viernes, 2 de septiembre de 2011

EL IMPERIO DE LOS SENTIDOS

El Imperio de los Sentidos es un club al cual se accede solo si se reúnen algunas condiciones indispensables.
La primera y mas difícil es tener los contactos necesarios.
Llegar al conocimiento de su existencia solo se logra a través de un boca a boca tan exclusivo que apenas unos pocos miles de escogidos lo logran en todo el mundo.
La segunda es tener la disponibilidad económica de poder abonar una cuota anual sideral y por último contar con el tiempo necesario que implica trasladarse hasta sus instalaciones y pasar allí el tiempo escogido.
Pero, y siempre hay un pero, las satisfacciones que allí se obtienen son absolutamente únicas en su tipo.
El proceso de selección es largo, minucioso y sobre todo secreto hasta para el futuro interesado.
Los socios pueden proponer posibles candidatos, los cuales, sin saberlo, son estudiados en diferentes cuestiones como su educación, su salud, sus costumbres, sus gustos, y , por sobre todo, su confiabilidad.
Si la administración considera que el candidato reúne todas las condiciones necesarias, recién ahí se autoriza al socio a iniciar los contactos, sutilmente para lograr un nuevo fichaje.
La lógica sobre la cual se basa el principio del Imperio es tan sencilla como efectiva.
Lo explicaré con un ejemplo, cualquier hijo de vecina puede masturbarse a las apuradas en un baño, pero si busca un momento propicio, crea un ambiente adecuado con música , luz tenue, alguna vela aromática, y comienza a acariciarse suavemente prolongando todo lo posible el inevitable final, deteniéndose, volviendo a empezar y finalmente goza de un espectacular orgasmo, tendrás la diferencia entre un simple pajero y un bon vivant del sexo.
El Impero explota esas sutilezas al máximo posible, crea ambientes, fantasías, y no lo duden, placenteras realidades.
Toda su organización, estructura, integrantes, tanto estables como asociados, persiguen un claro y único objetivo, explorar y obtener placer alrededor de actividades sexuales.
Elizabeth, mi esposa, y yo tenemos una vida social muy activa. Ambos profesionales, en distintos rubros, exitosos, se podría decir que dedicamos energía por partes iguales tanto a los negocios como a los placeres.
Tal vez en otra oportunidad les cuente como es que llegamos a ser parte de tan selecto club, solo diré, que fue a travéz de Elizabeth que nos contactaron por primera vez.
Desde que eramos novios, hace de esto unos años, nuestra vida sexual disto mucho de ser tradicional.
Nuestros espíritus libres y curiosos por naturaleza, en todos los ordenes, nos llevaron a abrir nuestro abanico de placeres mucho mas allá de lo que hubiera recomendado nuestra educación occidental y cristiana.
A simple vista somos una pareja de lo mas tradicional y educada, pero en la intimidad podemos entregarnos sin culpa a las actividades mas insospechadas por la mayoría de los humanos, lo cual no nos impide alternar relaciones absolutamente “normales”.
Lo que nunca falta en nuestra relación es la pasión y el amor profundo, yo amo a Elizabeth con locura. Y ella siente lo mismo por mi.
Esta seguridad y compromiso mutuos siempre nos permitió tener la certeza de que ningún placer al cual nos entregáramos pondría jamas en duda esos sentimientos.
El Imperio de los sentidos fue creado y es manejado por un matrimonio de hedonistas absolutamente entregados a conocer, desarrollar y estudiar (si se quiere), las mil variaciones posibles del placer sexual.
Todo sucede en una villa en las afueras de Roma. Su exacta ubicación es un secreto, ni los mismos socios la conocemos, .simplemente somos llevados allí, cómodamente pero a obscuras.
El lugar es enorme, y su personal estable consta de decenas de personas dedicas en cuerpo y alma a dar y recibir lo que allí se obtiene en su máxima expresión, los placeres sexuales mas variados, mas completos y exclusivos que la mente humana pueda imaginar.
Cuando finalmente obtuvimos la confirmación de haber sido aceptados, accedimos a profuso material informativo, de cuales eran las posibilidades a las que podríamos acceder y cuales nuestras obligaciones en relación al club, como por ejemplo un absoluto y total secreto.
Un gran y lujoso libro, forrado en cuero, con el nombre “El Imperio de los sentidos” tallado en letras doradas nos daba un pormenorizado catalogo de las opciones.
El primer capítulo denominado “El Imperio de los placeres”, nos contaba con lujo de detalles, el como y por que de su creación.
Una reseña histórica hasta la actualidad, de su desarrollo y crecimiento.
Una pormenorizada descripción de sus instalaciones, y por último, lo mas importante, la filosofía de la relación que existe entre todos los miembros, estables o visitantes.
