Sólo deseaba hundirme en ese infinito mar verde de sus ojos.
Su nombre era Samantha, con h como me recalcó muy bien. Tenía 20 años, vivía sola y mantenía un pequeño salón de belleza producto de la herencia de sus padres, según me dijo. No era millonaria, pero al menos le daba para vivir decentemente y no depender de nadie.
Su infancia no había sido muy feliz, pero gracias a su manera de ver la vida había logrado salir adelante, en realidad demostraba una madurez poco común para su edad. Se notaba también muy culta, según ella se debía a su pasión por la lectura. Se puede decir que no hubo nada de lo cual no hayamos hablado. Me dijo que su vida amorosa era muy pobre, no había nadie que llenara sus expectativas, ya que sólo buscaban el sexo por el sexo y eso no iba con ella. "Hacer el amor es una entrega mutua no sólo de dos cuerpos; sino también de dos almas que buscan en el otro su complemento". Mientras más la escuchaba, más fuerte era mi atracción por ella. Jamás me había sucedido algo así. Imaginaba lo hermoso que sería estrecharla entre mis brazos y sentir su calor, su aroma que era exquisito.
Como dije anteriormente, conversamos de todo, un tema que la apasionaba mucho era el cine, una verdadera fanática y además muy informada como pude percatarme. Su película favorita era "El Juego de las Lágrimas", la verdad que yo no la conocía para nada. Por más que le pedí que me contara el tema y el por qué de su elección, ella sonría y me decía : -"Tienes que verla y allí comprenderás todo".
De pronto ella mira la hora y sobresaltada dice: -"¡Dios mío! ¡Son las dos de la madrugada! ¡Cómo ha pasado el tiempo! Lo siento pero debo retirarme. De verdad que la conversación ha sido muy agradable.
Fue algo tan repentino que sólo atiné a balbucear: -"No te preocupes. Yo te acompaño. Si quieres vamos a buscar mi auto y te puedo llevar..."
-"Gracias. De verdad que agradezco tu gesto. Pero no te preocupes, prefiero regresar sola."
Un estremecimiento me sacudió. Secretamente esperaba poder llevarla, así sabría dónde vive y podría ubicarla con más facilidad.
"No te puedo dejar sola. A esta es muy peligroso que una chica hermosa como tú ande sola por la calle..."
"De verdad no te preocupes. Toda mi vida he estado sola en el mundo. Sé cuidarme muy bien.
"Samantha, - dije tímidamente- me gustaría muchísimo volver a verte. No imaginas cuánto"
"¿Será que no he estado entonces tan aburrida? ¿No te cansé?
"No, Samantha, de verdad que no. Te lo juro. Al menos déjame tu teléfono o llévate el mío. ¡Por favor!
"No, Jaime" -me respondió. Lo siento. No acostumbro a hacer esas cosas.
"¡Es que no me resigno a perderte así! ¡A no verte más! – supliqué.
Bueno, bueno, si es tan importante para ti nos vemos mañana a las nueve en este mismo lugar. ¿Te parece?
"¿De verdad cumplirás, Samantha?"
"No te preocupes. Soy una mujer de palabra. Cuando prometo algo lo cumplo. Si así no fuera, no te diría lo que te dije". –Replicó muy seria.
"Disculpa, Samantha. Trata de comprenderme.
"No te preocupes, tontito. Entonces... ¿Tenemos una cita mañana?
"Tenemos una cita mañana" respondí.
"¡Ahhhhh! Una cosa más! – dijo.
"¿Cuál?"
"No se te vaya a ocurrir seguirme. Yo me daría cuenta y ahí ya no me verás más.
Fue algo así como si me hubiese leído la mente.Rápidamente contesté: -"No te preocupes. Jamás haría algo que me hiciera perderte"
"Eso espero, Jaime. Anda, ¿no me darás un besito de despedida? – Agregó cambiando su tono por otro más tierno.
"Por supuesto Samantha" – y acercó su rostro hermoso al mío. El roce de la suavidad de su rostro rozando el mío me llevó a mil. ¡Dios sabe cuánto esfuerzo tuve que hacer para contenerme!
"Hasta mañana, Jaime"
"Hasta mañana, Samantha".
Me volví a sentar en el escaño. Saqué el último cigarrillo que me quedaba. Lo encendí mientras contemplaba la figura de Samantha alejarse lentamente. No había tenido la oportunidad de observarla por detrás. creo que no existen palabras para describirla. Sabía cómo vestir y sacar partido de su figura. La blusa entallaba perfectamente su cintura de avispa y la falda ajustada como una segunda piel remarcaba muy bien lo sinuoso de sus curvas. Y ese caminar tan provocativo, tan felino. Era como una verdadera pantera, elegante en sus movimientos más mínimos. No eran afectados, salían de manera natural. Allí estuve sentado hasta que desapareció de mi vista. Este encuentro me había dejado muy conmovido. No me la podía quitar de mi mente y esperaba que a ella le sucediera lo mismo. Deseaba que el reloj se apurara, que ya fuera la hora de verla nuevamente.
Una vez terminado el cigarrillo, arrojé la colilla y enfilé a mi departamento. Deseaba seguir fumando pero a esa hora no había dónde comprar. Eso me puso de mal humor. Al llegar, me quité la ropa quedando sólo en boxer, y me tumbé en la cama, deseaba dormir rápidamente para no sentir el tiempo. Su rostro, su figura, su aroma me perseguía, no pude más, tenía que dar rienda suelta al deseo y me masturbé como nunca pensando en ella. Sólo así pude conciliar el sueño.
El ruido de los autos en la calle me despertaron, aún medio dormido miro la hora en el reloj: Las doce del día. ¡Qué manera de dormir! Ya se había ido medio día. Eso me alegró. Me levanté, fui a la cocina y me preparé un café de esos bien cargados. Sentí el deseo de fumar y recordé que no tenía. Maldije mi suerte. Me fui a escarbar en los ceniceros, encontré uno a medio terminar. – "No todo está perdido" – pensé. Lo encendí y fumé ávidamente, como si fuera un condenado a muerte.
Una vez que lo termine, me dirigí hacia la ducha, me quité los boxers, mi miembro esta durísimo, casi pidiendo a gritos la conchita de Samantha. Mientras más pensaba en ella más rígido se volvía, llegando hasta provocarme dolor. Me imaginaba dentro de ella, sintiendo la suavidad de su vulva, su tibia humedad y sus quejidos de placer, pidiéndome más y más. Hasta desbordarme en ella, inundarla con mi semen y hacerla terriblemente mía. Tuve que volver a masturbarme, mi semen salió con una fuerza casi desconocida. ¿Qué me había hecho esta hembrita que me tenía a mil?
Una vez que me duché, me vestí,me puse una remera, un jeans y unas tenis. Quería comprar cigarrillos y comer algo por ahí. El hambre comenzaba a hacerse notar. Bajé rápidamente, me detuve en el kiosko de la esquina, compré los cigarrillos , saqué uno y a buscar algún lugar donde comer.
Entré al primer lugar que encontré, no me pareció un mal lugar, la chica que atendía no estaba mal. Tendría unos 23 años. Generosa de formas. Usaba una blusa blanca con una serie de rayas a color con el nombre del local, la falda era una mini blanca ajustada, muy delgada que dejaba traslucir lo minúsculo de su tanga y como los tirantes se escondían entre su cola que estaba como para devorarla. Cada vez que la miraba, Samantha se me venía a la mente. El almuerzo no estaba malo, aunque no le presté mucha atención. Una vez que terminé pedí la cuenta, y le dejé una generosa propina a la muchacha, la cual contenta lo agradeció.
