martes, 17 de abril de 2012

Me excité en el colectivo

Era una nochecita de verano cuando me subí al colectivo. tenía puesto un vestidito bastante corto que dejaba ver mis piernas. Me sentí observada al subir, y me senté sola en el primer asiento de a dos del lado de la ventanilla.
Observé que el chófer de vez en cuando trataba de fisgonear mis piernas por el espejo retrovisor, actitud que hizo que empezará a calentarme, y aunque deseaba mostrar un poco más que mis piernas a ese observador insistente no me animé a más que cruzar mis piernas.
Seguí el viaje mirando por la ventanilla cuando en unas paradas siguientes veo que sube un muchacho de treinta años aproximadamente y se sienta al lado mio.
Con sorpresa después de unos diez minutos de viaje noto que él mismo parece haberse quedado dormido y en el vaivén del recorrido apoya su mano cerca de mi rodilla.
Me siento incomoda por la situación, me muevo para ver si la retira pero nada, este señor comienza a subirla de a poco, muy suavemente, casi hasta llegar a mi muslo.
Me vuelvo a mover y le susurro -señor me está tocando; parece despertarse y me dice perdón y se acomoda un poco alejado de mi.
Pero a las dos o tres cuadras vuelve a poner su mano nuevamente en mi pierna y realiza movimientos suaves en forma ascendente. Le reitero que me está tocando pero hace caso omiso a mis reclamos y me aprieta con más firmeza el muslo.
Mi excitación comienza a surgir efecto, siento que los labios de mi vagina se empiezan a humedecer, y estoy deseando que esa mano suba más hasta llegar a mi botoncito caliente.
Pero él se conforma con acariciarme la pierna.
Me calienta saber que el colectivero es testigo de ese manoseo, pero el pudor me avasalla y coloco un libro en la ruta de la mirada del colectivero para que el desconocido pueda seguir tocándome a su gusto.
Sin llegar aún a mi conchita, me toma con firmeza cerca de la ingle y con el otro brazo rodea mi cintura queriendo llegar con su otra mano a mis tetas.
Me empieza a acariciar mi pecho y me pellizca el pezón.
Yo no doy más de calentura, me entrego a esa manos desconocidas, y abro las piernas para que al fin me pueda tocar mis labios que ya a esta altura estaban chorreando de placer, quería que me penetre, y lo hizo con sus dedos.
¡Qué placer! No se como hice para disimular mi orgasmo.
Después por vergüenza me cambié de asiento y a las pocas paradas me bajé porque había llegado a destino.
Aún me acuerdo de esa hermosa experiencia y muchas veces en la soledad de mi cuarto me masturbé llegando a placeres ilimitados recordando a ese desconocido pasajero que logró hacerme llegar a un viaje lleno de placer.
Es una historia real._

1 comentario:

  1. Te gustaria un arrimon en el metro viajo en la linea verde podriamos jugar si te animas
    trendemedianoche69@gmail.com

    ResponderEliminar