miércoles, 30 de mayo de 2012

ESTHER (capitulo 28)

Nos levantamos a medio día, directamente para almorzar. A pesar del riesgo que supone socializar con Esther recién despertada, decidimos bajar al restaurante del hotel. El éxito de la noche la transformo, pero de Mister Hyde al Doctor Jekyll. Todo fueron sonrisas, saludos corteses y comentarios amigables para todos los que se acercaron a saludarnos. Pero su coquetería se disparo, cuando la enseñaron la primera pagina de un diario austriaco donde se la veía bailando con el Presidente. También la comentaron que en alguna televisión, había abierto los informativos y se referían a ella como “la bella desconocida”. Cuando subimos a la suite, el mayordomo nos tenia preparado un resumen con lo que se comentaba en prensa y televisión. Incluso en la digital del Financial Times, un suelto comentaba que la encantadora pareja del financiero español había bailado con el Presidente de la Republica durante el Opernball. Alguna prensa amarilla especulaba sobre la posibilidad de que Esther, asistiera al estreno de la Opera del brazo del Presidente. También nos informo, que varios paparazzi y cámaras de televisión se habían apostado en la puerta del hotel y los de seguridad querían saber como debían actuar. Esther estaba abrumada y yo muy preocupado. Hable personalmente con el jefe de seguridad para se llevara este asunto con discreción, pero que colocara vigilancia permanente en la puerta de la suite. También les informe de la llegada de varios escoltas desde España. Esa misma tarde, Isabel, a través de Pinkerton, nos envío dos escoltas mientras nos mandaba a dos de sus primos, que llegaron al día siguiente por la tarde.
Esa tarde Esther tenia previsto salir con la esposa de Otto a visitar el barrio de los Museos mientras nosotros trabajábamos en su despacho. Para distraer la atención de los paparazzi, mientras yo salía por la puerta principal y contestaba con amabilidad a unas cuantas preguntas mal intencionadas, las dos de escabullían por una salida discreta, acompañadas por una escolta de la seguridad del propio hotel.
– ¿Qué tal los museos?, ¿Te han gustado? –la pregunte cuando nos reunimos de nuevo en el hotel.
– Geniales y todos juntos en un espacio que eran las caballerizas del palacio, –y añadió–. Un par de señoras muy amables me han reconocido y he estado charlando con ellas.
– Vamos a salir a cenar fuera, y en la puerta tendrás que contestar a algunas preguntas.
– No estoy segura de si quiero contestar preguntas de esa gente mi señor. Todo esto se esta exagerando …
– ¡Si se esta exagerando! –la interrumpí–. Cuando vean que no hay noticia desaparecerán. Lo mejor es actuar con naturalidad y mucha paciencia.
A las siete y media de la tarde salimos del hotel y nos enfrentamos a una nube de cámaras y micrófonos que como un enjambre enfurecido se abalanzo hacia nosotros. Con la ayuda de varios policías avisados de antemano por el hotel, logre imponer un poco de tranquilidad y orden, mientras los dos escoltas, con muy buenas maneras, impedían que nadie se acercara a Esther. Cuanto todo se tranquilizo, Esther salio de su refugio y los dos nos enfrentamos a las preguntas de los “periodistas”, por llamarlos de alguna manera. La mayor parte fueron formuladas a Esther y durante mas de media hora estuvo atendiendo sus demandas.
Cuando se cansaron de preguntar y vieron que no había mucha tela que cortar, los amarillos fueron desapareciendo y nos quedamos solo en compañía de los serios con los que seguimos departiendo unos minutos. Incluso les dijimos donde íbamos a cenar por si querían ir a tomar alguna imagen. Salieron todos disparados hacia el cercano restaurante Korso, uno de los mas emblemáticos de Viena.
Seguidos por nuestros escoltas nos dirigimos hacia allí, no sin antes llamar al restaurante para que no le pillara por sorpresa la llegada de algunos fotógrafos y televisiones austriacas.
Ya de regreso en la habitación, Esther resoplo como si se liberara de una gran tensión.
– Mi señor, no entiendo como puede haber “famosillos” de esos, que se dedican a esto de la prensa del corazón, –dijo con desden, y con carita de estar harta, añadió–. Créeme si te digo que estoy hasta las pelotas.
– Anda, una gran dama como tu diciendo palabras gordas, –me pitorreé de ella–. Si empiezas así terminaras tirándote pedos.
– ¡Pues hasta los cojones! Que es mas gordo, y si, me tiro pedos a pesar de ser divina de la muerte, –soltó una carcajada y después de una pequeña pausa me pregunto–. ¿Cómo puedes mantener la calma? ¿Como lo haces? Te aseguro que en algún momento me daban ganas de coger a alguna y ahogarla con mis propias manos. En especial a la guarra esa, pecosa y pelirroja.
– Si, la verdad es que la tía era asquerosita.
– Espero que mañana no estén en la puerta cuando salgamos.
– Tranquila mi amor, a lo mejor hay alguno, pero nada como lo de hoy. Ya no somos noticia, –la conteste atrayéndola hacia mi–. Me tienes abandonado, desde esta madrugada no te veo el pelo.
– ¡Serás obseso, mi señor! –me contesto, riendo complacida.
Salio corriendo y regreso con la bolsa de los juguetes. Rebusco en ella y saco el arnés de cintura.
– Hace poco que hemos usado ese, ¿No quieres variar? –la pregunte cuando vi el arnés.
– Yo quiero lo que mi señor quiera, pero este es el que mas me gusta.
– Pues no se hable mas, –y procedí a desnudarla.
Cuando la despoje de la parte superior de su indumentaria, la coloque el arnés y la sujete las manos. La senté en el sillón y la quite los zapatos. La desabroche el pantalón y cogiéndolo por la cintura se lo saque junto con el tanga. La abrace y comencé a besarla en los labios mientras Esther intentaba capturar mi lengua con sus dientes. Cuando me sacie de su boca, la empuje hacia atrás y cogiéndola por los pies, me los lleve a la boca y comencé a chuparlos. Uno a uno, mi lengua paso por todos sus dedos hurgando entre ellos. Mientras mi mano hurgaba en su vagina, pase a su tobillo y fui bajando por su gemelo, su pantorrilla y la cara interna de su muslos hasta llegar al punto clave. Para entonces, Esther ya estaba a punto. En el momento en que mis labios entraron en contacto con su vagina se corrió mientras me apretaba la cabeza con sus muslos. La levante del sillón y la arrodille mientras yo ocupaba su lugar. Apoyado en el respaldo, conduje con las manos la cabeza de Esther hacia abajo, hasta que mi polla entro en su boca. La deje chupar a su aire, pero en ocasiones la agarraba la cabeza y la hacia chupar mi orificio anal.
– Mi señor, por favor, córrete en mi cara, –me dijo suplicante.
Y así lo hice, la cogí por la nuca y agarrándome la polla con la mano para retener un poco y que saliera con mas fuerza, me corrí en su cara. Esther recibió mi esperma como estampido. Estaba en éxtasis, con un dedo fui recogiendo todo el abundante semen que pringaba su cara y se lo acercaba a la boca para que lo fuera tragando. Cuando no quedo nada, la lave la cara con una toalla y la lleve a la cama. La puse de rodillas sobre ella con las piernas bien separadas, e incline su cuerpo hacia delante. Con dos correas sujete sus muslos a la cintura inmovilizándola. Finalmente, con un coletero que nunca falta en la bolsa de los juguetes la sujete los dedos gordos de los pies entre si. La arrastre hasta una esquina de la cama dejándola con el trasero hacia fuera y ya la tenia preparada. Acerque una descalzadota y me senté. Tenia su zona genital al alcance y sus pies rozaban mi pene cuando yo quería. Con la bolsa de los juguetes a mi lado, fui sacando juguetitos como los que fui haciendo cositas a Esther, que estaba como loca. Chillaba, gruñía, berreaba y lloraba por igual. Sus orgasmos se encadenaban creando un hilillo continuo de liquido blanco que resbalaba por la cara interna de su muslo. Unte de lubricante el hueco interno de sus pies, e introduje mi pene en el mientras con un vibrador de cuatro centímetros de diámetro, debidamente lubricado, la penetre el ano. Mientras el vibrador entraba y salía rítmicamente, seguía follándome sus pies y en ocasiones la pasaba mi glande por las plantas. Sin sacar el vibrador de su ano, me levante y la penetre por la vagina. La estuve follando hasta que nos corrimos casi a la vez, primero ella y luego yo.
Al día siguiente comenzamos nuestras actividades turísticas que en una ciudad como Viena son enormes. Comenzando por el descomunal Palacio Imperial Hofburg y acabando por el palacio de verano, el Palacio Schönbrunn. Sobre medio día, y ante de ir a este ultimo, pasamos por el Belvedere para admirar la obra de Gustav Klimt. Como ya era hora de almorzar la lleve a un restaurante que hay anexo al museo, el Salm Bräu, una típica taberna austriaca con grandes mesas de madera y bancos corridos.
– Cariño, aquí la especialidad es el codillo austriaco, –la dije.
– A pues yo quiero de eso mi señor, –contesto muy decidida.
El camarero comenzó a comentarla que el codillo es demasiado grande para ella, pero rectifico cuando vio que le guiñaba un ojo. Para mi pedí una tabla de quesos, consciente de que iba a tener que ayudarla con el codillo. Y para beber, cerveza. Cuando la trajeron el codillo y la jarra de un litro de cerveza, casi se cae del banco. Puso tal cara de terror que el camarero y yo no pudimos remediarlo y nos echamos a reír.
– Si la señora se lo termina todo, les invita la casa, –dijo el camarero todavía riéndose.
– Edu, yo no puedo comerme todo esto, –me dijo Esther con cara de terror.
Entre los dos lo terminamos, y tengo que reconocer que Esther comió mas de lo que yo esperaba. Y la verdad es que estaba buenísimo. Cuando salimos del restaurante, entre el litro de cerveza y los chupitos que nos invito el camarero, Esther iba pelín alegre, por decirlo de manera suave.
– Mi señor, parezco una vaca, –me dijo con la lengua un poco pastosa–. Es mas, parezco una vaca embarazada, mira que tripón.
– ¿Sabes lo que vamos a hacer? –la dije riendo–. Como te veo un poquito perjudicada, vamos a dar un largo paseo hasta el Prater, para que des vueltas en la noria.
– No estoy perjudicada.
– Bueno vale, pero vamos a dar el paseo, –la dije con paciencia.
Recorrimos los casi dos kilómetros que nos separaban del Prater dando un paseo. A Esther, la noria la encanto.
– ¡Que noria tan rara, mi señor!
– Es muy famosa, ¿Nunca habías oído hablar de esta noria? –la pregunte un poco … estupefacto.
– Pues no, ¿Que tiene de especial aparte de ser muy chula? –no me lo podía creer.
– Es una de las primeras norias que se construyeron, a finales del siglo XIX. Lo hicieron para conmemorar el cincuenta aniversario de la coronación del rey Francisco José. Pero es mas famosa por la película El tercer hombre, una película británica de Carol Reed, con Orson Welles y Joseph Cotten.
– ¿Quién es Joseph Cotten, mi señor?
– Un actor americano, –y preferí dar por zanjada la cuestión–. ¿No vas a sacar fotos mi amor?
Cuando regresamos al hotel, me dijo que no tenia ganas de cenar y cuando la vi desnuda me eché a reír. Tenia un tripón descomunal.
– No te rías mi señor, estoy haciendo la digestión de la boa.
No salimos a cenar y me baje un rato al gym. Cuando regrese, pedí algo de picar y nos quedamos en la suite tan ricamente. Mientras revisaba los correos de mi ordenador, Esther retozaba desnuda sobre el sofá, como una gatita en celo. Me encanta verla así, jugueteando con su cuerpo, pero hacia que la ignoraba. Yo se que eso la excita mas y me facilita mucho mi deporte favorito, provocarla orgasmos. Como tenia muchos correos y la cosa se alargaba, Esther comenzó a masturbarse con la mano, pero se lo prohibí.
– ¡Esther! No quiero que te toques entre las piernas ¡Entendido!
– Si mi señor.
Seguí trabajando con los correos. Desde el sillón donde estaba, con solo levantar la vista la veía perfectamente retozar a escasos dos o tres meros de mi. Se perfectamente, que estaba cardiaca. Se interpretar con precisión sus mensajes corporales.
Cuando termine, cerré el ordenador y lo puse sobre la mesita auxiliar. Me quede mirando con detenimiento a Esther que seguía retozando sin tocarse los genitales.
– Ponte de rodillas. Separa bien las piernas. Dame la espalda. Inclínate hacia delante, –la ordene.
Obedeció de inmediato. La hice permanecer en esa postura un par de minutos mientras observaba con deleite su vagina, oscurecida por el deseo.
– Con un dedo, acaríciate el ano, –la volví a ordenar, y adivinando sus intenciones añadí–. Pero no te lo metas.
Mientras lo hacia me desnude y volví a sentarme en el sillón. Cuando percibí que podría tener un orgasmo la ordene parar y obedeció de inmediato. En esa postura, se la marcan todas las costillas, mucho mas con la respiración agitada, y me encanta.
– Bájate del sofá y ven hacia mi de rodillas, y las manos a la espalda.
Cuando llego a mi, la coloque entre mis piernas, y mientras la amasaba las nalgas la olisqueaba los pechos. Nunca me cansare de decir lo bien que huele. Atrape uno se sus pezones con los dientes y lo succione. Cuando me canse, hice lo mismo con el otro. Se le pusieron como piedras. Mis manos abandonaron sus nalgas y acariciaron sus pechos con energía mientras sus pezones rebotaban entre mis dedos.
– Vamos, chupamela.
Se inclino y con las manos en la espalda comenzó a chupar con su pericia habitual. No aguante mucho, ni quise la verdad, y a los pocos segundos me corrí, llenándola la boca de semen. La incorpore, introduje mi mano entre sus piernas, y mi dedo medio se deslizo en su interior.
– Vamos, mueve las caderas.
Mientras lo hacia la pellizcaba los pezones, y cuando estaba apunto la ordenaba parar, y comenzar, y parar. Esther gemía y lloraba por igual. Así varias veces hasta que por fin la deje correrse con un orgasmo tremendo que la dejo sin fuerzas recostada sobre mi pecho. Seguí con mi dedo en su interior alargándola el éxtasis todo lo que pude, quería premiar su obediencia. Cuando se calmo, la deje tocarme. Me abrazo mientras pasaba su cara por mi pecho. Sus manos fueron ascendiendo hasta tocar mis pectorales, mientras su boca bajaba hasta mi abdomen. No se detuvo mucho tiempo ahí, y siguió hacia abajo hasta encontrar la punta de mi pene que lógicamente encontró prácticamente erecto. Antes de metérselo en la boca estuvo jugueteando con su lengua mientras con una mano me sujetaba la polla. Se la fue introduciendo poco a poco, primero la punta, donde se detuvo un rato. Después el resto. La deje hacer un rato y me levante, la cogí en brazos y me dirigí al dormitorio. Mientras la llevaba se puso a besarme en la boca y no me dejaba ver.
– Mi amor, que nos la vamos a pegar, –la dije cargado de razón, lo que provoco una carcajada por su parte.
La tumbe con cuidado sobre la cama y deslice mi boca entre sus piernas. Mi lengua recorría toda su vagina de arriba abajo y unos instantes después se volvió a correr mientras la atacaba con decisión el clítoris. Todavía estaba recuperándose cuando la monte y la penetre de golpe hasta el fondo. Sabia que no la iba a hacer daño, al contrario. Gimió y chillo como una loca hasta que logre sincronizarme con ella y nos corrimos juntos en un mar de besos y caricias.
Nos duchamos y la serví una copa de champagne cuando nos sentamos en el sofá.
– Mañana tenemos que madrugar, mi amor.
– ¡Jo, mi señor! ¿Por qué?
– Vamos a ir a Salzburgo, cariño, y hay 200 kilómetros. Además antes de llegar quiero que veas la zona de los lagos.
– ¡Ah, donde nació Johannes Chrysostomus Theophilus! –exclamo la cachonda.
– Ahí mismo.
– ¿Nos llevan o vamos nosotros, mi señor?
– Nosotros, he alquilado un híbrido que ya esta abajo.
– Bueno vale, ¿A que hora nos levantamos? –pregunto con resignación.
– Quiero salir a las siete, tu veras a que hora te despierto.
– ¡A las siete menos cinco, mi señor!