Me dí unas vueltas por ahí, y al llegar al departamento eran las tres de la tarde. Me faltaban seis horas para ver a Samantha. Era lo mismo que si me faltaran seis siglos. ¡Tanta era mi ansiedad!
Me tiré en la cama sin hacer. Tomé el control remoto y comencé a hacer zapping por los canales. No encontraba nada que llamara mi atención y sin darme cuenta me dormí. De pronto unos balazos del televisor me sacaron del profundo sueño en que había caído. Ya estaba atardeciendo, me sobresalté, a lo mejor se me había pasado la hora. Miro el reloj y marcaba las 19:30. Respire tranquilo. Me quité la ropa y a la ducha. Debía estar presentable para Samantha. Me afeité, desodorante, algo de loción, una camisa y jeans negros. Ya eran las 20:30. Si me iba a pie llegaría casi justo a la hora.
Tomé mi billetera, las tarjetas de crédito, cigarrillos y a la calle. La noche se sentía fresca y agradable. Prendí un cigarrillo y a la calle. La noche iba cayendo casi imperceptiblemente. Iba atento por si la encontraba en el camino. En cada mujer que pasaba la veía. Llegué al escaño. Estaba vacío. Faltaban cinco minutos aún. Me acomodé y otro cigarrillo. Me sentía algo inquieto y nevioso . ¿Vendría realmente?
Mientras fumaba el cigarrillo me entretenía mirando a la gente que pasaba. Cada minuto que pasaba me impacientaba más. Ya eran las 21:15. –"Definitivamente me plantaron"- pensé. – "Esperaré 15 minutos más y me iré." A eso de las 21:25 , ya preparándome para el regreso diviso una silueta inconfundible. El corazón se me desbocó. ¡Era ella! ¡Samantha había cumplido! Al verme me hizo un saludo a lo lejos como si fuera una niñita pequeña, y apresuró el paso. Al llegar junto a mí me abrazó y me saludo de beso en la mejilla.
-"¡Gracias por esperarme! Ya no pensaba encontrarte. ¡El tráfico estaba terrible.! Pero tenía la secreta esperanza de volverte a ver.
"Te habría esperado toda la vida, Samantha" Así sólo hubieras encontrado mis huesos en el escaño"- Contesté.
Me quedó mirando seriamente y me dijo: -"¿Habrías hecho tal cosa?
"Sí, Samantha, y no sólo una, sino mil veces." – respondí.
Su rostro se turbó por un momento. Al parecer había llegado a su corazoncito.
"Nunca alguien me había hablado así" Gracias por tus palabras tan lindas. Y se me acercó dándome otro beso en la mejilla. Creo que eso fue lo más cerca que he podido estar del cielo.
"Por favor dime que fue lo bueno que hice, para repetirlo otra vez" – bromeé.
"No te lo diré porque entonces podría caer redondita en tus manos" – contestó graciosamente.
Estaba maravillosamente vestida. Un jeans de esos como descoloridos, con apariencias de viejo, bordado con flores a los costados, y que se ceñía exquisitamente a su estilizada figura. Era además a la cadera, con un peto que mostraba su ombligo y un coqueto piercing en él, que me dejaba más loco.
"Te ves divina. Realmente maravillosa."
-"Gracias" – me dijo. Y estirando los brazos dio una vuelta para que la admirara en forma completa. –"Espero que no te avergüences de mí"
"¡Jamás" – respondí.
"Tú también te ves muy guapo". Eres muy atractivo, Jaime. El negro te viene muy bien".
"No sigas que me vas a sonrojar" Dije. Pero bueno, ¿Qué te gustaría hacer?
"Tú eres el hombre". Sorpréndeme.
"Cuidado con lo que dices Samantha" Eso se puede volver en tu contra le dije.
"No lo creo, Jaime". Tengo mucha confianza en ti y no te creo capaz de algo inapropiado.
Con esa respuesta me desarmó.- -"Bueno, entonces primero iremos a comer algo y después a una discoteca. ¿Te parece?
¡Excelente idea! ¡Me gustó!
Entonces no perdamos más tiempo. Tengo mi carro aparcado cerca de aquí. Vamos. Samantha... ¿te puedo tomar de la mano?
Aquí la tienes, Jaime. Llévame.
Le cogí la mano y como dos adolescentes nos fuimos bromeando y riendo. Demás está decir que yo no podía estar más feliz.
Cenamos en un lugar muy tranquilo y discreto, allí me dijo que era vegetariana y que le gustaba mucho cuidar de su cuerpo, que su único vicio era el cigarrillo, pero que trataba de controlarlo. Una vez terminada la cena al auto y nos fuimos a la discoteca.
La discoteca era la CYROS, una de las más elegantes, entramos y la atsmosfera era embriagadora, la música, las luces, la gente. Nos ubicamos en una mesita algo alejada del mundanal ruido. Pedimos los tragos. Estaban excelentes. Sus ojos relucían como nunca. No podía dejar de moverse al compás de la música. Se notaba feliz de verdad.
"¿Bailamos, Samantha?
"¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!, respondió inmediatamente.
Nos fuimos al centro de la pista y comenzamos a movernos al compás de la música. Bailaba como toda una diosa. Al parecer llevaba el ritmo en la sangre. Sus caderas parecían tener vida propia. Y cuando llevaba sus manos a la nuca y las enredaba en su sedoso cabello rojizo era para volverse loco. El tema era uno de esos mix que no terminan nunca, pasado unos 10 minutos nos fuimos a la mesa para beber y descansar un poco.
"Jaime, debo confesarte algo"- me dijo con voz muy seria.
"Dime"- le dije.
« Hace mucho tiempo, que no me divertía tanto"
"Es lo mejor que me puedes decir, Samantha"
"Pero a la vez me hace sentir un poco de miedo"- y su rostro se entristeció un poco.
"No entiendo por qué"- le contesté.
Quedó pensativa un momento. Hizo el gesto de querer expresar algo que le costaba. Para finalmente decir: -"No me hagas caso. Soy una tonta."
No supe qué decir. Solamente alcé mi copa y le dije bebamos.
En ese preciso momento el ritmo de la música cambió, era un blue muy romántico, "Beautiful to night" .
"¿Bailamos?" le dije estirando mi mano.
Me miró fijamente, con esos ojos profundo y tomando mi mano dijo: "Bueno".
 
Llegamos a la pista, las luces habían bajado bastante su intensidad. La tomé por la cintura y ella pasó sus brazos por detrás de mi cuello. Sentía su calor y su respiración. Ese perfume que usaba me embriagaba los sentidos y de a poco la iba atrayendo más junto a mí y ella se abandonaba en mis brazos. Mi sexo estaba por explotar, y ella de pronto, casi descuidadamente rozaba el suyo en el mío sin decir nada, mientras Erik Clapton cantaba . De pronto sentía cómo presionaba mi miembro pero como si fuera casual, yo nada decía y ella tampoco. Al parecer los dos queríamos lo mismo pero ninguno se atrevía a decirlo. Mis manos recorrían su espalda, ella apoyó su cabeza en mi hombro abandonándose dulcemente. La apreté más contra mí. Mi mano derecha se enredó en sus cabellos , la aparte un poco de mí y quedamos mirándonos fijamente. Su rostro se acercó lentamente al mío, con sus labios entreabiertos hasta que se juntaron y nuestras bocas fueron una sola. Nuestras lenguas se buscaban desesperadamente y nada más existía para nosotros.
Nos costó separarnos, la tomé de la mano y nos fuimos a la mesa. Yo me sentía terriblemente excitado, ella, además se notaba algo confusa.
-"Jaime, perdóname. Quizás qué pensarás de mí. No sé qué me pasó"
- "Samantha, cálmate si no ha pasado nada malo. Somos dos personas adultas que sabemos lo que hacemos".
