lunes, 23 de enero de 2012

La portera de mi casa

– ¡Joder! Yo juraría que es ella, –me repetía mentalmente mientras de puntillas miraba por encima del seto. Lo recorrí en plan furtivo por detrás aproximándome sin ser visto. Ahora la tenia a menos de quince metros y cada vez estaba mas convencido de que era ella.
– ¿Qué cojones estará haciendo aquí, esta hija de puta? –no paraba de preguntarme– sentada en una terraza de Aranjuez y dándose el pico con un chino. ¡Coño, que el marido es facha perdido, que lleva el yugo y las flechas en la solapa!
Al principio no entendía nada, pero según subía la intensidad de los besos mis dudas de iban disipando. No me lo podía creer. Saque la cámara de fotos y me puse a gravar en vídeo y ante mi sorpresa apareció un segundo chino que además de morrearla también la planto la mano entre las piernas.
– ¡Joder con el chino! Este si que va al grano.
Pagaron, se levantaron, y se dirigieron a un hostal cercano con una mano china siempre en su trasero. Tal es el asco que me produce esta cerda, que jamás he sentido la mas mínima atracción hacia ella, aun así, reconozco que no esta nada mal para ser una cuarentona. Pero al verla con la mano china en su trasero, pues como que la veía de otra forma. Como no tenia nada que hacer, me senté en la misma terraza en la que estaban sentados y espere tres horas hasta que salieron. Menos mal que llevaba un libro en la mochila, pero hay que joderse con el nuevo imperio chino, ya hasta se follan a jodidas cuarentonas españolas. Con la cámara otra vez funcionando presencie como se despedían y se subió al coche. La seguí hasta que llego a la puerta de casa donde se encontró con su marido que barría el portal y al que contó no se que historieta de su madre y su hermana.
En resumen, esta tía, que se llama Edelmira, es la mayor hija de puta, la mas cabrona, mala, mandona, cotilla, bruja, entrometida, mojigata y ahora zorra y falsa que he visto en mi vida. Es la portera de mi casa.
Unos días después coincidí con ella en el cuarto de la basura. Bajaba las cosas de reciclar en una bolsa de asas, de la tienda. Inmediatamente se puso a regañarme con ese tono estridente que usaba en estos casos.
– ¡Sr. Martín, las latas tiene que bajarlas en una bolsa amarilla!
– ¿Por qué? –la pregunte con la insolencia y la seguridad que da tener un as en la manga – yo ya se que son latas.
– ¡Pero es que puede haber errores, por eso es mejor y obligatorio que …!
– Edelmira, no creo que sea obligatorio pero comprendo muy bien que sienta usted pasión por el color amarillo.
– ¡¡Oiga, no le consiento que me hable usted con ese tono Sr. Martín!!
– ¿Y a sus amigos chinos, que les permite Edelmira?
La muy zorra se quedo petrificada, me miro con temor en los ojos y eso me la puso dura.
– No se a que se refiere, Sr. Martín, –me contesto al fin bajando el tono e intentando escabullirse del cuarto de las basuras con la vista baja.
Definitivamente la tenia dura, el verla acobardada y temerosa me excitaba. Siempre tan arrogante, tan déspota y ahora tan poquita cosa.
– Mira zorra, tengo pruebas de tus correrías chinas, –la dije con autoridad cortándola el paso– si quieres verlas, sube a mi casa dentro de una hora, sin falta … y sin prisas.
Una hora después sonó el timbre de la puerta y por precaución mire por la mirilla, no valla a ser que el marido este enterado de sus correrías y suba a partirme la cara. En este caso y estando el marido por medio toda precaución es poca, aparte de facha perdido y falangista es una mala bestia.
– Pasa, –la dije cuando abrí la puerta y la miraba de arriba abajo.
– Enséñeme esas pruebas que dice que tiene, –volvía a adquirir cierto aire de autoridad.
