martes, 4 de octubre de 2011

Rencores II

Lo primero que Beatriz vio asomar fue el vello de su pubis, seguidamente comenzó a aparecer la polla que caía en estado laxo delante de los testículos en una visión horrorosa.

Con gran esfuerzo de voluntad alzó de nuevo una de sus manos y asió con ella la polla elevándola ligeramente, lo que hacía que ésta, apuntara directamente hacia su cara que se encontraba a menos de un palmo. Sintió una arcada. El glande y parte de la polla quedaba fuera de la mano. Aunque pudo determinar que su padre no tenía un gran aparto a ella se le antojó más grande de lo que esperaba.

Su respiración era agitada, notaba el sudor en su frente. No podía dejar de mirar lo que tenía en su mano, al fin se armó de valor, cerró los ojos, abrió ligeramente los labios y se inclinó hacia adelante.

Posó sus labios justo tras el glande, después recorrió el resto de la polla hasta el final. Sintió el suave roce del vello púbico acariciar sus labios y sus mejillas lo que hizo que se retirara hacia atrás como un muelle. De nuevo recorrió con sus labios la polla de su padre intentando esta vez no llegar hasta el final.

-lo peor ya está hecho –pensó –solo tengo que aguantar así unos minutos y todo habrá acabado.



- · -



Benito no daba crédito a sus ojos. Todo el mundo se había vuelto loco. A un lado su madre disfrutaba con las prácticas sodomitas de un extraño con cara de subnormal, al otro su padre tenía la polla en la boca de su hermana y ambos se daban un homenaje sexual. Se dio cuenta que durante toda su vida había estado viviendo en un mundo paralelo. Había vivido engañado por una dictadora puta, un patán pervertido y una hermana pérfida y desviada.



-tienes una familia un poco extraña.

Benito buscó desconcertado el origen se ese comentario, tras él apareció el cabecilla de la banda. Lo cierto es que tenía razón.

-nunca había conocido un padre y una hija que mantuviera una relación de ese tipo.

A decir verdad Benito tampoco. No dejaba de mirar la dantesca escena.

-¿desde cuando follan juntos? –preguntó Artan

-no,… no lo sé señor –contestó Benito absorto en su hermana.

-¿no lo sabes?, tu madre dice que fue antes de que te pillara aquel día meneándotela.

El recuerdo hizo reaccionar a Benito que agachó la cabeza avergonzado.

-eso fue… hace 1 año… más o menos –contestó duditativo.

-entiendo –contesto Artan –menudo cabreo se agarró ¿eh?

No contestó, pero el solo recuerdo le revolvió el estómago.

-yo también me enfadaría si supiera que mi marido se tira a mi hija y además mi hijo le huele sus bragas porque también se la quiere montar.

Benito dio un respingo, se puso tenso y abrió los ojos como platos. La cara se volvía a poner colorada de vergüenza. ¿cuántas cosas le habría contado su madre?, ¿Cuánto sabría aquel hombre?

-¿le ha dicho mi madre…? –se atrevió a preguntar

-si –le cortó -me lo ha contado todo –mintió –parece que tu madre os odia, en especial a ti.

-¿eso… eso ha dicho? –intentaba hablar pero la congoja le podía.

-¿Por qué crees que tu madre folla con nosotros sin que nadie la obligue? Se está vengando. –podía ver la cara de crédulo del pobre Benito –de tu padre, de tu hermana y sobretodo de ti.

-Por eso esos 2 –dijo señalando a Beatriz y su padre –hacen lo mismo.



Aquel hombre acababa de constatar lo que Benito ya sabía. Su madre le odiaba a él más que a nadie de la familia, incluida su suegra con la que no se hablaba más que con insultos y sus sinónimos.

-al principio pensaba que tu madre era una buena mujer, sin embargo, después de conoceros me he dado cuenta lo engañado que me había tenido tu madre. Ahora veo que tú eres el más perjudicado de tu familia. No ha parado de mofarse de ti y de decir lo inútil que eras.

La sangre comenzó a fluir de nuevo por las venas de Benito. Aquel hombre tenía razón, él siempre había llevado todos lo palos en casa, siempre había sido el eterno culpable. Una falta leve era una gran ofensa pero cualquier logro una nimiedad. El rencor que guardaba dentro desde hacía mucho le estaba carcomiendo, empezó a convertirse en odio supremo hacia su madre.

La guarra de su hermana y su padre se vengaban de ella dándole donde más dolía. Pero, ¿Cómo podría vengarse él?



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Beatriz seguía con su labor bajo la atenta mirada de Lombardo, uno de los hombres de confianza de Artan cuando de repente se produjo la desgracia. Empezó a notar que la polla de su padre adquiría mayor tamaño. Su primera reacción fue parar pero las amenazas que había recibido si lo hacía se lo impidieron. No obstante aminoró el ritmo lo que pudo. ¿Como podía su padre excitarse así? ¿acaso no era consciente de la gravedad de la situación?

Aún así, su polla adquirió más y más volumen, paulatinamente iba ocupando más espacio en su boca. No sabía que hacer para evitar lo inevitable. No podía permitir que su captor se diera cuenta de la erección de su padre así que introdujo mayor cantidad de polla en su boca lo cual no hizo sino empeorar la situación. Llegó un momento en el que dado el volumen que adquirió ya no cabía aun cuando se la introdujo al máximo al punto de hacerla vomitar. Ya no había remedio, la suerte estaba echada, estaba perdida.