- "Yo no soy así, Jaime, de verdad, no soy así" – me repetía casi suplicante. – "No sé, la luz, la música..."
- "Samantha, tú eres lo mejor que me ha sucedido en muchos años. Me gustas una barbaridad y desearía tener algo serio contigo." – Le dije. Algo me decía que tenía que jugármela el todo por el todo si no quería perderla:
"No estarás hablando en serio, Jaime" Dime que no es verdad lo que estás diciendo. ¡Por favor dímelo!!!! – Respondió casi gritando y en sus ojos ya comenzaba a notarse el brillo inconfundible de las lágrimas.
Yo no podía entender cuál era el terrible problema y la miraba con cara de explicación. – "Pero Samantha, te estoy hablando en serio. Quisiera que nos conociéramos más y a lo mejor podemos construir algo hermoso juntos."
"No, Jaime. No puede ser. No me hagas sufrir más con tus palabras. No puede ser. Jaime. ¡¡¡NO PUEDE SER!!! ¡Salgamos de aquí!
Rápidamente pagué la cuenta, la tomé de una mano y salimos. Samantha estaba de verdad angustiada y sollozaba como una niña pequeña. Nos subimos al carro y le pregunté si la iba a dejar. Me dijo que no, que sólo la llevara al lugar donde nos conocimos. Yo estaba consternado. No sabía qué decir. En silencio llegamos al parque nos bajamos y entre sollozos me dijo:
"Jaime, esto es un error, jamás debí aceptar tu invitación. Te mentiría si no te dijera que siento una gran atracción por ti, y eso me asusta mucho, no quiero acercarme al fuego demasiado. Tú mereces algo mejor. Se acercó a mí, me abrazó y me dio un inmenso e infinito beso y pude saborear sus lágrimas. Era un beso desgarrador, desesperado. Se apartó y secándose las lagrimas con las manos me dijo: - "Adiós, Jaime. Fuiste algo muy hermoso en mi vida. De verdad que lo has sido y me quedaré con tu recuerdo en mi corazón para toda la vida." Dio media vuelta y se alejó corriendo a más no poder.
Yo quedé desconsolado. Mi fin de semana se había ido al diablo. Tenía la certeza que ya no la volvería a ver nunca más. Así pasó aproximadamente dos semanas. Le recordaba. Se me aparecía por todos lados. ¿Cuál sería el terrible problema que le impedóa ser feliz? Por más que pensaba no daba con una respuesta que fuera coherente y lógica. Los fines de semana se me hacían infinitos. Como el carro estaba muy sucio decidí llevar a lavarlo. Fui a una estación de servicio y dejé el auto. Para matar el tiempo me metí a un cine a ver una película que ni siquiera entendí. Al ir a buscar el carro, el encargado me entregó una libretita muy pequeña que estaba debajo del asiento. No la había visto jamás, la recibí intrigado, al subirme al carro la abrí y veo en ella la siguiente escritura: "Esta libreta pertenece a Samantha, y debajo un teléfono: 456.766.25. La respiración me faltaba. Tomé inmediatamente el celular y el maldito tenía la batería descargada. Me calmé. Seguí revisándola muy curioso. No tenía nombre ni direcciones, sólo pensamientos que seguramente Samantha escribía cuando se le iban ocurriendo y algunos pequeños poemas, en los que se reflejaba una mujer ansiosa en busca de algo que le parecía imposible: el amor.
Al llegar, lo primero que hice fue encender un cigarrillo, acomodarme y tomar el teléfono. Marqué lentamente, y sentí el típico timbre de llamada, por lo menos el teléfono existía. Los segundos se hacían interminables, hasta que de pronto una voz conocida contestó: "¡Sí?
"¿La señorita Samantha?"
"Sí, con ella. ¿Quién habla?"
"Samantha, mi amor, soy yo, Jaime, no me recuerdas? ¿Tan pronto me olvidaste? dije casi suplicando."
"¿¿¿¿QUÉEEEEEEEEEEEE?????? ¿ERES TÚ DE VERDAD?"
"Sí mi amor. tu Jaime que se muere por verte otra vez"
"¿Pero... cómo conseguiste mi teléfono?
"Por tu libretita, se te cayó esa noche debajo del asiento del auto y la encontré recién ahora."
"¡Qué rico! – exclamó! Pensé que la había perdido.
"Escucha, Samantha, que te parece si nos juntamos ya mismo en el lugar de siempre?
Bueno, en una hora más.
OK.
Parecía que la vida hubiese vuelto a mí. Rápidamente anoté el numero del teléfono en un lugar seguro. Tomé un café y me dirigí al lugar del encuentro. Como a los 15 minutos de haber llegado, apareció ella. Estaba más hermosa que nunca. Una falda mini de jeans, un peto blanco y una casaquilla también de jeans. Unas calcetas cortitas, blancas con vuelitos rosados muy coquetones y unas tenis blancas. Eso le daba mayor realce a ese par de piernas maravillosas que poseía. Se acercó y me saludo sin acercarse demasiado. –"Hola Jaime. No sabes cuánto te agradezco queme la devuelvas. Es algo muy querido por mí"
Yo la miraba sonrientes blandiendo mi mano con la libretita y le digo: -"Bueno, imagino que alguna recompensa habrá. ¿O me equivoco?
Movió la cabeza de lado a lado, como diciéndome que era un oportunista, se acercó y me dio un beso delicado en los labios. Bueno, dije, "Peor es nada" Y al pasarle la libretita le tome la mano y la atraje casi violentamente a mi. La tomé entre mis brazos y le dí un beso con toda mi alma. Al principio ella trató de zafarse, pero yo tenía más fuerzas, y poco a poco se fue entregando a las delicias del beso y devolviéndomelo con creces.
Al separarnos su respiración estaba agitada, podía notar la dureza de sus pezones a través del peto. –"Ahora debo marcharme musitó".
"¡No señorita!" – casi le grité. "Esta vez usted no sale con la suya." No te me escaparás tan fácilmente. Y la tomé de la mano, llevándola casi a los tirones.
"¿Estás loco, Jaime? ¿A dónde me llevas?
"Donde podamos conversar tranquilamente, Samantha. No te preocupes que no te haré daño. Te amo demasiado como para hacer algo así , pero al menos me darás las explicaciones del caso. Creo que es lo menos que merezco.
"Como quieras"- dijo y me siguió.
Llegamos al departamento, que por suerte estaba ordenado, la senté en el sillón y le ofrecí una gaseosa que aceptó. Me senté a su lado y, ya más calmado le pregunté: -"Samantha, quiero saber cuál es el problema que te impide ser feliz. En estos días me has hecho mucha falta. Te amo, Samantha."
Ella me miró dulcemente, sus ojos brillaban y contestó: - "Está bien, Jaime, creo que te debo una explicación. Si yo te hice falta, tu me hiciste más falta a mí. No imaginas cuántas noches pasé llorando con la almohada pensando en ti. Pero lo nuestro no puede ser, Jaime no puede ser. Por favor créeme. Lo nuestro está destinado a morir ante de nacer."
Comenzó a llorar, fui a buscar unos pañuelos de papel, al volver la vi sentada con sus piernas entreabiertas que dejaban ver más de lo común. Realmente era hermosa. Pude distinguir su tanguita blanca, lo que me subió a mil la presión sanguínea.