En el Imperio nadie “trabaja”, todo el mundo participa en cuerpo y alma de las actividades que elige desarrollar.
De no cultivar ferreamente esta idea, el Imperio no sería mas que un burdel extremadamente lujoso.
Pero en cambio, descubrimos que es un lugar en el mundo y en el tiempo donde lo mas importante es dar placer al otro y como consecuencia irremediable obtener el propio tanto y cuanto uno esté dispuesto a lograr.
Los siguientes capítulos detallaban las distintas temáticas a abordar, no excluyentes, sino mas como un indicador de las mil variantes posibles .
Como por ejemplo “El Imperio de las multitudes” describiendo orgías realmente impresionantes.
“El Imperio de los hombres”, o “El Imperio de las mujeres” largas jornadas de sexo homosexual.
“El Imperio del dolor”, para quienes obtuvieran placer a partir del dolor físico.
“El Imperio del cuero”, “El imperio del Látex”, etc. etc; en fin es increíble ver, así en forma de lista, las variantes a travéz de las cuales podemos obtener placer.
Elízabeth y yo siempre fuimos muy orales en nuestra relación, y no me refiero a la oralidad de las palabras, bastara decir que hemos pasado tardes enteras tan solo teniendo sexo con nuestras bocas, besando y sorbiendo nuestros cuerpos hasta obtener orgasmos indescriptibles, sin siquiera una fugaz penetración.
Cuando volteamos una hoja y leímos “El imperio de los sabores” a ambos nos corrió un escalofrío por el cuerpo , ella apretó apenas perceptiblemente mi mano con la suya y supimos inmediatamente que esa era nuestra primera opción.
La foto que ilustraba era subyugante, un pubis femenino en primerísimo plano con una cereza perfecta, roja, apetecible descansando sobre el vello.
Una sola frase al pie de la foto: los cuerpos mas deseables nos darán los sabores mas deseables.
Seguimos recorriendo el resto del libro pero la decisión ya estaba tomada.
Las últimas páginas estaban en blanco, incitando al lector a proponer una temática interesante y novedosa que no estuviera listada.


Era marzo y ambos sabíamos que hasta por lo menos julio no tendríamos posibilidad alguna de contar con el tiempo necesario.
Pero nos concentramos en nuestras tareas y planificamos todo como para disponer de por lo menos tres semanas libres para viajar a Italia, sede del Imperio.
La segunda semana estaría toda dedicada al Imperio, por lo que con nuestros contactos iniciamos todos los preparativos y reservas.
Debo decir que la intriga y la curiosidad iban en aumento a medida que pasaba el tiempo, pero nos obligamos, sin decirlo, a disminuir los encuentros sexuales, como si quisiéramos reservar toda la energía para lo que estábamos por conocer.
Como he dicho Elizabeth y yo hemos experimentado distintas variantes sexuales, hacia mucho ya, habíamos incorporado regularmente la lluvia dorada y desde hacía algún tiempo coqueteábamos descaradamente con el sexo escatológico, sin que pasara por momento mas que de frases, promesas o provocaciones. Conociéndonos, se que era solo cuestión de tiempo para que la realidad concreta desalojara a la fantasía.
Pero entonces apareció en nuestra vida el Imperio, y ya nada volvería a ser igual. Intuitivamente abandonamos esta incipiente búsqueda sabiendo que en poco tiempo más daríamos rienda suelta a las mas impensadas fantasías.
Ya fijadas la fecha de la estadía, la duración y el tema elegido, nos restaba designar a nuestra “madrina o padrino”.
Un integrante del personal permanente del Imperio, que estaría con nosotros durante toda la estadía, no a nuestro servicio, sino en calidad de anfitrión, atento a todas nuestras inquietudes y necesidades, pero en calidad de participante, a la par.
No todo el personal compartía todas las actividades, parte del éxito de la experiencia residía en que quienes participaran de una temática la disfrutaran. De esta manera nadie tenía que “actuar” un rol.
Si por ejemplo, un hombre estaba en la nómina de los posibles padrinos de un encuentro gay, era porque decididamente disfrutaba todo y cuanto podía plantearse en una relación homosexual.
Después de una noche estudiando candidatos nos inclinamos por Diana, una italiana de belleza clásica, de cuerpo exuberante, amplísima sonrisa, pechos voluptuosos y caderas prominentes. En cuya descripción figuraba la provocativa habilidad del mejor y mas perverso sexo oral imaginado. Ademas hablaba perfectamente el castellano haciendo mas fácil nuestra comunicación ya que nuestro italiano necesitaba de mucho ejercicio aún.
Por fin el 3 de julio por la tarde partimos hacia Roma en vuelo con escala en Madrid.