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lunes, 28 de mayo de 2012

Mi vecina la perversa

Era un tipo normal, un trabajo normal, una vida normal. Tenía cuarenta años, hacía veinte que estaba en pareja, todos los días la misma rutina, ambos salimos a trabajar, estábamos todo el día afuera y al caer la tarde volvíamos a encontrarnos. Compartíamos unas horas y a dormir para comenzar nuevamente. Nuestras pagas no eran muy buenas así que con lo justo podíamos vivir el día a día. Romina (mi pareja) siempre fue muy buena mina y nunca me dio quejas, sexo de vez en cuando, bastante bueno, no se metía a discutir si uno no la buscaba, en fin, mujer bastante normal. Así vivimos en un modesto departamento de propiedad horizontal, en un segundo pido, humilde pero nuestro, nada de lujos, así se me estaba yendo la vida, estancado, sin avanzar, ciertamente deprimente.

Algo cambió desde el día en que ella llegó al edificio, el departamento que estaba pegado al nuestro que estaba en venta hacía algún tiempo, y no tardamos mucho en conocer a nuestra nueva vecina…
De casualidad también se llamaba Romina, cuando llegó fuimos los primeros en recibirla y con los que entabló diálogo, nos enteramos que sus padres vivían en el campo, en las afueras de la ciudad y le habían comprado el lugar para que ella llevara adelante sus estudios. Mientras mi señora y ella intercambiaban algunas palabras yo la observé disimuladamente, dijo que tenía un poco más de veinte años pero por su estructura y carita angelical yo le hubiera dado solo unos quince. Parecía tímida al momento de hablar, casi no te miraba pero si lo hacía te penetraba con la vista, parecía una chica de fuerte carácter, petisa, 1,55 mts., ó 1,60 como mucho… delgadita, flaquita parecía no tener tetitas, cabello castaño de corte desprolijo, asimétrico, larguito hasta los hombros, castaño con unos mechones teñidos de rubio. Ojos marrones, naricita respingada y boquita diminuta.
La ropa tampoco acompañaba mucho, una remera floja y unos jeans gigantes, con tiradores, parecía bailar ahí dentro. No era nada especial, pero para mi tenía un no se que…

Los días siguientes confirmaron su perfil, siempre desalineada, con ropa insulsa que no le marcaba una mísera línea femenina. Solíamos verla acompañada de una amiga de rasgos orientales, tan insípida y despreocupada como ella, también delgada, un poco mas alta, después no notábamos la presencia de muchos amigos mas.

La buena relación no duró mucho tiempo, al principio tratamos de sobrellevarlo pero a poco se fue transformando en un problema, especialmente para mi esposa que era menos tolerante que yo.
Los ruidos en su departamento fueron la causa de los problemas, encima la construcción precaria a no ayudaba, las finas paredes dejaban pasar todo el sonido, además un departamento era espejo del otro y justo los dormitorios estaban pegados.
Era un cóctel de ruidos, hasta altas horas de la madrugada, la música se mezclaba con sus gritos en la cama, parecía una gata en celo, el crujir del elástico de la cama y el constante golpetear del espaldar contra la pared… día tras día la situación se repetía y nos provocaba a nosotros, por un lado el enojo ya que al día siguiente debíamos levantarnos temprano para ir a trabajar y por otro la excitación de sus gritos nos calentaba a nosotros de tal forma que terminábamos haciendo el amor.

Muchas veces hablamos con ella, con Romina siempre terminaba a los gritos pero conmigo hablaba dulce, con una sonrisa y al final me convencía, me intrigaba lo que hacía, con quien? con su amiga? comentaban que era lesbiana pero yo juraba escuchar voces masculinas mas de una vez….

Recuerdo ese momento en que cambiaría mi vida para siempre, por un problema de la empresa ese día me quedé solo en casa ya que Romina si acudió a sus obligaciones. Luego del almuerzo comenzó la música fuerte, molesta, luego de unas horas se hizo insoportable, al notar que se acercaban las 17 hs., hora en la que mi esposa llegaría y estallaría la guerra, fui a su departamento a pedirle que aflojara un poco. Golpee la puerta, inmediatamente bajó la música y me atendió, estaba descalza con un pijama celeste y blanco a rayitas, tipo pantalón y camisa, amplio como siempre. Me miró raro, de una manera diferente, y sucedió lo siguiente:
- Disculpame, podrías bajar la música?, ya sabés, está por llegar Romina… y va a ser peor….
- Sabés que me parece? Que vos no te la aguantás viejito….
- Qué no me aguanto que?
- No te aguantás una buena cogida….

Sus palabras retumbaron por mi cabeza, no me lo esperaba, que me avance así, quedé paralizado y ella sin darme tiempo a decidir me agarró de la remera y me tiró hacia adentro, cerró la puerta y prosiguió:

- Vení, tomemos unas copas…

La seguí al comedor y ahí esperaba su amiga oriental, nos saludamos, estaba confundido, me dieron una cerveza y ellas saborearon una limonada, es lo último que recuerdo….

Abrí los ojos confundido, somnoliento, estaba desnudo, en la cama, traté de incorporarme pero estaba débil, no tenía control de mi cuerpo, evidentemente algo me habían puesto en la bebida, lentamente recobraba mis facultades, escuché música leve que atravesaba la pared, miré por la ventana y ya había oscurecido, evidentemente mi esposa ya estaba en casa, nuevamente traté de levantarme y ahí descubrí que mis manos estaban esposadas al gran espaldar de caños de la cama, la misma que yo sentía crujir y golpear todas las noches…
En eso sentí unos tacones que se acercaban repiqueteando en el piso, era la china, la llamó así porque nunca supe su nombre y así la llamaba Romina también, tenía un conjunto erótico de sirvienta, en negro y blanco, unas medias de nylon con portaligas un bombachudo blanco se escapaba bajo una diminuta pollerita negra y tableada, arriba era una combinación rara de tal forma que sus diminutos pechos quedaban al descubierto, una cofia y un delantal blancos completaban el atuendo.

- Hola, me dijo, estás mejor? Mientras me acariciaba el pelo… yo estaba intrigado y a la expectativa, - ahora llamo a la ‘ama’ y se fue de mi lado. Pasaron unos instantes y luego regresaron las dos, Romina estaba enfundada en un ajustadísimo traje negro de látex que la cubría completa, súper delgada, se marcaba una linda colita, parecía no tener tetas, sus costillas se marcaban en demasía. Se acercó, levantó una pierna y me pisó el abdomen, el finísimo taco de su bota se clavó y lo removió hasta sacarme un grito, - te gusta? preguntó notablemente excitada.
Entre ambas tomaron una soga que ya tenían preparada con un lazo, le pasaron por mi pie y me ajustaron el tobillo, luego me levantaron la pierna hacia atrás y la sujetaron también al espaldar de la cama.
-Hey! Que están haciendo? protesté, traté de resistirme pero aún no tenía la fuerza suficiente, ellas se apresuraron y repitieron la operación con la otra pierna dejándome indefenso, atado de pies y manos, colita para arriba.

En un rato entendí la situación, Romina daba órdenes y la china aceptaba sumisa, yo era su ‘conejito de indias’. La china trajo una caja y las dejó en el piso al borde de la cama, no sabía que pensaban estas dos locas… tras un pedido de ‘la ama’, ‘la esclava’ tomó una vela y la encendió, se acercó a mi, sobre mi pecho, dejó caer una gota de cera caliente, no podía hacer nada para impedirlo, quemaba, lo toleré pero quemaba, así siguió, gota tras gotas ambas disfrutaban de mi sufrimiento, no podía evitar largar algún quejido, no me olvidaba que mi esposa estaba muy cerca, además, mientras una se divertía con esto, la otra se dedicó a ‘pasar’ sus uñas afiladas por mi piel, rápidamente mi pecho se fue llenando de cera y profundos rayones que se enrojecían casi hasta sangrar, sentía una rara impotencia y un raro placer al mismo tiempo, no se por qué pero admito que me gustaba…

Cuando se cansaron, la china me llenó la pija, las bolas y el culo de crema de afeitar bajo la atenta mirada de su ama, luego lentamente me fue rasurando, mi miembro estaba rígido, pasó y pasó hasta asegurarse que no quedara nada, todo bien lisito. Cuando terminó me limpió bien y comenzaron a comerme, la china tomó mi sable, los saboreó un rato con ternura hasta que Romina tomó su cabeza y la empujo hacía abajo, obligándola a tragárselo todo, aclaro que mi pija es bastante gruesa y mide casi veinte centímetros, por lo que ella se separó de golpe luego de una arcada, se quejó que ‘no podía’ pero Romina daba órdenes y había que cumplirlas, le dio una terrible cachetada en la cara, la tomó de los pelos y nuevamente se la hizo tragar de la misma forma, bien abajo, la china se resistía pero no había alternativa, así disfruté como loco con toda mi carne en su boca, ella apenas si respiraba, arcada tras arcada, las lágrimas caían de sus ojos y su boca chorreaba saliva.

Luego de cinco minutos la separó y le dijo ‘te voy a enseñar como se hace’ y sin decir mas Romina empezó a devorarla, como lo hacía esa pendeja!! Recorría mi pija con maestría una y otra vez, mientras la china me chupaba los testículos por un rato, luego su lengua se deslizó mas abajo hasta mi ano, me abrió las nalgas y empezó a chupármelo y acariciármelo, me gustaba, nunca nadie me había hecho algo semejante, me atacaban ambos lados al mismo tiempo. La china siguió adelante y de repente percibí un dedito suyo dentro mío, luego dos y luego sentí que me lubricaba mas con algún producto que me hizo incomodar. Romina paró de repente y se acercó a su compañera, pude ver que le sacaba el bombachudo feo que tenía y mi sorpresa fue terrible cuando le levantó la pollerita tableada y descubrió un arnés con un gran consolador, tan grande como mi pija…

Me puse nervioso, empecé a sacudirme en vano, estaba bien atado, una volvió a comerse mi verga como antes y la china se acomodó poniendo la punta esa en la entrada de mi ano, no podía evitarlo, no había forma, apreté los puños y fui sintiendo su presión, un poco, otro poco, otro poquito mas, gemí, mi esfínter me dolía, lo sentía dilatarse poco a poco, no quería, no…. le rogué que se detuvieran, que tuvieran piedad, era inútil, estaban decididas, y así fue que de repente, cuando pasó la cabeza todo el miembro se introdujo… me dejaron tomar un poco de aire y empezó el ataque nuevamente, una me rompía mi culo virgen y la otra se comía toda mi pija hasta el fondo, no podía evitar gritar, la imagen de mi esposa escuchando me perturbaba, tenía sensaciones encontradas, por un lado si hubiera podido las hubiera asesinado, por otro me encantaban esas dos pendejas putas, estaba al palo, sentía que mi verga iba a estallar en cualquier momento pero Romina dio la orden de detenerse, mi verga latía, casi no podía contenerme, le leche estaba ahí nomás…

Tomó a la china, le sacó el arnés y la puso en cuatro patas a mi lado, colita para arriba y empezó a darle cachetadas una tras otra en los glúteos, fuerte, muy fuerte, la increpaba por ‘nena mala por violar a mi vecino’, la chinita se quejaba de los azotes y la otra mas fuerte le pegaba recriminándole por los quejidos, - ahora la vas a pagar! Le gritaba, yo escuchaba atónito, están re locas pensé, no salía de mi asombro….
Romina me pidió ayuda ‘para castigarla’ al tiempo que me soltaba de mi ataduras y cadenas, sin que se resistiera le puso las esposas a su compañera, y volvió a darle una cachetada tras otra hasta dejarle todo el culo colorado por los golpes y yo me preparaba para cogerla, al menos es lo que yo pensaba… sin embargo ella me chupó la pija nuevamente, pero me la escupió toda llenándomela de saliva, - dejá que te guíe me dijo mientras me tomaba el miembro y me acercaba a su compañera…

Cuando estaba cerquita me ordenó que la sodomice, que locura! no me animé a desafiarla, así que de golpe se la metí toda en el culo y empecé a dársela, la china gritaba como loca, exageradamente, no era para tanto! Creo que era parte de todo el juego. Mi vecina seguía al mando, cada tanto la sacaba de ahí y me la chupaba toda, se la comía hasta la garganta, su boca era majestuosa, llegaba hasta la base de mi tronco y aun sacaba la lengua buscando mis testículos. Así estuvimos un buen rato alternando entre el culo de una y la boca de la otra, los gritos y las ordenes me estaban volviendo loco, había entrado en la paranoia de ellas, en mi vida había imaginado algo así!!! les avisé que me acababa, que no aguantaba mas…. ella tomo mi pija con su mano, fuera del culo de su amiga y me masturbo dulcemente, con movimientos cortitos bien atrás, sacaba la lengua muy cerquita de mi cabeza, miraba el esfínter de la china todo abierto, todo dilatado, no pude mas… entre mis gritos varias andanadas salieron dándole a todo a su paso, su cara, su boca, su lengua, el culo de la otra, su ano, sus labios….

Cuando salió hasta la última gota, por última vez llevó mi verga hacia el culo de su amiga y luego hacia su boca…. Me relajé mientras una le chupaba el culo a la otra buscando la profundidad del esfínter, y limpiaba con su lengua todo el esperma derramado. La soltó y comenzaron a besarse profundamente, se revolcaron y rodaron hasta el piso, se entregaron tanto una a la otra que en breve tiempo me hicieron entender que ahora yo era solo una pieza decorativa en la escena….
Cuando me abstraje de toda esa locura y volví en mi, me di cuenta el estado deplorable en que estaba, lleno de cera, con toda la piel rasgada por sus uñas, todo depilado y encima era de noche….

Mi Romina notó todo esto, no pude explicarle y terminé por confesar parte de la historia, pero no le conté que la causante había sido la vecinita….
En un mes más de continuas discusiones poníamos un freno a nuestro matrimonio y abandonaba el hogar, Romina ya no me soportaba, todo por culpa de ese nefasto día….