Me acerqué , sequé sus lágrimas y la abracé.-"Te amo, Samantha, te amo" Y me fui sobre ella sin dejarla reaccionar. Mi boca buscaba la suya. Mis manos acariciaban sus muslos que eran suaves como algodón. –"Estas loco, Jaime, estás loco"- me decía. –Por favor déjame. Pero yo atacaba con toda mi artillería. Una mano se deslizó por debajo del peto y cogí una de sus tetas. –No Jaimeeeeeeeeeee,-me decía pero yo estaba imparable. Poco a poco me percaté que ella también estaba siendo presa del deseo, eso me animó más y mis manos comenzaron a recorrer nuevamente sus muslos buscando su entrepiernas, su sexo. Pero cuando estaba a punto de llegar, reaccionó y con todas sus fuerzas impidió que mi mano llegara a su sexo. Me apartó, se puso de pie y me dijo:
-Te lo advertí Jaime- mientras se ordenaba un poco la ropa. Pues bien ahora me entenderás.- Se dio media vuelta dándome la espalda y comenzó a quitarse la casaca. Luego cruzó los brazos y se quitó el peto. A continuación la falda, quedando sólo con la tanga que era un hilito en la parte posterior. Yo estaba extasiado. La vista era hermosa, su cuerpo perfecto, ni un miligramo de más tenía. Allí se detuvo y se dio vuelta, sus pechos eran turgentes, bien proporcionados y la tanga apenas ocultaba su sexo, dejando entrever unos vellos bien rasurados.
-¿Te gusta lo que ves? me dijo.
Realmente la pregunta estaba demás. ¿Cómo no iba a gustarme lo que veía? Una hermosa hembra joven .Su piel levemente oscura, un par de tetas turgentes del tamaño justo para su figura, con los pezones erectos en medio de una preciosa aureola. Su abdomen no evidenciaba un solo miligramo de más con una cintura frágil y armoniosa y unas caderas suavemente redondeadas. Su tanga blanca, apenas cubría su sexo y evidenciaba sutilmente sus vellos primorosamente rasurados. Yo, sentado en el sillón sólo atinaba a mirarla extasiado.
- "Sí, mi amor, claro que me gusta", - murmuré apenas. Se acercó lentamente, quedando frente a mí. Su sexo casi rozaba mi rostro. Estiré los brazos y acaricié sus glúteos. Su piel era muy suave, muy cuidada.No pude descubrirle ninguna imperfección. Ella, mientras, con las manos detrás de la nuca, se movía sensualmente.
-"Bueno, Jaime, recuerda que fuiste tú, quien llevó las cosas hasta este punto"
Me dijo.
"Sí mi amor. – Contesté. –"No te preocupes".
"Eso espero, Cielo, que no lo olvides".
De allí no dijo nada más. Lentamente al son de la música se fue agachando hasta quedar de rodillas frente a mí. Con ternura me empujó suavemente hacia atrás hasta quedar acostado. Separó mis piernas, se inclinó sobre mí comenzando a desabrochar mi camisa.
-"Te haré feliz, mi Vida" – me decía. – "Te daré lo que tanto has deseado" Una vez que terminó con la camisa acariciaba mi pecho con sus manos y ubicándose sobre mí comenzó a recorrerlo con sus labios, deteniéndose golosamente en las tetillas, jugando con su lengua y mordizqueándolas suavemente.
-"Ya verás mi Amor, lo que es tener una hembra de verdad. Te haré sentir placeres que ni siquiera imaginas. ¿Así lo deseabas, verdad? –Yo apenas asentía con la cabeza. –"Seré tu puta. Nadie mejor que yo para saber lo que te gusta y hace feliz".
Comenzó a descender, deslizándose lentamente sobre mi torso desnudo, besándome milímetro a milímetro. Yo me sentía en el cielo, flotaba entre nubes y me abandonaba a la voluntad de Samantha. De pronto siento algo que me electriza, sus manos acariciando mi sexo por sobre la ropa. Me masajeaba muy suavemente en forma circular, tratando de identificar y precisar su campo de acción.
- "Mmmm" – decía, - aquí está el bonito" – Y con la yema de los dedos lo recorría en toda su extensión. A ratos presionaba más fuerte –"¡Vaya con el señor! ¡Parece que está enojadito! Bueno, pronto su mami lo calmará" – Todo esto que decía servía para calentarme más. Realmente sabía como excitar a un hombre. ¡Qué suerte la mía haber encontrado a una hembra así!
A veces cambiaba las caricias por pequeñas mordidas en mi sexo, todo sin quitar la ropa. Me era difícil aguantar, pero no quería acabar, deseaba pasar por todo lo que Samantha tenía preparado para mí. Sus manos se dirigieron a mi cintura y comenzó a aflojar el cinturón, luego el botón del pantalón y bajó la cremallera, mientras con voz sensual me decía:
- "Veamos qué tienes para Samantha. Quiero ver a mi muñequito juguetón. Sé que nos llevaremos muy bien". – Levanté un poco las caderas para que pudiera quitarme el pantalón. Con la ayuda rápidamente quedé en boxer.
-"¡Hay un bultito delicioso por aquí! – dijo- y comenzó a besarme. –"Rico, papito, muy rico! Ya no soporto más, tengo que ver a mi bebito" dijo ansiosa. De un solo tirón me quitó el boxer. Mi sexo saltó como un endemoniado, estaba durísimo, enhiesto, listo para la acción.
-"¡WAUUUU! – exclamó. –"¡Está como se quiere! – decía alborozada. –"Veremos si puedo hacerlo feliz".
Dicho y hecho se aferró a su tarea. Primero lo acariciaba con sus cabellos, la sensación era francamente deliciosa. Juro que jamás una mujer me había hecho sentir tantas cosas como Samantha. Después lo tomó con las manos y lo acariciaba tiernamente. Adivinaba cuando estaba por irme, entonces cesaba y luego arremetía otra vez. No sé cómo explicarlo, pero me tenía en una especie de orgasmo continuo.
- "¡Estás súper lubricado! – dijo. Y era verdad, se incorporó un poco sobre mí, con su mano hizo el miembro hacia atrás hasta dejarlo sobre mi vientre. Acercó su rostro y comenzó a besar mis bolas, luego pasaba la lengua, las mamaba. Se tomaba algunos descansos para calentarme diciéndome cosas:
-"¡Me vuelve loca este aroma a macho! ¡Está exquisito, papi!... anda... dime... no seas malito, ¿de quién es este muñequito?
-"¡Tuyo, Samantha, sólo tuyo!", le respondía.
-"¡Más fuerte, Cielito! ¿Quién es la dueña?"
- "¡SAMANTHAAAAAAAAAA! – le gritaba.
-"Así me gusta" – decía. – Y llegó el gran momento. Comenzó a recorrer mi miembro con su lengua. Jugaba con la cabeza rodeándola con su lengua húmeda.
-"La gatita tiene hambre, Jaime" – dijo -¿Le darás su lechecita?"
-"¡Sí mi Amor! ¡Toda la que quieras! ¡Es tuya, sólo tuya!"
-"Eso está bien" – respondió. Abrió su boca y con los labios rodeó el miembro, presionándolo suavemente. Su lengua parecía tener vida propia. Se la tragaba entera, hasta las bolas y comenzó a succionar con un ritmo casi salvaje. A ratos se detenía para decir:
-"Dámela toda, papi. Hasta la última gota" – y comenzaba con renovados bríos. Hasta que ya no pude más. Mi mente se volvió en blanco, lancé un alarido infrahumano y el chorro de semen casi hirviendo inundó la boca de mi hembra. Ella lanzó un gemido de placer y el semen le chorreaba por la comisura de los labios, pero con una cara de satisfacción plena. Cuando ya vio que me había liquidado y con su boca repleta de semen se acercó a la mía y se fundió a mí en un beso, haciéndome saborear mi propio semen. Eso era algo nuevo para mí, y no puedo negar que me agradó. Luego se recostó a mi lado, apoyando la cabeza en mi hombro y me preguntó:
-"¿Te gustó mi amor?"
-"Samantha, ¿qué te puedo decir? ¡Eres fantástica!"
