lunes, 19 de septiembre de 2011

LA NUEVA FAMILIA DE ALFREDO 2

Alfredo se encontraba en su cuarto apenas listo para descansar cuando sin tocar a la puerta, ésta fue abierta entrando enseguida Sarahi— ¡hola Alfredo!, ¿listo para dormir?— se dirigió a el como siempre con una expresión de burla y cierta diversión que era lo que le producía a ella toda ésta situación con su hermanastro.

¡Sí!— respondió cabizbajo el chico sintiendo un escalofrío recorrer su piel cada vez que Sarahi se le acercaba.

¡Oh pues no lo creo!— expresó maliciosamente Sarahi que en ese momento dejó caer sobre la cama de Alfredo sus libretas y libros para comentarle muy quitada de la pena— ¡mis tareas, hazlas, total vamos en el mismo grado aunque en distintas escuelas así que mójate bien la cara porque estarás ocupadito toda la noche!— concluyó la joven sonriéndole con burla.

¡Peeero Sarahi!— era lo único que siempre atinaba a decir Alfredo a lo que Sarahi acercándose a el le acarició las mejillas con sus suaves manos mirándolo por un momento hasta con cierta pena al comprobar cada vez mas lo dócil y sumiso que era Alfredo al no revelarse, al optar por someterse cada vez mas a ella porque Sarahi confiaba plenamente en que así sería en que le pida lo que le pida el chico la obedecería pero aún así no estaba de mas lanzarle una que otra amenaza a lo que sin dejar de acariciarle las mejillas le dijo con una expresión de burla— ¿quieres que le diga a tu papi?, porque te aseguro que en minutos puedo hacerlo cambiar de opinión y hacer miserable tu existencia, ¿entiendes insecto?— concluyó esto último mirándolo con desprecio y arrogancia al sentirse tan superior en carácter ante el chico y porque no había pasado desapercibido para Sarahi que el pobre de Alfredo buscaba a toda costa siquiera un instante para admirar su belleza lo cual la hacía sentirse aún mucho mas orgullosa de sí misma.

Alfredo se inclinó y al final comentó la respuesta que Sarahi ya esperaba y que ya sabía desde el momento en que se dirigió a su habitación— ¡descuida yo lo hago!— Alfredo hizo una breve pausa y añadió para intentar justificar su débil carácter pues intuía que si tuviese un poco mas de valor lo correcto era enfrentar a la malvada muchacha ante su padre pase lo que pase solo que lo dicho Alfredo se sentía incapaz de ello— al menos pudiste decírmelo desde la tarde.

¡Oh se me olvidó!, ¿me perdonas?— le comento entre risas irónicamente Sarahi— bueno, pues que tengas muy buenas noches, ¡yo si me muero de sueño!— concluyo burlándose de Alfredo bostezando al pasar junto a el para salir de su habitación.

Alfredo se llevó casi toda la noche con los deberes de Sarahi y apenas y logró levantarse por la mañana siguiente. Ya en la tarde regresaba a su casa y se encontraba en su cuarto; Sarahi no había llegado ni sus padres que lo hacían Yolanda un tanto mas tarde y Oscar hasta entrada la noche. Ahora Alfredo hacía sus tareas pues pensó— ¡no vaya a ser que Sarahi tomara la bonita costumbre de volver a encomendarle sus deberes!, pero el cansancio por la noche anterior lo venció y quedó sentado y dormido, apoyado junto a su mesa de trabajo. Sarahi entró de repente a su cuarto y al verlo dormido sin ninguna consideración le aventó su mochila en plena cara al pobre de Alfredo quien de un grito y un brinco se despertó asustado por lo que le pasaba cayendo al piso a tallarse la cara, enseguida se levantó aún asustado y acercándose a un espejo se percató que la cara la tenia roja, marcada por el golpe fuerte que se llevó con la mochila de Sarahi y antes de que pidiera una explicación Sarahi amablemente se la dio.