Pasaron dos meses mas, no sabía nada de mi ex y se me ocurrió visitarla, a ver que pasaba y que reacción tenía.
Compré unos bombones, los que a ella le gustaban y un buen vino espumante, que a mi me gustaba, aún tenía las llaves así que decidí caer de sorpresa. Llegué a la nochecita, subí presuroso por las escaleras, mi corazón parecía saltar de mi pecho, como la primera vez. Cuando estuve pegado a la puerta e iba a entrar radiante, algo me contuvo, los tremendos ruidos que venían de adentro… me angustié muchísimo, tan rápido había encontrado un macho para reemplazarme? Pensé en retirarme pero la intriga pudo más. Sigilosamente, sin hacer ruido abrí la puerta y entré en puntas de pie, los gemidos venían del dormitorio, en el piso del comedor había ropa tirada, al verla tuve una ligera sospecha. Me acerqué a la pieza y lo confirmé con mis propios ojos… mi ex Romina estaba en cuatro patas, cada mano encadenada a la parrilla de la cama, una a cada lado, una soga peligrosamente anudada a su cuello la mantenía sujeta contra el espaldar de la cama, atrás, mi ex vecina Romina, esa flaquita pervertida, la estaba cogiendo con una pija enorme mientras le pellizcaba los glúteos…

Estaban tan en su mundo que no advirtieron mi presencia, como vine me fui, nunca mas supe de ellas….


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ESTHER (capitulo 27)

Llegamos a Viena en medio de un nevada descomunal, pero como pasa en los países civilizados, la ciudad funcionaba aceptablemente. Un vehículo del Grand Hotel nos recogió en el aeropuerto para trasladarnos a él, donde ocupamos la suite Presidencial. Nos recibió el director en persona. El mayordomo que teníamos asignado se encargo de que subieran el baúl de seguridad que una semana antes habíamos enviado. Esther flipaba en colores, esto era todavía mas lujoso que el hotel de Venecia, y además era la primera vez que tenia mayordomo. Con su ayuda y el de una camarera, se encargo de deshacer todo el equipaje. Por indicación mía, el mayordomo bajo las joyas de Esther a la caja fuerte del hotel.
– ¿Dónde vamos a cenar? –pregunto Esther. Entre unas cosas y otras, eran las siete de la tarde.
– ¿Te apetece en el hotel o prefieres fuera?
– Me apetece salir fuera.
– Conozco una especie de bistró, el Palmenhaus, que te va a gustar, –y le hice una indicación al mayordomo para que nos prepararan un vehículo.
– ¿Esta lejos? –pregunto Esther–. Preferiría andar si no esta muy lejos.
– Entonces vamos andando, en un cuarto de hora nos plantamos allí, mi amor.
Con una Esther metida en su superplumas, con el que parecía el muñeco de Michelin, gorro, bufanda, guantes y botas nórdicas, salimos del hotel y subimos por la Opernring en dirección al Staatsoper, el principal teatro de la opera de Viena. En el exterior del teatro la actividad era frenética con los preparativos.
– Mañana por la noche entraremos en el para el baile, –la dije cuando pasamos por delante del edificio. Esther estaba muy graciosa, solo se la veían los ojillos.
– Esta muy cerca del hotel, podemos venir andando, –dijo con ingenuidad.
– Mañana tienes que estar deslumbrante mi amor y eso a ti no te cuesta trabajo porque ya lo eres. Mi socio y yo esperamos afianzar buenos contactos. Mañana aquí, va a estar todo el que es alguien en Austria y un poco en Alemania. Comercial y políticamente.
– Bueno, mi señor, pero podemos venir andando, –insistió.
– No mi amor, mañana vas a llegar al baile como una reina, te lo aseguro, –y sonriéndola añadí–. Ya esta todo preparado.
Mientras conversábamos, llegamos al Burggarten, el parque junto al que esta el restaurante. Y como yo ya suponía la encanto. Esta en el interior de un invernadero que linda al noreste con el parque y es un lugar ciertamente agradable y muy animado. Pedimos un par de platos para compartir y una botella de vino blanco austriaco. Estuvimos hasta casi las once de la noche charlando, hasta que se acabo el vino. La puse al corriente de todos los pormenores del baile.
– Mañana no te levantes pronto, duerme hasta que te canses, –la dije riendo–. El baile termina a las cinco de la madrugada.
– No te defraudare mi señor, me esforzare en ser agradable.
– En eso no tienes que esforzarte cariño, solo tienes que ser tu misma, –la dije mientras la acariciaba la mejilla–. Además, tu nunca me podrías defraudar.
– ¿Y eso como va mi señor, tendremos una mesa para sentarnos?
– Tenemos un palco en la primera planta …
– Un palco, –me interrumpió entusiasmada–. ¡Que güay!
– En el estaremos Otto con su mujer y nosotros. Habrá mucha seguridad, El Presidente de Austria, el gobierno en pleno y muchísimos altos cargos. A los que hay que añadir banqueros, millonarios de todo tipo, actores, en fin, todo tipo de fauna.
– ¿Y como has conseguido un palco? –pregunto–. Porque supongo que estarán muy solicitados.
– En la reventa.
– Anda ya.
– Te lo digo en serio, he pagado 27.000 € por un palco que vale 17.000.
– ¡Millonarios revendiendo palcos! –exclamo flipando–. No me lo puedo creer.
– Así están las cosas mi amor. Hay mucho millonario de pacotilla, mucho quiero y no puedo.
– ¿A ti la crisis no te ha afectado mi señor?
– Bueno cariño, digamos que ahora gano un poco menos que antes, –la respondí–. Pero no me importa, yo no soy un coleccionista de millones. Gano de sobra para vivir como quiero.
– Pero mi señor, ¿Tus empresas en España, no tienen problemas? Gran parte de tus amigos trabajan en ellas.
– No hay ningún problema, al contrario, en cierta manera esta crisis a mi me ha venido bien.
– En que sentido mi señor.
– Siempre me he negado a traficar con hipotecas. O a invertir en terrenos sobrevalorados e inmobiliarias. O a invertir en materias primas y futuros, eso me parece moralmente inaceptable. Todo lo que ha pasado se veía venir desde hace muchos años. Desde que estallo la crisis he ido comprando pisos y apartamentos tirados de precio, que he puesto en alquiler. En Madrid tengo unos 250 y 50 en Barcelona y solo eso me reporta mas de 140.000 € brutos al mes.
– ¿140.000 al mes?
– Sabes, en España hay mucho listo que ha querido enriquecerse rápidamente machacando o engañando a los que tiene debajo sin el mas mínimo escrúpulo en hacerlo. Políticos de todo signo y color, empresarios de medio pelo y de supuesto prestigio, banqueros. Que la gente tenga estabilidad en sus trabajos y pueda gastar y ahorrar, en bueno para los negocios y es bueno para mi. ¿Sabias que en España hay 550.000 cargos políticos? Casi el doble que en Italia, y casi el triple que en el Reino Unido y Alemania. Y todos metiendo la mano en la caja, pero de ahí no recortan. Desde la restauración de Fernando VII, la historia de España el una historia de sinvergüenzas de uno u otro signo y seguimos igual, nos siguen engañando, y lo que es peor, lo seguimos aceptando.
– Mi señor, te estas calentando.
– Si, ya esta bien de mitin, vamos a dejarlo porque me enciendo, –y cogiéndola de la mano, añadí–. Cuando lleguemos al hotel te voy a echar un polvo que te vas a cagar.
Salimos del Palmenhaus y regresamos andando hasta el hotel. Ya en la habitación, despedimos al servicio hasta el día siguiente y me dedique a despojar a Esther de todo lo que llevaba encima. Y tarde bastante, llevaba mas capas que una cebolla, pero al final, debajo de todo estaba ese maravilloso cuerpo que me vuelve loco. Me desnude y me senté en un sillón estilo imperio, sentándolas a ella sobre mis piernas. Se recostó sobre mi hombro y la estuve besando sin descanso mientras mi mano, y algún que otro dedo hurgaban en su vagina. Como me gusta hacerla gozar, es mi pasatiempo favorito. Sus gemidos subieron en intensidad cuando la llego el primero. La baje al suelo, y poniéndola en cuatro la penetre desde atrás mientras la sujetaba por las caderas. Mientras la follaba, la unte vaselina en el ano y la fui penetrando alternativamente por ahí, y por la vagina. Cuando estaba a punto de correrme, me quede en su ano y la atraje hacia mi. Mientras la estimulaba el clítoris con la mano, la mordía el cuello. Nos corrimos juntos y note en mi mano los jugos que expulsaba.
Obediente, Esther estuvo durmiendo hasta mediodía, la verdad es que no hay que animarla mucho. Yo, como me desperté pronto, baje al gym del hotel. Ya por la tarde y antes de que comenzaran a subir para preparar a Esther, nos tumbamos en la cama y estuvimos amándonos en un 69 eterno. Sus labios recorrían mi pene en toda su longitud hasta que desaparecía totalmente en el interior de su boca y parte de su garganta. Abrazado a su cadera, mi boca no se separaba de su vagina, que se ofrecía a mi totalmente expuesta. Cuando me corrí la primera vez, Esther siguió incansable con su fantástica lengua empeñada en conseguirlo una segunda vez. En cuanto a ella, no se cuantas veces se corrió, perdí la cuenta, mas teniendo en cuenta que en ocasiones, encadena tan rápido los orgasmos que parecen uno solo. Sin duda, si la metieran en la maquina orgásmica de Barbarella, la fundiría como ella.
Antes que llegaran para prepararla, se fue a duchar y al poco tiempo comenzaron a llegar peluquero, manicura, maquilladora, una par de doncellas y la costurera. El que lo tuvo mas complicado fue el primero, a causa de la cortísima melena de Esther, pero la puso una extensiones y logro colocarla la diadema de perlas y brillantes que la regale en Italia, y que habían subido los de seguridad del hotel. Con un vestido azul asimétrico que tapaba la cicatriz de su hombro izquierdo y ligera cola, de Caprile, y guantes largos por encima del codo, estaba espectacular. Yo, sobre el frac llevaba una capa española y Esther, cuando bajábamos hacia el vestíbulo, iba llamando la atención de lo preciosísima que estaba. Antes de salir al exterior, las doncellas la colocaron sobre los hombros la capa que también la regale en Italia. En la puerta nos esperaba un Rolls para recorrer los escasos cien metros que nos separaba del teatro. La entrada principal del Staatsoper, estaba cubierta de una carpa de color rojo para facilitar la llegada de los vehículos VIPS. Cuando llegamos, un empleado del hotel nos abrió la puerta del vehículo y una doncella, que venia acompañándonos en el coche ayudo a Esther a sacar el vestido fuera. Entramos en el teatro bajo una expectación absoluta y murmullos de admiración. Una vez dentro, la doncella la despojo de la capa y la llevo al ropero junto con la mía. En el hall de entrada nos esperaba Otto y su mujer, una pareja sobradamente conocida en Austria y Alemania, por lo que la expectación aumento. Como quedaban algunos minutos para que comenzara la ceremonia del Baile de Debutantes, previo al baile oficial, Otto nos estuvo presentando a personas clave, personas interesantes de conocer. Esther se desenvolvía perfectamente con su fluido ingles y su derroche de simpatía que es natural en ella. Nos fuimos acercando al palco desde donde vimos el Baile de Debutantes. Pero no estuvimos solos, Otto se encargo de invitar a algunas parejas interesantes que no tenían palco. Cuando los Debutantes acabaron y se dio oficialmente comienzo al baile, Esther y yo bajamos a la pista y estuvimos bastante rato bailando. Desde el palco, la esposa de Otto nos sacaba fotos con la cámara que la entregué. Cuando regresamos al palco, tenia una lista de cuatro o cinco caballeros que querían bailar con ella. Cada dos o tres piezas, regresaba al palco para descansar un poco el tobillo, que con los taconazos lo tenia un poco dolorido. Llegamos a tener seis mujeres sentadas en el palco, mas dos o tres caballeros de pie. Otto, en su libretita no hacia mas que apuntar datos, teléfonos y direcciones y, tanto el como yo, casi agotamos nuestras tarjetas. Llevábamos cuatro horas y todavía quedaban otras tantas, cuando Otto reconoció que tener a Esther era un chollo. Muchas mujeres querían conocerla y detrás de ellas llegaban sus maridos. Su esposa también puso de su parte, arrastrada por la simpatía que derrochaba Esther. Sobre las tres de la madrugada, apareció el Presidente de la República acompañado de su esposa.
– Otto, vengo a que nos presentes a cierta dama de la que llevamos oyendo hablar toda la noche, –dijo el Presidente dirigiéndose a mi amigo y socio.
– Señor Presidente, es un placer para mi presentarle a mis amigos, Esther y Eduardo.
– Ser amigos de Otto y de su esposa para mi, ya es una garantía, –dijo el Presidente estrechándonos la mano.
– Es usted muy amable señor presidente, –le dijo Esther.
– ¿Me permitirá un baile señora? –la pregunto el Presidente.
– Si se lo permite su esposa, no tendré ningún inconveniente y será un honor señor Presidente, –le contesto con una amplia sonrisa, dirigida también a la esposa del presidente.
Bajaron a la pista y estuvieron bailando un par de piezas, ante el revuelo general. Era la primera vez que el Presidente lo hacia con alguien que no era su esposa. Y los fotógrafos se cebaron. Y no me hizo mucha gracia. Mande un WhatsApp a Colibrí explicándole las circunstancias y pidiéndola que rastrease en Internet para ver si había tenido mucha repercusión. A las cinco en punto de la madrugada se dio por finalizado el baile y se organizo un descomunal atasco de limusinas, coches oficiales y taxis. Decidimos dejar que se despejara un poco el follón, mientras tomábamos otra copa de champagne, que era la primera de Esther.
– ¿Querida, no has tomado nada durante toda la noche? –la pregunto la esposa de Otto.
– Te voy a contar un secreto, cuando me paso con el champagne, suelo terminar contando chistes verdes a todo el mundo, y te aseguro que el glamour se me caer de golpe, –la contesto riendo, lo que provoco que Otto casi se atragantara.
– Esther, no me lo puedo creer, –la dijo cuando se recupero.
– Si, si, créetelo. Y además Eduardo se enfada conmigo y dice que ronco como un leñador siberiano, –hizo una pausa mientras nos reíamos y añadió–. Pero yo no me lo creo, soy demasiado fina y glamorosa como para roncar.
– Por supuesto querida.
Nos despedimos de Otto y su mujer y nos subimos al Rolls que nos acercó al hotel. Para ser las cinco y media de la madrugada la actividad en el hall era intensa. Casi los últimos en llegar fuimos nosotros y en la suite, las doncellas ya nos estaban esperando para ayudar a Esther con el vestido, las extensiones y el maquillaje. Tardaron casi tres cuartos de hora en quitarla todo. Yo no necesite ayuda y solo me limite a darle el frac al mayordomo para que lo prepararan para guardarlo, no lo iba a necesitar mas.
Nos dejaron por fin solos, no sin antes dar a las doncellas 50 € a cada una como propina. Me acerque a Esther y agarrándola por las solapas del albornoz, se lo eche hacia atrás y se lo baje hasta la cintura, dejando al descubierto sus pechos.
– ¿Mi señor esta contento, con como han salido las cosas? –pregunto.
– Todo ha salido perfecto, y tu has sido la atracción.
– Ha habido momentos en los que estaba un poco agobiada, con tanta gente rodeándome y saludándome.
– Te voy a tener que vigilar para que nadie te engatuse, –bromeé.
– Eso no va a pasar nunca mi señor.
La levante en vilo y la senté en el sillón mientras yo me arrodillaba ante mi diosa. Termine de apartar el albornoz hacia los lados como quien desembala un tesoro. Me incline sobre ella hasta alcanza sus labios y la estuve besando mientras la sujetaba la cabeza con mis manos. La subí las piernas, la penetre y de inmediato comenzó a gemir. La folle con suavidad hasta que nos corrimos a la vez. Esther estaba muy cansada y lo note. La levante en brazos y la lleve a la cama. Puse el cartel de “no molestar” en la puerta y llame a recepción para que no nos molestaran en toda la mañana.
Cuando regrese a la cama, Esther ya estaba durmiendo. Me tumbe a su lado, la abrace y mientras apretaba mis genitales contra su trasero me quede dormido.