-"¿Lo dices en serio?"
-"Sí, mi amor. Me hiciste gozar como nunca antes. Te lo puedo jurar.
-"Eso me gusta, Cielo, porque te amo con toda mi alma. ¿Qué mejor que hacer feliz al hombre que se ama?
Arrullándonos nos quedamos un rato hasta que me cogió el sueño y me dormí. Cuando desperté, estaba solo en la habitación. Ni rastro de Samantha. Todo parecía un sueño, pero las evidencias de su paso estaban por todos lados. Mi sexo no podía desmentir lo sucedido y aún me quedaba en la boca el sabor de mi semen.
Me puse el boxer, encendí un cigarrillo. "Esta mujer vale su peso en oro"- pensé. Al fijar la vista en la mesa del teléfono veo una nota pegada en él. La tomé para leerla, era de Samantha y decía así:
"Mi amor:
Quiero agradecerte por los momentos maravillosos que pasé a tu lado. Ojalá te hayas dado cuenta que puse lo mejor de mí para hacerte feliz. Deseaba dejarte uin recuerdo para que supieras todo, todo lo que inspiras en mí. Eres un hombre maravilloso, pero desgraciadamente lo nuestro es imposible. Por favor quédate con las imágenes de esta noche.
Siempre tuya,
Samantha.
La nota me dejó absorto. Todo seguía igual que antes. ¿Cuál sería ese terrible drama que ensombrecía la vida de Samantha? Bastaba querer para ser feliz. Podíamos construir una vida juntos si ella quisiera, yo estaba totalmente dispuesto. No quería, por nada del mundo, perder a esta mujer. Miré el reloj y la noche ya estaba muy avanzada para llamar, lo haría al día siguiente. Fui a la regadera, me quité el boxer y ante la tibieza del agua no pude evitar masturbarme pensando en Samantha.
Pasó una semana, por más que llamaba, nadie contestaba. Mi desesperación iba en aumento. Todos los días la llamaba por lo menos unas cinco veces al día. Al parecer el teléfono no lo había cambiado ya que consulté en la compañía, tampoco estaba desconectado.
Si Samantha me había cautivado desde el primer día, imagínense cómo estaría después de aquella jornada. ¡Jamás podría olvidarla! Después de tres semanas, un sábado, volví a llamarla y grande fue mi sorpresa cuando oí del otro lado:
"Hola, Jaime"
"¿Samantha? – contesté. ...pero... cómo supiste que era yo antes de siquiera hablarte?
"Es que soy brujita" – contestó con voz de niña regalona. –"Lo que sucede es que mi teléfono tiene identificador de llamadas, es tu número. ¿Quién más podría ser?
-"Está bien. Lo entiendo. Pero... ¿por qué no me contestabas? ¿Sabes cuánto tiempo llevo llamándote?
"Sí mi Amor, lo sé. Pero ya te he dicho que lo nuestro no puede ser. Además me da temor involucrarme y sufrir después."
"No digas eso, Samantha." – respondí. – "Te amo de verdad".
"No puede ser, Jaime, no puede ser. De verdad que no.
"Entonces, ¿por qué me contestaste ahora? ¿Acaso no es una contradicción de tu parte?
"No lo sé, Jaime, no sé por qué te contesté. Fue algo superior a mí. Necesitaba oír tu voz. No imaginas el sufrimiento que me causaba no contestarte. Yo también tengo mi corazón. Me has hecho mucha falta y sólo pienso en esa noche maravillosa que tuvimos"
"Samantha, quiero verte"
"Cariño, yo también, pero no sé si será correcto."
"Olvídate de eso, por favor, déjate guiar por tu corazón, deja que las cosas fluyan como son. Dime dónde te recojo"
Está bien, Cielo. No te preocupes. En una hora estoy allá. Un beso.
"Bueno, Cariño. OK. un besito para ti"..
Por lo menos parecía que no había pasado inadvertido en la vida de Samantha. Algo parecía necesitarme. Rápidamente arreglé y dispuse todo para su llegada. Champagne, algo de comer y, por supuesto, música.
Habrá pasado una hora y media de nuestra conversación cuando el timbre sonó. Tomé el citófono y contesté: -"¿Sí?" – "Hola, soy Samantha." - "Pasa mi Amor. Ya conoces el camino". – y apreté el botón para abrir la reja.
A los pocos segundo, apareció Samantha, estaba soberbia. Llevaba su cabello suelto y un vestido blanco, mini, de esos elasticados, que se apegaba a su cuerpo de una forma divina. Sus muslos invitaban a ser acariciados.
-"Hola mi Amor" – le dije.
-"Hola Cielo" – contestó.
-"¿Dónde puedo dejar esto? – Me pregunta dándome una cajita. Era helado de fresas.
"¡Me encanta! dijo tímidamente – y no creí que tuvieras".
"Pensaste bien mi amor". – Le dije. Y lo llevé a la nevera.
Me acerqué a ella, le acaricié el cabello y nos besamos largamente. ¡Besaba como toda una diosa! Sentir el frescor de su aliento, deleitarme con su saliva y enredar nuestras lenguas era sensacional. Estábamos abrazados fuertemente, mis manos recorrían su espalda y acariciaba golosamente su cola. Con mis dedos seguía, por sobre el vestido, los elásticos de su tanga y casi podía ver su exquisito contenido.
Cuando nos apartamos, nuestras miradas estaban idas, teníamos los ojos brillantes y nos consumía el deseo. Caminó hacia el equipo de música, buscó entre los CD, escogiendo uno de música brasileña, muy suave y sensual.
Le pregunté si quería algo de comer. –"Sí" – me dijo. – Pero con una condición.
"¿Cuál? - pregunté.
"Que comencemos por el postre".
"¿El helado?
Sonrió pícaramente y dijo: "No. El postre eres tú"..-Subió el volumen a la música y comenzó a bailar para mí. Era un espectáculo indescriptible. Tenía que recurrir a toda mi concentración para no eyacular. Sus caderas se movían de una manera impresionante, luego me daba la espalda y se subía un poco el vestido, dejando ver el inicio de su maravillosa cola, en la cual apenas se distinguía el hilito de su tanga.
Luego me tomó la mano y me dijo: -"Ven"- Me llevó a la pared, me puso de espaldas a la misma, y ella, delante de mí se inclinó colocando las manos en sus rodilla y comenzó a frotar su cola en mi sexo. Yo no sabía en qué mundo estaba. Sabía perfectamente cómo moverse, cuándo presionar para darme mayor placer. Luego se enderezó y me pidió que la abrace, llevándome las manos a sus tetas, mientras con su cola seguía estimulándome.
"Así mi amor así" – me susurraba. – "Déjate llevar por el ritmo. ¡"Mmmm! puedo sentir a mi bebito. Está durito, como me gusta. ¿Te agrada. papi?
"SSSSSSSIIIIIIIIIIIIIIII" – sólo atinaba a decir.
"¿Te agrada lo que te hace tu Samantitha? ¡Anda! ¡Dilo de una vez! Dime que soy la mejor. Que sólo yo sé lo que te gusta. Que jamás has tenido una hembra como yo... que soy la más zorra, la más puta, la más caliente...
- ¡Quiero penetrarte, Samantha! ¡Quiero comer tu choca! ¨Beber tus jugos! – Ya no se lo gritaba, se lo imploraba.
Se dio vuelta y dándome besitos en los labios me tranquilizaba diciéndome:
"¡Calma, bebé, calma! Samantha sabe lo que hace. ¿Ya?
"Sí mi amor, sí. Lo que tú quieras.
"Ese es mi niñito bueno" me dijo mientras jugaba con mi oreja., pasando su lengua y besándome en el cuello mientras su sexo se frotaba con el mío. Me quitó la camisa, luego el pantalón y el boxer, dejándome completamente desnudo. Mi miembro estaba a punto de estallar, gotas de lubricante se dejaban caer.