– Por cierto, ¿sabe tu marido tus aventuras chinas? –la pregunte mientras ponía el vídeo en marcha.
No me contesto, miraba las imágenes como hipnotizada y las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas mientras negaba con la cabeza. Las lágrimas de cualquier otra mujer me ablandarían, soy muy ñoño, pero las de esta zorra no, he tenido que aguantar carros y carretas en los tres años que llevo viviendo aquí. Permanecía de pie en el centro de mi salón con la mirada baja, ya no miraba el vídeo, solo lloraba.
– ¡Por favor Sr. Martín, si mi marido se entera me mata! –dijo sollozando.
– ¡Muy bien! ¿cómo vamos a solucionar este asunto? –la pregunte mientras observaba con regocijo a una bruja totalmente derrotada.
– ¡Hare todo lo que usted quiera, lo que me pida, se lo juro, puedo darle algo de dinero,! –se notaba que estaba tan asustada que no coordinaba las ideas.
– ¡Quítate la ropa y arrodíllate zorra! –la ordene y cuando lo hizo entre sollozos, añadí– sácamela y ponte a chupar.
La verdad es que estaba muy buena para los años que tenia. Sumisa me la sacó y se puso a chupar. ¡Y lo hacia bien la jodía!, se notaba que había cogido practica con el “Imperio Chino” y vete tu a saber con quien mas.
Me separe de ella y me quite toda la ropa, la agarre fuerte del pelo y la medio arrastre al cuarto de baño. La metí en la bañera y la di dos bofetadas que resonaron en toda la casa. Me miro con ojos de terror y la solté para que se acurrucara en el fondo. Me puse a mearla. Dirigía el chorro a todo lo largo de su cuerpo mientras ella gimoteaba. Y porque no tenia ganas que si no la cago encima también, por hija de puta.
La agarre de nuevo por el pelo y la puse de rodillas mientras seguía con los lloros. La metí la polla en la boca hasta el fondo y la aguante ahí mientras notaba las contracciones de su garganta a causa de las arcadas. Tenia la polla que me iba a reventar. La saque para que respirara e inmediatamente se puso a toser. Espere unos segundos y se la volví a meter hasta el fondo.
–¡¡Vamos zorra, dúchate!! –la dije sacándola la polla de la boca mientras ella tosía con fuerza.
La espere sentado en mi sillón favorito. Cuando salio, la dije que se arrodillara entre mis piernas con los brazos a la espalda.
– Muy bien, vamos a hacer lo siguiente, –la mire fijamente a los ojos para que no tuviera la mas mínima duda– a partir de hoy, subirás dos veces a la semana y estarás aquí un par de horas. En ese tiempo podré hacer contigo todo lo que me salga de los cojones, y tu, no pondrás la mas mínima pega. Esas son mis condiciones. Las has entendido.
Edelmira asintió con la cabeza mientras seguía llorando. La atraje hacia mi y con una cuerda que ya tenia preparada la ate las manos a la espalda.
–¡Una cosa mas por si se te ocurre alguna tontería con tus amigos chinos! –añadí cogiéndola fuerte del pelo y haciéndola daño– mis archivos están en la nube, no están en el ordenador, cualquier intento tonto por tu parte y no solo se enterara tu marido, también lo pondré en Internet con pelos y señales de quien eres. ¿Esta claro?
Asintió con la cabeza mientras seguía llorando. Sin soltarla del pelo la di otra bofetada, –me estaba gustando esto de darla hostias– y la metí la polla en la boca. Siempre sujeta por el pelo, me la chupaba mientras yo la dirigía. Cada cierto tiempo , la sacaba, la obligaba a que me chupara el ano y que metiera la lengua en el. Cuando estaba a punto de correrme, me puse de pie, la saque y me corrí en su cara. Me senté de nuevo y la observe detenidamente. Delante de mi tenia a la persona mas odiada del mundo, atada, desnuda, con los ojos temerosos y la cara y las tetas llenas de semen, de mi semen.