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Amor de Mujer

Hola, les narro mi historia para terminar con ciertos mitos generales que tenemos instalados. Cuando esto comenzó tenía unos 28 años y hacía tres que me había casado con Roberto, el era un buen hombre pero creo que no estaba ‘diseñado’ para funcionar en pareja.
Tuve algunos novios y amantes antes de estar con el, recuerdo esa etapa de mi vida, esa en la que comentaba todas la intimidades con mis amigas de confianza, cuando alguna se acostaba con alguien al otro día era ley dar todos los detalles, como la habíamos pasado, que hicimos, que no, que tal era en la cama, el tamaño…
Y justamente del tamaño quiero hablar…. cuando lo conocí íntimamente al que era mi marido me llevé una linda sorpresita, tenía una pija terrible! ancha, mas de veinte centímetros de pura carne… cuando se enteraron mis amigas pasé a ser el centro de atracción, se excitaban cuando les contaba los detalles de nuestras relaciones y era la envidia del resto…

Pero bueno, me casé y como a Cenicienta la carroza se transformó en calabaza, la dulzura y la magia del noviazgo se evaporó sin que me de cuenta. Conocí al verdadero Roberto, una máquina de trabajar, el es abogado y estaba siempre en sus cosas, vestido impecable con camisa y corbata, traje y zapatos relucientes, salía muy temprano y cuando regresa a casa estaba hasta altas hora de la noche encerrado en su estudio, fumando, recibiendo llamadas a cada rato, cosa que me ponía mal porque para el siempre eran importantes, mas importantes que lo que yo tenía para decirle y siempre nos interrumpían constantemente, nunca encontraba lugar para dialogar con el.
Yo odio esa vida, adoro disfrutar al aire libre, la vida sana, soy docente de educación física por la mañana y por la tarde salgo a hacer ejercicios, voy a correr a la plaza, practico natación y jockey.

Como habrán notado nuestras vidas era como mezclar agua con aceite, y en estos casos en la cama aparecen los problemas, por empezar me cogía poco y nada, cada quince días si tenía suerte, y en esos casos era rápido y a otra cosa, parecía solo pensar en el al punto que yo fingía mis orgasmos, su gran pija se transformó en un obstáculo mas, el fanfarroneaba con eso asumiendo que era un Dios, el podía disociar su trabajo y su sexo, ahora era la esposa lavando platos y al instante debía ser la amante putona en la cama…pero nunca comprendió el universo femenino, nunca entendió que mi sexo comenzaba al momento de levantarme, que debía haber química durante el día para que yo funcionara a la noche, que una mujer necesita sentirse querida, mimada, deseada y no un simple objeto sexual…

Así era mi sexo entonces, rapidito se ponía duro y me la enterraba, no me daba ni siquiera tiempo a lubricarme, con esa pija tan grande terminaba haciéndome mal, le insinué muchas veces que me chupara la concha pero para el eso era sucio y le daba asco, eso si, el disfrutaba acabándome en la boca y obligándome a tragar su semen hasta la ultima gota, en realidad yo se lo hubiera hecho con todo mi amor disfrutando su verga y tomándolo como en la época de noviazgo pero no así, a lo bestia, me sentía violada… Y cuando me la metía en el culo era mi peor pesadilla, nunca me gustó el sexo anal, se que a muchas mujeres les encanta pero no a mi, tal vez con un pene de tamaño normal, pero el no perdonaba, prácticamente me obligaba a consentirlo, era muy frustrante pare mi…
Esa era mi vida sexual, muchas veces tenía que soportarlo alardear de sus dotes en la cama creyéndose el amante ideal, solo por tener una pija fuera de lo común, luego se dormía y mientras lo escuchaba roncar plácidamente yo me quedaba a su lado en silencio, meditando mientras caían mis lágrimas…

Como contara entre mis actividades recreativas acostumbraba a ir a correr a la plaza, hacía un trote liviano dos ó tres veces a la semana, soy de contextura robusta y tiendo a excederme de peso con facilidad, así que trataba de no faltar, como imaginarán siempre había bastante gente con la misma rutina, así un día como cualquier otro me crucé Ana, una vieja compañera de estudios, también profesora de educación física, que coincidencia!. Charlamos un rato, vivíamos relativamente cerca y no lo sabíamos… Así que, bueno, aprovechamos y coordinamos días y horarios para correr juntas y hacernos mutua compañía.

La recordaba como una chica introvertida, no tenía muchas amigas, solía ser solitaria y calladita, ahora que pienso jamás le conocí ningún novio…
Así pasaron los días, unos tras otros, hasta que una vez ella me dijo:
Cecilia, el Jueves venite con tiempo, corremos y después vamos a casa a tomar algo así charlamos un rato…
Acepté, estaba muy buena onda conmigo. Cuando llegué a casa le dije a Roberto que la próxima salida llegaría mas tarde, que iba a correr con mi amiga y luego iría a su casa, el asintió con la cabeza pero creo que ni me escuchó, estaba concentrado leyendo un informe tapado por la humareda de los cigarrillos que prendía uno tras otro.

El Jueves nos encontramos y corrimos como de costumbre, hacía mucho calor, pleno verano y terminamos todas transpiradas… Fuimos a su casa, era muy bonita, espaciosa, atrás tenía un jardín con piscina, sombrillas y reposeras, me encantó!
Charlamos de todo, recordando anécdotas, a eso de las 19 hs. cuando el sol ya bajaba y las altas temperaturas empezaban a ceder me propuso:
Vamos a la pileta? Esta es la mejor hora, el agua ya está tibia, no te lo podés perder!!!
Me gustaría, mejor en otro momento, si me avisabas me traía la malla…
Por la malla no te hagas problema, te presto la mía.
No dejá, dejá, mejor otro día…
Dale tonta, no jodas con pavadas….

Estuvo tan insistente que hasta me llevó del brazo hasta su dormitorio, revolvió en los cajones, sacó un conjunto y lo tiró sobre la cama
Tomá, cambiate, te espero afuera…
Salió de la habitación y me dejó sola, me saqué la ropa y la acomodé a un costado, tuve dos problemas, primero con el sostén, Ana es muy menudita, delgada, y sus pechos son chicos, mientras que los míos son grandes, muy grandes, así que me dio mucho trabajo poder acomodarlos ahí dentro y que no se salieran, luego la tanga, era una colaless chiquita, muy chiquita, encima roja, yo acostumbro usar tangas grandes, de esas que tapan la cola por completo, esta me hacía sentir incómoda, todo mi culo al desnudo, pero bueno, solo estábamos nosotras dos…
Terminé de cambiarme, abrí la puerta y ella estaba parada esperándome, me miró de arroba abajo y luego afirmó:
Te queda muy bien, tenés un cuerpo hermoso…
Gracias… y vos?
No te preocupes…. andá que ahora te alcanzo…

Fui a la piscina y me metí, el agua estaba exquisita, relajante, que placer… Ana llegó y tiró una pelota inflable al agua, se paró al borde aún vestida, la miré intrigada, ahí nomás se fue sacando la ropa, las zapatillas, las medias, la remera ajustada, las calzas y luego el corpiño, muy natural, se quedó unos instantes y luego fue a buscar unos toallones, me sentí rara observándola, sus pequeños pechos estaban todos bronceados, comprendí que era una actividad habitual para ella, solo se había quedado con una bombachita que era casi invisible, blanca, de gasa, tan transparente que pude ver su pubis todo depilado, atrás era solo un hilo dental, confieso que una electricidad corrió desde mis pezones hasta mi clítoris.
Volvió corriendo y se tiró de golpe a mi lado haciendo salir agua fuera de la pileta, dijo:
Espero no incomodarte, es mi costumbre, tomo sol en bolas, y si los vecinos me miran y se masturban, bueno, allá ellos…
No, no, está bien, no hay problemas

Jugamos un rato, con la pelota como dos nenas, miraba su cuerpo casi desnudo entrar y salir al agua de una forma rara, el líquido corriendo por su piel, por sus pechos turgentes, su bombachita que se traslucía toda, adherida a su piel, no pude evitar mojarme, estaba confundida…
Así estuvimos un rato, en un momento fuimos las dos en busca del balón, llegué primero y ella casi sobre mi espalda, giré y nuestras caras quedaron a centímetros una de otra, cesaron las risas y nuestras miradas se cruzaron profundamente, ella avanzó, me dio un pico en los labios y esperó mi reacción, no se por qué lo hice, pero la tome de la nuca, la arrastré hacia mi e introduje mi lengua en su boca, respondió como esperaba nos besamos interminablemente, busqué sus femeninas piernas con mis manos, sus nalgas, ella respondía de la misma forma, sus manos se deslizaban por mi piel, acaricié su espalda y besé pacientemente sus pequeñas tetas doradas por el sol, me mojaba, me excitaba, nunca me había pasado algo así. Ana soltó mi sostén y se quedó observando mis pechos, asombrada por el tamaño, le gustaban, así que llevé su cabeza hacia ellos, me los devoró una y otra vez, con paciencia, con amor, lamía mis pezones, los mordía con sus labios. Llevé una mano por debajo de su bombachita, acaricié su pubis depilado, una y otra vez, suave como un capullo de algodón, ella gemía y me deseaba, busqué su clítoris y jugué con el, la penetré con mis dedos y jugué un buen rato.

Cuando se cansó de lamerme las tetas mojadas y explorar mi boca con su lengua, me tomó delicadamente y me sacó la pequeña tanga, quedé completamente desnuda y me llevó al bode de la pileta, parada contra el borde me hizo agachar hacia delante y lamió mi ano, suavemente, una y otra vez, que delicioso lo sentía! Pensar que no me gusta. Salió de la pileta y se paró a mi lado, fijé mi vista en su concha, me excitaba verla traslucirse a través de la tela mojada, no lo podía controlar… me tomó de la mano y me invitó a seguirla, me avergoncé, tenía miedo que alguien estuviera mirando, pero mi calentura podía mas… me llevó hasta una de las reposeras y hizo recostar sobre una, placidamente, ella se acomodó, levantó mis piernas, y fue a mi concha, me introdujo un dedo y jugó adentro, haciendo cosquillas en mis paredes, buscando mi punto justo, sentía mojarme toda y disfrutar como pocas veces lo había hecho.

Tomó mis brazos y me condujo para sostener mis piernas bien abiertas, cerré los ojos, ella me comía mi concha peluda, metía la lengua en mi agujero y me comía el clítoris, con sus dedos me apretaba los pezones con pequeños pellizquitos. Guau! nunca me habían chupado la concha de esa manera, la imagen de Roberto se cruzó por mi mente. Estaba extasiada, su dulzura era increíble, la brisa tibia del atardecer pegaba en mi cuerpo húmedo, mis gemidos, la posibilidad de estar siendo observada por algún vecino indiscreto, mi desnudez, mi primera relación lésbica, fue una combinación explosiva de sensaciones, grité como nunca un hermoso orgasmo que arrancó de mi interior, me contraje una y otra vez, gemí y grité…. Cuando terminé, aun muy excitada y exaltada, con la respiración jadeante ella se echó a reír
Sssshhhh!!!! Los vecinos….

No había percibido lo fuerte que había gritado, me sonrojé, quise seguir, deseaba devolverle la gentileza y lamer su concha hasta hacerla acabar, me dio un gran beso de lengua y me dijo, al tiempo que se sacaba su tanguita:

Pará, pará, volvé a tu casa, ya es tarde y a tu marido le parecerá sospechoso, total, la semana próxima nos encontramos y corremos nuevamente, Te regalo mi tanguita, para que me recuerdes.

Tenía razón, era tarde, me sequé, me cambié y volví a mi domicilio apurada, sin embargo Roberto ni registró mi retorno….

La semana siguiente volví a encontrarme con ella, imaginan que hice? Si… me puse su tanguita, solo para ella, para que me disfrute y así empezamos una rutina que se hizo cada vez mas frecuente, mas importante, mas pasional, llegó el momento en que vivía solo pensando en encontrarme con ella…

Cómo terminó la historia? Bueno, lo dejé a Roberto, me cansé de el y de su pija increíble, nunca pudo asumirlo, nunca entendió que había pasado, me fui a vivir con Ana y me hice a su medida, me acostumbré a tomar sol desnuda, amarnos en cualquier lugar, a charlar, compartir todo, a disfrutar su amor de mujer….


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miércoles, 16 de mayo de 2012

ESTHER (capitulo 26)