Al llegar, al otro día, nos alojamos, como en anteriores viajes en el Excel Roma, en la Via Degli Scolopi.
Teníamos una semana por delante, por lo que nos decidimos a hacer turismo tradicional.
El miércoles por la noche, mientras nos terminábamos de arreglar para salir a cenar, un llamado nos sorprendió desde el loby, era Diana que venia a presentarse y a ponernos al corriente de algunos detalles.
Bajamos en unos minutos, con cierto nerviosismo y curiosidad.
Las imágenes que habíamos visto de ella se quedaban absolutamente cortas. Era bellísima, con ojos almendrados, nariz perfecta, pelo negro lacio, brillante, con un flequillo que juguetonamente caía sobre sus ojos.
Nos presentamos y la invitamos a cenar, a lo cual ella acepto.
Pedimos un coche y nos dejamos aconsejar sobre donde ir.
Hablamos de algunas trivialidades y finalmente entramos en tema, nos hizo saber que era necesario que pasáramos el viernes por un consultorio, ya predeterminado, a hacernos las ultimas revisiones medicas obligatorias.
Esto lo conocíamos de antemano, y era parte de la tranquilidad que nos brindaba el Imperio. Que contaba en sus instalaciones con una enfermería completa, con cuatro profesionales médicos, en guardias rotativas y un laboratorio propio para análisis clínicos muy avanzados.
Nada estaba librado al azar, no era cuestión de buscar placer y encontrar enfermedades, de esta manera todo estaba bajo control.
Ningún integrante del personal, ni asociado podía tener menos de 25 años de edad o poseer la mas mínima dolencia física. Al mas pequeño resfrío, eran separados temporalmente hasta su restablecimiento.
Era obvio que nos caíamos bien los tres, pero mas evidente fue la impresión que Elizabeth le había causado, casi que se la comía con los ojos.
Al mas puro estilo italiano las palabras brotaban graciosamente de su boca y se le notaba una sincera excitación.
A decir verdad la imagen que brindaba Diana era de una mujer extrovertida pero casi inocente, imposible adivinar en ella el volcán de lujuria que mas tarde descubriríamos que guardaba.
Al poco tiempo de haber reservado el turno de nuestra visita recibimos información sobre las actividades que paralelamente harían otros socios en esa misma semana.
Nos daban así la oportunidad de solicitar alguna participación, previa autorización de los o el organizador.
No fue nuestro caso, pero según Diana, dos mujeres que, acompañadas por sus parejas estaban envueltas en otras actividades, al enterarse de la nuestra habían pedido participar, por lo menos la primer noche.
Nos dió una descripción bastante precisa de quienes y como eran y por supuesto ni Elizabeth ni yo nos negamos a que se sumaran.
Nos contó del revuelo y entusiasmo entre quienes se proponían para “El Imperio de los sabores” ya que salvo alguna que otra participación secundaria, nunca antes había sido elegida como actividad exclusiva y mucho menos por una pareja durante toda una semana.
Nos reímos acotando que seríamos gustos conejillos de Indias.
Después saco de su cartera un pequeño cuadernillo, se lo entrego a Elizabeth pidiendo que lo leyéramos mas tarde en soledad.
Terminamos de cenar, brindamos y tomamos otro coche que nos dejo de regreso en nuestro hotel.
Nos despidió con un suave beso en los labios a ambos , diciendo que nos recogería el próximo domingo a las 18hs. Acto seguido dio media vuelta y se marcho.
Elizabeth y yo nos quedamos parados viéndola marcharse sin poder casi reaccionar, casi... porque al instante volamos a nuestra habitación, nos arrancamos la ropa y cojimos como energumenos, hasta caer rendidos.
A la mañana siguiente pedimos el desayuno en la habitación, y mientras lo tomamos comenzamos a revisar el cuadernillo que Diana nos dejara.
Al abrirlo, nos encontramos una carta manuscrita de la misma Diana que decía mas o menos:
Queridos Pablo y Elizbeth: les estoy muy agradecida por haberme elegido como anfitriona. Sepan que la temática que disfrutaran es de mis favoritas, por lo que buscar vuestro placer, sera encontrar el mio propio. Ni un instante durante vuestra estadía duden un segundo en pedirme lo que sea. Trataré de hacerlos sentir de la mejor manera posible y lograr que esta primer visita al Imperio sea una semana inolvidable para los tres.
Encontraran en estas paginas solo algunas ideas básicas, escojan las que quieran y envíenme mañana su elección a mi mail, podre así prepararlos con el tiempo y la dedicación que merecen. Pero por supuesto no son las únicas posibilidades y cualquier inquietud o fantasía que quieran comunicarme será fielmente tenida en cuenta.
