lunes, 12 de septiembre de 2011

La enfermera

Medianos de agosto y un calor insoportable. Me decidí a ir a casa de mis padres para comer con ellos así que cogí las llaves de la moto y bajé hacia el garaje. Tengo que decir que en la actualidad soy motero, me gusta salir por ahí con mi gente a dar una vuelta el fin de semana a almorzar, hacer cuatro curvas y a comer a casa. Para los moteros salir con nuestras niñas de dos ruedas a hacer curvas, es una sensación de libertad, de soltar adrenalina, vamos casi, casi como echar un buen polvo. Esta clase de motos, por ciudad, se calientan muchísimo, por lo que mi vestimenta no era más que unos pantalones cortos, una camiseta corta y unos guantes de cuero de verano para proteger mis gruesas manos.
Ese mismo día, a poco más de 100 metros de casa tuve un accidente con un coche que me alcanzó. El conductor del coche dijo que no me vio, que le aparecí de la nada, que lo sentía mucho. Pero ahí estaba yo, en el suelo, muy mareado por el golpe y sin enterarme apenas de lo que me decía la gente que me envolvía para protegerme del sofocante calor y para, como no, enterarse de lo que había pasado. La sensación de mareo, el calor del asfalto invadían mi cuerpo. Ese accidente me hizo estar de baja poco más de 3 semanas, fue poca cosa por lo que hubiera podido ser, pero tuve que estar toda la tarde en urgencias junto con mis familiares que estuvieron conmigo hasta que no me dieron el alta poco antes de la hora de cenar.
Tengo que decir que mi apariencia es de lo más normal, mi cuerpo es de un chico deportista, no muy musculado pero fibrado y fuerte por las largas jornadas de deporte que realizo a diario, entre ellos el frontón y el spinning. Vivo solo puesto que mi padre conoció a una mujer y un día cogió las maletas y se fue a vivir con ella por lo que al vivir solo me lo tenía que hacer yo todo. Durante la primera semana tuve que estar en casa viendo la TV y jugando a la consola, sin mucho ánimo de hacer nada y cuando digo nada me refiero ni a masturbarme puesto que me dolía todo el cuerpo aún del accidente. Ya que con el estado de mi pierna no tenía muchas más opciones de ocio, me costaba mucho tanto andar como dormir debido al dolor de las recientes heridas. Durante la segunda semana ya estaba algo mejor, me llamaron del hospital para que me pasara a hacerme las curas de la pierna y eso me suponía tenerme que desplazar hacia la clínica a diario. Por suerte me quedaba a 500 metros de casa, por lo que, acompañado de mi escasa paciencia y de la cojera de mis heridas, podía ir andando despacito y sin ningún tipo de prisa.
La primera vez que fui a curarme me sentía algo desorientado, existían infinidad de letreros informando de los diferentes lugares existentes en el hospital. Viendo el éxito de mi desorientación acabe por preguntar a la chica de recepción para que me ayudara acerca de donde realizaban las curas y así me lo indicó. Con sus indicaciones llegué sin ningún problema a los consultorios. Había muchas puertas enumeradas, cada una con el nombre del doctor o de la enfermera, por lo que me senté delante mismo de la que era el nombre de mi enfermera, Yolanda Pérez. Era la primera vez que me visitaba con ella y no tenía ninguna idea de cómo era físicamente. Pasados diez minutos aproximadamente me llamaron por mi nombre a través de la megafonía. Cuando llegué a la puerta, la abrí y ahí estaba Yolanda, esperándome como era lógico, aparentaba sobre unos cuarenta y pocos años, bajita, delgada, ojos azules, muy claros y muy abiertos, media melena y una sonrisa perfecta que abarcaba cada uno de sus blancos dientes. La bata entreabierta dejaba ver sus pechos medianos y redondos, muy bien puestos pese a su edad, se notaba que de alguna manera se cuidaba. El anillo de su dedo anular en su mano izquierda me indicaba que estaba casada.
Entré saludándola y asegurándome de su nombre.
- Buenas… ¿Yolanda verdad?
- Así es, ¿es la primera vez que te visitas conmigo verdad David? pasa y túmbate, vamos a mirar esas heridas.