Llevábamos doce días en Barruera y ya habíamos visitado todos los pueblos del valle, la estación de esquí de Boí-Taüll y habíamos realizado un par de rutas por el Parque Nacional de Aigüestortes.
– ¿No tienes ganas de volver a Madrid, cariño? –la pregunte–. Todo lo que hay que ver aquí, ya lo hemos visto.
– ¿Podemos volver a verlo todo otra vez, mi señor? –me contesto mientras se abrazaba a mi cintura.
– Podemos hacer todo lo que tu quieras, mi amor –y añadí–. Pero el 31, dentro de seis días tengo que estar en Madrid.
– Vale mi señor, ¿Pero podemos salir mas veces con la caravana?
– Pues claro que si cariño, todas las veces que tu quieras. Para eso la hemos comprado.
La ultima tarde, antes de nuestro regreso a Madrid, Esther no quiso ir a ningún lado después de almorzar. Lavamos los cacharros, recogimos las cosas y cuando regrese del baño la encontré desnuda , tumbada en la cama y con el arnés de cintura puesto. Me desnude, me tumbe a su lado y la sujete las muñecas al arnés. Me dedique a su boca mientras con la mano la acariciaba el trasero. Desde el principio, Esther gemía mientras se rozaba la vagina con mi muslo. Me excita mucho besarla y sobetearla mientras no puede usar las manos. La puse boca arriba y la sujete los muslos con las correas al arnés, dejándola totalmente flexionada y expuesta. La arrastre al borde de la cama y con su cabeza colgando la penetre por la boca mientras la sujetaba por los tobillos. La estuve follando la boca sin tocarla nada mas, solo de vez en cuando la chupaba y la besaba los pies. Me corrí en su boquita llenándola de semen que se fue tragando como siempre. Durante un ratito estuve pasando mi polla por su cara y ella intentaba atraparla con la lengua. La introduje de nuevo la polla en la boca y me incline sobre ella para chuparla la vagina. La estuve chupando hasta que me aburrí de hacerlo bastante tiempo y dos o tres orgasmos después, –es broma, es imposible que me aburra de hacerlo.
La coloque en es centro de la cama, la introduje dos bolas chinas, y de nuevo me dedique a besar su preciosa boca. Según la besaba la iba subiendo la intensidad de las bolas muy despacio. La llego otro orgasmo y mientras chillaba seguí besándola. Durante toda la tarde me entretuve en provocárselos con distintos instrumentos. Fueron muchos, aunque cada vez se fueron espaciando mas en el tiempo, y por primera vez desde que la conozco pidió tregua y saco la bandera blanca. Me unte lubricante el la polla y, poniéndome sobre ella la penetre por el ano. Me corrí rápido, no la pude esperar. Por primera vez desde hacia tiempo, mis berridos se oyeron. Estuve un rato besuqueando a una exhausta Esther. No es broma, tantos orgasmos y tan seguidos la dejan agotada. Joder como corre el tiempo, miro mi reloj y he estado cuatro horas y media provocándoselos. He estado tan entretenido que ni siquiera la he follado entre medias, solo al principio y al final. Y es que me encanta, tenerla atada es solo un juego, una cuestión fetichista que a mi me gusta y a ella también. Y no seria necesario, Esther jamás se resiste o dice no a algo. La desate y la deje descansar tapada por una manta.
– ¿Mi señor no olvida algo? –me pregunto mientras me disponía a salir de la caravana para ir a la ducha.
La mire con perplejidad, sin saber a que se refería. Aparto la manta y me mostró su vagina, de donde salía un cable. ¡Las bolas chinas de los cojones! Me acerque a ella e introduje mis dedos en su interior para extraerlas. Procure tardar en hacerlo. Esther se puso medio cardiaca con este jueguecito improvisado. Con la escusa de no encontrarlo explore su otro agujero y ya Esther se abandono. Tire del cable y pase una de las vibrantes bolas por su clítoris y, a los pocos segundos se corrió. La tape con la manta y me fui a duchar dejándola todavía recuperándose del ultimo orgasmo.
Cuando regrese, me puse a preparar la cena mientras Esther se duchaba en la caravana. Replegué la cama y monte la mesa. Cuando salio de la ducha, ya lo tenia todo preparado y con una sorpresa que la encanto.
– Una botella de champagne para mi nena, –la dije mientras la abrazaba–. Para celebrar nuestra ultima noche.
– Después de cenar, ¿Podemos salir como la primera noche, a sentarnos fuera mi señor? –nevaba débilmente.
– Claro que si mi amor.
Y así lo hicimos, extendí el toldo y saque las sillas y la mesa. Metidos en los plumas nos sentamos con nuestras copas y lo que quedaba de la botella.
– Mi señor.
–Dime mi amor.
– ¿Podemos salir a menudo con la caravana? –pregunto.
– Mi amor, ya te he dicho que si.
– Me gusta tenerte tan cerca en un sitio tan reducido, mi señor, –dijo sonriendo mientras me miraba–. Es como si te tuviera solo para mi.
– Ya me tienes solo para ti, y lo sabes.
– Pero hay veces que no me lo creo, –y ante mi cara de extrañeza añadió apresuradamente–. No por ti mi señor, son cosas mías, de que me como el coco. Soy tan feliz que me parece imposible que me pueda pasar a mi, y me imagino que puede aparecer cualquier pelandusca que te engatuse y, me pongo mala de pensarlo.
– ¿Pelandusca? –repetí flipando.
– Si pelandusca … por no decir guarra.
– ¿Y que me engatuse? –la verdad es que no me lo podía creer–. Mira cariño, solo una vez en toda mi vida me he ido de … pelanduscas, fue en Santander y tenia 17 años, hace 36.
– No mi señor, tu no me das motivos. Soy yo que soy una tonta y me pongo a pensar cosas raras.
– Pues no pienses cosas raras.
Se levanto y se sentó sobre mis piernas con lágrimas en los ojos.
– Por favor mi señor, no te enfades conmigo. Pensar que te puedo perder me pone enferma, –me dijo mientras me acariciaba la mejilla.
– No tienes que preocuparte por mi, yo nunca te voy a dejar, y menos por una pelandusca, antes me echarás tu, –y riendo la pregunte–. ¿De donde te has sacado esa palabra, pelandusca?
– De mi madre, la dice mucho, –me contesto soltando una carcajada.
– Anda, vámonos a la cama que mañana quiero salir pronto.
Al día siguiente, a las ocho de la mañana ya estábamos en la carretera. Mi intención era llegar en el día a Manzanares para dejar la caravana. Paramos para repostar y almorzar en una zona de servicio de la AP-2 y seguimos de tirón hasta Manzanares, donde llegamos a las ocho de la tarde.
– ¿Nos quedamos a dormir aquí, mi señor?
– No cariño, que mañana tengo un día de perros, prefiero dormir en casa.
– Vale mi señor, en casa podíamos pedir un telejapo que hace mucho que no lo hacemos.
Y así lo hicimos. Abrimos una botella de verdejo y sin deshacer el equipaje nos fuimos a la cama. Estaba muy cansado de conducir y Esther era consciente de ello. Rápidamente se metió entre mi piernas y se puso a chupar como una loca. Después se subió encima y me cabalgo. Estuvo culeando hasta que se corrió mientras la sujetaba sus manos por detrás de la espalda y sus preciosos abdominales se marcaron mientras sus pezones se ponían duros como piedras. Esa visión era tan excitante para mi, que la atraje hacia mi y rodando la puse debajo. Empecé a follarla como los conejillos, con un frenesí desbocado. Y al momento me corrí. Y me quede dormido. Por la mañana no recordaba que paso a continuación, pero me imagine a la pobre Esther intentando no ser aplastada por mi cuerpo.
Toda la mañana, y parte de la tarde estuve en la oficina mas liado que la pata de un romano. Había un montón de papeleo pendiente que requería de mi firma y muchas decisiones que tomar. También hable con Pinkerton sobre negocios comunes.
Cuando regrese a casa estaba mas cansado que el día anterior con el viaje.
– Para final de mes, nos han invitado a la opera, –y después de una pausa para dar un poco de suspense, añadí–. En Viena.
– ¡En Viena! Genial mi señor, –exclamo entusiasmada.
– He pensado que podíamos irnos una semana. Así conocías la ciudad y podíamos ir a Salzburgo, a conocer la ciudad donde nació Johannes Chrysostomus Theophilus.
– ¿Johannes Chrysostomus Theophilus?, ¿Quién cojones es ese, mi señor?
– ¡Coño con la experta en opera y música clásica!, –la solté con una carcajada–. Pues no te lo digo, averígualo.
– Pues ya ves, –me dijo muy digna–. Lo miro en la Wiki.
Y se fue a mirarlo. A los treinta segundos regreso mas digna que antes.
– Mi señor, no es importante saber que es el nombre completo de Mozart.
– Ya, ya mi amor, pero tu no lo sabias, –la dije para hacerla de rabiar, y a continuación la pregunte–. Por cierto, ¿Qué tal se te da el vals?
– ¿El vals? Mal. Ni idea.
– Pues tienes un problema, porque vamos a ir a la Wiener Opernball, que es el baile mas importante de vals del mundo.
– Pero, ¿No me has dicho que vamos a la opera?
– Y al baile también.
– Pero yo no …
– Ah, por cierto, –la interrumpí–. Presta atención que es importante. La opera es estreno riguroso, necesitaras traje de noche. Yo iré con esmoquin. El baile es de gran gala, necesitaras un traje apropiado que no sea blanco. Yo iré de frac.
Hice una pausa para que fuera asimilando lo que la decía. Esther me miraba con la boca abierta.
– ¿Mi señor va a ir frac? No tienes.
– Me lo tengo que hacer, es obligatorio, –y añadí–. Una semana antes de salir tienes que tener los vestidos preparados para mandarlos, junto con mi ropa y tus joyas, al hotel con un envío de seguridad. Es importante Esther.
Cuando nos fuimos a la cama Esther todavía estaba en shock y me di cuenta que mientras me duchaba había estado investigando por Internet.
– Mi señor, me he enterado que para asistir a ese baile hay que tener mucha influencia, que no va cualquiera.
– No te preocupes, ya esta todo previsto. De todas maneras es cuestión de dinero, no de influencias.
– No sabia que tuvieras tanta mano en Austria mi señor.
– La suficiente mi amor, pero las manos que mas me interesan son estas, –y enseñándola las mías empecé a pasárselas por la espalda.
Inmediatamente me rodeo el cuello con sus brazos y sus labios encontraron los mios. La levante del suelo y sus piernas rodearon mi cintura. La sujete bien y la penetre arrancándola gemidos de placer. Durante un rato largo estuve fallándola mientras la mantenía en el aire. Cuando se corrió, me senté en el sillón mientras la mantenía penetrada y deje que ella misma culeara mientras la comía las tetas. Cuando note que me iba a correr, la cogí la cara con las manos y la bese en la boca con pasión desmedida. Después de corrernos, estuvimos largo tiempo abrazados y besuqueándonos.
– Mi señor.
– Dime.
– ¿Quieres que me opere las tetas? –me dejo estupefacto. En ocasiones, Esther tiene cierta capacidad de sorprenderme.
– ¿Para que cojones quieres operarte las tetas? –pude preguntarla al fin.
– Yo no, quiero saber si tu quieres que me las opere mi señor.
– No, no quiero que te las operes.
– Pero, ¿No te gustaría que las tuviera mas gordas mi señor?
– Me gustan como están, –y después de una pausa la pregunte–. ¿Y tu, quieres operártelas?
– Yo quiero lo que mi señor quiera.
– Esther, vamos a dejar este tema antes de que se convierta en una conversación de besugos.
– ¿Pero estas seguro, mi señor? –insistió.
– Si mi amor, estoy muy seguro, –afirme con rotundidad–. ¡Me gustan tus tetas como están!
Los días siguientes fueron intensos para Esther. Habló con una de las monitoras del Gimnasio para que todos los días la diera clases de vals, a las que yo también asistí durante la ultima semana antes de partir para Viena. Encargo los vestidos y tuvo que ir varias veces a probarse. En cuanto a mi frac, fui a la sastrería de la calle Montalbán y me lo prepararon.
Justo una semana antes de partir, me llamo Isabel para quedar, tenia cosas importantes que comentarme. Quede con ella en la oficina, y apareció con Colibrí.
– ¿Bueno que ocurre? –las pregunte un tanto escamado por la presencia de Colibrí.
– No tenemos nada concreto todavía, pero quiero que veas algo, –mientras hablaba, puso sobre la mesa dos fotos grandes que saco de su maletín. Eran de Moncho, en una estaba en un restaurante y en la otra en una entidad bancaria.
– Dos fotos de Moncho.
– Míralas bien, ¿Qué ves? –me dijo Colibrí. Por mas que las miraba solo veía que eran del mismo día y casi de la misma hora.
– Esas fotos como ya has notado, están sacadas el mismo día con media hora de diferencia, –me explicó Isabel–. Son capturas que ha conseguido Colibrí de vídeos de seguridad.
– La primera es del restaurante del Hotel La Mamounia, de Marrakech, –continuo Colibrí–. La segunda es del banco donde trabaja, en Casablanca.
– ¿Cómo es posible? –se me acababa de hacer un nudo en el estomago.
– No lo sabemos, Pinkerton esta al corriente, y varios de sus agentes están investigando en EEUU. Aquí estamos intentando recomponer su historia familiar, pero es complicado. Recuerda que siempre sospechamos que su nombre era falso.
– Hay posibilidad de que el Moncho que tienes encerrado en Tailandia, no sea el verdadero, –me dijo Colibrí.
– No, ese Moncho es el que tiene que estar ahí, –afirme rotundo–. Cuando hable con el en la cárcel, sabia perfectamente quien era yo. Recuerdo que en alguna ocasión, Esther me comento que Moncho tenia unos cambios de actitud terribles, de un día para otro. Como si fuera otra persona.
– Tener un hermano gemelo oculto puede ser muy útil según para que cosas, –afirmo Isabel.
– Isabel, la semana que viene nos vamos a Viena unos días. Cuando regresemos, quiero protección total para Esther. De incógnito, ella no debe darse cuenta de nada.
– ¿No la vas a decir nada? –me pregunto Colibrí.
– No, bajo ninguna circunstancia Esther debe enterarse de lo que ocurre. Al menos por el momento.
Regrese a casa muy preocupado, con la cabeza bullendo como en una olla a presión. Dios, cuando encuentre al segundo Moncho lo voy a estrangular con mis propias manos.
Esther estaba entretenida con sus vestidos, que ya habían llegado. La ayude a acomodarlos en el baúl que trajimos de Milán, junto con mis trajes y sus joyas. Cuando llegaron los de la empresa de seguridad y se lo llevaron, cogí a Esther de la mano y la lleve al dormitorio. Necesitaba liberar tensión y nadie mejor que con ella.
La pille por sorpresa, no se lo esperaba. La quite la ropa sin muchos miramientos y la tumbe en la cama. Me puse sobre ella y la penetre mientras la morreaba con furia. Esta vez la cosa no fue tranquila, la folle furioso, en plan duro que era lo que me pedía el cuerpo. Cuanto mas chillaba Esther de placer, mis movimientos se hacían mas frenéticos. A los pocos minutos Esther ya se contraía y gritaba con los orgasmos. Y yo con mas fuerza la follaba, incluso llegando a temer el hacerla daño. Pero no fue el caso y el deseo me podía. Al final me corrí gritando como un demente mientras mi amor me sujetaba la cabeza con sus manitas y me besaba en la boca.
– Solo me follas así cuando algo te preocupa mucho, mi señor, –me dijo cuando ya nos habíamos tranquilizado.
– No te preocupes mi amor, son cosas mías.

martes, 15 de mayo de 2012

Putita

Quiero compartir con ustedes el momento de mi vida en el cual decidí lo que quería ser.
Mi nombre es Walter y soy único hijo, mi adolescencia fue muy traumática, siempre con una gran lucha, mi cara exterior quería ser hombre, ante la sociedad siempre andaba jugando con los chicos, me gustaba el fútbol y practicar deportes varios, también tuve un par de noviecitas con las cuales no progresé demasiado.
Pero bien, mi cara interna era diferenta, muy dentro mío se encendían alarmas que no me dejaban tranquilo, no se…. Después de hacer cualquier deporte, cuando íbamos al vestuario a ducharnos no podía evitar mirarle las pijas a todos mis compañeros. Cuando me masturbaba en soledad mis fantasías recurrían a encuentros homosexuales y cuando mis viejos no estaban en casa disfrutaba vestirme de mujer, me ponía las tanguitas de mi vieja y algún portaligas que encontraba bien escondido luego de hurguetear un rato, tomabas sus pinturas y me pintarrajeaba todo. Es mas, siempre terminaba metiendo algo en mi ano para masturbarme, alguna zanahoria, algún desodorante, siempre había algo. Pensaba en lo lindo que hubiera sido tener concha, lástima no poder elegir…

Así fue que los 18 años me sorprendieron aun virgen, aún sin decidir que es lo que me gustaba. En esa época había empezado a cursar la facultad y ahí conocí a Mariano, lo apodaban ‘manguera’ se imaginarán por que, bueno, yo también lo imaginé en ese momento, era alto, cabello castaño y ojos marrones, una cara muy masculina, tenía un cuerpo muy trabajado, usaba unas remeras muy ajustadas que marcaban unos hermosos pectorales, y mostraba unos bíceps prominentes. Yo me sentía profundamente atraído por el, así que discretamente fui entablando una relación, tenía cuatro años mas que yo y comencé a acompañarlo a donde pudiera, partidos de futbol, reuniones, estudiaba con el… que se yo, creo que el adivinó mis intenciones desde el primer día, me dejó hacer, nunca dijo nada.