Fermín no daba crédito, ¡ese pervertido tenía razón!, Beatriz no había hecho el mínimo amago para comunicarse con él. Había ido directamente hacia su pantaloncillo y ahora estaba chupándole la polla sin parar con gran suavidad.

Lo peor era que viejos fantasmas acudían a la mente de Fermín que veía desde su privilegiada posición el amplio escote de la camisa de Beatriz, desde donde se podía apreciar toda su anatomía superior.

Recordaba haber visto aquel busto unas semanas antes. Aunque fueron solo unos instantes, en aquel momento quedó turbado por aquellas tetas. Siempre intentó borrar de su mente los deseos más básicos que sentía por su cuerpo.

Sin embargo, ahora volvían de nuevo, veía sus tetas balanceándose, sin poder quitar la mirada de ellas. El continuo y suave roce de sus labios hacía el resto. Notó un calambrazo en la entrepierna que le recorrió toda la espalda. Notó como se elevaba la temperatura de su cuerpo.

Se sintió como un perro viejo que encuentra un trozo de carne fresca que no es suya, cerró los ojos y quiso pensar en otra cosa, sabía que eso no estaba bien. Sin embargo si ella lo deseaba ya era mayorcita para decidir. ¿Quién era él para juzgar?



Entonces Beatriz dejó de lamerle, se echó hacia atrás y quedó tumbada sobre la hierba con las piernas extendidas mirándole fijamente.

En completa erección, con su polla dura como una roca, Fermín mantenía innumerables dudas y prejuicios. Pero al final su instinto de animal se impuso sobre su cordura. Se arrodilló frente a ella, separó ligeramente sus piernas y contempló su cuerpo.

Posó las manos sobre sus rodillas y fue acariciando sus piernas hasta llegar a la cadera donde se entretuvo antes de continuar su viaje ascendente bajo la camisa hasta llegar a las tetas con las que se llenó las manos. Los apretó y manoseó, rozó sus pezones con los dedos y los sostuvo entre ellos. Después volvió a deslizar las manos hasta las caderas.

Comenzó a soltar los botones de su camisa uno a uno, cuando hubo soltado todos la abrió y contempló su busto. Era imponente.

Entonces dirigió la mirada a sus bragas a través de las cuales se adivinaba el negro vello de su coño, posó su mano sobre ellas y palpó su mullido bulto. Después deslizó sus bragas hasta los tobillos, y las sacó.

Fermín, totalmente excitado, estaba absorto en lo que veía, el deseo de aquel cuerpo era más fuerte que la más poderosa de las razones o la cordura.

Arrodillado entre sus piernas, acercó su cara al pubis y acarició sus mejillas con él. Acarició los finos labios de su coño y los besó, cada vez con mayor deseo hasta que su lengua los recorrió de arriba abajo una y otra vez.

Después comenzó a subir hacia sus tetas que también besó, lamió y chupó.

No podía más, colocó su polla dura en el coño de Bea y empujo suavemente. Poco a poco la fue penetrando hasta quedar por completo dentro de ella.

Comenzó a mover su cadera una y otra vez mientras sus manos nerviosas recorrían todo su cuerpo desde las tetas a su culo.



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Marta descansaba de costado, acurrucada en estado fetal, de espaldas al resto del grupo, tras ella, su violador permanecía en pie mirándola. Mantenía los ojos cerrados, sabía que su tortura no había acabado aún, uno a uno debería dejarse follar por todos.

Sintió unos pasos que la rodeaban y se colocaban frente a ella. Entonces oyó la voz de Artan. Había puesto una rodilla en el suelo frente a ella y se inclinaba para hablarle.

-hola preciosa –comenzó a decir –espero que “Bizco” te haya tratado bien.

-vaya –pensó Marta –así es como se llama el hombre con cara de mongolito.

Lo cierto es que Bizco, por orden expresa de Artan, no había utilizado la más mínima violencia con ella e intentó ser lo mas cuidadoso que sus rudos modales de permitieron. Si bien es cierto que la docilidad de Marta la hicieron totalmente innecesaria.



-uno de mis amigos tiene muchas ganas de pasar un buen rato contigo.

-ya, me lo imaginaba –dijo Marta tranquilamente sin abrir los ojos ni mover un solo músculo

-lo que pasa –continuó Artan –es que es un amigo muy especial.

A Marta no le gustó aquel comentario, eso suponía que tendría que hacer algo peor que la sodomía y se preguntó que sería. Entonces abrió los ojos y preguntó:

-¿como de especial?

-bueno, pues, es muy sensible… -comenzó a decir.

-¿y eso que quiere decir?

-pues que debes ser especialmente cariñosa con él.

-¿acaso no lo he sido hasta ahora?

-por eso mismo, no quiero que tu actitud cambie hacia mi amigo especial. Porque si lo haces...

–Artan puso el semblante muy serio y su voz sonó más grave –te juro que te rajaré el vientre.

Marta se asustó. Por supuesto que les iba a dejar su cuerpo a disposición, ya lo había hecho hasta ahora. ¿a que venía aquella amenaza? Estaba temblando de miedo y muy contrariada.

-¿donde está tu amigo especial? –preguntó levantando la cabeza e intentando adivinar quien de los 4 secuestradores, que ahora la rodeaban, sería el próximo.

Entonces Artan se puso en pie y se apartó a un lado. Tras él, marta pudo distinguir una figura semidesnuda que no supo distinguir al principio.