¡Serás imbécil, mis ejercicios salieron mal y eso ha sido culpa tuya!;

¡No puede ser!— se defendió Alfredo— ¡me esmeré en ello!;

¡Ah, entonces me llamas mentirosa!— le recriminó Sarahi a quien la furia reflejada en su rostro la hacía verse mucho mas hermosa.

¡No Sarahi, déjame explicarte!— se justificó Alfredo que una vez mas se encontraba invadido por los nervios al ver el enojo reflejado en el rostro de Sarahi— ¡yo no tengo la culpa, si es que salieron mal yo….!;

¡Sí la tienes!— lo cortó Sarahi— y ésta vez si que te va a pesar Alfredo pues le diré a mi madre y a tu padre que te pedí apoyo y que tú en venganza resolviste mal mis deberes, ya verás Alfredo, ya verás— concluyó su amenaza.

Alfredo ya no podía controlar a Sarahi ni mucho menos controlarse el mismo, ¡le tenía tanto pánico a la joven!— ¡no Sarahi espera!— se expresó suplicante Alfredo; lo que Sarahi lo utilizaría a su favor.

¡Bueno!— comentó risueña Sarahi olvidando por completo el enojo y relajándose cada vez mas— a menos que estés dispuesto a llegar a un acuerdo, ¿estás dispuesto?— le preguntó coqueta.

¡Sí!— respondió un mas que resignado Alfredo esperando a ver con que le salía ahora su adorada hermanastra. Sarahi se sentó cómodamente en el sofá cruzando una pierna de una manera tan seductora, lucía hermosa con la falda corta del uniforme y sus zapatos escolares negros de tacón grueso y calcetas blancas.

¡Ya está decidido!— expresó de pronto entusiasmada Sarahi— ¡hoy te toca ganarte mi perdón y te lo ganarás si me limpias mis zapatos, ándale que están sucios por el polvo del camino, venga!— le soltó sin mas al chico.

Alfredo movió a los lados la cabeza expresando— ¡que remedio!— e hizo ademán de buscar un trapo o paño para limpiárselos pero Sarahi se sonrió y se lo impidió— ¡no Alfredo!, ¿Qué haces?, ¡con un trapo no!;

¿Y entonces?— se preguntó a si mismo un confundido Alfredo.

¡Alfredo!— le habló Sarahi mientras movía coquetamente la pierna cruzada— limpiar mis zapatos con un trapo es algo común y corriente y a mi no me gusta lo común y corriente, lo detesto, ¡tú eres así o al menos esa impresión me das por eso te hago pasarla mal!— le expresó esto ultimo mirándolo con cierto aire de desprecio— además toda mi vida los he limpiado así ¡y yo me merezco algo mucho mejor!;

Alfredo seguía sin entender hasta que Sarahi lo miró con una bella sonrisa aunque expresándole su desprecio y le dijo— ¡límpiamelos con tu lengua!;

¡Noooo eso no!— gritó nervioso y horrorizado Alfredo— ¡Sarahi ya eso es demasiado!;

¿Demasiado?— se expresó burlona Sarahi— ¡venga, si hasta disfrutaste con comerte la uña de mi pie!, ¿Qué crees que no me di cuenta?— lo humilló— así que no seas ridículo.

¡No lo haré!— exclamó Alfredo aunque en un tono muy inseguro algo que Sarahi captó al instante— ¡no me vas a humillar de tal forma!— concluyó el joven.

¡Piénsalo Alfredito!— se dirigió Sarahi a el con cierta lástima— porque estos días ¡mira que he pensado muchas cosas para decirle a tu padre!, ¿Qué tal si le digo que trataste de abusar de mi eh?, oh no se, ¡tantas cosas! y una vez que las diga aunque después me arrepienta porque me causes pena no habrá marcha atrás pero si quieres arriesgarte allá tu— concluyó Sarahi sembrando como siempre la duda y el nervio en todo Alfredo.