Una tarde me invitó a jugar al paddle, obviamente que accedí, cuando jugábamos estaba tan concentrado en ver su figura que me ganó por afano. Fuimos a ducharnos, apenas entramos al vestuario Mariano me interpeló: - Loco, vos estás caliente conmigo, no? decime la verdad…. Me sonrojé y miré al piso, - está bien amigo, no hay problema…
No dijo mas nada y comenzó a desnudarse, yo me quedé inmóvil, miré su hermoso pecho, peludo, sentía mi corazón latir mas fuerte, a punto se salirse del cuerpo, disimuladamente y tratando que no se de cuenta miraba su paquete, esperando que se saque el calzoncillo. El como si nada lo bajó y dejó su intimidad al descubierto, que pija enorme, gruesa, deliciosa, se me hizo agua la boca, toda peluda, bien macha, el solo ver provocó una erección en mi.
Tomó shampoo, jabón y el toallón y se fue a un cubicle a ducharse, abrió el agua de la ducha, corrió la cortina y ya no lo vi mas. Resignado me desnudé también y me metí a la ducha contigua. Estuve unos diez minutos con los ojos cerrados, el agua tibia pegaba en mi cara mientras trataba de acomodar mis ideas, no podía secarme esa verga de mi mente.
La voz de Mariano me trajo a la realidad nuevamente:
Walter, Walter, me escuchas?
Si…., si, que pasa?
No hay nadie no?
No, no, por…
Vos sabés… tengo un problema….
Qué te pasa?
Asomate, mirá…

Me asomé y entendí, tenía la pija erguida, gigante!

Dale, vení!

Sin dudar me cambié junto a el, me tomó de los hombros y me hizo bajar, no podía creer el monumento que tenía ante mis ojos!!! – desde ahora serás mi putita
Mientras miraba su verga incrédulo me dijo:

Suficiente putita? 27 x 7, pura carne de primera calidad…

La tomé primero con una mano rodeando su cuerpo marcado por gruesas venas, era tan gruesa que al rodearla no alcanzaba a cerrar mi mano sobre ella, agregué la segunda mano, aun quedaba tronco libre y su cabezota brillante.

Dale putita, que esperás? No es lo que querías? dale, comela toda…

No hizo falta mas, abrí la boca todo lo que pude y me la comí de un bocado, era terrible, era tan grande que se me dificultaba saborearla, las gotas de las lluvia nos seguían mojando, saqué las manos y lo tomé de la cadera una a cado lado y usé solo mi boca y mi lengua, me dediqué a lamerla toda golosamente, sus tronco, su cabeza, la dejaba escapar y luego la cazaba nuevamente, me encantaba, hasta que el se cansó del jugueteo, me la metió en la boca, con una mano tomó mi cabeza desde atrás y la empujaba contra el, la sentí muy adentro, en mi garganta, hasta darme arcadas, pero no me importaba, si podía me la comía hasta el estómago, con la otra tomó el pedazo de tronco que le quedaba libre y comenzó a masturbarse. Me acomodé bien, me aseguré, puse mi lengua por debajo y lo acompañé rítmicamente, adentro, afuera, adentro afuera, adentro afuera, estaba muy excitado, a esta altura me estaba masturbando, busqué el ritmo para gozar el máximo, quería que me acabe al mismo tiempo que yo acabara.
Y lo conseguí, lo noté arquearse y contraerse, cerró los ojos y exclamaba – dale putita! dale putita!. Con tanta carne en la boca solo pude exclamar un mmm! mmm! mmm! A medida que iba saltando mi leche, estaba alucinado, y antes de terminar llegó el esperma caliente de mi amigo, apreté mas los labios para darle el máximo placer, rápidamente mi boca se llenó del jugo delicioso, tragaba y tragaba pero me desbordaba, el me sacó la pija de la boca y su leche siguió saltando un buen rato, se pajeaba, contenía y saltaba, una, dos tres veces, me llenó la cara, los ojos, la nariz el pelo…

Pasado el momento nos cambiamos en silencio, y nos fuimos sin decir mucho mas, sin comentarios de lo sucedido. Esa noche no podía conciliar el sueño, aún sentía el sabor de su leche en mi boca, me masturbé para tranquilizarme y poder dormirme.

El día siguiente en la Facu todo fue normal, nuestra relación fue como siempre hasta que dijo con un guiño de ojo – venite esta tarde a casa, así estudiamos un poco y siguió como si nada…. Me saltó el corazón de golpe

Estaba tan excitado que llegué a su casa mas de una hora antes de lo acordado. toqué timbre, nada, insistí, nada, insistí mas, nervioso y desesperado. – Pasá! escuché –está abierto. Entré presuroso al comedor, - ahí voy gritó desde la pieza – estaba durmiendo.
En unos minutos apareció como un mono, desperezándose y arrascándose la cabeza, solo tenía un slip ajustadísimo celeste, y estaba envergado, no pude sacar la mirada de ahí, parecía una serpiente escondida…
No aguanté y dejando los libros sobre la mesa dije:
Puedo?
Puedo qué?
Si puedo chupártela de nuevo
Ja! ja! te gustó?
Me encantó! dale, me dejas?
No putita, hoy no vas a chupar nada, no te invité para eso, desnudate que ya vuelvo

Se fue para la cocina, desnudate? dijo desnudate?, le hice caso, mi pija ya estaba dura. Apareció nuevamente rascándose el culo y con un pan de manteca en la otra mano y dijo
Agachate, dame los cantos
Qué? No pensarás meterme esa pija en el culo, ni se te ocurra…
Callate!!! Que sabes putita

Al tiempo que decía esto me obligaba a inclinarme, me excitaba de solo pensar que me iban a desvirgar la cola, lentamente fue poniendo manteca en mi agujero, estaba fría al principio, luego se ajustaba a mi temperatura, así fue poniendo mas y mas, jugó con un dedo, luego dos, luego tres, los sentía dentro de mi culo. Cuando me tuvo listo agarró oto poco de manteca y untó su mástil, yo lo miraba goloso no terminaba mas….
Todo lubricado se sentó y me dijo – vení, sentate arriba mío y maneja el ritmo hasta que te acostumbres, me acomodé dándole la espalda, apoyé mis brazos rígidos en sus muslos y me fui dejando caer, el la mantenía erguida y yo fui aproximando lentamente mi esfínter hasta llagar a ella. A continuación tuve un trabajo terrible, aspiraba fuerte, contenía la respiración y bajaba un haciendo fuerza, apenas entraba un poquito mi esfínter dolía mucho, aflojaba para que se relaje y volvía a probar, una y otra vez, era difícil dilatar tanto. Lentamente se iba acomodando, milímetro a milímetro fue cediendo con mucho dolor. Todo terminó de repente, Mariano se cansó de esperar, cuando yo estaba aflojando, el con sus dos brazos les pegó a los míos hacia fuera sacando mis apoyos, con lo que perdía el equilibrio y caí ensartándome hasta el fondo
Aaaaaayyyyyy! … que dolor, hijo de puta!!!! sacala!, sacala! que me duele…
Ya está putita, ya entró toda… decía haciendo tiempo con la pija en mi culo

Me mantuvo y no me dejo salir, hasta que mi ano se acostumbró al intruso. Me relajé y lentamente empecé a subir y bajar hasta acostumbrarme, lentamente, muy lentamente, me dolía demasiado pero me encantaba. Así estuve un buen rato, respiraba profundo y llevaba el ritmo, me masturbaba disfrutando esa pija en mi culo, dale y dale….
Mariano se cansó de esta posición, me hizo salir y me hizo poner en cuatro patas, - abrite bien putita, me dijo mientras me acomodaba en el piso. No tardo en venir, recibí toda su carne en el orto, todo lo que podía soportar… y empezó a darme a toda velocidad, yo gritaba de placer como una verdadera puta, me estaba matando, me rompía el orto sin piedad, por ahí la sacaba toda y la metía de golpe, la sacaba toda y la metía y así seguía.

De pronto paró, - me estoy por acabar dijo, - vamos a la cama….
Lo seguí, el culo me dolía terriblemente…. Me hizo acostar y me puso la almohada bajo la cola, me levantó las piernas mientras yo apuntaba el miembro en mi agujero y me lo enterró todo otra vez, me hizo gritar de nuevo, yo gemía mas y mas, mientras el me bombeaba yo me masturbaba con una mano, mientras que con la otra había agarrado la mitad de su pija que no entraba en mi culo y lo masturbaba a el….
Me acabo putita…
Yo le gané nuevamente, mi pija empezó a largar leche, lo sentía hermoso, las contracciones de mi orgasmo hacían justamente, que mi esfínter dilatado se contraiga rítmicamente sobre su pija que seguía entrando y saliendo, mi leche saltó como nunca lo había hecho antes, mi pecho recibía mi propio líquido mientras yo gritaba sin pausa.
Otra vez unos segundos mas tarde, su pija se puso mas dura y mas dura, me concentré en masturbarlo con ritmo, asegurándome de tirar bien atrás su piel, para que su cabeza estuviera desnuda en mi interior. Miré su cara cuando explotaba, su semen entraba en mi ano que hermoso! mas y mas… sacó su pija y terminó lo que faltaba sobre mi, como acababa! Tiró su leche en mis bolas , en mi pija, en mi ser…. Cuando terminó apoyó su verga contra la mía y jugó un rato…
- Te gustó putita?
- Me encantó!! quise besarlo en la boca pero me separó
- No te confundas… solo sexo…
No me importó, me agaché y le chupé la pija un buen rato, había manteca, leche, sabor a mi, mientras mis dedos jugaban con el terrible crater que me había dejado mi amigo…

Bueno, así decidí de que lado quería jugar, hoy con 60 años muchos hombres pasaron por mi cama, perdí la cuenta, pero créanme, nunca mas disfruté una pija como la de Mariano.

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domingo, 13 de mayo de 2012

Cintia y Judith

Les cuento que soy una persona que siempre me he considerado heterosexual, de hecho, a mis casi 35 años pasé por dos relaciones de parejas estables que duraron varios años, mas otras tantas de algunos meses y varias putitas que pasaron por mi cama.
Nunca me gustaron los hombres pero si asumo que siempre sentí una gran atracción por los travestis, me gustaba pasar horas frente a la pc mirando fotos y videos.

Un día, en mi soledad, decidí tener una experiencia, que tenía por perder?. Por suerte tengo una muy buena posición económica, así que el dinero no importaba, podía pagar lo que quería cuando quería.
Seleccioné por Internet varias candidatas, tenían que reunir algunos requisitos, un cuerpo extremadamente femenino, una pija bien grande, lencería y pedía limpieza, puntualidad, nivel y plena disposición. Al final, las seleccionadas fueron Cintia y Judith, en breve las describo.

Para ese día hice reservé una de las mejores habitaciones en uno de los mejores hoteles y le pasé la cita a las chicas, puse la plata y listo.
Esa tarde, cuando llegué en la recepción me dijeron que una de las señoritas había llegado y me esperaba en la habitación. Subí presuroso por el ascensor, las transpiración corría por mi frente y mi corazón parecía salirse del pecho, llegué, abrí la puerta presuroso y ahí estaba ella, recostada en la cama sobre un lateral, Cintia era de tez morena, el cabello recortado, cortito, sus orejas descubiertas lucían unas argollas enormes, grandes ojos negros de mirada penetrante y labios carnosos, toda vestida de negro, un corsé calado y sin breteles apenas podía contener sus pechos, un porta ligas sostenía unas hermosas medias de nylon y unos finos zapatos taco aguja charolados, centré mi vista en su diminuta tanguita transparente, no entendía donde guardaba el arma…. Ella se dio cuenta y sonrió, charlamos un rato y abrimos un champagne a la espera de Judith.

No pasaron mas de diez minutos cuando ella tocó la puerta, la hice pasar, tenía un abrigo que casi le llegaba a los tobillos, algo escondía, su cabello pelirrojo enrulado llamaba la atención, sus bucles llegaban casi a su cintura, unos grandes ojos azules y un centenar de pecas poblaban su cara regordeta - perdón, preguntó, - llego tarde?, - no, respondí, - de hecho recién empezamos. Mientras decía algunas palabras mas, se fue alejando y dejando caer el abrigo, guau! exclamé, un pequeño culotte de licra rojo apenas tapaba la piel bronceada de su terrible culo, sus piernas estaban cubiertas con medias de red bucaneras del mismo color y unas botas de altos tacos llegaban a sus rodillas, su espalda solo estaba cubierta por su enrulado cabello.

Dejó el abrigo sobre un sillón y cuando giró casi me muero, sus dos terribles tetas siliconadas estaban al descubierto, hermosas, dos enormes aureolas bordeaban sus pezones, las sacudió y me preguntó – te gusta papito?
En eso Cintia me tomó desprevenido y me dijo – basta de palabras, a sacar la ropa! y comenzó a desnudarme, Judith se sumó de inmediato y me dejaron como Dios me trajo al mundo, estaba muy excitado, tenía temblores, la colorada se quedó abajo y comenzó a chuparme la verga, que bien lo hacía, mientras yo apreté el culo de la otra y la besé profundamente.
Me llevaron a la cama y me recostaron, ahora ambas me chupaban la pija, primero una, luego la otra, que bien lo hacían! No podía resistirme, sentía que me acababa, ellas se besaban profundamente y de tanto en tanto interponían la cabeza de mi pija mientras me masturbaban, por Dios! un chorro saltó sobre mi abdomen, y otro, mi pija se chorreó toda… - ya está? Dijo Judith decepcionada, - tan rápido?, - esto no termina, agregó Cintia.

De hecho, ellas se incorporaron y empezaron a matarse entre ellas, besos profundos de lengua y abrazos, me limpié rápido con las sábanas y me sumé al festejo, bajé a los pechos de Judith y comencé a devorarlos, no me alcanzaban las manos para agarrarlos, también Cintia había liberado los suyos del corsé y disfrutaba de ellos, mas pequeños pero hermosos también, me enterré entre los cuatro pechos, me asfixiaba….
La morena me susurró al oído – no queres chuparme ‘la conchita’?

La excitación se apoderó nuevamente de mi y mi verga volvió a endurecerse, sin decir nada bajé hasta arrodillarme a su lado, acaricié su paquete y lo besé por sobre la colaless, tomé la tanga por los elásticos y la bajé de golpe, su verga aprisionada saltó como un resorte, impresionante! La contemplé, estaba totalmente depilada, enorme! La acaricié con mi mano, tiré hacia atrás su prepucio hasta dejar su cabeza expuesta, no medía menos de veinte centímetros…. Me relamí y llevé mi boca hacia ella, goloso me la metí adentro hasta el fondo de la garganta, luego comencé a masturbarlo con la mano sobre la base del tronco mientras le relamía la cabeza y la recorría con la lengua de arriba abajo.

Tan concentrado estaba que había perdido de vista a Judith, de repente sentí su voz – yo también quiero! miré de reojo, se había sacado el diminuto culote y dejaba su pija dura a mi alcance, no dudé, la tomé con la otra mano y puse mi boca en ella, a diferencia de Cintia, solo había dejado en su pubis una delgada línea de bellos colorados, sus testículos lucían hermosos, su verga era un poco mas corta, pero terriblemente ancha y venosa, haciendo honor a su nombre noté que estaba circuncidada.
Así seguí un buen rato, una mano en cada una y chupando ambas, ó alternaba ó las juntaba y lamía ambas al mismo tiempo.

Aunque no quería dejar de chupar, Judith se alejo y se recostó boca abajo sobre la cama, - quien me hace la cola? preguntó, sus anchas caderas quedaron a la espera, su piel bronceada solo dejaba una diminuta marca blanca de una cola less que el sol no pudo penetrar. Mientras yo miraba Cintia me ganó de mano y se acomodó sobre ella, en unos instantes la estaba penetrando, la colorada gritaba como una putona. Esta vez no me quedaría afuera, sin decir nada me acomodé sobre el culo de la morena, que pedazo de orto que tenía! Ella se detuvo un instante para facilitarme el acceso, lubriqué su anillo y le metí la pija hasta el fondo, se deslizó sin resistencia. Así estuvimos un rato, ambas gritaban disfrutando la pija que se estaban comiendo.