"Así me gusta verte, mi amor" – dijo –"No imaginas cuánto me calienta verte así, deseando cogerme, inundarme con tu semen. ¿Te gustaría verdad?"
"¡SSSSSIIIIIIIIII! " – gritaba yo desesperadamente.
- "Entonces ven. Vamos a la cama". – Me tomó de la mano y me condujo a la habitación. Me tendió de espaldas en la cama y me pidió que esperara un momento ya salió. Al poco rato regresó, traía un pañuelo de seda y me cubrió la vista.
- "¡Déjate llevar por mí!" – dijo – "Verás que te hago muy feliz" Y así fue. Una vez más estaba a merced de Samantha. Me abandoné a su voluntad. Siento que se sube a la cama y por sobre mí siento algo muy placentero, eran sus cabellos que recorrían todo mi cuerpo, deteniéndose en mi sexo.
"Eres mi hombre, Jaime" .- decía- "Sólo tú has sabido sacar la hembra en celo que llevaba escondida. Por ti soy capaz de cualquier cosa. ¡Te amo!"
"Samantha, por favor, déjame penetrarte" – le imploraba. - ¡"No seas cruel!"
Pero ella se mantenía en silencio antes mis requerimientos. Y colocándose en posición ubicó mi sexo entre sus tetas. Su suavidad me emborrachaba de placer. Podría haber pasado el resto de la vida así.
Luego me dijo que me haria sentir cosas que nunca podría haber imaginado. Que ella sería mi maestra y que me enseñaría a conocer mi cuerpo. Me pidió que me volviera boca abajo y así lo hice.
"Relájate, mi amor" – repetía – "Tu putita te hará feliz" – y sentada a horcajadas sobre mi trasero acariciaba mi espalda. Luego se tendió a lo largo sobre mí, refregándose contra mí. Su lengua me recorría entero e iba descendiendo lentamente. Finalmente llegó a mis nalgas. Comenzaba a sentirme algo sobresaltado, no creía que fuera a hacer lo que me estaba imaginando. Jamás me habían hecho algo así. Ni siquiera como fantasía se me hubiera ocurrido. Y lo que temía sucedió. Con sus manos separó mis nalgas y que su rostro se perdía entre ellas. Me sobrecogí, intenté detenerla pero me dijo:
"Tranquilo, amor. No te haré daño. Déjame entregarte nuevos placeres. Anda, sé buenito" - y me dio una palmada en las nalgas.
La dejé hacer. Su rostro se volvió a sumergir entre mis glúteos y su lengua ubicó rápidamente mi ano. Me hizo revolcar de placer. Me desconocía. Estaba descontrolado totalmente. No podía disimular el placer. Ya no me importaba nada. Casi sin pensarlo, y para facilitarle la tarea levanté mi trasero y separé mis piernas para que estuviera más cómoda.
Imaginaba como su lengua jugaba con el borde de mi esfínter, para después irla introduciendo de a poco. Yo estaba totalmente enloquecido. gruñía, me quejaba, gritaba de este nuevo placer. ¡Tanto tiempo sin saberlo! De pronto el alarido no se dejó esperar. Fue casi animal. Veía estrellas por todas partes y sin poder evitarlo me corrí. Fue tanto el placer que estaba casi desfalleciente, todo me daba vueltas. Sencillamente no ñpodía creerlo. No podía creerlo. Pero estaba sucediendo de verdad.
Me quité el pañuelo de los ojos, me dí vuelta y allí estaba ella, sólo con su tanga color carne, con su rostro todo mojado por su propia saliva, pero mirándome feliz, su rostro irradiaba un amor infinito.
"Parece que te gustó" – me dijo sonriendo.
"Me mataste de placer, Samantha. Si que sabes como complacer a un hombre.
"Corrección" – me dijo. – "No a un hombre cualquiera. Sólo a MÏ hombre – recalcó.
"Perdón" – dije. "Sabes cómo complacer a tu hombre".
"Será porque soy una mujer muy, pero muy especial. Tanto que no te imaginas" – Contestó. "Debo marcharme ahora – agregó. Se incorporó y se vistió rápidamente. Y fue al baño para asearse la cara. Al regresar me dijo: "Se me olvidó el helado. Lo dejaremos para mañana, no te lo comas todo" y desapareció.
"¿Mañana?" – pensé. "Entonces vendrá" Me hubiera gustado que se quedara. Fue tan intenso el placer que no me dí cuenta y quedé dormido hasta el otro día, tal como Dios me echó al mundo.
Al día siguiente me desperté, me dí un regaderazo, ordené un poco y por teléfono pedí una pizza. Tenía hambre. ¿Volverá? Era mi pregunta. Samantha me intrigaba cada vez más. Llevábamos dos sesiones muy fogosas pero a{un no la penetraba. Ni siquiera había visto su chocha. Siempre le había dejado la iniciativa. Pero me hice la promesa que si volvía otro gallo sería el que cante. Me la tenía que culear aunque fuera a la fuerza.
La tarde transcurrió sin novedad. A eso de las siete sonó el timbre, contesto el citófono y era Samantha. La hice pasar inmediatamente. Como ya era su costumbre estaba preciosa. Llevaba un vestido de seda como esos que usan las japonesas, cortito y con un corte a cada lado que dejaba sin respiración. Nos saludamos con un apasionado beso y nos sentamos en el living.
Conversamos de cosas cotidianas durante un rato y llegado el momento le dije:
"Samantha, tú sabes que yo te amo. Que cada día que pasa te haces más necesaria en mi vida. Me has entregado lo mejor de ti, pero jamás te he penetrado y, a decir verdad, me muero por hacerlo. Necesito sentirte mía, estar dentro de ti, que mi semen recorra tu interior."
Ella bajó la vista, sus ojos brillaban y casi apenas contestó:
"Sabía que llegaría este momento. Este era mi temor, Jaime. Te amo intensamente, eres un hombre maravilloso, pero quizás no pueda darte lo que deseas".
"De verdad no te entiendo, Samantha, pero aún a riesgo de perderte para siempre, esta noche deberán quedar todas las preguntas contestadas" – afirmé categóricamente.
"Está bien, Jaime. Te lo prometo. Hoy lo sabrás todo" La estreché
contra mí y pude ver cómo se deslizaban por sus ojos unas lágrimas furtivas. –"Espero que me comprendas y sepas perdonarme" – dijo con voz muy baja. "Sabrás la verdad inmediatamente" – Se puso de pie frente a mi, se soltó el cabello y se quitó el vestido. Sólo llevaba una tanga de lycra azul eléctrico ,muy diminuta.
"Ojalá que comprendas" – repitió. Se dio vuelta y comenzó a quitarse
la tanga. Sólo veía su precioso trasero. Una vez que termino me dijo: - "¿Estás listo?- cruzó los brazos y se dio vuelta. Quedé atónito, enmudecido, perplejo, no sabía qué decir. En el lugar de la chocha tenía un miembro que sin estar erecto no era nada pequeño. El alarido de sorpresa no se dejó esperar: "¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! ¡Por qué no me dijiste antes!
"Fue mi culpa Jaime, pero también la tuya"- dijo mientras recogía su ropa y se vestía. –"Esta es la verdad que querías saber. Por eso te decía que era imposible lo nuestro. No me permitiste que te deje con la ilusión. No imaginas el sufrimiento de ser una mujer encerrada en el cuerpo de un hombre. He hecho todo lo que está a mi alcance para corregir la naturaleza. Y no me averguenzo decir que te amo con todo mi corazón. Pero también comprendo que sientas rechazo y asco por mí" – me dijo con todo su sentimiento y llorando. Terminó de vestirse me miró y dijo : "Adiós, Jaime. Ya no me verás nunca más. No te preocupes" - y caminó hacia la puerta. Reaccioné sin pensarlo y le grité: ¡NOOOOOOOOOOOO! y rápidamente me interpuse entre ella y la puerta. La abracé brutalmente dándole un beso interminable. Ella se apartó, me miró dulcemente y me preguntó:
"¿Estás seguro de lo que haces, Jaime?"