– ¡¡Vamos zorra, a cuatro patas!! –la dije cuando la desate.
La agarre nuevamente del pelo y la lleve hasta la cama. La hice subir mientras la daba azotes en el trasero.
– ¡¡Separa las piernas puta!! –la ordene mientras metía mi mano en su entrepierna. Para mi sorpresa, resulto que estaba mas que mojada, estaba chorreando.
– Mira la putilla, si resulta que la esta gustando, –dije con cierta ironía– ¡vamos a ver si te gustan los azotes!
Me senté en la cama y la tumbe boca abajo sobre mis piernas. Tenia su esplendido culo a mi alcance. ¡Plash! El primer azote resonó en toda la habitación mientras la carne de su trasero temblaba por el impacto. Mientras chillaba, intento protegerse con las manos. Se las sujete con mi mano izquierda mientras con la derecha seguí azotándola. Cuando me canse, tenia el culo rojo como un tomate. La metí la mano en la entrepierna y los dedos entraron sin dificultad en su vagina totalmente encharcada. Para entonces volvía a tener la polla a reventar, la tumbe en la cama boca arriba y la penetre sin contemplaciones. La fui follando mientras la arrancaba gemidos de placer cada vez mas intensos y sonoros. Me ofrecía sus labios entreabiertos pero yo los rechazaba, por ahora me daban asco, cuando vaya pasando el tiempo ya veremos. Su cuerpo se crispo, sus pezones se pusieron duros como piedras y se puso a chillar de placer.
– ¡¡Serás puta, te has corrido, cerda!! –la dije mientras observaba como su cuerpo temblaba todavía por la intensidad del orgasmo.
Me salí de ella y mire como su chocho, ligeramente peludo, rezumaba jugos blanquecinos.
– Desde el próximo día te quiero perfectamente depilada.
Cogí la cuerda y la ate las manos por delante sin la mas mínima oposición. La di la vuelta y la puse de rodillas, la incline hacia delante pasando sus manos por entre sus piernas y se las ate a los tobillos separándola las rodillas lo mas posible. De rodillas, tras ella, veía su culazo totalmente enrojecido por los azotes y su estrecho orificio anal. ¿O no tan estrecho? Porque la verdad es que tenia pinta de haber sido muy transitado. La puse un poco de vaselina, me levante y puse mis piernas a los lados de su trasero, me agache y la penetre por el culo. Definitivamente no era el primero que entraba por ahí, pero seguía siendo lo suficientemente estrecho. La estuve follando mucho tiempo mientras chillaba, gemía y gruñía de placer. La muy zorra tuvo otro orgasmo antes de que yo me corriera. Cuando lo hice, permanecí un rato dentro de ella mientras mi polla perdía volumen. Después tire de ella hasta que su cabeza quedo colgando del borde de la cama y la obligue a chupármela.
– ¡¡Vamos cerda, limpiármela bien!! –la dije mientras la ponía las manos en sus nalgas.
La desate y cogiéndola del pelo otra vez la escupí en la cara. Ni siquiera ahora dijo nada.
– ¡¡Vamos, vístete y lárgate!! –y mirándola con desprecio añadí– y que no se te olvide todo lo que te he dicho.
– ¿Cuándo he de volver? –pregunto sin mirarme a los ojos.
– Martes y viernes, a primera hora de la tarde, –la respondí y sonriendo añadí– y sube duchada y cagada, no se te olvide.
Hay que joderse las vueltas que da la vida, hace unos días la sola idea de echarla un polvo me repugnaba. Ahora que la he convertido en mi esclava sexual, la veo con otros ojos, aunque la sigo odiando. Eso me vendrá bien para ensañarme con ella, pero visto lo visto, creo que a ella, también la va a venir bien, la muy zorra se lo va a pasar pipa.

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