Cambiemos, pidió la colorada, me hicieron acostar mirando al techo, y Cintia se puso sobre mi en posición 69 y otra vez me chupaba la verga, estaba alucinado, tomé sus cachetes con mis manos y le abrí el culo aun dilatado por mi verga, lamí sus testículos depilados y por último me puse la pija caliente en la boca, ella simulaba cogerme suavemente, era muy grande, por ahí empujaba demasiado y me hacía mal. A todo esto Judith se acomodó sobre ambos y se la enterró en el orto y así seguimos, como gritaba Cintia!

Cuando la colorada se cansó de bombear se retiró y el culo de la morena me tapó la visual. Mientras le lamía su miembro erecto miraba como le había quedado el agujero dilatado, calculo unos tres ó cuatro centímetros, aunque quería no podía cerrar su esfínter.
Percibí que Judith ahora me chupaba los testículos mientras la otra seguía con mi pene, la excitación volvió a subir en mi cuando la colorada me levantó las piernas y su lengua se fue deslizando a mi ano, la otra desde arriba me trabó con sus brazos mientras sentía un gel frío que me lubricaba la entrada.
Ahora si! pensé quería una pija en mi culo, estaba a punto de perder mi virginidad anal.

Mientras seguía chupando Judith apoyaba su miembro contra mi agujero y empezaba a forzar lentamente, empujaba y aflojaba, una y otra vez, dándome tiempo a que se relaje, apreté fuerte las sábanas y poco a poco mi esfínter fue cediendo ante el intruso, que hermoso dolor! era tan gruesa que sentía que me destrozaba!!
Cuando al fin venció mi resistencia, se verga se deslizó dentro de mi ano y empezó a culearme, yo estaba satisfecho y mi pija estaba flácida, así que Cintia la dejó tranquila y se concentró en mi lamida.
Así siguieron, me hacían resoplar como un toro, la colorada dijo – te voy a rebalsar el culo de leche, su pija se puso mas y mas dura hasta que estalló dentro mio, disfruté sintiendo como me llenaba mi ano.

Judith se retiró y quedó fuera de juego, mas relajado ahora me concentré en Cintia, me metía la verga tan adentro que no podía sacarla, en realidad tampoco quería, deseaba sentir el sabor de su esperma. De repente su verga se puso mas dura, lo sentí llegar, le metí dos dedos en el culo y empuje su miembro bien adentro, hasta mi garganta. Mientras gemía sentí un chorro que se fue directo a mi estómago, luego se retiró un poco y seguí chupando su cabeza mientras llenaba mi boca de leche, largaba mas de lo que podía tragar… algo se rebalsó por mis labios. La morocha salió disparada, me dio vuelta y me la metió de golpe en el culo, aun estaba saboreando y tragando su leche…. me dio un rato hasta que su miebro dijo basta.

Cuando todo terminó nos bañamos y muy satisfecho pagué lo acordado, quedamos en repetir el encuentro, pero nunca se materializó, volví a mi rutina, fue la primera y última vez, guardo un recuerdo hermoso de ese encuentro…

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viernes, 11 de mayo de 2012

mafioso5

Unos días después de mi último servicio, “El Calvo” me llamó para que nos reuniésemos y explicarme el siguiente trabajo.

En este caso, Lola y su marido Fran, eran los deudores. La diferencia con otros casos es que a ellos les habían tendido una trampa, cuyo objetivo final era disfrutar de la mujer.

Fran había sido un fuerte empresario años atrás, pero la crisis le había llevado a perder la mayor parte de sus negocios. En la actualidad, ejercía como intermediario en la compra venta de solares.

Clemente y Santiago eran otros dos propietarios de empresas. A diferencia de Fran, éstos habían aprovechado la crisis a su favor. Santiago, además, había sido gerente de la empresa de Fran, pero decidió abandonarla para iniciar un proyecto en solitario que a la postre resultó acertado. No obstante, a pesar de la ruptura laboral entre ambos, no hubo nunca problemas entre ellos y sus encuentros posteriores fueron cordiales.

Un día, Fran recibió una llamada con el objetivo de adquirir un solar para la instalación de un supermercado. Cuando supo lo que buscaban contactó con varias personas hasta que dio con la empresa de Santiago y su socio, Clemente, que tenían lo que estaba buscando.

Le ofrecieron el solar, aunque a cambio debía de aportar una fuerte cantidad que le sería devuelta una vez que se hiciera efectiva la compraventa, bien por Fran o por la persona a quien él cediera los derechos.

Las deudas ahogaban a Fran, por lo que con su liquidez, no alcanzaba para dar la el anticipo para firmar el contrato de arra. Esto hizo que acudiesen a “El Calvo” para que les aportase la cantidad faltante.

El resto es fácilmente imaginable. El contacto que representaba al supermercado desapareció y Fran no pudo hacer frente al pago al usurero. Por otra parte, el plazo para formalizar la compraventa terminó y el importe de la señal lo perdió.

Los dos socios eran unos nuevos ricos. Caprichosos, obtenían siempre lo que querían, y ellos mismos habían aconsejado a Fran que acudiese con su esposa, a quien conocían de un par de años atrás, a pedir el dinero al prestamista. Santiago siempre había deseado a Lola, y cuando Clemente la conoció, sus gustos coincidieron. La belleza de la mujer, unido a su sofisticado estilo y la presunta fidelidad total que ella destilaba, volvía locos a aquellos dos hombres.

Después que “El Calvo” me informara de todo lo que necesitaba saber, me reuní con los que iban a comprar la deuda. Eran dos hombres listos y morbosos y su mala fe en el método empleado hacía que el propio matrimonio, con la señal que había dado para la adquisición del solar fuera quien financiase el regocijo de los dos socios.

Por su parte, Fran y su mujer, Lola eran un matrimonio tradicional. Sabía casi todo de su vida. Ella una mujer preciosa de 35 años, emparejada desde muy joven con Fran, tres años mayor que ella.

Quedé con ellos el domingo a mediodía, cuando salieron de misa. Les acompañaban sus dos hijos de 5 y 8 años, Raul y Quico. Cuando los vi supe que no era un matrimonio de las mismas características que el mío, o de los que habíamos disfrutado. Se les veía muy buena gente, ajenos a las maldades del mundo del que ahora estaban rodeados.

Enseguida, en cuanto comenzamos a hablar, me ofrecieron varias alternativas. Ellos querían liquidar la deuda, pero de momento les resultaba imposible.

Me limité a hacer mi trabajo y puesto que estábamos a 10 de octubre, y el día 12 era fiesta los convoqué a una reunión, seguida del espectáculo, para la noche del día 11, donde les comenté que podrían liquidar su deuda. El matrimonio se limitó a darme las gracias.

Al día siguiente, un coche los llevó a la casa de Santiago, donde se celebraría el encuentro. Nosotros nos habíamos reunido un par de horas antes. Supe allí que ya habían comprado alguna deuda anteriormente a “El Calvo”, por lo que conocían bien el proceso.

La casa era enorme. Un chalé unifamiliar, con dos entradas. El coche entró hasta la puerta principal, donde el matrimonio se bajó para después, el vehículo, abandonar la finca.

Comenzaba ya a hacer fresco, por lo que Santiago había caldeado la casa con la calefacción. Los invitó a pasar dentro, hasta llegar a un salón rústico que daba a la parte trasera de la casa. Había varios trofeos de caza colgados en las paredes, tres sofás con una mesa baja al medio, una alfombra de piel, y una mesa de comedor con seis sillas, además de un par de sillones de color negro que parecían haber salido de alguna sala de juntas. Sin duda era el salón de ocio de Santiago, mucho más informal que la sala principal de la casa.

Fran y Lola, a pesar de la faena que les habían hecho los empresarios se mostraron con buen carácter, él saludó con un fuerte apretón de manos y ella con una sonrisa de oreja a oreja les dio dos besos a cada uno.

Lola era una mujer castaña, con una larga melena que recorría toda su espalda, delgada y con un pecho voluminoso. Aquella noche iba vestida con un traje de chaqueta, gris, con rayas. Los pantalones eran de pinzas, con bolsillos mientras que la chaqueta era de cuello vuelto, con aleta. Había que ser muy femenina para que aquella ropa resultase estilosa para una mujer. A ella le sentaba estupendamente.

Nos dirigimos hacia el centro, donde estaban colocados los sofás. El matrimonio se sentó en uno, el anfitrión en otro y Clemente y yo, en el tercero.

Por su cara de alivio en la reunión supuse que su pensamiento era que los empresarios le devolverían el dinero y podrían hacer frente al pago al usurero. Comencé hablando yo para exponerles la situación.

- Lola, Fran. “El Calvo” os prestó un dinero que deberíais haber devuelto ya hace un mes. Esto no se ha producido y de momento no vemos posibilidad que lo podáis reintegrar.

El matrimonio se mantenía serio, escuchando atentamente lo que les decía.

- Esta pareja de empresarios, Clemente y Santiago, a quienes ambos conocéis, han decidido pagar hoy el importe que debéis. Yo estoy aquí para asegurarme que esta misma noche saldáis esa deuda.
- ¿Cómo vamos a hacerlo? No tenemos el dinero – Respondió inocentemente Fran.
- Verás. Estos dos hombres están muy interesados en hacer esta noche una fiesta, con vosotros como protagonistas, sobre todo con Lola.
- No entiendo
- Te lo explico. Lola y tú, estaréis esta noche a disposición de ellos. Han pagado una fuerte suma. Por supuesto podéis negaros, pero “El Calvo” se enfadará.
- ¿Estás hablando que Lola tenga relaciones sexuales con ellos?

No contesté, aunque mi cara les respondió afirmativamente. El matrimonio se echó las manos a la cabeza.

- Esto es de locos. ¿Cómo puedes pensar que vamos a hacer eso que me estás pidiendo? No me importa que me pase nada, no tengo nada que perder. Que me asesine ese mafioso. Me da lo mismo. Nos marchamos de aquí. —Contestó ella.
- No hace falta que llaméis al coche. Saldremos fuera y llamaremos a un taxi. – Añadió Fran.
- Pensé que ellos nos devolverían el dinero que nos robaron.
- No robamos nada, sólo diste una señal para la compra del solar que al final desechaste.

No siguieron hablando. Se levantaron y salieron hacia la puerta sin despedirse de los dos mecenas. Atravesamos la casa, les devolví sus abrigos y acompañé al matrimonio a la puerta, no sin antes advertirles del riesgo que corrían. Les recomendé no enfadar al usurero e incluso les expliqué que mi esposa y yo pasamos por aquella situación hacía pocos meses.

Les recordé el nombre de sus hijos, Raul y Quico. “El Calvo” sabía todo sobre ellos. Les leí una serie de detalles que casi nadie conocía sobre sus hábitos. Ellos palidecieron.

- Estaremos aquí una media hora. Si cambiáis de idea podéis volver. De lo contrario se considerará roto el trato.

Volví a la casa dudando si volverían y así se lo hice saber a los mecenas. Mientras tomamos algo para hacer un poco de tiempo. Unos veinte minutos después, el matrimonio, con un rostro compungido, estaba de nuevo en la puerta de la casa. Fran se excusó.

- Nuestros hijos son lo más importante en nuestra vida. Nunca nos perdonaríamos que les pasara algo por nuestras deudas. ¿Qué es exactamente lo que deberíamos hacer?
- Conozco a Fran desde los trece años. Jamás estuve con otro hombre. Siempre nos han parecido abominables las historias de tríos, intercambio de parejas y demás barbaridades. Para nosotros, lo que nos pedís es una aberración.
- Si os sirve de consuelo, yo debía a “El Calvo” una cantidad varias veces superior a la vuestra. Tres ex empleados míos compraron la deuda. No tuvimos alternativa. Nos odiaban a ambos. Pagamos nuestra deuda en dos veces de la misma forma.

Les expliqué, sin entrar en demasiados detalles por qué aceptamos. El miedo que nos daba ese hombre del que se habían oído cosas horribles. Queríamos mucho a nuestros hijos. También les conté que por un sentido de venganza a lo que viví, ahora colaboraba con el mafioso, para cobrar las deudas.

- ¿Podemos hablar con Clemente y Santiago? Cuando él se fue de mi empresa me porté bien con él. Tal vez acepten renegociar la deuda con ellos.
- Por supuesto. Podéis hacerlo. – Contesté sabiendo que aquellos pervertidos cobrarían la deuda a la pareja.

Dejaron sus abrigos en la entrada y les acompañé al salón de nuevo donde se notaba el confort de la calefacción, en una fría noche de otoño, de aquel pueblo residencial cercano a la sierra. Los empresarios quitaron la mesa de centro que estaba situada entre los sofás para que la pareja se colocase en medio.

Los ojos de los dos hombres se dilataban. Algo que habían programado tiempo atrás hoy culminaba. Por fin iban a tener a Lola, en presencia de Fran. Santiago, en situación de superioridad, habló a la mujer de quien había sido su jefe años atrás.

 Santiago. Quiero que lleguemos a un acuerdo para pagar lo que te debemos. Siempre me porté bien contigo. Ahora te pido que nos des un poco de tiempo para pagarte.
 Sólo nos interesa adquirir vuestra deuda si la cobramos esta noche y de la forma que sabéis. Además me estoy cansando y si no os decidís ya, creo que vamos a romper el trato y será problema vuestro como os las apañéis con “El Calvo” que por cierto, creo que emplea métodos muy expeditivos con los morosos y sus familias. Así que iros los dos a tomar por culo, o empezad a saldar la deuda.

La pareja se miró entre sí, y luego a mí. No tenían alternativa. Sus ojos mostraban el miedo a lo que les pudiera pasar a lo que más querían. Santiago siguió hablando…

- Lo que más me gusta de ti, Lola, es tu clase. Estás muy formal, pero sobre todo, preciosa con ese traje de chaqueta. Por cierto…….. ¿Por qué no empiezas por quitártela? Hace calor aquí.

Con rostro serio y sometido desabrochó los tres botones de su americana y se despojó de ella, que dejó encima del sofá que se encontraba libre. Al quedarse con una camiseta bordada negra, de manga larga sus pechos se realzaron aún más. Clemente la ovacionó.

- Realmente preciosa. Ahora, haz lo mismo con tu camisa.

La mujer se mantenía su dignidad, obedeciendo, a sabiendas que su marido estaba allí y sobre todo lo que ambos se jugaban. Era una camiseta sin botones que la mujer sacó por encima de su cabeza.

Los cazos del sujetador, también negro, cubrían los enormes pechos, aunque dejaban a la vista parte de su canalillo.

- Vamos a jugar un poco. Esto está muy soso. Lola, somos cuatro hombres. Fran, Ángel, Clemente y yo. Quiero que pidas a uno de nosotros que te quite los pantalones.

Comenzaba a estar muy nerviosa. Su marido también estaba sofocado. Después de unos instantes, tuve que insistirles.

- Por favor, haré lo que queráis, pero no me humilléis más.
- Que te quede una cosa clara, preciosa. Si esta noche aceptáis liquidar vuestra deuda, será a cambio de que hagáis todo lo que nosotros digamos. ¿Te queda claro? Por cierto, lo que más morbo me da de estas situaciones es fotografiarlas, así que mira al pajarito.

De nuevo se hizo un silencio en el salón. Mientras, Santiago sacó una fotografía a Lola. Sólo el click de la cámara rompió el silencio.