Alfredo no podía lidiar contra esto pero una pequeñísima parte de su ser le pedía que resistiera y se opusiera a los crueles deseos de la joven por lo que optó por tratar de conmoverla como última opción, de tratar de encontrar en ella algo siquiera una pizca de comprensión hacia el.

¡Sarahi, bonita!— se expresó Alfredo la verdad algo ridículo pero todo era válido con tal de evitarse el aberrante acto de tener que lamerle los zapatos a la cruel jovencita como si fuese su perro para hacerlo— ¡Dios es horrible!— pensaba Alfredo en su interior— ¡yo te adoro, no tienes por que tratarme así, quizás empezamos con el pie izquierdo pero….!;

¡Ay ya cállate estúpido!— intervino Sarahi cortándolo empleando un tono de fastidio en su voz— ¡y mucho mejor para ti que me adores pues se te hará mas fácil obedecerme y en consecuencia sufrirás menos!— concluyo como lo hacía habitualmente mirando con superioridad y altanería al joven Alfredo.

¡Venga que no soporto ver mis zapatos sucios!— le gritó Sarahi al ver que Alfredo no reaccionaba tan solo se limitaba a mirarla miedoso, lloroso, soñando con encontrar en ella esa pizca de comprensión hacia el.

Alfredo a estas instancias ya se encontraba de rodillas ante Sarahi y lloroso de nuevo le imploró— ¡Sarahi!;
¿Sí?— le contestó ésta sin dejar de mirarlo muy divertida.

¿Deveras es necesario que lo haga con la lengua?;

¡Por supuesto!— se expresó Sarahi sonriente.

Alfredo no se opuso más y obedeció ante la mirada morbosa y una cruel sonrisa que se dibujaba en el perverso rostro de la hermosa Sarahi que apenas y comenzaba a disfrutar al máximo contemplando como su hermanastro se humillaba ante ella, pasados unos instantes Alfredo continuaba lamiendo los zapatos de Sarahi, el joven sentía reseca por completo la lengua pero cada vez se hacía mas obediente a los crueles caprichos de Sarahi y como no recibía alguna orden contraria continuaba y continuaría postrado a los pies de ella pasando una y otra vez su reseca lengua sobre los zapatos de Sarahi hasta que ésta se dignara a librarlo de tal acto de demostración de humildad extrema y servilismo.

Así transcurrieron otros instantes hasta que la caprichosa Sarahi se sintió satisfecha de la humillación de Alfredo ante ella.

¡Bien hecho esclavo, ya está bien!— comentó de pronto Sarahi conteniéndose por no soltarse a carcajadas.

Alfredo entonces sí que se sintió ofendido y exclamó indignado— ¡no me llames así, no soy tu esclavo!;

¡Oh claro que lo eres!— le confirmó Sarahi risueña— ¡solo los esclavos hacen cualquier cosa que se les ordene y tu haces cualquier cosa que yo te diga por lo tanto eres un esclavo y eres mi esclavo!, ¿te quedó claro Taradín?, ¡jajajaja!— se carcajeó Sarahi con toda la intención de burlarse por completo del pobre Alfredo para concluir expresando— ¿por cierto?, cuando se me antoje en lugar de Alfredo te llamaré Taradín y mas te vale responderme al instante, sí, Taradín te queda mejor que tu propio nombre jajajaja.

Alfredo tenía la cara roja de vergüenza producto de la humillación a la que estaba siendo sometido ante las palabras tan déspotas de la bella Sarahi.

¿Entendiste esclavo?— continuó Sarahi quien no se daría por satisfecha hasta que Alfredo la complaciera cediendo por completo a sus crueles caprichos y en consecuencia humillándose a si mismo.