Era finales de Agosto y yo llevaba unos pantalones piratas tejanos y una camiseta corta bien anchita para evitar el calor.
- David, siento decirte que con esos pantalones no podré mirarte la herida ya que tengo que mirarte por debajo de la rodilla y no puedo levantártelos, te los tendrás que quitar. – Añadió.
Cuando estaba en casa cambiándome pensé que con esos piratas no habría ningún problema para tenérmelos que subir para poder realizar las curas pero no le di la menor importancia al asunto, así que lo hice, me bajé los pantalones y deje ver mis slips que marcaban mi abultado paquete. Una vez me bajé los pantalones Yolanda me hizo una pregunta que no me esperaba…
- ¿Haces deporte verdad? Unas piernas depiladas y tan fibradas son dignas de un deportista. Dime, ¿qué deporte practicas David? Ciclismo?
- Spinning y frontón – respondí.
- Muy bien, ojalá todo el mundo hiciera ejercicio como tú.
- ¿Tú practicas algún deporte Yolanda?
- Por las mañanas soy monitora de aerobic, me gusta mucho cuidarme. Cuando salgo del gimnasio cojo la moto y ya me vengo hacia la consulta.
- Se te nota – Mi subconsciente me traicionó, no sé por qué le contesté con esa respuesta.
Después de una sonrisa pícara me dijo:
- ¿Ah sí?
- Sí – le contesté – Tienes un cuerpo realmente escultural para una mujer de tu edad. “Ooops” quiero decir, que hay muchas mujeres de tu edad que quisieran tener ese cuerpo.
- Jajajaja, gracias David, me has alegrado el día – Dicho eso me dio un beso en la frente - Vamos a mirar esas heridas que se me acumulan los pacientes y luego tengo que ir de culo.
Después de esas palabras, Yolanda empezó a palparme la pierna en busca de dolores de articulaciones o de huesos, que me hubiera podido dejar el accidente.
- Dime, ¿te hago daño?
- De momento no. No me duele donde me tocas aunque que me duele mucho más donde están las heridas del accidente, me escuecen – Respondí.
- Es normal David, serán muchos días los que tendremos que vernos ya que son heridas profundas y costarán de cicatrizar. Está bien, de momento no te tocaré más puesto que la cosa está muy reciente.
Cuando Yolanda palpaba mi pierna en busca de contusiones, vi que de reojo se iba fijando en mi paquete, cosa que me iba provocando cierto morbo y excitación, hacía muchos días que no me masturbaba y eso se notaba en mí, mi polla se iba poniendo algo morcillona. Una vez realizó la cura, me dijo que me vistiera y que nos veríamos al cabo de dos días. Al levantarme de la camilla mi semi erección era bastante evidente y Yolanda se fijó pero no comentó nada. Antes de salirme de la consulta le hice una pregunta que no me podía aguantar como motero que era.
- Yolanda, me has dicho antes que tenías moto, dime ¿eres motera?
- Jaja, pues sí, soy motera, tengo una Ninja (una moto bastante potente).
No me lo podía creer, una mujer como ella bellísima y encima con una moto formidable como la mía.
- Pues nada, cuando quieras vamos a hacer unas curvas – le contesté
- Cuando quieras pequeño. Primero curemos esas heridas y luego ya hablaremos. ¿Sí?
Al día siguiente me puse un bañador, un pantalón menos ajustado que los pantalones tejanos piratas que llevaba el día anterior para que Yolanda me pudiera hacer las curas sin tenerme que bajar los pantalones puesto que tantos días sin masturbarme era obvio que tarde o temprano con su contacto tendría una erección más que indudable. Al día siguiente fui a la consulta algo más dinámico puesto que ya me conocía el camino. Entré en la consulta y ahí me esperaba mi enfermera morena de ojos azules.
- Hola David, pasa y túmbate en la camilla – me dijo – por favor, bájate los pantalones.
- ¿Es necesario? – le pregunté
- ¿Tú quieres que las heridas cicatricen rápido y podamos salir a hacer unas curvas?