"Sí mi amor – le respondí. En este departamento sólo hay un hombre y una mujer maravillosa que no dejaré ir por nada del mundo y con la cual quiero compartir mi vida. Aprendi a amarte, Samantha, ya no me importa nada, sólo tú. ¡Al diablo con el mundo! Quiero que construyamos una vida juntos. Dicho de otra manera te estoy pidiendo que seas mi mujer.
"¿No te da temor. Jaime? ¿El qué dirán?
"No mi Cielo. Sólo te quiero a ti. Y has sido infinitamente más hembra que cualquiera. Para mí eres una mujer hecha y derecha. Sólo tú me importas.
Samantha, llora a mares. -¡"Jaime, no sabes la alegría que me da oír tus palabras! Si estás dispuesto yo también lo estoy mi amor. Juro que viviré para hacerte feliz. Ya ningún secreto se interpondrá entre nosotros. Nos acercamos, sequé sus lágrimas y nos dimos un beso de locura. Estábamos como dos desesperados. Ahora ya podíamos dar rienda suelta a todos nuestros instintos sin tapujos de ninguna clase. A nedie hacíamos daño. Sólo deseábamos estar juntos y amarnos para siempre.
Le quité el vestido y mis manos recorrieron su cuerpo entero. Ahora sentía que ella se abandonaba a mí y eso me exitaba profundamente.
"ven mi Amor" – le dije. – "Ahora seré yo quien te dé placer" –
Le quité el vestido , estaba lindísima, la recosté en la cama, me quité la ropa y me recosté a su lado atrayéndola hacia mí, la besé y nuestras piernas se enredaron, comencé a jugar con sus tetas, después mis manos bajaron hasta su sexo. La deslicé por debajo de la tanga, ella separó las piernas para facilitarme la tarea. Me asombraba todo aquello que estaba sucediendo. Nunca pensé que alguna vez tendría un miembro en mi mano y todo era tan natural incluso me agradaba y seducía la idea de lo que estaba haciendo. Había algo misterioso con Samantha, sentía cosas que jamás me habían pasado con una mujer verdadera. Ella despertaba todo en mí. Al deslizar mimmano por debajo de su tanga, sentí sus vellos rasurados y jugué con ellos por un momento. Pero ya estaba desbocado, bajé mi mano y entonces sentí su sexo, apretado, doblado para que no se notara. Delicadamente lo saqué, no lo podía ver, pero por lo poco que recordaba más lo que podía palpar sintiendo su tamaño y dureza, era un ejemplar nada despreciable. Sin duda que para una mujer era un buen miembro, pero con la diferencia que este ahora tenía un dueño: YO.
Al sentir su miembro en mis manos y como se movía producto de sus contracciones, debido a los fuertes impulsos de sangre, me bajó el mismo deseo de hacerle lo que Samantha había hecho conmigo. Comencé a masajearlo, a masturbarlo con la mano y observaba el rostro de Samantha. Su cara estaba desfigurada por el placer y se quejaba como una gatita regalona.
"Te amo, Samantha". – le murmuraba al oído.
"Mi amor, mi amor" – respondía ella. –"No sabes lo feliz que me haces. Ahora puedo amarte sin límites ni temores. Quiero ser tuya mi vida, muy tuya. Eres mi único dueño."
Bajé lentamente, quería ver su sexo, extasiarme mirándolo. Ya no me bastaba sentirlo en mi mano. Habían otros sentidos que también reclamaban lo suyo. Al verlo sentí como si un golpe de sangre se agolpara en mi cabeza. Debo reconocer que era un ejemplar magnífico y con una erección de miedo. Su cabeza era sonrosada a punto de reventar y se iba engrosando hacia atrás. Debía tener por lo menos unos 20 centímetros. Acerqué mi boca, estaba totalmente lubricado. No pude esperar más y lo introduje en mi boca, entero sin dejar un centímetro. Nunca había hecho algo así, por tanto la falta de técnica la suplía con instinto, con deseo, con calentura y, por sobre todo, muchísimo amor.
Samantha chillaba como gata en celo. –"¡Mia mor me vuelves loca! ¡Te amoooooooooo! ¡Ohhhh, qué rico me haces sentir! – Al oírla redoblaba mis esfuerzos. Quería hacerla acabar, sentir el sabor de su leche. Una de mis manos se deslizó por debajo de Samantha buscando su ano y comencé a acariciarlo suavemente primero por los bordes y luego introduciendo un dedo mientras mi boca hacía lo suyo en su sexo. De pronto Samantha dio una gran suspiro al mismo tiempo que mi boca se inundaba con su semen caliente. Yo estaba al borde del paroxismo saboreando y limpiando con mi lengua las gotas que se habían derramado. Samantha estaba aletargada, casi muerta, tanfuerte había sido su orgasmo. Yo la abrazaba y la acariciaba dulcemente. Al poco rato reaccionó. Me miró, tenía los ojos pequeñitos. –"Ahora es mi turno dijo" – y se dirigió a mamarme el miembro.
"No, mi amor" – le dije – "Eso no es lo que quiero en este momento".
Me miró con cara de interrogante. – "Ven" – le dije. – La hice darse vuelta, la puse en cuatro patas. –"Ahora te haré definitivamente mi mujer" – Me miró y sólo dijo: -"Desde el día que te conocí te pertenezco. Soñé con este momento mi amor".
Era hermoso ver su esfínter, sonrosado, pequeño y apretadito. Me acerqué a él y comencé a dilatarlo de a poco, primero con mi lengua, después con los dedos. Quería que ese precioso momento fuera inolvidable para ambos. Samantha ya estaba completamente excitada y dilatada, acerqué mi miembro, lo tomé con la mano y lo dirigí hacia su centro, presionando suavemente pero con firmeza. Samantha dio un respingo y un breve quejido. Le dí un pequeño envión y logré introducir la cabeza de mi miembro. Samantha esta vez dio un alarido, pero nada dijo. Sus ojos brillaban y las lágrimas estaban a punto de aflorar a causa del dolor. Le pregunté si realmente quería que siguiera, no estaba en mi intención lastimarla. –"No mi vida, no te preocupes. Es algo que deseas hacer y que yo también deseo. Este dolor es el mejor tributo de amor que te puedo ofrecer. Además quiero ser tuya, necesito ser tuya. No te detengas, por favor".
Continué mi labor, muy lentamente, ella apretaba los dientes, mordía la almohada y yo, inexorablemente iba avanzando cada vez un poco más. La sensación era exquisita, cerraba los ojos y podía ver como mi falo se abría paso por entre sus músculos. Lo sentía apretado y su tibieza y suavidad me embriagaba. Un último empujón y se lo introduje completo, así me quedé un rato. Quería gozar cada segundo.
"Al fin eres mía"- le dije.
"Sí mi amor. Ya más tuya no puedo ser. Siénteme siempre así" – y
comenzó a apretar mi falo con su esfínter provocándome un placer infinito. –"No te muevas mi amor" – me decía y así me provocó un orgasmo muy superior a todos los anteriores.
Nos quedamos tendidos por un rato, aletargados, felices sin decir nada. Después de un rato nos fuimos a la regadera juntos, fue exquisito, nos masturbamos mutuamente, parecíamos dos adolescentes. Como sentimos hambre, nos fuimos a la cocina, preparamos algo, un poco de vino y totalmente desnudos comenzamos a comer. Todo era tan natural, tan simple, tan bello.