Y en efecto el joven prefirió darle por su lado a lo que expresó— ¡sí Sarahi, entendido!;

¡Zasssssss!— una humillante bofetada se estrelló en el rostro de Alfredo cortesía de Sarahi quien enseguida lo jaló por una oreja y sin soltársela le clavó sin piedad su uña en la oreja al momento que le gritó— ¡AMA SARAHI!, SI TU ERES MI ESCLAVO PUES YO SOY TU AMA, ESTUPIDO, ¿A VER COMO ME VAS A LLAMAR A PARTIR DE HOY?— le recriminó sin dejar de clavarle la uña en la oreja.
¡Ayyyyy!— se quejó penosamente Alfredo pues mientras no pronunciaba la frase que Sarahi esperaba impaciente ésta le clavaba aún mas la uña haciéndole aún mas daño hasta que Alfredo pronunció desesperado— ¡ama, ama Sarahi, eres mi ama Sarahi!;

¡Bien dicho esclavo, ahora descálzame!— le ordenó altaneramente Sarahi. Alfredo aún se dolía de la oreja a lo que un nuevo grito de Sarahi lo puso aún mas nervioso y confundido— ¡DESCÁLZAME!;

Alfredo se lo pensó e inocentemente confundido con toda la firme intención de no llevarse un solo golpe más preguntó tonta e ingenuamente— ¿ama?;

¿Sí esclavo?;

Para descalzarla— ¿es necesario que también lo haga con la boca?;

¡Jajajajajaja!— se carcajeó cruelmente Sarahi para después emplearse a fondo para hacer sentir mas miserable a Alfredo— ¡pero que patético eres, sí idiota, no está nada mal!, ¿ves como si eres un esclavo?— le comento con una bella sonrisa mas bien de lástima mientras le revolvía cariñosamente su cabello con sus manos como si se tratara de acariciar a su mascota favorita— ¡mira que pensaba dejarte que lo hagas con las manos pero con la boca está mejor, aprendes rápido esclavo y eso me gusta, anda, hazlo!— concluyó sonriente Sarahi.

Alfredo se mordía los labios por lo estúpido como había actuado al preguntar y haber contribuido el mismo a aumentar el ego de Sarahi y su propia humillación a lo que penosamente y con mucho esfuerzo logró quitarle los zapatos y calcetas con su boca a Sarahi.

¡Bien, bien ahora bésame los pies, siempre lo he deseado, tener a alguien besándote los pies y adorándote debe ser lo máximo, anda, anda, comienza ya!— expresó feliz Sarahi.

Alfredo aunque con asco y repulsión obedeció y Sarahi se encontraba tanto excitadísima como divertida— ¡venga venga, bésamelos con devoción, como debe de ser!— dicho esto levantó los pies para que Alfredo le besara y le lamiera también las plantas y los dedos de sus pies incluso hasta las uñas una por una se las besó aún pintadas de rosa por el mismo Alfredo el día anterior hasta que Sarahi expresó— ¡bien, bien!— y se levantó quedando Alfredo en una posición algo comprometedora, a cuatro patas, a lo que Sarahi lo sorprendió ¡y que se le monta encima acomodándose y sentándose en su espalda!— ¡ahora eres un animal, andando, llévame a mi cuarto!— le dijo entre risas mientras lo humillaba aún mas dándole de palmadas en su trasero.

Alfredo denigrado y con las primeras lágrimas recorriendo sus mejillas actuó como debía hacerlo, obedeciendo y sirviendo de caballito a Sarahi y se dirigía a la puerta cuando se vio interrumpido por ésta— ¡espera animal, mis zapatos, sujétalos con los dientes, ah y también las calcetas, dale que mi madre está por llegar!— Alfredo accedió y en segundos avanzaba a cuatro patas miserablemente llevando entre sus dientes los zapatos y calcetas de Sarahi y a ella sobre su espalda soportando humillantes palmadas en su trasero y haciéndose sordo a las aún mas humillantes y crueles carcajadas de la perversa jovencita.