- Si, si, lo que tú me digas – le dije con tono sumiso, era evidente que se estaba aprovechando de la situación - pero hay un problema, no llevo ropa interior. Al ser bañador ya lo lleva incorporado y no me la suelo poner. ¿No me puedo subir el pantalón solamente?, creo que no hace falta sacarlo.
- Cierto David, pero la pomada que te pongo mancha mucho y no se va del tejido. Vaya, vaya… ¿y ahora qué? – me preguntó con una voz muy sagaz.
No me lo podía creer, yo no había traído slips y Yolanda me iba a ver mi abultado pene. Después de los días sin tocamientos se mascaba la tragedia. La verdad que no me avergüenzo de mi pene, mide alrededor de unos 18 cm, grueso y al depilarme las piernas por el spinning ya aprovecho y me lo depiló por lo que la sensación de tamaño es aún mayor, pero la vergüenza que me produciría era inevitable.
- Tranquilo David, no veré nada que tú no quieres que vea – respondió Yolanda - toma esta bata y te la pones por encima.
Así lo hice, me tranquilicé y me puse la bata. No se si no habían tallas más largas o ella lo había hecho expresamente, pero la bata no me tapaba por completo, solo lo hacía hasta la cintura, pero bueno, menos era nada.
- ¿Vamos a ver esas heridas?, ¡túmbate! – me dijo Yolanda
Al tumbarme en la camilla toda la bata se fue con mi cuerpo hacia arriba dejando totalmente mi miembro en reposo al descubierto. Yolanda no hizo ningún comentario, pero pensando que yo no me daba cuenta, iba mirándolo y mordiéndose el labio con lo que a mí me provocaba una excitación tremenda pensando en las ganas que tenía ella de probar una polla como esa y eso poco a poco se iba notando. Progresivamente mi miembro iba cogiendo cada vez mas tamaño y las miradas de Yolanda cada vez eran más obvias y menos discretas. No sé si lo hacía para quitar importancia al asunto o simplemente para deleitar la mirada, pero cada vez que aplicaba cualquier pomada sobre mis heridas, me iba diciendo el nombre del medicamento, su composición, sus contraindicaciones, cosas que para mí no tenían el menor interés. Lo único que ahora mismo a mí me importaba era la semi erección que estaba teniendo con las miradas de mi enfermera. Para mi sorpresa no hizo ningún comentario al respecto.
- Bueno David, súbete tu pene, digo, súbete los pantalones y ya hemos acabado por hoy.
Estaba claro que mi pene había despertado en ella deseos calientes, de todos modos hice lo que me dijo y me fui. Al llegar a la puerta de la consulta segundos antes de irme escuché..
- Por cierto David, bonito pene, seguro que tendrá contenta a más de una.
- ¡No te creas, no hay tantas como tú piensas! – Fue lo único que me atreví a decir justo antes de cerrar la puerta y morirme de la vergüenza. Dicho eso cerré la puerta y me fui.
Llegué a casa y solo pensaba en las palabras que me había dicho mi enfermera. Me fui quitando la ropa y me tome una ducha de agua muy fría, era lo único que me apetecía, bueno eso y hacerme una buena paja recordando los momentos vividos en la consulta. Había un problema, el accidente me había provocado daño en las manos y no podía cerrarlas por completo por lo que no podía agarrármela. Pese a la mi rabia interna que me invadía por no poder tocarme, sólo hice eso, ducharme y ponerme a jugar a la consola para borrar de mi los recuerdos de mi última sesión de curas.
Al día siguiente me levanté con una erección tremenda…solo deseaba hacerme el mejor placer solitario de mi vida pero en lugar de eso, volvía a tomarme otra ducha de agua muy fría. Después de la ducha, hice tiempo jugando a la consola y cuando fue la hora me fui de nuevo hacia el hospital. Una vez llegó la hora, me fui a ver a mi enfermera preferida. Esta vez, me puse unos slips bien finos bajo los pantalones de bañador para evitar la situación del día anterior. Cuando entré a la consulta de Yolanda algo había cambiado en ella, ya no llevaba pantalones como en las dos últimas ocasiones y tampoco llevaba la melena suelta si no que esta vez había cambiado los pantalones por un vestido veraniego y se había hecho un recogido de lo más informal. Esa vestimenta era como un soplo de aire fresco, parecía salida de un anuncio de champú o parecido, era un vestido anaranjado con flores que se le alargaba algo mas allá de su trasero, algo muy corto y llevando un escote que regalaba una vista de sus preciosos pechos aparentemente sin sujetador puesto que se notaba a una milla de distancia que no había nada que los sujetara.