- Fran. Quítame el pantalón.

Ahora su cara comenzaba a estar enrojecida pero seguía manteniéndose firme. Su marido se dirigió hacia ella para soltarle el botón de su cintura y bajar su cremallera. Él mismo tiró de sus pantalones hasta llevarlos al suelo. Su culote negro quedó a la vista de todos.

- Mantengo que eres una mujer preciosa y está mereciendo la pena lo que hemos pagado por ti. Antes que hagamos un receso para tomar una cerveza, vuelve a pedirnos a uno de nosotros que te quite el sujetador.
- Dios mío¡¡¡¡ Qué vergüenza¡¡¡ Quedaros con nuestra casa, vale mucho más. No quiero hacerlo.

Me miraba mientras lo decía, supongo que implorando que fuese yo quien parase todo aquello. Lo hubiera hecho, pero estaba envuelto en la situación al igual que ellos aunque mi posición fuese distinta. Santiago volvió a fotografiar.

- Por favor¡¡¡ Fotos no¡¡ ¿Qué vais a hacer con ellas?
- “El Calvo”, cuando vende las deudas, ofrece como reclamo tomar fotografías como recuerdo. En realidad podríamos hacen con ellas los que nos diera la gana, pero quedarán en mi colección privada. Venga. Deja de quejarte y elige al que te quitará el sostén.

De nuevo todos callaron, esperando que Lola hablase.

- Fran. Quítame el sujetador.
- Alto, alto. Fran ya ha intervenido en este juego. Ahora has de elegir a otro.

El trago para la mujer era aún mayor. Se desplomó y comenzó a llorar con fuerza. Miró a su marido y después a mí. Sabía que yo sería el elegido, ya que odiaba a los otros dos. Tardó unos segundos y Clemente volvió a preguntar.

- Lola, ¿quién quieres que descubra tus tetas?
- Ángel – Respondió entre lágrimas.

Me levanté para situarme detrás de ella. Solté el broche y contemplé su espalda que quedó marcada al liberar la hebilla metálica que cerraba el sujetador. La mujer agarró las gomas y lo retiró por sus brazos para desnudar sus pechos.

Se lo retiró rápidamente y de inmediato sus manos se dirigieron a sus senos. El dueño de la casa fue quien continuó hablando.

- Lola. Ve a la cocina. Coge una bandeja, cuatro vasos, unas cervezas y los snacks. Trae todo aquí.

Con sus pechos tapados fue hacia la cocina, En el tiempo que ella hacía el recado, los dos socios comentaban de manera divertida y humillante para Fran lo que pensaban de Lola.

- Esta tía está buenísima. Estoy deseando que traiga las cervezas para seguir.
- A mí me tiene a mil. Tiene diez polvazos. Qué suerte tienes¡¡¡ Fran.

El marido sólo negaba con la cabeza. La mujer volvió a la sala, con la bandeja, que la llevaba por encima de sus pezones para ocultar sus mamas. Llegó a donde estábamos y quedó parada en el lugar dónde se encontraba antes.

- ¿A qué esperas? Sirve las cervezas. – Ordenó el anfitrión.

La mujer dejó la bandeja sobre la mesa y mientras con su brazo derecho tapaba sus pechos, con la mano izquierda colocó los vasos y sirvió posteriormente las cervezas. Después volvió a colocarse en el centro.

- Lola. No me gusta que te tapes las tetas. Queremos verlas. Con tus manos no eres capaz de ocultarlas del todo. Tienes unas peras enormes.

Hizo caso omiso a las peticiones de Santiago. No se movía, permanecía impasible.

- Si no retiras tus manos, te colocaré unas esposas. Recuerda que estás aquí voluntariamente. Ambos lo estáis. Si no estás de acuerdo con las condiciones, puedes irte.

La mujer humillada, quitó las manos de sus pechos y los estiró para que pudieran contemplarlos. En ese momento, Santiago procedió a fotografiarla de nuevo.

- Eres una mujer preciosa. Jamás había visto unos pezones tan negros, además llevas una ropa interior muy estilosa. ¿Llaman culote a ese tipo de braga, verdad?

No contestó tampoco. Ahora fue Clemente quien se levantó y empezó a caminar en círculo sobre ella. Intentó besar su nuca y tocarle los pechos pero ella se zafó como pudo.

- Dejadme. Por favor os lo pido¡¡¡¡
- Ahora debes decidir quién quieres que te baje las bragas. Recuerda que sólo quedamos Santiago y yo. que me llamo Clemente, por si quieres elegirme a mí.

Su socio rió a carcajadas y se levantó también para acercarse a ella. Comenzó a tocarla el culo y a meter la mano por la parte trasera del culote.

- Vamos Lola. Decídete. Elige.
- Por favor. ¿Qué os hemos hecho para que tengáis que humillarnos así?
- En realidad nada. Sólo es una fiesta privada. Disfrutamos de lo que hemos pagado.
- Dile a “El Calvo” que acabe conmigo y dejadla a ella. – Imploró el marido.
- Sabes bien que él nunca te haría nada a ti. – Contesté.

Los dos hombres continuaron acosando a Lola que seguía sin pronunciar un nombre. Movían los elásticos de las bragas, incluso separaban varios centímetros la parte delantera para mirar por debajo.

- Se acabó el tiempo. Di el nombre de uno de nosotros o se terminó el juego.

Fue Santiago quien pronunció las últimas palabras y el miedo, la vergüenza y la venganza hacia él´, hizo que ella eligiese a su socio.

- Clemente.
- Bien¡¡¡¡ Sabía que me elegiría a mí.

El afortunado se sentó en el sofá, colocando en frente de él a Lola, de pie. Se tomó su tiempo, acarició su cintura para tomar los laterales de su culote y empezar a bajarlo lentamente hasta llegar al suelo.

- Precioso. Una mujer muy higiénica. No tiene ni un solo pelo en el coño. Totalmente depilado.

Cuando dijo esto la giró bruscamente para que quedase desnuda ante nosotros y pudiéramos verla. Efectivamente, no llevaba nada de vello y su raja se contemplaba perfectamente. Las manos del hombre agarraban sus muñecas para impedirle tapar su cuerpo. Después, se dirigió hacia su sexo y comenzó a acariciarlo, llevando su dedo hacia su abertura y pasándolo de arriba abajo.

- Hemos pagado mucho dinero por pasar este rato con tu mujer. ¿Qué crees que deberíamos hacer ahora? De momento, creo que lo primero es tomar una foto interesante. Lola, por favor, siéntate¡¡

Santiago trajo un sillón negro que colocó entre los sofás. La mujer hizo lo que le ordenaron y se sentó en él. Intentaba ocultar sus pechos y sobre todo su desnudo sexo.

- Aparta tus manos, abre tus piernas todo lo que puedas y sobre todo déjanos que fotografiemos tu precioso coño rasurado.
- Por favor ¡¡¡¡¡¡¡¡¡ ¿Por qué me hacéis esto? Por dios, noooooo.

Viendo que sus súplicas no llevaban a ningún sitio, hizo lo que le ordenaron. Su cabeza se inclinó hacia atrás, intentando ocultar su vergüenza cerrando los ojos y no mirando a ninguno de los que allí estábamos. Sus pezones estaban totalmente erectos fruto de la tensión que sufría. La mujer separó completamente las piernas, apartó sus manos dejándolas sobre sus muslos y quedó expuesta a los flashes que inmortalizaban la humillación de la que era víctima.

Fran le miró a la cara. Evitaba dirigir sus ojos hacia ella. Lola lloraba abundantemente y él lo hacía en silencio. Santiago se desnudó totalmente y volvió a cogerla de la mano para llevarla a una silla. El hombre se sentó e hizo que ella se situase encima de él.

Posó sus manos sobre el culo y empezó a sobarlo y a apretarlo para que sus dos sexos se encontrasen. Ya sin ningún pudor tomaba con su boca los pechos, pasando su lengua, amasándolos con sus labios y dientes. De vez en cuando pasaba la mano entre las piernas ya que su vagina totalmente expuesta, estaba abierta y a su libre disposición.

Ella imploraba mientras que Fran no decía nada. No miraba. Sólo escuchaba los jadeos y súplicas de su esposa que sabía que aunque su mente estaba bloqueada, su cuerpo no tenía otro remedio que ceder a los caprichos de su antiguo empleado.

No llegó a penetrarla. Sólo la acarició y sobó durante unos minutos que le sirvieron para excitarse aún más. Ahora fue su socio quien le tomó las fotos para su álbum particular. Volvió a agarrarla del brazo y la sentó de nuevo en el sillón donde antes la habían retratado para volver ahora a hacer lo mismo..

- Fran. Estás muy callado. Quiero que ahora elijas entre tres acciones y dos nombres. Pero antes, una fotografía de su culito. Me pone.


El hombre miró extrañado a su accidental acreedor. Este levantó a la mujer y la colocó en uno de los sillones.

- Ponte de rodillas sobre la silla, preciosa. Vamos a inmortalizar tu culito. Eres una monada.

El pelo de Lola caía sobre su espalda hasta casi tocar su trasero. Le tomó varias imágenes en el que se veían el trasero y la espalda de Lola para posteriormente seguir hablando con Fran.

- Vas a entender enseguida lo que quiero. Las acciones son: Mamar, follar o sodomizar. Y los nombres: Clemente o Santiago.

El matrimonio, al unísono comenzó a llorar e implorar sabiendo lo que se le venía encima. Fue él quien les rogó que parasen aquel absurdo juego.

- Dejadlo ya. Jamás hemos hecho daño a nadie. Dejadnos en paz.
- Contigo no voy a tener la paciencia que con ella. Di de una puta vez el acto y el nombre o terminamos el trato. – Replicó Santiago con voz enérgica.
- Fóllate de una puta vez a mi mujer, cabrón.—Explotó llorando.
- Así me gusta. Que el marido ponga orden.

Santiago se acercó al sofá que estaba más alejado de la pared. Tiró de él y se abrió haciéndose una cama. De forma ruda tiró a Lola sobre ella.

La mujer llevó las manos temblorosas a su cara. No podía soportar lo que estaba viviendo. Volvió a recordarme la situación que había vivido yo personalmente, en mi casa unos meses atrás.

Le ordenó que separase sus piernas. En aquellos momentos sabía que ya aceptaría todo con tal de que terminase cuanto antes.

Santiago situó sus caderas entre las piernas de la mujer. Cogió su pene y lo apuntó a la vagina. De un envite seco se introdujo dentro de ella.

- Mira como me estoy follando a tu mujer. ¿Te gusta mirar?

Fran no decía nada. Tampoco miraba. Sentado en el sofá, su cabeza miraba al suelo. Estoy seguro que tampoco escuchaba los lamentos de Lola que intentaba defenderse con su mente puesto que su cuerpo estaba entregado a pagar la deuda que por una estafa, habían contraído.

La boca del hombre buscaba la de la mujer. Sus labios y lengua recorrían toda la parte de su cuerpo donde éstas podían llegar.

Sus movimientos eran muy bruscos, toscos. Bufaba como un toro y su respiración era agitada. De repente, en una embestida, se quedó clavado dentro de ella dando por finalizada la relación sexual con Lola.

Para ese momento, Clemente ya estaba totalmente desnudo y de nuevo se dirigió a Fran, que continuaba sin levantar la cabeza.

- Ahora me toca a mí. Dime qué prefieres. Tu mujer puede chupármela o yo metérsela por el culo.

El hombre empezó a llorar de forma tan desconsolada como su mujer. Clemente siguió hablando.

- En realidad ambas prácticas son más humillantes que una penetración vaginal. Por otro lado, el sexo anal podría resultar más doloroso para ella aunque seguro que consideraréis más íntimo realizar una felación.

Fran no hablaba. Miró de reojo a su mujer pidiéndole ayuda. Fue un hecho del que sólo yo me di cuenta. Ella, al observarle se giró en el sofá, y con un movimiento quejicoso levantó ligeramente su pompi, dándole la respuesta a su marido.

Sabía que en cualquier caso era humillante tener que decirlo, pero se armó de fuerzas.

- Clemente, prefiero que se lo hagas por detrás.
- Vaya, nunca lo hubiera esperado. Un marido que quiere que porculicen a su mujer.

El hombre se situó en el sofá recién convertido en cama. Tomó de las caderas a la mujer y la levantó, quedando a cuatro patas, estilo perro. Ella se dejaba caer, por lo que decidió hacerlo tumbada.

Recordé cuando me hicieron separar los cachetes de Belén para que el cabrón de Jorge pudiera disfrutarla. Al menos Clemente no lo hizo. Fue el mismo quien separó su ano y con cierto esfuerzo introdujo su miembro en él.

Vi como Lola agarraba la tela del sofá y la mordía con fuerza, pero no gritó. El hombre, casi en cuclillas metía su pene en el recto.

Observando su cara, sabía que no podría durar demasiado y así fue. Santiago, por su parte, ya estaba vestido por lo que pensé que la fiesta había terminado y me alegraba por la pareja, por el mal rato que había pasado.

- Bueno. Ahora queda una mamadita. Invitaremos a Ángel, que ha hecho posible este encuentro.
- No gracias, yo no participaré.

Lola era preciosa y en ciertos momentos me había excitado al verla, pero no me sentía bien haciéndolo. Mi sorpresa fue mayúscula al ver que quería más. Nunca me hubiera permitido hacerles aquello.

- Fran. Tienes dos opciones. Tu mujer ha de hacer una felación. Puede hacértela a ti o a uno de nosotros dos. Elige de nuevo.

En este caso la elección estaba clara. No quería que su mujer se entregase a ninguno de ellos por lo que quedó desnudo de cintura para abajo.

Su miembro era considerable y me sorprendió que estuviera en parte empalmado.

- Espero que no tardes mucho, ya que sino la tomaré yo. --- Dijo Santiago.

Ella mostró todo su arte al ser su marido. Imagino que sabía dónde tocar con su lengua. Bastaron dos minutos de fuertes lametones para que él se corriera. Lola la sacó de su boca y siguió sacudiéndola hasta que vació a su marido.

- No ha sido tan difícil. Hemos estado cuatro horas y habéis pagado una deuda de varios miles de euros. Os ha resultado rentable. Sólo una cosa más. Antes que te vistas, Lola, quiero que Ángel nos haga unas fotos contigo.

Me encargué de inmortalizar con bastantes imágenes. Todas con Lola, completamente desnuda junto a los mecenas. Después de un cuarto de hora más, y cuando consideraron que era suficiente y dieron por terminada su particular fiesta, llamé al chofer y el matrimonio salió de la casa a esperarle.

Los empresarios se vanagloriaban de lo bien que lo habían pasado y lo barato que les había resultado. Todo había estado premeditado desde el principio.

- Con la señal que nos dio para la compra del solar hemos adquirido la deuda a “El Calvo”, pagado la comisión al supuesto comprador y aún nos queda una suma para comprar otra deuda. Así que Ángel, ya sabes, ve buscando. Lo mejor es que si el exige que se haga el pago, nadie se niega. Todo el mundo lo teme.

Me sorprendió la crueldad de los dos hombres, aunque más su último comentario cuando iba a salir de la casa.

- Sabes Ángel. Belén tu mujer es preciosa. Estuvimos a punto de comprar vuestra deuda, pero tus antiguos empleados se nos adelantaron. Qué pases una buena noche.

Salí de casa malhumorado. Afortunadamente, ellos no fueron quienes adquirieron mis
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