Se incorporó para mejorar su visión y entonces dio un brinco. Permaneció sentada con las piernas juntas delante de su cuerpo que ahora intentaba tapar como podía.

-¿Qué significa esto? ¿Por qué le habéis traído aquí?

-él es mi… “amigo especial” –respondió con sorna.

Los 4 delincuentes sonreían e intercambiaban miradas entre sí. Al parecer ellos sabían algo que desconocía. Volvió a mirar de nuevo y vio como Benito daba unos pasos hacía ella. Esta vez se fijo en algo que antes no había percibido. En el rostro de Benito no había miedo pese a que ella estaba aterrada ante lo que presentía.

Una nube negra comenzó a cubrir el rostro de Marta. ¿Por qué estaba allí?. No podía ser lo que estaba pensando. Se volvió hacia Artan y pregunto:

-¿Qué es esto?, ¿acaso pretendéis que practique sexo con mi propio hijo? –preguntó incrédula y fuera de sí.

-no, tú no debes practicar nada –contestó Artan -Limítate a comportarte como hasta ahora, como una buena chica.

¿Iban a obligar a su hijo a follarsela? Era bastante improbable que consiguieran tal cosa. Volvió a girar la vista hacia Benito y entonces vio algo que la asustó aún más. El bulto de su entrepierna, estaba excitado. Más aún, en su cara parecía asomar una sonrisa maliciosa.



Ahora si, estaba aterrada de verdad. ¿acaso este pequeño judas disfrutaba viendo a su madre ultrajada?¿querría acaso su hijo aprovechar la humillación de su madre para disfrute propio? Después de lo que había hecho por él. Se había dejado dar por el culo y así se lo paga. Maldito enano traidor.

El terror que sentía se fue convirtiendo en furia y odio ciego hacia Benito, apretaba sus dientes con fuerza, sus ojos incendiados miraban a Benito al que trataba de fulminar.

Pero Benito no se amilanó y avanzó unos pasos más hasta colocarse de pié frente a su madre que aún permanecía sentada con los brazos cubriendo sus tetas. Permaneció mirándola desde arriba con el mismo aire de superioridad con que ella le había mirado siempre. Fue entonces cuando Marta se dio cuenta de que las tornas habían cambiado con él, ya no tenía ninguna autoridad sobre su hijo.



-vamos –amenazó Artan –empieza con él como los demás –gritó

Marta giró su cabeza en busca de su marido pero los hombres le tapaban la visión de todo el claro.

-¿qué pensará Fermín? -pensó

Marta se arrodilló y al hacerlo descubrió las tetas y el coño ante Benito que disfrutó con la vista. Era la primera vez que veía a su madre completamente desnuda. Vio su poblado y oscuro coño así como las aureolas que rodeaban sus pezones colocadas como dianas en sus grandes tetas.

La cara de Marta estaba a centímetros del calzoncillo de Benito. No podía apartar la vista del bulto, no quería pensar en lo que iba a hacer y el hecho de saber que lo hacía por salvar su vida no la consolaba.

Benito deslizó el calzoncillo por sus piernas dejando sus partes visibles a todos. Marta vio la polla dura frente a su cara, era más grande que la de su marido. Su respiración era agitada y el corazón latía rápidamente. Las lágrimas asomaron en sus ojos.

-Dios mío, ¿como he llegado a esto?. –se dijo Marta. –levantó la mirada hacia Benito y le suplicó. –hijo mío, no me hagas pasar por esto.

Las órdenes tajantes de Marta hacia Benito se habían convertido en súplicas.

Benito la miraba fijamente con el rostro impertérrito. Llevaba tanto odio dentro que sentía un inmenso placer al sentir la humillación y el dolor de su madre pero sobretodo de sentir el poder sobre ella. El cambio de tornas era delicioso.

-Ya le has oído. –dijo Benito lentamente. -Empieza conmigo “como los demás”.

Hizo hincapié en esto último. Sabedor de que siempre fue el último de la fila.

No había salida para ella. Ninguna elección.

Tomo aire, cogió la polla de su hijo con una mano durante largos segundos de agonía, la miró durante un rato y después se la metió en la boca, lentamente.



- · -



Beatriz seguía tumbada en la hierba con las piernas abiertas que Fermín sostenía por debajo de las rodillas mientras la follaba continuamente. Tenía los ojos cerrados, no podía mirar a su padre que, arrodillado, la embestía sin cesar. Al final los abrió y se obligó a mirarle, lo hizo fijamente mientras colocaba las manos en las caderas de él para intentar frenar los envites que éste le daba. Quería que acabase pronto, no porque la hiciese daño sino por la repulsión que sentía, que aumentaba cada vez más y más hasta hacerse insoportable.



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Más doloroso que chupársela a Benito era sentir las manos de él en su nuca que no paraba de empujar hacía sí. Odiaba a muerte a aquel pequeño judas, traidor, pervertido con complejo de edipo. Ya le ajustaría las cuentas. Como se atrevía a obligarla a hacer tal cosa, a ella, a su madre.



Benito disfrutaba viéndola humillarse ante él. Años de sufrimiento bajo su mando le habían cargado de odio. Sorprendido al ver su cuerpo maduro pero muy bonito, sus tetas, que ya no se molestaba en ocultar, se balanceaban adelante y atrás. Empujaba su cabeza con fuerza para aumentar dicho balanceo.