- Venga David ya sabes cómo va esto – me comentó Yolanda – vamos a ver cómo están esas heridas. Por cierto no me llames Yolanda, llámame Yoli, así es como me llaman mis amigos.
- Está bien Yoli. – le dije.
Las heridas no lo sé, pero yo ya llevaba una erección tremenda por el aspecto de Yoli, ese escote se la levantaba hasta a un muerto. Intenté disimular la tensión que llevaba mi soldadito tapándome un poco con las manos pero al quitarme el bañador, tumbarme en la camilla y levantar la pierna mi erección era de lo más aparente. Aún así me tumbé y dejé que Yoli hiciera su faena. Pasados alrededor de diez minutos mi erección no disminuía y Yoli acababa la sesión de curas.
- Las heridas van cicatrizando bien, aunque hay algo que me preocupa y es esto de aquí – me dijo Yoli señalando la total erección que en ese momento tenía mí pene.
- Lo siento Yoli, pero no lo puedo evitar, eres hermosa, eres muy guapa y tu vestido, ¡¡¡ufff!!!. El calor de la consulta y la excitación invadían mi cuerpo.
- Así que no lo puedes evitar eh, sabes que hay una cosa que se llama masturbación, lo hace todo el mundo – me comentó Yoli aparentando ser una experta del tema – yo también lo hago al menos una vez diaria, es algo muy placentero y que relaja una barbaridad.
Joder, se masturbaba a diario. Me imaginé como Yoli se metía los dedos en cualquier sitio de su casa, en el sofá, en su cama, en la ducha, hasta imaginé como se los había metido abierta de piernas en la misma camilla donde estaba yo tumbada en ese mismo momento y eso precisamente no ayudaba a relajar mi pene.
- Si, lo sé, lo suelo hacer tres o cuatro veces por semana – mentí, pero no quería que Yoli pensara que yo era el típico chico joven sin novia que se masturbaba a diario – verás, desde que tuve el accidente no lo he podido hacer más, me duelen mucho las manos al cerrarlas y no puedo cogérmela bien – mi calentura hablaba por mí en esos momentos. Yo estaba tumbado en la camilla y sin nada más que con los slips puestos y la camiseta de Bart Simpson que traía puesta de casa.
- Mi deber como enfermera es intentar por todos mis medios calmar los males de mis pacientes y tú ahora mismo tienes uno que por lo que se ve es bien gordo. Vamos a ver, levanta el culo David – haciendo esto me ayudó a bajarme los slips dejando ver todo mi miembro a la altura de su cara por la posición en la que me encontraba.
Yolanda se quitó los guantes de látex y empezó a masajearme la polla.
- Esto es mejor hacerlo sin guantes - me dijo - quiero sentir el tacto de tu polla. Llevo rato observando tu erección y veo que no disminuye, ¿sabes? Tengo problemas con mi marido y tengo muchas ganas de saborear tu pene, lo tienes muy bonito, gordo, venoso y curvado ¡¡me encanta!! – Mientras me la iba masajeando, Yoli me explicaba que la relación con su marido era totalmente nula puesto que era jefe de ventas y nunca estaba en casa, de cliente en cliente y la tenía totalmente desatendida.
- ¿Qué tal? ¿te sientes mejor? – me dijo
- ¿Mejor? Estoy genial Yolanda, perdón Yoli – le dije, realmente esas eran las manos que necesitaba desde hacía semanas, unas manos suaves y expertas que me hicieran una buena paja.
Mientras Yoli me hacía un trabajo excelente, vi que usaba su otra mano para tocar su entrepierna. En esos mismos instantes cogió mi polla y se la acercó a la boca pasándole la lengua por encima del glande. ¡Dios! estaba en la gloria, apenas sentía el dolor de mis heridas. Yolanda me hacía gozar como ninguna otra chica lo había hecho en mi vida.