La primer noche sera muy especial ya que con la bienvenida intentaremos que nuestros paladares degusten la mayor variedad posible . Habrá tiempo después, para profundizar en cada detalle.
Hasta el domingo, con ansiedad, Diana.
No diré cuales fueron nuestras elecciones, de todos modos ya las conocerán, pero si que había que indicar, para conocimiento de nuestros partenaires el nivel de compromiso o intensidad que estábamos dispuestos a explorar. Marcamos sin dudarlo y de común acuerdo el máximo posible, acotando, como provocación, que lo que consideraran exceso seria para nosotros un buen punto de partida.
Definitivamente estábamos destapando una olla de cuyo contenido aún, creo, no eramos totalmente consientes.
Una característica que teníamos en común, Elizabeth y yo, era que una vez lanzados a una aventura solo salíamos satisfechos al alcanzar el máximo de posibilidades.
Ésta, seguramente, no sería la excepción.



Elízabeth Meghan MacKenzie es natural, abierta y felizmente bisexual.
Supe de su gusto por las mujeres antes aún de saber que también gustaba del sexo masculino.
Perdonen que me aparte un instante del relato principal pero creo pertinente que conozcan a esta exótica mujer, dueña total y absoluta de mi fascinación y enamoramiento.
Bióloga de profesión, con maestría en biología marina, nació y se crió en el seno de la única familia escocesa del poblado galés de Gaiman, en la provincia de Chubut, patagónia Argentina.
Solo un escritor como Walter Scott podría describirla adecuadamente.
Aunque torpemente, igual lo intentaré. De 1,78 m. de altura, pelo largo, rojo como el infierno, piel transparente tapizada de pecas y ojos celestes, su rostro es eternamente aniñado, contrastando con su presencia formal y elegante.
La natación desarrollo su cuerpo convirtiéndola en una especie de escultura viviente tallada por algún genio renacentista.
La primer vez que oí hablar de ella, fue de boca de mi prima e intima amiga Verónica, con quien compartió estudios universitarios y con quien vivió, por un corto tiempo, una romance absolutamente desbordado.
La historia total merece otro capítulo del cual prometo no obviar ni una coma.
Pero volvamos al presente.

El resto de la semana no volvimos a hacer el amor, ni siquiera a rozarnos, ya bastante teníamos ambos que lidiar con nuestra libido fuera de control.
Paseamos, compramos, dormimos mucho, en fin, tratamos de matar el tiempo que nos separaba del domingo.
Nos morimos de risa cuando caímos en la cuenta que parecíamos dos adolescentes a la espera de perder la virginidad.
Con puntualidad inglesa, el domingo 10 de julio, sonó el teléfono de nuestra habitación, anunciando que una limo nos esperaba en la entrada.
Ascendimos encontrándonos a una Diana radiante, sonriente, iluminada.
El primer saludo fue tímido, casi formal, nos sentamos enfrentándola y apenas el coche inició la marcha, los cristales obscuros taparon absolutamente la visual hacia el exterior. Diana comenzó con su gracioso parloteo. Elizabeth me miró con una sonrisa pícara, levanto los hombros como diciendo que le vamos a hacer, e inmediatamente se incorporo, cruzando el espacio que las separaba para tomar su rostro firmemente con ambas manos y dándole un largo y húmedo beso, que la dejo, por lo menos por unos minutos, callada y mas sonriente aun, si aquello fuera posible.
Afuera hacían por lo menos 36 °C. pero el interior de la limo estaba gloriosamente refrigerada, no obstante lo cual Diana no paraba de beber, agua, gaseosa, mas agua, y nos convidaba continuamente abriendo el bar muy bien nutrido del habitáculo.
Aceptamos alguna cerveza, pero la curiosidad me llevo a preguntarle por que bebía tanta cantidad.
Diana se sonrojó, bajó la cabeza y dijo casi como entre dientes
es que me estoy preparando para la noche.
Ahí caímos, lo que estaba haciendo la muy pícara era llenar la bodega para poder descargarla con nosotros mas tarde.
Me separe un poco de Elizabeth en el asiento, le tendí la mano y la traje para sentarla entre los dos. El resto del viaje continuo así, pegados y comenzando a romper el hielo.
A pocos minutos de llegar nos hizo un pedido, quería ser ella la protagonista de nuestra primer fantasía, en realidad si no lo hubiera pedido ella, nosotros sin dudarlo lo habríamos hecho.
Sentimos que el coche se detenía, los vidrios obscuros comenzaron a bajar y nos vimos ante un inmenso y pesado portón de entrada al predio donde pasaríamos los próximos siete gloriosos días.
Diana nos condujo a nuestra habitación, en el tercer piso, acomódense dijo, a las 10 los paso a buscar, teníamos algo mas de una hora.