Cuando creyó haber disfrutado lo suficiente empujó suavemente a su madre de los hombros, lo que fue recibido con alivio que veía acabar su tortura.

-túmbate –ordenó Benito

-¿qué? –preguntó atónita –¿vas a follar con tu propia madre?

Aún tardó en contestar unos momentos hasta que al fin dijo:

-no, solamente te voy a dar amor –y continuó diciendo –todo el amor que recibí de ti durante toda la vida.

No se lo podía creer. La iba a follar su propio hijo. El pánico la dominaba, miraba las caras de sus captores incrédula, miró la cara de Artan esperando oír una contraorden que evitara aquel descalabro. Pero esta no llegaba, más aun, lo único que su captor dijo fue:

-¡obedece de una vez!

Terminó por obedecer como un autómata. Se tumbó lentamente y cerró los ojos –¡que desastre! ¿podría ser peor? –pensó. -podría llover -trató de consolarse.

Sintió las manos de Benito posarse en sus tetas y agarrarlas con fuerza, las amasó, las sobó, notó como toqueteaba sus pezones y por último sintió su lengua recorriéndolos.



Después sintió sus manos entre sus piernas, acariciaba su coño, su culo y sus muslos entonces notó el calor de los genitales de Benito posarse en su pubis. Benito se frotaba contra su madre suavemente, rozaba la polla y los huevos sobre los labios de su coño.



Artan y Saúl compartían miradas de complicidad entre ellos. Disfrutaban con todo aquello, Saúl, absorto en la escena que tenía frente a sí, susurró al oído de su compañero:

-Dios, se la va a meter. Se la va a meter a su propia madre. Se la va a follar.

Ambos disfrutaban con lo que ocurría entre madre e hijo.



Benito comenzó a penetrarla lentamente, poco a poco hasta que tuvo toda la polla dentro del coño de su madre. Marta abrió los ojos y vio la luna llena que iluminaba todo el claro, vio las estrellas que adornaban el cielo pero no vio ninguna nube que hubiera podido amenazar lluvia. Cerró los ojos –no, esto ya no podía ser peor.



Sacaba y metía la polla muy despacio, poco a poco fue aumentando su ritmo, aunque había leído mucha teoría al respecto nunca había estado con una mujer y constató lo valiosa que resultaba una clase práctica. Cada vez sentía mayor deseo, mayor necesidad de una mujer. Recorrió todo su cuerpo, ahora era suyo y podía hacer lo que quisiera y él quería más.



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Fermín estaba desbocado, fuera de sí arremetía una y otra vez haciendo bailar las tetas y las piernas de Beatriz sobre la que ahora yacía. Lamía sus pezones con ardor, sus manos apretaban sus glúteos de adolescente. Estaba apunto de correrse.



Beatriz en cambio cada vez estaba más asustada, su padre se comportaba como un animal follándola salvajemente. Sabía que el momento final estaba cerca pues los bramidos de su padre se hacían cada vez más sonoros. Entonces notó la mano de su padre acariciando su culo cada vez más abajo. Cuando sintió penetrar un dedo a través de su ano se asustó aun más, eso no le gustaba en absoluto y sintió pavor, comenzó a moverse con el fin de parar su progresión. No funcionaba y presa del pánico comenzó a brincar estertoreamente para frenar aquello, movió sus caderas todo lo que pudo. Empujaba desesperadamente las caderas de su padre cuando recibió un beso que tapó toda su boca y notó como metía su lengua hasta la garganta.



Fermín estaba eyaculando. Cuánto había deseado aquello, cuántos deseos reprimidos hechos realidad. Alargó su cuello para besar a Beatriz, tan fría, dura y bonita como su madre. Fue un beso largo y húmedo. Cuando separó sus labios notó como ella escupía en el suelo. No le dio importancia. Su mente se concentraba en follar más y más aquel coño, en amasar y chupar aquellas tetas y en hacer disfrutar con su dedo a aquel culo que ahora brincaba de placer como otrora lo hiciese el de su mujer.



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Benito sujetaba por los tobillos a su madre levantando y abriendo sus piernas todo lo que sus brazos le permitían, mientras de rodillas, embestía con todo el deseo sexual y de venganza que llevaba dentro, metiendo y sacando la polla sin cesar.



Marta con sus piernas en una posición muy deshonrosa y sus brazos intentando cubrir sus tetas, resistía delante de aquellos hombres la humillación de su hijo. Aunque no le hacía daño, ninguno de los secuestradores con los que había estado antes había sido tan violento.

El mete-saca cesó y de nuevo Marta aprovechó para juntar sus piernas, aunque por poco tiempo.

-date la vuelta –dijo Benito.

-¿cómo dices? –preguntó atónita -¿acaso me quieres montar como una yegua? –vociferó furiosa.

Benito no contestó. No hacía falta. Ella iba a obedecer y así fue. Con gran lentitud se colocó a 4 patas con la mirada fija en el suelo. Que le diera por el culo el pervertido de Benito le revolvía las tripas. Sin duda para ella ésta, era la mayor de todas las humillaciones sufridas durante la noche.

Primero sintió un dedo entrar y salir de ella, después notó el glande contra su ano empujando hacia adentro hasta conseguirlo. Entonces comenzó de nuevo el mete-saca. Intentaba relajarse con el vaivén. Las manos de su hijo atraparon de nuevo sus tetas que volvían a balancearse en el aire. Pellizcaba sus pezones con las yemas de sus dedos. Unos momentos después Marta levantó la cabeza, abrió los ojos y entonces lo vio.

