lunes, 9 de enero de 2012

ESTHER (capitulo 8)

De regreso a Madrid decidí coger el toro por los cuernos y contarle todo a Esther. El impacto fue terrible y eso que lo suavice todo lo que pude. Se hecho a llorar y no fui capaz de consolarla, se daba cuenta que el hombre con quien esta casada, no solo era un embaucador y un mentiroso, era un ser despreciable, era un monstruo. Hecha un mar de lágrimas se fue al dormitorio y se metió en la cama. Estuve un rato con ella, pero pensé que lo mejor era dejarla tranquila. Ya por la noche, antes de la cena, estaba escribiendo mis relatos para Internet cuando salio de la habitación. Se había puesto una camiseta mía que la estaba enorme y tenia los ojos y la nariz enrojecidos de llorar. En las tres semanas que llevamos juntos es la primera vez que la veía vestida en casa. Se acerco a mi, se sentó sobre mis piernas y se refugio entre mis brazos. La abrace mientras la acariciaba, no dijimos nada durante mucho tiempo, yo creo que incluso, se durmió. Me las apañe para seguir escribiendo, me resulto muy fácil hacerlo teniendo a mi musa entre los brazos.
– Quiero que me prometas una cosa, –hablo de improviso– que no voy a volver a verlo.
– Ya te dije mi amor, que eso no puedo prometerlo. Lo intentare, pero es posible que, en alguna ocasión, coincidas con el en el proceso de divorcio. No te preocupes, yo me encargo de todo.
Prepare una fuente de fruta pelada y cortada que acompañamos con un vino verdejo de Rueda. Cuando terminamos, recogimos la cocina y nos fuimos a la cama. Esther, que permanecía con la camiseta puesta, se llevo una copa de vino que puso en su mesilla de noche. Estuvimos charlando mucho tiempo, de muchas cosas, menos de Moncho. Esther apuraba su copa con sorbos pequeños.
– ¿Tienes mas de este vino, mi señor? –me pregunto cuando se acabo– esta buenísimo.
– Por supuesto mi amor, por eso no te preocupes que no te va a faltar.
Se atravesó en la cama, dándome la espalda y apoyo la cabeza en mi vientre. Me la cogió y se la metió en la boca. Se puso a chupar muy pausadamente, muy suave, me daba mordisquitos delicados en el glande, mientras con la mano me acariciaba los testículos. Yo solo la acariciaba la espalda, porque de manera premeditada, su zona genital estaba fuera de mi alcance. Me hizo gozar lo indecible hasta que por fin me corrí en su boca. Se lo trago y continuo un tiempo chupando y restregándosela por la cara.
– Apaga la luz mi señor, vamos a dormir.
A las cuatro de la madrugada sonó el móvil, pero Esther ni se entero. Era Pinkerton.
– Siento llamar a una hora tan poco conveniente en España, pero la noticia que tengo no puede esperar.
– No se preocupe ¿qué ocurre?
– El sujeto en cuestión llegara a Madrid vía París en el vuelo American Airlines de las 9,29. Voy a poner a alguien para tenerle controlado.
– No Pinkerton, no es necesario, ya lo tenia previsto, yo me ocupo de todo. Estamos en contacto.
Llame de inmediato a mi espía fotógrafa y quede con ella a las 8,30 horas en la T-4. La puse en antecedentes sin entrar en detalles, pero diciéndola la verdad para que comprendiera la gravedad de la situación y la entregué una foto de Moncho. Cuando termine se mostró asqueada.
– No se confunda, es un hombre con mucho dinero y muy bien relacionado, podría ser relativamente peligroso.
– No se preocupe de eso, ¿cuánto tiempo tenemos que seguirle?
– Como mínimo mientras dure el proceso de divorcio. El seguimiento será total, las 24 horas. Ya sabe que el dinero no es problema. Redactara un informe diario que mandara a estos correos, –la tendí un papel y continúe hablando– uno es mío y el otro es de mi socio en EE.UU. ¿Habla ingles?
– ¡Joder! –exclamo mientras que asentía con la cabeza– Pinkerton, esto es jugar el las ligas mayores.
– Pues entonces no desaproveche esta oportunidad. ¿Tiene gente de confianza para hacer este trabajo?
– De total confianza, somos un negocio familiar, mis hermanos, un par de cuñados y un sobrino, todos trabajamos en la agencia, aunque es mía.
– Perfecto entonces, espero su llamada.