Nos duchamos, acomodamos el equipaje, y comenzamos a vestirnos para la ocasión.
Lo mio era muy sencillo un slip, y una robe liviana, no hacia falta nada mas.
Elizabeth requería un poco mas de producción, la ropa interior negra, con encajes , medias del mismo color cubriendo todas sus piernas, sobre su piel casi trasparente era la perfecta elección para resaltar su belleza.
Sobre este conjunto eligió tan solo un vestido corto, liviano, al cuerpo, color metalizado, por sobre todo fácil de desvestir. Finalmente en sus pies unas sandalias bajas clásicas, también negras.
Otra vez con puntualidad Diana llamo a la puerta, traía una camisa corta, blanca, transparente, apenas hasta la altura del ombligo, dejaba ver sus soberbios pechos en plenitud, falda muy corta de jean, y sandalias de cuerda atadas casi hasta la rodilla, ya de lejos olía a gloria.
Nos condujo por pasillos y escaleras hasta llegar a nuestro destino. Atravesamos un arco, sin puerta, con pesadas cortinas y entramos en un salón muy amplio, cálidamente iluminado.
De camino nos contó que Mercedes una de las invitadas, no iba a participar casi en ninguna actividad en conjunto, observaría la mayor parte del tiempo y jugaría su propia fantasía, previamente acordada.
El centro de la sala era dominada por una pesada mesa ratona, muy amplia, de madera laqueada blanca, mismo color de los amplísimos sillones dispuestos alrededor y formando un irregular círculo.
Contra una pared había una cama, inmensa, como lo eran todas las camas en el Imperio, pensadas para albergar mucho mas que a dos.
Cerca de ésta, una barra con su respectivo bar detrás, a simple vista muy bien provisto.
En el otro extremo, sin ninguna separación física del resto del salón, casi en una esquina se formaba un baño completo, habitáculo para ducha, lavatorio, water y bidet, todas piezas finísimas, de mármoles exóticos.
Cerca un estante alto dejaba ver decenas de juguetes sexuales de la mas variada especie, sobresaliendo en numero diversos tipos de consoladores.
El resto de la ambientación se completaba con taburetes, sillas, muchos espejos, y obras de arte.
Los decoradores habían sabido integrar y amalgamar todo de una manera muy natural dándole un aspecto acogedor aun considerando las dimensiones y lo ecléctico del equipamiento.
El piso bajo los sillones y la mesa estaba cubierta por un grueso nylon transparente, para preservar la madera de posibles “manchas”.
En el sillón mas alejado de la mesa, solitaria, ya estaba Mercedes una española mas bien baja, con unos quilos de más calzando unas ajustadas, altas y brillantes botas de cuero negro.
La chaqueta, sin mangas, también de cuero dejaban escapar unos rollitos no demasiado sexies. Completaba su vestimenta una bombacha blanca grande, mas bien antigua. Sobre el sillón a su lado tenia otro par de botas de cuero tan brillantes como las propias, pero aparentemente mas largas.
Al otro extremo de la mesa, sentadas y charlando de manera animada estaban Cindy y Faith, ambas estables del Imperio y que pasaré a describir.
Cindy es una mujer Australiana de aproximadamente 26 a 28 años, de cuerpo equilibrado y mas bien menuda, sobresale por su increíble culo, parado, firme, como si fuera de acero. Rostro muy bonito, con ángel, da la impresión de ser muy divertida. La ropa de Cindy brillaba por su inexistencia, estaba total y absolutamente desnuda.
Faith en cambio, una Nigeriana de por lo menos 1,80 de altura, es la mujer de piel mas negra que he visto en mi vida, delgadísima, estilizada, estaba inmersa en un catsuit de red color natural. Exótica y tentadora por donde la vieras.
Estas dos mujeres serian en principio las responsables de brindarnos el plato fuerte de sabores a partir simplemente de sus cuerpos. Para ello, desde hacia unos días estaban planificando su dieta con los profesionales del club. Nosotros seriamos los gourmets que juzgáramos el resultado.
Mientras nos estábamos saludando (obviamente el idioma en común era el inglés), entro como una tromba la última invitada, Anja. Polaca, rubia intimidante, preciosa, pelo cortado a lo hombre, su rostro es una obra de arte donde sobresalen unos ojos verde esmeralda cuya mirada te traspasa descaradamente. I'm so hungry, casi gritó.
Una musculosa de algodón blanca, ajustada, marcaba los aros que atraviezan sus pezones, oscuros, enormes.
Su cuerpo todo esta tatuado, con mil figuras y colores, Completaba su ropa con unos shorts deportivos cómodos y una tanga del tipo hilo dental roja.
Apenas se sentó muy cerca de las chicas, pareció como que todo su ser entraba en calma, relajándose.