En la parte opuesta del claro, perfectamente visible a través de los hombres que ahora ya no tapaban su visión. Descubrió a su marido y a su hija follando juntos.

Pestañeó varias veces para estar segura de lo que veía. No daba crédito. Era imposible. -Ese patán de Fermín, ¡se la está follando! –pensó. –¡a su hija!

-¡Malditos cabronazos! –estalló –¡todos sois unos cerdos!



Artan se dio cuenta del descubrimiento de Marta y sonrió. Ahora estaba plenamente feliz. Había esperado aquello toda la noche. No era un violador cualquiera en busca de sexo gratuito con mujeres bonitas o jóvenes. No era ese el objetivo final de su juego particular, el sexo era accesorio, formaba parte del botín que conseguía para sus amigos. Lo que realmente buscaba era la humillación total de cada uno. Ver florecer sus más bajos instintos. Destapar sus hipócritas máscaras de familias bien avenidas. Descubrir sus secretos más sucios y rebajar su condición de hombres a la de animales depredadores y antropófagos. Seres sucios, más sucios incluso que él o sus compañeros.



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Lloraba desconsolada a lágrima viva sin poder parar de mirarlos. Veía a Beatriz brincar de placer, retorciéndose en medio del orgasmo, movía su cintura al compás de su padre mientras le abrazaba las caderas que atraía hacia sí.

¿cómo podían follar juntos con lo que estaba sufriendo? Sobre todo por ella. Había renunciado a su dignidad, se había humillado al máximo por aquella pequeña fulana y se lo pagaba de esa manera.

Como había podido estar tan ciega. Todo el esfuerzo por apartar los moscones que rondaban a su hija no habían servido de nada, tenía el enemigo en casa, su propio marido. No eran las amigas de Beatriz a las que Fermín intentaba camelar y que tan celosa le ponía –pensaba –era a ella, a esa pequeña zorra.

Que panorama –pensó –mi marido follando con mi hija mientras mi hijo me la mete por el culo –estaba hundida, volvió a levantar la vista al cielo en busca de alguna nube pero no la encontró. –Ahora si que ya nada puede ir peor.



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Fermín descansaba sobre el pecho de Beatriz con lo ojos cerrados, estaba agotado. Respiraba agitadamente mientras oía los latidos del corazón de ella.

Beatriz tampoco se movía, odiaba a su padre. Siempre le detestó por babear por sus amigas pero esto traspasaba todos los límites imaginables. Nunca imaginó que también se excitara con ella y mucho menos que fuera capaz de violarla.



Cuando la sangre fluyó de nuevo por el cerebro de Fermín, empezó a pensar en algo que antes pasó por alto. ¿por qué escupió Beatriz con cara de asco cuando la besó?.

Con la mente más fría comenzaba a pensar con más claridad. Un negro presentimiento invadió el corazón de Fermín. Levantó la cabeza y vio a Beatriz que le miraba con odio. ¿es que no deseaba que pasara esto?, ¿por qué me la chupó entonces?, ¿la habrían amenazado...?

-dios mío –exclamó –¿que he hecho?

-follar –dijo cortante Beatriz –se llama follar. Y tú me has violado. Acabas de violar a tu propia hija. –era el mismo tono que utilizaba su mujer. Vio en sus ojos la misma mirada perversa de ella. Se quedó petrificado. Sin palabras, estaba hundido con la cara roja de vergüenza.

Entonces vio a Beatriz bajar la vista, Fermín siguió su mirada hasta posarla sobre su mano que aún asía uno de sus tetas. El pezón asomaba entre sus dedos.

Con toda lentitud comenzó a deslizar su mano hacia un costado y la apoyó en el suelo, junto al hombro de Beatriz dejando su teta libre. Después volvieron a mirarse a los ojos. Los de ella llenos de odio, los de él, de vergüenza y arrepentimiento.

-y ahora –prosiguió ella –podrías sacarme el dedo del culo –su cara era inexpresiva.

Un escalofrío le recorrió la espalda. La vergüenza que sentía aumentó aún más. Lentamente, como si no quisiera que ella se diera cuenta fue deslizándolo hacia fuera. Cuando lo hubo hecho, apartó la mano y la apoyó en el suelo. Tenía ambas manos a cada lado de los hombros de Beatriz que seguía apoyándose en sus caderas.

Vio como cerraba los ojos a la vez que emitía un suspiro de alivio. Sin duda, meterle un dedo en el culo, resultaba muy desagradable para ella.

Volvió a abrir los ojos y a mirarle fijamente. Guardó silencio durante unos momentos antes de hablar. Con cara de asco y tono sereno dijo fríamente.

-y ahora, si ya has acabado de disfrutar de mi cuerpo –entrecerró un poco los ojos para expresar mayor odio hacia él –del cuerpo de tu hija. ¿podrías sacar la polla de mí y quitarte de encima?

Fermín se había convertido en un ratón, no sólo era vergüenza lo que sentía. Había perdido por completo su posición dominante sobre Beatriz en el seno familiar donde ella hacía lo que su padre ordenaba. Él, el cabeza de familia, había demostrado ser un pobre desgraciado babeando las vientos de cualquier colegiala incluida su propia hija. Ahora estaba a su merced, igual que lo estaba bajo la de su mujer de la que siempre fue un títere.