Esther seguía dormida, ni se había enterado de lo que había pasado durante la madrugada. Saque de la caja fuerte el dossier de Moncho y lo estuve ordenando, seleccionando lo que iba a necesitar.
A las 10,30 h sonó nuevamente mi móvil. Mi espía favorita, como había acordado con ella, me informaba que Moncho estaba subiendo a su casa. La llamada despertó a Esther que se levanto con mi camiseta puesta.
– ¿Dónde esta tu móvil? –la pregunte serio– ¿esta encendido?
Se dio cuenta que algo pasaba y me contesto – no, no, lo tengo apagado.
– Enciéndelo y apunta este teléfono, –y la di el numero de la espía.
Me levante, me aproxime a ella y la acaricie las mejillas con mis manos mientras la besaba en los labios. Su móvil sonó sobresaltándola.
– ¡No lo cojas y presta atención! Moncho acaba a llegar a tu casa y voy a bajar a hablar con el. No abras a nadie y no contestes al móvil si es el. Si ocurriera algo, lo que sea y yo no he regresado, llama a ese numero, se llama Isabel, esta abajo y esta al tanto de todo.
La deje con los brazos cruzados, con el móvil en la mano y muy asustada. Baje las escaleras con la carpeta debajo del brazo y llame a su puerta. Moncho la abrió y me miro sorprendido, cuando reacciono extendió la mano como saludo pero yo no me moví.
– Tenemos que hablar, ¿puedo pasar?
– ¿De que tenemos que hablar? –contesto poniéndose en guardia.
– De Esther.
Me miro profundamente, intentando adivinar de que iba esto.
– De mi mujer no tengo nada que hablar con usted, –he intento cerrar la puerta.
Se lo impedí con amabilidad, mientras sacaba una de las fotografías de la carpeta, donde se veía como un niño de no mas de seis años se la chupaba y se la puse delante de la cara.
–Tal vez esto le haga cambiar de opinión, ¿estoy en lo cierto?
Se quedo sorprendido, me miro y se aparto a un lado para que pasara. Cerro la puerta, se dirigió al salón y me hizo un gesto para que me sentara en una silla. El también lo hizo y abriendo su portafolio, saco una pistola automática que puso sobre la mesa, a su lado.
– ¿Entiendo que quiere chantajearme? No sabe quien soy yo, no sabe donde se esta metiendo, tengo amigos poderosos y yo muy mala leche.
– No lo dudo y se perfectamente quien eres, te lo aseguro. El lugar donde se han sacado esta fotografías es un sitio de máxima seguridad ¿me equivoco? Porque como ves, no me ha sido difícil conseguirlas. Te digo esto porque eres tú, quien no sabe con quien estas hablando.
Nos miramos largamente ni decir nada, intentando descubrir el farol del otros.
– Muy bien, ¿qué tiene que ver esto con mi mujer?
– Tu mujer es una buena amiga mía, y he decidido que no vas a joderla mas, –quiso interrumpirme pero levantando la mano se lo impedí– pero da igual, ella será necesariamente una parte de un acuerdo mucho mas amplio.
– ¿Qué tipo de acuerdo propone?
Abrí la carpeta y comencé a sacar fotografías a cual mas espantosa y repugnante. Niños de todas las edades desfilaron ante sus ojos impasibles. La mas terrible la guarde para el final, en ella se veía como penetraba a un niño de no mas de seis o siete años que gritaba de terror. Miro las fotos con desden, pero cuando comencé a sacar los extractos de sus cuentas capte su interés.
– Ya suponía que esto te iba a interesar mas, –le dije asqueado.
– Como cojones ha conseguido esto …
– Eso no importa, –le interrumpí y mirándole largamente le pregunte– ¿cómo lo ves?
Moncho guardaba silencio mientras revisaba los documentos bancarios que había depositado sobre la mesa.
– ¡Muy bien! ¿que es lo que quiere? –pregunto cuando comprendió que estaba atrapado.
– Con lo que hay encima de la mesa pueden meterte mano aquí, en EE.UU. y posiblemente en Tailandia, por pederastia y por delitos económicos, y lo sabes. Primero quiero el divorcio de Esther rápidamente y sin problemas.
– Sin problemas, puede quedarse con esa puta muerta, – dijo soltando una carcajada.
– Segundo, transferirás todos los fondos de tus cuentas en EE.UU. a una cuenta que tengo a nombre de Esther, –le entregué un papel con el numero de cuenta y continue– esto tiene que estar hecho antes de las diez horas de mañana, hora de Madrid. Tengo control informático de la cuenta, no te retrases.