A partir de ese día Alfredo tenía que ocuparse también de la limpieza del cuarto de Sarahi pues no contaban con servicio doméstico y prácticamente hacer todo lo que ella quisiera pero Alfredo no contaba con que su “Esclavitud”, iría mas allá que solo obedecer a Sarahi. En una tarde que hasta determinado momento parecía transcurrir de lo más normal, Sarahi se disponía a salir y estaba sentada en su mueble de la sala luciendo unos jeans azules, una blusa rosada y unos preciosos zapatos negros cerrados, de piso; en eso que Yolanda llegaba del trabajo agotada con un largo y elegante vestido azul y botas negras hasta la rodilla por que así le había apetecido ir ese día al trabajo; se sentó justo a un lado de Sarahi, ambas se saludaron de beso y enseguida Sarahi le sonrió maliciosamente pues quedaba claro que ya habían conversado anteriormente y Yolanda ya sabía sobre el trato que su hija le daba a Alfredo.

¡Alfredo!— gritó Sarahi y éste enseguida bajaba las escaleras acudiendo presuroso al llamado de su ama pero quedó por un instante inmóvil y nervioso al ver que su linda madrastra ya había llegado, Sarahi le sonrió y sin mas le dijo— ¡Acércate Alfredo!— éste lo hizo al tiempo que Sarahi cruzaba seductoramente una pierna y riéndose con burla le pidió gentilmente— ¡muéstrale a mi madre como me limpias los zapatos!;

Alfredo lucía rojo de vergüenza y pena— ¿perdón?— fue todo lo que atinó a decir después de varios intentos erróneos de querer articular palabra.

¡Anda, haz lo que te digo para que mi madre me termine de creer!— insistió Sarahi sin un solo indicio de preocupación ante lo que pedía y ante el semblante enfermizo que reflejaba el rostro de Alfredo. Yolanda tan solo permanecía atenta a lo que fuese a suceder.

¡Sí no lo haces le diremos a tu padre que me estuviste molestando!— lanzó Sarahi la amenaza que vagamente Alfredo ya se imaginaba por la sonrisita sarcástica de su madrastra a lo que tan solo captó el mensaje de tales palabras se sintió morir al comprobar por la mirada de Yolanda que efectivamente sabía su situación y ¡claro!, le brindaba todo su apoyo a su princesa; Alfredo sin darse cuenta fue cediendo ayudado por sus rodillas que se fueron doblando hasta hacerlo quedar arrodillado ante su madrastra y su hermanastra y sin quitársele lo rojo de la cara por lo avergonzado que se encontraba con mucha pena empezó a lamerle los zapatos a Sarahi quien enseguida miró a su madre— ¿Qué te parece?— le preguntó mas que orgullosa.

Yolanda en primera instancia puso una cara de asco y repulsión ante tal escena representada en su mayoría por Alfredo pero poco a poco fue cambiándola por una expresión de diversión y cierto morbo y riendo preguntó a su hija— ¿y dices que le gusta?;

¡Oh le encanta!, ¿verdad Alfredo?— respondió Sarahi mientras burlesca le acariciaba el cabello al pobre chico— ¡si vieras que adora obedecerme y servirme y a diario me ruega para que se lo permita hacerlo y no le diga nada a su padre!;

¡Bueno!— expresó Yolanda mientras miraba con burla y asco a Alfredo— ¡pues sí así está a gusto pues que se le va a hacer!— comentó sarcásticamente pues bien sabía la realidad que no era otra que el como su hija había llevado al pobre chico hasta esas instancias de humillarlo vilmente sin que el desdichado opusiera resistencia alguna.

¡Ya esclavo, porque a el le gusta que le llame esclavo!— comentó fascinada Sarahi a su madre— ¡Taradín, ya está bien, anda, ahora te quiero ver limpiar con la misma devoción las botas de mi madre!;

Alfredo se quería morir sobretodo cuando vio que a Yolanda se le iluminaba el rostro con una perversa sonrisa y descaradamente estiró sus pies para dejarlos un tanto mas a su alcance del chico— ¡anda ya estúpido, por fin voy a sacarte algo de provecho!— fueron las amables palabras de invitación de Yolanda hacia Alfredo.