Le pregunté si se quedaría la noche conmigo. Me contestó feliz que sí. Que ya no existían los temores y que ahora podía ser y hacer lo que realmente quería. Terminamos de comer, la tomé de la mano y nos fuimos nuevamente al dormitorio. Nos recostamos y explorábamos nuestros cuerpo con curiosidad infinita. Si no hubiese sido por su miembro habría sido una mujer de película. Pero eso ya no me importaba.Ya me había cautivado, había gustado de su cuerpo y experimentado los placeres que me podía ofrecer, difícilmente alguna mujer podría superarla.
Allí me comenzó a contar algunas partes de su vida. De pequeñita había sido una persona especial. Le llamaba más la atención las muñecas y estar con las niñas que los juegos violentos de los muchachos de su edad. Siempre fue frágil y delicada, con ese rostro muy femenino, lo cual de alguna manera provocaba las burlas de sus compañeros. Lo difícil para ella era cuando tenía que compartir las regaderas después de las clases de Educación Física, aunque a lo disimulada miraba los miembros de sus compañeros. Casi siempre trataba de ducharse de los últimos para evitar a sus compañeros. Un día consiguió quedarse al final, no había nadie más así que podía estar tranquila. Estaba en la regadera cuando llegó su profesor revisando los camarines. –"Mmmmmm", ¿qué tenemos aquí?- le dijo, mientras la miraba de arriba abajo. – "La señorita aún no se va" – dijo. Samantha trataba de taparse entre asustada y tímida. –"bueno ya que estamos tendremos que hacerle alguna atención a la señorita. ¿Acaso crees que no te he observado cómo miras a tus compañeros? Seguro que una buena pija te hará feliz. Se bajó el buzo deportivo y afloró un miembro que a Samantha se le hizo monstruoso de grande. La cogió a la fuerza y la penetró de un solo envión sin importarle el dolor que podía provocarle. Y le dio duro hasta que se corrió no sin antes decirle que si decía algo a alguien le iba a costar muy caro. por supuesto que Samantha guardó silencio. Mientras me contaba esto, por sus ojos rodaban inmensas lágrimas. Yo se las secaba y la consolaba diciéndole que ahora las cosas serían diferentes , que tenía a alguien que la cuidaría, la protegería y además la amaría más de lo que podía imaginar.
Entre tantos mimos, nos comenzamos a excitar y comenzamos una vez más los preliminares. Me acariciaba, me mimaba y jugaba con mi miembro. –"Samanta" le dije – Todavía nos falta algo para que realmente nos pertenezcamos. –"¿Sí? – dijo asombrada –"¿Qué podrá ser? – la miré fijamente y conteste: "Que me hagas tuyo. Si nos amamos tanto debemos correpondernos de la misma manera. Sin límite ni tabúes. No debe haber espacio para el egoísmo."
Samantha se abalanzó sobre mí, feliz como una niña pequeña. –"¡No sabes lo feliz que me haces una vez más" – me dijo. –"No me atrevía a pedírtelo y pensaba que nunca lo dirías. Pero saliendo por tu propia voluntas tiene muchísimo más valor. Sí mi amor, es lo único que nos falta y ya le pondremos remedio".
"Verás que será algo hermoso e inolvidable" – me dijo. Se
incorporó, tomo su cartera y sacó un tubito con un lubricante especial. –"Date vuelta mi amor" – dijo - se untó el dedo y comenzó a pasarlo por mi ano. –"Así, así suavecito, ya verás lo rico que es" – me decía tiernamente. Lo hacía tan bien que me sentía arrobado por el placer. Después me introdujo un dedo y lo movía en forma circular, luego otro y otro. Todo era tan normal y me producía tanta tranquilidad que prácticamente no sentía dolor, sólo un placer nuevo para mí, e imaginaba cómo sería cuando me penetrara. Cuando me vio que estaba listo me dijo: -"Ya mi amor date vuelta" – le obedecí. Colocó una almohada doblada en dos bajo mi cintura, con el propósito de subir mi cola. Luego con sus brazos me tomó las piernas por las corvas y las levantó ubicándolas sobre sus hombros.
-" ¿Te imaginaste alguna vez esto, mi amor? Quizás cuántas veces hiciste a otra lo que te hará Samantitha" – decía riendo.
-"Aquí se hace, aquí se paga"- le dije- y me preparé para ese momento.
Samantha se acercó y pude sentir su miembro presionando mi esfínter. Lo hacía con mucho cuidado, presionando firmemente. No alcancé a darme cuenta y ya me había introducido la punta. Lo que sentí no puedo describirlo, pero era un placer, una mezcla de dolor, de entrega, que no podría definirlo. Ahora entendía tantas cosas. No había nada que pudiera servir de comparación. Ahora podía entender tantas cosas que antes era incapaz de comprender.
"¿Sientes mi amor como voy entrando de a poquito en ti? Cierra lo ojos e imagina como te voy taladrando, así de a poco. ¡Mmmm! Estás exquisito cielo. Apriétalo mi amor, así sentirás mucho más rico. Ya lo tienes casi entero dentro de ti. Eres mío, muy mío. ¿Te gusta. amor?
¡Siiiiiiiiiiii! exclamaba. Entra en mí. Quiero que te derrames. Es lo único que nos falta para ser uno solo. Vamos mi amor. Inúndate en mí.
Mientras nos decíamos estas cosas, y Samantha rítmicamente entraba y salía en mí, ella me masturbaba con la mano. –"Mi amor acabemos juntos, al mismo tiempo. ¿Quieres? – Si mi vida" - le dije. –"Ahora, ahora, yaaaaaaaaaaaaaaa . Fue uno de los momentos más maravillosos. Sentí un chorro caliente que me inundaba el interior a la vez que la mano de Samantha y mi vientre quedaba mojado por mi semen.
Se retiró de mí jadeando y me abrazó por atrás como si fuera un niño. –"¿Te gustó? – me preguntó. -¡Uffffffffffff! – le dije. Nunca imaginé que fuera tan rico. Pero debe ser porque fue contigo mi amor. Tú haces que todo sea hermoso. – "¡Zalamero! me dijo y comenzó a darme de pellizcos jugando.
Bueno nuestra relación durante un año fue así de visitas, unas más largar que otras. A veces ella venía a mi departamento y otras me quedaba yo en su casa. Éramos tan o más felices que el primer día. Teníamos una relación sólida y responsable. Lo conversamos muchas veces, que mientras estuviéramos juntos nos seríamos fieles. Ninguno de los dos quería usar condón. Era una relación basada en la mutua confianza.
Cuando en mi trabajo se enteraron de la relación que mantenía no encontraron otra cosa mejor que despedirme, eso sí que me pagaron una jugosa indemnización. Conversé con Samantha, y decidimos formalizar nuestra relación viviendo juntos .Vendí mi departamento, ella vendió su casita y nos compramos un hermoso departamento en un barrio gay donde podemos vivir en paz sin que nadie nos moleste. Modernizamos el salón de belleza de Samantha, transformándolo en un Centro de Estética Integral, haciéndonos socios. Ya tiene a su cargo a 10 personas. Samantha sólo se encarga de casos muy especiales. Ya estamos pensando en abrir otro local muy pronto.
Creo que lo mejor que me ha pasado en la vida fue conocerla. Ahora pienso que no hay nada mejor que una mujer especial como Samantha. Llega a tanto su amor que incluso me preguntó si yo quería que ella se operara. Por supuesto que le contesté con un no rotundo. La conocí así y así la amo. Ella es la mujer que me hace feliz en todo el sentido de la palabra.

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