Apenas nos estábamos poniendo cómodos, estudiándonos un poco, tratando de romper el hielo,entro silenciosamente otra mujer, paso por detrás nuestro yendo directamente hasta el bar, tomo una bandeja, la cargo con siete pequeñas copas de licor y se acerco a nosotros, saludo, apoyo la bandeja en la mesa y esperó que Diana nos dijera que íbamos a comenzar por el primer sabor de la noche y que era precisamente el primer sabor que todos habíamos degustado al inicio de nuestras vidas.
Curioso vi como esta mujer simplemente bajaba su remera hasta la cintura dejando libres sus grandes tetas. Blancas, surcadas por mil venitas, los pezones parecían hinchados, rojos, a punto de explotar y un poco húmedos. Diana le alcanzo la primer copa y sencillamente la acerco a un pezón y comenzó a masajear. Al instante empezó a llenarlas de leche, blanca , abundante.
No le costo ningún esfuerzo llenarlas todas, Diana nos alcanzo una a cada uno, a excepcíon de Mercedes que declinó la invitación.
El sabor no me era exrtraño, solo que hacía años no lo probaba, de Elizabeth en sus tiempos de lactancia.
Tenía ahora otro significado.
Dirán que estoy loco pero después del primer sabor dulce, muy dulce, parecía dejarte un reflejo como de menta. Seguramente fue un efecto buscado con la dieta.
Por ahora esto no tenía nada de erótico ni excitante, pero convengamos que cumplía fielmente los postulados de probar sabores brindados por los cuerpos.
Mejor me pareció la imagen de Anja, prendida firmemente a la teta y succionando como un lactante furioso.
La mujer hizo una pequeña mueca de dolor, en su apetito, Anja la estaba mordiendo mas de la cuenta.
Cuando finalmente pareció saciarse, dio dos chirlos en la cola de la matrona y le indico la salida.
Fue gracioso, nos arranco una carcajada, y Anja se paso la mano por la boca como un borracho después de un trago de Wisky.
Inmediatamente Diana me pidió ayuda para traer mas copas desde la barra, esta vez mucho mas grandes.
Lo hicimos y sin mucho preámbulo Cindy y Faith se dedicaron a llenarlas con su orina.
Elizabeth tomo rápidamente la primer copa que tenía cerca y le dio un gran trago. Mantuvo el líquido en su boca moviéndolo como para degustarlo.
Se acerco a mi y me ofreció su boca llena para que yo la compartiera.
Las demás mujeres comenzaron a tomar, algunos sorbos unas, tragos mas largos otras, otra vez Mercedes no fue de la partida, simplemente miraba, comenzando a tocarse la concha por encima de la bombacha.
De a poco fuimos tomando confianza y calor. Las chicas jugaban con la orina en sus bocas y la dejaban resbalar por sus cuerpos, se mojaban, se escupían y chupaban.
La habilidad que tenían para llenar las copas y cortar el chorro una vez llena era admirable.
Me acerque con mi copa vacía a Faith, poniéndola a su alcance para que la llenara. El olor y sabor de ambas era terriblemente diferente, mas suave Cindy, fortísimo Faith.
Volví a vaciarla saboreando, dejándola un rato en mi boca antes de tragarla.
Anja cruzo el espacio que las separaba y fue directo a la boca de Elizabeth para compartir todo el liquido que llevaba. Se quedaron un buen rato probándose mutuamente.
Las que permanecían con alguna prenda puesta la tenían empapada, ya a esta altura, las chicas nos habían regado con bastante líquido si bien parecía lejos el momento de que se acabara.
Diana se desprendió la camisa, sin sacársela, con una toalla se seco el pecho y se subió sobre sus rodillas a la mesa.
Parecía que el momento había llegado, Cindy sin mediar palabra, entendió y se subió, parada, también a la mesa, buscaron el centro, Diana se inclino un poco hacia atrás, ofreciendo sus tetas en primer plano.
Cindy se le arrimo de espaldas, dejando el culo en perfecto ángulo para descargarse sobre ella.
Todos nos quedamos quietos, callados, no queriendo perder detalle.
Un minuto eterno paso sin novedad, Cindy no hacía ningún esfuerzo visible, Diana tomaba desde abajo sus tetas como para ofrecer una mejor superficie.
Finalmente comenzó a brotar, los 10 centímetros de altura que las separaban se unieron por un fino chorro de mierda que caía como una catarata. Empezó a acumularse hacia arriba, sobre las espectaculares tetas de Diana. Parecía no querer terminar nunca, pero por fin se detuvo.
Cindy pujo un poco y el último chorro se estrello un poco mas arriba que el resto. Como podía una chica tan menuda descargar semejante volumen de mierda?.
