martes, 13 de septiembre de 2011

Una historia larga de contar.

Esta es una larga historia, una larga historia que comenzó hace ya casi trece
años para ser precisa. En qué momento comenzó? No podría decirlo, solo sé
que una vez que inició se volvió una especie de huracán imparable, imposible
de contener, que arrasó con todo a su paso: vidas, amores, pasiones, sonrisas,
lágrimas, etc.
Buscando un punto de referencia, podemos decir tal vez que esta historia
comenzó una calurosa tarde de junio, en medio de una parrillada algo aburrida,
organizada por unos amigos; ya estaba fastidiada de estar de pie ante una fila
interminable de filetes por asar, por lo que decidí darme un descanso y acudí a
sentarme en una fuente ubicada en medio de aquel enorme jardín, bebiendo en
tanto una helada cerveza.
Dejé que mi mirada vagara entre los muchos invitados al festejo; había de todo,
aunque la mayoría eran hombres y mujeres entre los 27 y los 35 años, no mas;
algunas chicas bastante atractivas, lucían sus escotes ante la generosa caricia
del sol, otras mas, simplemente disfrutaban del clima agradable sonriendo,
bebiendo cerveza y charlando en pequeños grupos; de repente, al fondo
del jardín alguien llamó mi atención: Una hermosa morena, de complexión
pequeña, de unos 26 años, cabello rizado, caderas generosas, con un trasero
no muy grande pero si bastante apetitoso, un par de piernas que se antojaba
tocar y que asomaban en todo su esplendor bajo aquel corto vestido y unos
senos pequeños, firmes, apenas contenidos por el escote generoso de aquél
atuendo veraniego; lo que mas me impresionó de ella fueron sus ojos: dos
hermosos y enormes ojos obscuros en los que cualquiera podía perderse sin
pensarlo dos veces, aunque a mas de hermosos también tenían una expresión
de suma tristeza, lo que hacía que el conjunto de aquella morena resultara muy
interesante.
Hasta ese momento me percaté de que ya nos habían presentado en alguna
otra ocasión y oh Dios! Lamenté mi terrible memoria… Susana? Lucía?
Fernanda? Mariana?... como rayos se llama, me pregunté… bingo! Se llama
Alexandra!... habiendo recordado el nombre, no lo pensé dos veces y me dirigí
hacía ella:
-
Hola Alex, te acuerdas de mi?, dije luciendo mi mejor sonrisa
-
Perdon?, eres…. Uh no recuerdo tu nombre, nos conocemos?, preguntó
con cara de pocos amigos.
-
Si claro, nos presentó tu amiga Leticia en su despedida de soltera,
recuerdas?, soy Luciana
-
Ah bien! Realmente tu cara se me hacía conocida pero no te ubicaba,
gusto en verte, respondió caminando hacía otro lugar.
Su expresión me indicaba que mi presencia en ese momento le resultaba
tan agradable como la vista al dentista, por lo que decidí dejarla ir, pero…
había algo en su expresión que me empujaba hacía ella, por lo que la seguí
preguntándole:
-
Estas bien? Te veo un poco acalorada, gustas algo de beber?
-
Cómo? No, gracias, me respondió secamente, continuando su camino
Ante lo evidente, opté por emprender la graciosa retirada; ella se acomodó en
una de las bancas que había en el jardín y continúo en una actitud francamente
retraída, físicamente estaba presente pero era obvio que su cabeza estaba
en algún lugar muy lejano; ante ese hecho, y aprovechando su distracción me
dediqué a observarla con mayor detenimiento; su boca era mediana, con un
labio inferior carnoso, que se antojaba mordisquear; unos dientes pequeños
y blancos asomaban de vez en cuando y una nariz pequeña, coronaba el
resto de esa cara que resultaba bella e interesante a la vez por esa expresión
tan triste; sus piernas (cruzadas en ese momento una sobre la otra) eran
una verdadera tentación al igual que esos pequeños y firmes senos que se
dibujaban claramente en su contorno a través de la tela del corpiño de su
vestido.
Pasados unos minutos y sin pensarlo mucho, me puse de pié, tomé una
cerveza de las muchas que aún quedaban en una de las hieleras y me dirigí de
nueva cuenta hacía ella:
-
Hola de nuevo, toma, dije alargándole la cerveza y sentándome a su
lado sin esperar ni darle tiempo a decir nada;
-
Ah! Gracias, no te hubieras molestado, me dijo con una expresión de
sorpresa
Por unos segundos pensé que me diría dos o tres frescas pues me miraba
como quien ve a un molesto insecto que no deja de fastidiar, pero para mi
sorpresa, pareció resignarse a mi latosa persona y decidió continuar en su
mundo, ignorándome olímpicamente.
-
Estás triste verdad? –oh cielos como me atreví a decir semejante cosa!–
-
Que? Porque dices eso? – ahora si me veía con ojos de te quiero matar-
-
Ah!... umm… bueno… - que haces Luciana, tartamudeando como
estúpida?? –
-
Si? Dime porque dices eso? En que te basas para afirmar
semejante cosa? –su expresión empezaba a suavizarse un poco –
-