- Estoy muy cachonda David, estoy muy mojada, ¡quiero probar tu leche! ¡necesito probar tu leche! – me dijo como una gatita en celo.
Después de jugar un pequeño rato con su lengua en mi glande no tardó en metérsela en la boca por completo, subía y bajaba a un ritmo considerable. Alargué la mano hacia debajo de su vestido, la situé entre su entrepierna y noté que su pequeño tanga seguía apartado de su raja, tenía el coño depilado, sin ningún tipo de bello. Me apetecía muchísimo seguir la faena que ella mismo había empezado. La entrada de su conejo estaba caliente, muy mojado, y a mis dedos no les costaba nada en entrar y salir. Entre la paja que le estaba haciendo a Yoli y el ritmo progresivo que iba tomando la mamada que Yoli me estaba haciendo no tardé mucho en estallar.
- Yoli, ¡¡¡me voy a correr!!! aaahhhhh!!! ¡¡ Me corroooooo!!
- Vamos niño, ¡¡métela aquí adentro!! – abriendo la boca y situándola a la altura exacta de mi polla.
Dicho eso, abrió la boca y mi leche acabó por completo en el fondo de su garganta, tenía mucho acumulado por lo que llené por completo la boca de mi enfermera. Se la tragó por completo, aunque con algo de dificultad por la real cantidad que ahí había dejado. Una vez acabé en ella, me limpió los restos que se me caían por mi aún erecta verga. A Yoli no le había dado tiempo de acabar por lo que le dije que se abriera de piernas encima de la camilla y así lo hizo, se puedo a cuatro patas. Le levanté el vestido y ¡menuda visión! el culo y el conejo de Yoli enteritos a mi disposición, no lo dude ni un minuto, me arrodillé y empecé a jugar con su clítoris, mordiéndolo, pasándole mi lengua por su raja mientras con el otro dedo iba masajeando la entrada de su ano que cada vez se dilataba mas. Pasados unos minutos en esa posición Yoli acabo por correrse en mi boca.
La cosa no había acabado, mi polla volvía a recuperar su tamaño de guerra, creo que estaba más dura aún que la vez anterior. Yoli se giró y apoyó las piernas en mis hombros, su raja estaba muy mojada. Le metí la polla sin problemas y mi enfermera no paraba de decirme guarradas:
- ¡Vamos cabrón, fóllame más! ¡Quiero sentir tu polla dentro de mí! Ohhh, siii, no pares…quiero que me la metas por el culo cerdo, ¡se que lo deseas!
Yoli estaba muy excitada y yo quería satisfacer todos sus deseos. Levanté un poquito su trasero para que la entrada de su ano quedara en la altura correcta. Le metí la polla poco a poco, lo tenía aun dilatado de la masturbación que le había hecho hacía unos minutos, poco a poco mi polla entró y cuando mis 18cm desaparecieron en su culo mi ritmo empezó a aumentar, ambos disfrutábamos de lo lindo. Mientras le iba dando por el culo, una de mis manos jugaba con su clítoris y la otra con su boca. Yoli me iba chupando mis dedos a modo de polla y eso cada vez me ponía más, creo que mi polla nunca había tenido tal tamaño, pese a la estrechez del culo de Yolanda, la notaba muy dura y muy gorda. Noté que Yoli llegaba a su segundo orgasmo y los fluidos que salían de su abierto coño eran increíbles, muy abundantes y espesos. Cuando Yoli se recuperó de ese orgasmo se bajó de la camilla arrodillándose delante de mi. Empezó a masturbarme con rapidez y me dijo:
- Vamos pequeño, quiero sentirla en mis pechos, ¡Córrete, quiero sentir tu leche calentita!
Se notaba que no lo había soltado todo la primera vez ya que mi segunda corrida fue tan o más abundante que la primera. Yoli estaba extasiada, se tumbó un rato en la camilla con las piernas abiertas, aún estaba desnuda cuando de repente llaman a la puerta. Dios no me lo podía creer….
Si quieren, por sus comentarios, lo siguiente se lo contaré en el próximo capítulo….

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