La sonrisa se le borró de la cara, esta claro que lo que mas le jodía era perder el dinero.
– Tercero, este piso lo pondrás a su nombre. Mañana, por la mañana te llamara mi gestor que se ocupara de todo. Te aconsejo que colabores con el.
– Bueno, pues si ya esta todo no hay mas de que hablar … –dijo haciendo como que se levantaba.
– ¡No hemos acabado! – le interrumpí y sacando la documentación de las Caimán la puse sobre la mesa– y cuarto, las dos cuentas de las Caimán las pondrás a nombre de Esther.
Se levanto como un resorte, dando un golpe en la mesa y cogiendo la pistola.
– ¡Esto no es una negociación hijo de puta, es un robo, me va a dejar en la ruina!
Permanecí sentado, impasible, mientras Moncho agitaba la pistola. No dije nada, le deje que despotricara todo lo que quiso.
– ¿Crees que si me lo propongo, tardare mucho en encontrar las otras cuentas que se que tienes? –le pregunte muy calmado cuando se tranquilizo.
Me miraba con ojos de odio, sudando, con ganas de pegarme cuatro tiros con la pistola que conservaba en la mano.
– Como a ti, me protegen amigos poderosos, deberías haberte dado cuenta ya. Si te aproximas a menos de quinientos metro de Esther, lo sabré y la cagaras. Si la ocurre lo mas mínimo, la cagaras igualmente.
Ahora el que le miraba con ojos de odio era yo, y era sincero. Podía quitarle la pistola y pegarle cuatro tiros, pero no, lo que tenia pensado para el me satisfacía mucho mas.
– Mañana un corredor amigo mío... te llamara también. El se encargara del asunto de las Caimán, –y sonriendo con desprecio añadí mientras recogía la carpeta de la mesa– colabora con el. Ah, y recoge tus cosas, sal de esta casa hoy mismo, sin falta y no vuelvas.
–¿Me da su palabra que olvidara todo este asunto? –me pregunto.
– Por supuesto, a mi solo me interesa Esther, lo demás me da igual.
– Entonces tenemos un acuerdo, ya empezaba a estar harto de esa puta, –la insultaba deliberadamente intentando que perdiera la calma pero no lo consiguió– mucho cuidado, no rompa este trato o le juro que usted si la cagara y la puta también. Esta advertido.
Cuando subía por la escalera iba atacado de los nervios, la tensión me tenia agarrotado y estaba a punto de estallar. Abrí la puerta y entre en casa. Deje la carpeta encima de la mesa mientras Esther asomaba por la puerta del salón. Saque el móvil y llame a la espía.
– Ya esta hecho, sígalo a todas partes y mucho cuidado, esta armado, tiene una pistola.
Tire el móvil sobre la mesa y me puse a pasear por el salón intentando calmarme pero no podía. De un cajón saque un paquete de tabaco y saque un cigarrillo que encendí. Hacia años que no fumaba. Seguía paseando sin conseguir tranquilizarme. Cogí una botella de whisky del bar y le di un trago, el licor cayó por mi garganta quemándome. Tire el cigarrillo al suelo y agarrando a Esther la arranque la camiseta de un fuerte tirón, la eche al suelo y la penetre con saña, haciéndola daño. No se quejo, no lloro, solo permaneció quieta mientras yo se la clavaba como si fuera un puñal. Cuando me corrí gimiendo como un cerdo me quede quieto, sudoroso, exhausto, dejando caer todo el peso de mi cuerpo sobre ella, que con sus manos me acariciaba la nuca, mientras me susurraba palabras cariñosas al oído. Me incorpore un poco y la bese llorando.
– Lo siento mi amor, lo siento, lo siento, lo siento, te quiero, te quiero.
Ella me susurraba al oído y me decía que no pasaba nada, que me tranquilizara y que ella también me quería.
Cuando me levante, note un gesto de dolor en ella y la ayude a levantarse.
– ¿Estas mejor? , – me pregunto acariciándome la espalda.
La conteste mirándola y negando con la cabeza
– Entonces, quítate la ropa y vete a dar puñetazos al saco de boxeo. ¡Vamos!¡vamos! –me apremio dándome azotes en el culo.
La mire sonriendo, me quite la ropa y me fui a la terraza. Cinco minutos después empezó a oír el fuerte ruido de mis golpes.

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