Bueno, en realidad no me baso en algo en especifico, pues te conozco
poco para saber como te ves cuando estás con un determinado estado
de ánimo, pero… te ves distraída, distante, y supongo que eso se debe
a que te sientes triste… me equivoco?
-
Ok, si te respondo me dejas en paz?
-
Oh perdón, no quiero ser una molestia, simplemente pensé que tal
vez te vendría bien charlar con alguien, generalmente cuando uno se
siente triste o anda mal, es bueno sacarlo.(Luciana, cállate por Dios!!!)
-
Pues si, en realidad si eres algo molesta, ahora lo último que quisiera es
estar aquí, pero tuve que venir porque ya había hecho el compromiso
y no quise quedar mal con mi amiga (la dueña de la casa donde
se celebraba la famosa parrilada) pero ya que…. Y si, estoy triste;
satisfecha con la respuesta?
-
En realidad no me satisface, pues es lamentable saber que una mujer
joven y bella como tu, se siente tan triste en un día de verano tan
espectacular como el de hoy
-
Jajaja! Vaya, no pensé que pudiera reírme; joven y bella? Gracias por el
cumplido, eres muy amable.
-
Que bien q cuando menos haya logrado que sonrieras.
Después de ese momento e inclusive hasta el día de hoy, no me ha quedado
claro que fue lo que Alexandra pensó o vio en mí, pero después de ese
abordaje tan accidentado, empezamos una larga charla donde abrió su
corazón.
Dicen que a veces es mas fácil desahogar las penas con una persona
desconocida y creo que eso fue lo que le sucedió a Alex esa tarde; me contó
que efectivamente se encontraba triste pues hacía una semana su pareja la
había dejado; me contó que dicha pareja (sin aclararme hasta ese momento
si era hombre o mujer) era una persona casada, con dos hijos, que además le
llevaba poco mas de diez años, que se habían conocido meses atrás, que ella
se encontraba enamorada y que habían tomado la decisión de intentar una vida
en común, por lo que habían decidido compartir su casa, pero que de buenas
a primeras, un fin de semana en el que ella había salido de la ciudad, cuando
regresó lo único que encontró fue una carta de despedida y que obviamente,
estaba muy dolida y triste ante esa ruptura.
Mientras me contaba todo lo anterior, no podía dejar de verla, su expresión
triste, el movimiento pausado de sus manos, las lagrimas contenidas en sus
ojos, su rostro un tanto desencajado pero siempre en control; su voz también
era algo especial, una voz suave, en un tono medio que invitaba a preguntarse
como se escucharía en un susurro al oído; todo esto, aunado a un aroma
suave, femenino y al mismo tiempo sensual, me tenían atrapada en la charla;
solo atinaba a asentir de vez en cuando mientras ella me contaba los detalles
de su ruptura. Llegó un punto en su relato en el que fue imposible que ocultara
lo que yo ya intuía: su pareja era otra mujer; y esto fue lo que hizo finalmente
que su relación terminara, dado que para ésta era muy difícil dejar atrás un
matrimonio de muchos años, además de que había dos pequeños de por
medio.
Así fue pasando el tiempo y cuando nos dimos cuenta, ya había oscurecido; la
charla había empezado alrededor de las cinco de la tarde y ya pasaban de las
siete; el tiempo simplemente desapareció para mi en ese lapso y al parecer,
a ella también se le fue pues súbitamente interrumpió su relato para hacerme
notar que ya estaba obscureciendo, pidiéndome que entráramos a la casa
donde ya estaban la mayoría de los invitados, dado que aparentemente solo
nosotras continuábamos en el jardín a merced de las feroces picaduras de los
moquitos veraniegos. Una vez dentro de la casa, las cosas se desarrollaron
con tal velocidad, que cuando me dí cuenta, ya Alex se había despedido con
la promesa de llamarme para ir a tomar un café cualquier día de esos y yo me
encontraba en camino a casa, con cara de boba preguntándome, que tiene esa
mujer que me ha dejado como si me hubieran dado un golpe con un tubo??.
Pasaron algunos días sin que tuviera noticias suyas; la espera me mantenía
en un estado de ansiedad bastante agudo, por lo que decidí que yo sería quien
diera el primer paso, así que un miércoles por la tarde (casi dos semanas
después de aquel caluroso domingo), me armé de valor, conseguí su número
telefónico y le marqué a su oficina; ella trabajaba para una dependencia de
gobierno, por lo que ya sabrán el show para que me la comunicaran, después
de pasar por un conmutador, una recepcionista de voz chillona y una grabación
con voz tipo aeropuerto por fin me respondió la dama de mis desvelos;
después de los saludos de rigor, la invité a tomar un café para el sábado
próximo, a lo que para mi alegría, accedió de inmediato, quedando de vernos a
las seis de la tarde en un determinado lugar.

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