Dio un saltito hacia adelante y se bajo de la mesa, con naturalidad se pasó un dedo por el ano, limpiando un poco que le había quedado pegado, con la misma naturalidad se llevo el dedo a la boca y comenzó a chuparlo.
Se acomodó junto a Faith y mientras se acariciaban siguieron atentamente la siguiente escena.
Diana pasaba el brazo izquierdo por debajo de sus tetas como para no permitir que nada se resbalara, manteniéndolas en alto, con la mano derecha empezó a esparcirla suavemente.
Respiró profundo, como queriendo atrapar el perfume de alguna rara flor, con los ojos cerrados, se la veía extasiada.
Por mas grandes que fueran sus tetas, la cantidad de mierda alcanzaba como para esparcir una capa muy gruesa, acumulando mayor cantidad en la parte de arriba.
Elizabeth no pudo más seguir de espectadora, se incorporó, de frente a Diana y comenzó suavemente a ayudarla en la tarea de cubrir todos sus pechos. Se miraban a los ojos, se deseaban, cumplida esa tarea Diana se miro las palmas, rebalsantes, y las apoyo firmemente contra el pecho de Elizabeth.
Siempre pensé que Elizabeth tenia un clítoris imaginario en cada pezón, apenas rozarla era abrir la puerta a la lujuria, ella misma encontró siempre difícil de explicar semejante nivel de sensibilidad, simplemente se dedico toda su vida a gozarla.
Así que el contacto de las palmas de Diana con esos pezones erectos hizo el efecto esperado, la subió a una ola encrespada de calentura.
Diana giro la cabeza y con la mirada me dijo, bueno, acá esta tu fantasía, Me acerqué, lentamente aproximé mi boca a su busto, contrariamente a lo esperado el olor no me resultó desagradable, con la punta de la lengua busqué llegar hasta su pezón, la primer sensación fue la de estar hundiendo mi lengua en una mousse, amarga hasta lo impensado, tibia.
Abrí la boca todo lo posible y como si fuera a morderla para cortar un trozo la cerré, despacio, sentía como me inundaba, mis dientes llegaron a su piel y me retiré, apenas un poco, buscando la dureza del pezón, ah si apreté un poco mas. Diana lanzo un gemido, no de dolor, me separé y busque su boca, que me recibió hambrienta, las lenguas luchaban por entrar lo mas profundo posible, por buscar la sensación mas intensa. No se cuanto duró ésto, pero cuando por fin nos separamos, Elizabeth desde el costado tomo mi lugar y por un momento las vi devorarse. Pasé una mano por una teta de Diana, la llene lo que pude y lo esparcí sobre un pecho de Elizabeth, repitiendo la faena anterior. Los siguientes minutos, no tengo idea cuantos, pasaron así, enfrascados los tres en una lucha boca a boca por dar y recibir placer, sensaciones, sabores.
A nuestro alrededor, mientras tanto, la cosa seguía así: Mercedes en solitario, con la bombacha apenas corrida, maniobraba un importante consolador sin perder detalle de lo que los demás hacíamos.
Cindy, de alguna manera había logrado cagar un poco mas, cosa que disfrutaban muy apasionadamente Faith y Anja.
Esta última se fue un instante hasta un aparador donde tenía preparado un adminículo para su uso.
El artefacto en cuestión consistía en una especie de plato o bandeja, con un consolador recto, de proporciones atemorizantes fijo en su centro.
Simplemente lo puso sobre la mesa, y mientras Cindy se encargaba de tenerlo inmóvil, subida en cuclillas a la mesa, se lo ensarto, previa lubricación con saliva , salvajemente en el culo.
Uno la veía bajar hasta tal punto que prácticamente lo hacía desaparecer íntegro de la vista.
La cara lo decía todo, estaba gozando de manera descontrolada, gemía, gritaba cosas en polaco que asumí, no eran versos de ningún poema.
Cabalgó así un buen rato, hasta que, después de un sonoro orgasmo, empezó a disminuir el ritmo.
Pero no era el fin, sus fuertes muslos le permitían levantarse hasta dejar el consolador en la puerta del ano, volviendo a penetrarlo. En la segunda o tercer maniobra, comenzó a descargar, en cada subida, una buenas cantidad de mierda sobre el falo.
Al bajar la empujaba hacia el plato inferior. Esto lo repitió hasta que quedó vacía y agotada.
De rodillas junto a la mesa, Cidy y Anja empezaron a pasarle la lengua al consolador, con calma, con gula. Se chocaban las lenguas, se besaban, se pasaban parte del bocado con lascivia, como si estuvieran compartiendo un caramelo.
Después. pidiéndole permiso con la mirada a Elizabeth, me tomo de la mano y me acostó boca arriba en el centro de la mesa.