Tensó sus brazos para levantar su cuerpo y cuando se incorporó ambos miraron sus sexos unidos. Beatriz con las piernas abiertas empujó a su padre por las caderas que aún tenía asidas. Su polla aún en semierección fue deslizándose hasta que estuvo fuera de ella por completo, quedando pendulando sobre el de ella.

Él quedó de rodillas, ella se apartó, se tapó con la camisa y permaneció sentada mirándole con desprecio, en silencio. Sobraban las palabras.

Un fuerte grito proveniente del otro lado del claro cruzó todo el bosque y llamó su atención.



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Marta se encontraba tumbada boca arriba otra vez, con Benito sobre su pecho. La follaba sin parar mientras sobaba y lamía sus pezones. Nada podía ser peor. Toda la noche había sido un completo desastre. Se dejó follar 2 veces para preservar a su hija que terminó follando con su propio padre, permitió que la diesen por el culo para proteger a su hijo pero éste, acabó por follarsela tanto por el coño como por el culo. Nada puede ir peor, pensó. Se equivocó.

El ritmo de Benito aumentaba y sus jadeos comenzaron a ser más sonoros, eso solo significaba una cosa, la situación podía empeorar mucho más. No podía concebir que su hijo eyaculara dentro del coño. Sería lo más pervertido, sucio y antinatura que hubiese soportado nunca. Tenía que evitarlo a toda costa.

-hijo, por favor –su voz era temblorosa –no te corras dentro.

Benito no respondió ni hizo amago de haber entendido.

-Benito, hijo mío, no te corras dentro de mi coño... por favor –esta vez, había más miedo en ella. Aun así la actitud de Benito fue la misma.

Marta completamente nerviosa, sentía los envites cada vez más fuertes y con mayor rapidez. Estaba a punto de perder los nervios.

-Benito, te lo ruego, no te corras en el coño. Métela por detrás, vamos, métela en el culo y córrete ahí. Por favor... te lo pido por favor, ¡Benito!.



Los 4 hombres que rodeaban a la pareja babeaban de placer con el espectáculo. Aun no podían creer lo que estaban a punto de ver. El morbo de ver a un muchacho follar y correrse dentro de su propia madre, de disfrutar con su cuerpo, de sus tetas, que sobaba como un poseso. Un muchacho cuya introversión se había convertido ahora en el más cruel sadismo. Se miraban unos a otros intercambiando sonrisas maliciosas.



Benito tenía los ojos cerrados y comenzó a fruncir el ceño. Su cara se contraía, sus músculos se tensaban y el ritmo de penetración era cada vez mayor. Marta comenzó a gritar.

-no..., no lo hagas. Métela por el culo, mete la polla por el culo –estaba fuera de sí, seguía gritando -Córrete por detrás, en el culo, córrete en el culo.

Pero ya era tarde, Benito comenzó a disfrutar su primer orgasmo con una mujer. Su semen fluía a raudales dentro de ella, él era feliz por perder su virginidad, por correrse dentro del coño de una mujer. Y Marta lo notó. Empujaba a Benito, le gritaba, chilló histérica con toda su fuerza.

-¡METE LA POLLA EN EL CULO...!, ¡CORRETE EN MI CULO, JODEEEERR!



- · -



Padre e hija no daban crédito a lo que acababan de oír. Era la voz Marta y sobre ella estaba... ¡Benito!, la estaba montando y ella gritaba de placer con él. Beatriz miró con asombro la dantesca escena, después devolvió la mirada a su padre que mostraba la misma cara de incredulidad. Ambos pensaron lo mismo. ¡todo el mundo se ha vuelto loco!

Para Beatriz era el peor día de su vida, engañada por sus novios con su madre, violada por su padre y ahora, su hermano y su madre follando juntos. Los odiaba, los odiaba a todos, odiaba al obseso de su hermano, al pervertido de su padre pero sobre todo, por encima de todas las cosas, odiaba a la fulana de su madre. Maldita traidora, falsa.

Fermín se sintió más hundido que antes, había mostrado una faceta de sí que siempre mantuvo oculta incluso para él. Era un ser vil y pervertido, se había follado a su propia hija. Era un pelele, un títere de Marta, hasta su hijo se follaba a su mujer, de la que siempre dudó su fidelidad. Cerró los ojos y agachó la cabeza.



- · -



Marta miraba el cielo fijamente con los ojos enrojecidos por las lágrimas, tenía los brazos caídos a ambos lados del cuerpo, las piernas completamente abiertas con las rodillas ligeramente flexionadas. Entre ellas estaba Benito, descansaba en el pecho de su madre. Su respiración aún era agitada, con los ojos cerrados acariciaba sin cesar una de sus tetas.

Los hombres en corro, miraban absortos y en silencio como mudos espectadores de una función hasta que ella rompió el silencio.

-¿te vas a quitar de encima, o piensas quedarte a dormir toda la noche?

Marta iba recomponiéndose, el fuego en los ojos sustituía a sus lagrimas, la sangre fluía de nuevo por sus venas, su cara perdía la expresión de desolación para sustituirla por la de odio supremo. Había sufrido la mayor de las afrentas y el mundo se lo pagaría. Juraba por dios que rodarían cabezas. Y esas cabezas tenían nombres y apellidos.