¡Jajajajaja!— Sarahi se rió alegremente ante las palabras de su madre— ¡así es mami, no tienes ni idea de lo fácil que nos va a hacer la vida éste infeliz!;

Alfredo temblando se fue acercando a gatas hasta situarse invadido por la humillación ante los pies de su madrastra que a decir verdad a sus 40 años se veía sensacional por lo que a Alfredo le dolió aún mas el momento en el que penosamente comenzó a pasarle la lengua a las elegantes botas negras de Yolanda, su madrastra pues aunque ésta siempre le había dejado mas que claro su rechazo, la verdad era que Alfredo sentía un respeto y una admiración tremenda por ella al contemplarla siempre tan segura, tan de buen ver y a lado siempre de ella su hermosa hija Sarahi. Alfredo continuaba empleándose a fondo con la limpieza de las botas de su madrastra, permaneciendo postrado en el piso mientras que Sarahi le acomodaba los pies en su espalda para descansarlos.

¡Esmérate Alfredo que quiero ver brillar las botas de mi madre por que mira que tienen polvo!— le ordenó tajantemente Sarahi.

¡Oh no te preocupes princesa!— comentó Yolanda— ¡que yo me encargo de hacer que las deje como yo quiero jajajaja!— concluyó riéndose sin importarle en lo mas mínimo el acto tan cruel y vil al que estaban sometiendo al desdichado chico y contagiando a su hija con su risa y así lo mantuvo Yolanda, lamiendo sus botas hasta que expresó con fastidio— ¡ya está bien, ahora quítamelas!;

¡Con los dientes!— agregó Sarahi riendo. Alfredo tuvo que batallar hasta que logró descalzar a Yolanda y quedar impregnado del olor mezcla de sudor y cuero que provenían de los pies de Yolanda; entonces Alfredo miró temeroso a Sarahi y al observarla sonreír ya no esperó que le dijeran mas nada a lo que inmediatamente se dispuso a besar los pies sudados de su adorable madrastra hasta que ésta lo mandó a que fuera por sus sandalias de andar por casa y a que se las trajera sujetas entre sus dientes, a cuatro patas como un perro, como lo que querían que fuera, en lo que lo estaban convirtiendo, un ser sin dignidad ni voluntad ni mucho menos una pizca de orgullo.

A partir de ese momento inició una vida aún mas cruel y difícil para Alfredo, en donde era el encargado de servirle la comida a madre e hija y a permanecer de rodillas con la mirada hacia el suelo en medio de las dos por si algo se les ofrecía, al terminar de almorzar Alfredo fue testigo de cómo Sarahi reunió en un plato las sobras de su madre y las de ella y cínicamente se las ofreció— ¡ten esclavo, ahora sí ya puedes comer, provecho!— se burló sin piedad de el.

El chico observaba con asco aquellos restos de comida a lo que Sarahi en verdad divertida le preguntó— ¿hay algún problema con tu comida Alfredo?;

Éste no contestó y enseguida una fuerte cachetada que casi lo deja en el piso lo hizo reaccionar por parte de Yolanda— ¿no oyes animal que mi hija te hizo una pregunta?;

¡No, no hay problema!— se apresuró a contestar Alfredo temeroso de llevarse otro golpe.

¡Entonces comételo!— expresó Sarahi riéndose cínicamente de el— ¡quiero ver tu plato limpiecito que no estamos como para desperdiciar la comida!, ¿ves mami?, ¡así economizaremos pues comprarás menos comida y de la nuestra da y sobra para alimentar muy bien a Alfredito!— a continuación madre e hija se carcajearon hasta mas no poder mientras Alfredo se tragaba sus sobras a los pies de ambas casi hasta con una sonrisa por miedo a que lo golpearan entre las dos.

Así transcurrían los días para el pobre Alfredo y en una de esas tardes que regresaba de la escuela sintió escalofríos al entrar a su casa y oír risas y voces femeninas, evidentemente Sarahi no estaba sola.


Continuará………………………..

No hay comentarios:

Publicar un comentario