La deje hacer, formando cuchara con sus dos manos recogió todo lo que pudo del plato y lo untó delicadamente en mi pene y mis huevos.
Cuando estuvo satisfecha del resultado simplemente empezó a chuparme, enérgicamente se devoraba mi miembro parando solo para tragar un poco.
Tuve que recurrir a mis mas probados trucos mentales para no acabar salvajemente en su boca.
Era rogar que esto nunca terminara, y al mismo tiempo rogar que mi pene no explotara en leche.

A ésta altura Mercedes, como todos los demás ardia, en algún momento la espié y pude ver que tenia su bombacha blanca totalmente sucia.
Faith se calzo las botas que habia traido Mercedes y de pié, a su lado parecia aún mas alta y estilizada.
Mercedes simplemente tomo de su bombacha todo lo que había descargado y lo comenzó a untar lentamente por una bota que Faith apoyaba sobre el sillon.
Una vez cubierto el cuero, Mercedes comenzó a lamerlo y a fregar su curpo sontra el mismo.
Ni siquiera tenían contacto entre ellas, evidentemente el fetichismo de Mercedes pasaba por el cuero y, a ello le sumaba una buena dósis de scat.
No supe cuando, pero en algún momento se satisfizo, y simplemente desapareció de la escena, dejandonos a Faith a nuestra disposición.
Mientras tanto yo había, increiblemente, soportado la faena de Anja sin acabar, aunque a esta altura ya los huevos comenzaban a dolerme.
Prácticamente no había quedado rastro de los respectivos manjares de Cindy y de Anja, devorados o esparcidos en los cuerpos simplemente se habían esfumado.
Tocaba el turno ahora de un nuevo sabor, cuya protagonista principal sería Elizabeth.
Le tocó tomar la posición central en la mesa, y Diana, le alcanzo un bowl de vidrio bastante grande el cual debería sostener en posición necesaria para recoger parte del próximo bocado.
Los entendidos le llaman “Lluvia multicolor”, las proovedoras seían nuevamente Cindy, y Faith.
La primera fue ésta última, por sobre el rostro de Elizabeth, se llevo un dedo a su campanilla provocando un abundante y potente vómito que se estrello de lleno y con fuerza en el rostro de Elizabeth.
Debo decir que la escena era altamente erótica, verlas jugar con esos jugos, pasarselos, probarse mutuamente, era una imágen deliciosamente atractiva.
No pude evitar pedirle a Diana que me diera de beber directamente de su cuerpo, la chupe y saboree hasta casi estallar, provocándole una buena corrida con la lengua.
Tampoco evite unirme a ellas, probar estos nuevos sabores, texturas, de las bocas, de las pieles, ya estabamos todos mezclados, insasciables.
Cuando al fin dimos cuenta de cuanto nos habían regalado Cindy y Faith, se sumaron silenciosamente tres hombres al grupo.
A mi me toco Diana, me ofreció su cola la cual penetré con fuerza, los demas se repartieron a gusto quedando solo Faith sin un miembro que la penetrara, pero igualmente supo encontrar como satisfacerse apropiadamente.
Pase desde atrás sucesivamente por la vagina y la cola de Diana, eran cálidas, receptivas, estrechas. Un polvo magnifico, lo estiré todo lo que pude, pero a esta altura ya no podía hacer magia.
Al momento de acabar Faith ofrecio su pecho como receptor, y fue recibiéndo la leche de cada uno. Su negrisima piel brillaba con el contraste, y sirvio como plato del cual, las demás, se sirvieron todo hasta dejarla limpia.
Agotados nos fuimos bañanado, poniendonos salidas de baño, y despidiéndonos, hasta... quien sabe hasta cuando?
Diana nos acompaño el camino de regreso a la habitación, lo hicimos sin hablar, cada uno con sus pensamientos. Ya frente a la puerta, nos besamos y dijo, espero que les quede algun resto de ganas, hay un último sabor que tienen para probar, y se despidió.
Entramos, en la cama, como ya dije inmensa, semiacostada, con el torso levantado sobre varias almohadas, yacía una mujer bellisima, de mediana edad, piel cobriza, daba la impresión de ser latina, tal vez Mexicana.
Melena larga, negra, enrulada.
Estaba como distendida, totalmente desnuda, tenía una gran canasta de mimbre a su lado con una variedad de frutos rojos, frutillas, cerezas, frambuesas, etc.
Nos seguia con la mirada mientras nos acercábamos, estiró su mano ofreciendonos una fruta, y, lentamente entreabrió sus piernas, dejando a la vista un frondoso y oscuro vello, del cual, asomaba un inconfundible hilito blanco.
Les garantizo, amigos, que los frutos, esa noche fueron mas dulces y mas rojos que nunca, pero los detalles, se los contaré otro día.

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