Benito jugueteó con el pezón unos segundos más. Después se incorporó y lentamente sacó la polla del coño para sentarse en el suelo seguidamente. Cuando lo hubo hecho, Marta cerró las piernas sin prisa y se giró a un costado quedando tumbada en posición fetal. Desde su posición, podía contemplar todavía el coño de su madre que asomaba entre sus nalgas. Disfrutó con la vista de aquellos labios cubiertos de fino y suave vello.



- · -



Beatriz noto que una manaza le cogía el brazo y tiraba de ella. Era Lombardo, a una señal de Artan debía llevar a la muchacha con él.

-déjame en paz –gritó furiosa.

Fermín hizo ademán de ayudarla y también le gritó, pero para su sorpresa Beatriz le contesto en el mismo tono enfadado

-¿qué pasa?, ¿acaso estás celoso?, sé defenderme solita.

Le dio en plena línea de flotación. Fermín volvió a agachar la cabeza.

-suéltame, sé caminar solita –espetó a su captor –pero entonces recibió un tirón de pelo cuando intentaba recuperar las bragas que aún estaban junto a su padre.

Esta vez Fermín no se movió.

-no cariño, se quedan aquí, además... no te van a hacer falta –dijo su captor.

La furia que llevaba dentro se disipó al instante. Se temió lo peor, miró a su padre con cara de pánico y dijo: -papá...

Tampoco esta vez se movió, no era capaz.



Ahora estaba sola, tenía miedo y no tenía ni a su padre para defenderla.

Beatriz se alejó sin dejar de mirar a su padre cabizbajo. Le vio derrotado, abatido. Por primera vez en mucho tiempo y aun después de lo que había hecho sintió lástima por él.



Cuando llegó junto al grupo, un empujón la colocó entre su hermano y su madre que acababa de incorporarse al verla, permaneciendo sentada con las piernas dobladas frente a su pecho.

El grupo de hombres la miraba en silencio, estaban a la expectativa. Su hermano, sentado a unos pasos de distancia también se fijaba en ella con su mirada de pervertido que tanto odiaba. Su madre en cambio, mostraba una expresión extraña.

Artan habló.

-quítate la camisa –su tono era serio, pero amenazante. Logró aumentar el miedo de Beatriz.

Con dedos temblorosos comenzó a soltar cada uno de los botones de su camisa. Cuando hubo soltado todos la deslizó por sus hombros dejándola caer al suelo.

Las caras de todos los hombres se iluminaron. Su madre sonrió. Eso la aterró más aún.

Benito se puso en pie al recibir una señal de Artan y se acercó a Beatriz. Ésta no dijo nada, se limitó a mirarle a los ojos.

-arrodíllate –susurró Benito.



Los ojos se le pusieron como platos, creía que iba a abusar de ella alguno de aquellos hombres pero no el idiota de su hermano.

-ni lo sueñes niñato –repuso enfadada

Sabía que su hermano no le quitaba ojo cuando estaban juntos, sentía como la desnudaba con la mirada, en ocasiones le había descubierto espiándola y ella aprovechaba cualquier ocasión para chivarse a su madre para que lo reprimiera severamente. Fue ella quien delató a Benito cuando se masturbaba en su cuarto con unas bragas que ella misma le había dado.



Ahora se tomaría venganza y además obtendría lo que nunca antes pudo conseguir. Pero Beatriz no estaba dispuesta a obedecer a ese bobalicón, mucho menos a ofrecerle sexo gratuito.

Pero entonces escuchó en su nuca la voz de Artan que se había acercado por detrás. Solo fue un susurro pero todo el cuerpo de Beatriz tembló de miedo con la amenaza recibida.

De nuevo miraba a su hermano a los ojos, ya no era un bobalicón pervertido, sino un peligroso violador como aquellos otros y le temió tanto o más que a ellos. Las tornas cambiaban de nuevo entre los 2 hermanos.



Al arrodillarse, su cara quedó frente a la polla de su hermano, la tenía dura y era mas grande que la de su padre.

-no puedo hacerlo –dijo. Apretó los ojos, bajó la cabeza y volvió a insistir –no voy a hacerlo –Artan replicó.

-si no se la chupas a él se lo chuparas a ella.

Beatriz miró instintivamente a su madre con el rostro lleno de miedo.

Marta observaba la escena satisfecha de que Beatriz, la pequeña zorra traidora, sufriera en sus carnes lo mismo que ella. Al oír la voz de Artan se puso tensa y en su cara se dibujó una mueca de preocupación. No contaba con ser parte activa de aquello. Madre e hija se miraban a los ojos. La imagen de su hija lamiéndole el coño produjo una arcada en el estómago de Marta.



Para sorpresa de todos marta comenzó a separar las rodillas hasta que todo su coño quedó expuesto a todos los presentes. Beatriz abrió la boca y los ojos como platos. Casi vomitó.



Marta solo lo hizo como método intimidatorio, sabía cual sería la decisión de Beatriz después de eso. Así fue, Bea se giró volviendo a mirar la polla de Benito fijamente y tras varios segundos la cogió con la mano para, acto seguido, metersela en la boca.



Los 5 captores sonrieron para sus adentros, menudo espectáculo.

Lo cierto es que Benito además de frustrado onanista era un boayeur profesional. Tímido y retraído pasaba sus horas en casa con la nariz entre libros, tebeos y, cuando se daba el caso espionaje filial.

Detestaba a su hermana pero sus hormonas no lo hacían. La evolución física de Bea no había pasado inadvertida para Benito que focalizaba en ella todo su reprimido deseo sexual.

Benito con los ojos en blanco recordaba cuanto había deseado ese momento, tanto tiempo haciendo guardia frente al baño para poder ver una teta o una nalga. Tanto tiempo intentando cazarla in fraganti en alguna situación indecorosa. Por fin obtenía lo que nunca llegó a imaginar.

Los labios de ella le recorrían adelante y atrás produciendo oleadas de placer. También se producía un balanceo en sus tetas que no tardó en atrapar, llenando sus manos con ellas. Sintió el calor y el tacto de sus pezones. Hizo que le mirara desde abajo, el lugar donde siempre la quiso tener y disfrutó con ello. Se sentía poderoso, ni ella ni su madre tenían influencia sobre él ahora. Podía hacer lo que quisiera. Y siempre quiso hacer algo.

-túmbate –lo dijo muy despacio. Su voz estaba cargada de rencor.

-¿qué vas a hacer? –preguntó en un susurro.

-voy a agradecerte que aquel día me regalaras aquellas bragas con tanta amabilidad.

-Por favor, te lo suplico, perdóname –y añadió -Lo siento, no quería que pasara todo aquello.

-si que querías. Todos me visteis en el salón, incluso la tía y la abuela. Tú estabas sonriente y satisfecha. Me tendiste una trampa.

Ahora ya no tenía el tono sereno de antes. Su voz se hacia más áspera y sus ojos se ardían de cólera.

-Me dijiste que eran de tu amiga, que tuviste que robárselas del vestuario. Pero me diste unas tuyas. ¡Me diste tus bragas!

-perdóname, te lo compensaré. Te lo prometo.

-ya lo creo que lo harás. Túmbate de una vez.

Su madre oyó la conversación con una mueca de desconcierto en su rostro.



Desnuda, con todos aquellos hombres mirándola, con su madre disfrutando de su sufrimiento Beatriz se encontraba más sola que nunca, estaba llorando. Ahora ya tumbada sobre la hierva, tapaba sus tetas con las manos mientras mantenía las piernas juntas y flexionadas.

Benito, sin ningún esfuerzo las abrió ampliamente. Disfrutó con la vista de su amplio pubis. Lo acarició, sabía que su padre había estado allí hacía unos momentos como también estuvieron sus novios pero ahora le tocaba a él.



De nuevo Artan y sus secuaces intercambiaron miradas maliciosas.

-A su hermana, se va a follar a su hermana. –susurró de nuevo Saúl. –es increíble este chico.



Acercó su polla al coño de ella, separó sus brazos para contemplar sus tetas, miró a su madre, la gran protectora de su hermana que tanto sufrimiento le había dado y comenzó a penetrarla. Comenzó a follarla lentamente, embestía a su hermana tal y como antes se había follado a su madre. Besó su cuerpo, su cuello e incluso sus labios que ella no se atrevió a privarle. Gozó todo lo que pudo con ella.



- · -



Artan estaba pletórico. No era la primera vez que conseguían relaciones familiares de aquel tipo. Ese era su pasatiempo favorito. Lo más irónico de todo es que jamás nadie denunció un solo caso de abuso puesto que la vergüenza siempre era más fuerte que el afán de justicia. ¿quién se expondría a confesar como se había acostado con un familiar? Nadie quería tal deshonra.

Incluso en ocasiones asaltaban la misma casa disfrutando de nuevo una y otra vez con las mismas personas.



- · -



Beatriz no se movió durante el tiempo que Benito disfrutó con el mete-saca. Ni la más mínima resistencia, ni una sola protesta, ni el más leve gesto de desaprobación o asco que pudiera causarle un desaire. Padeció inerte los excesos de su hermano.

Al igual que ocurriera minutos antes con Marta, Benito follaba el coño de Bea con ansia, sin embargo y aunque detestaba a su hermana, a ella no la follaba con odio sino con deseo, el deseo acumulado durante largos años.

Su ritmo se fue incrementando hasta que llego el momento del orgasmo. Sus músculos se tensaron, sus manos apretaron las tetas de ella y todo el semen que aun guardaba lo eyaculó dentro del coño de su hermana que lo recibió paciente y resignada.

Benito descansó sobre ella con los ojos cerrados y la respiración cansada, una vez consumado el acto. Solo entonces pudo oírla decir algo, solo fue un susurro casi inaudible que no llegó a comprender.

-lo siento.



Pasaron unos minutos en los que nadie se movió. Los secuestradores disfrutaban de aquello. El morbo de ver a los 2 hermanos juntos satisfacía los deseos de todos ellos, sobretodo de uno, Artan. El silencio dominaba la noche, no se escuchaba ni un respiro. Nadie se movía.

-vámonos -dijo de repente el cabecilla.



Los 5 hombres desaparecieron por el camino forestal. Sin decir palabra, sin discursos, como si no hubiera pasado nada. Alegres de haber conseguido todo cuanto desearon. Habían disfrutado de buen sexo con las mujeres, les habían robado su dinero, su intimidad pero sobre todo su condición de seres humanos racionales. Eso les hacía sentirse mejores que ellos, más poderosos.



El claro del bosque volvió a quedar en silencio. Permanecieron inmóviles, incrédulos al ver desaparecer a aquellos pervertidos por arte de magia. Con ellos se fue también el terror que sentían. Poco a poco cada uno volvía a recuperar su estatus dentro del seno familiar.



-levántate –dijo al fin Beatriz a su hermano.

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