viernes, 11 de mayo de 2012

Mafioso4

Continuamos con los nuevos capítulos independientes Entregando a mi mujer, Obligado a ceder a mi esposa y Pagando con su mujer en la que el mafioso “El Calvo” ofrece las esposas de sus deudores a cambio de saldar sus préstamos.

Habíamos terminado agosto y toda la actividad volvía a la normalidad. Mi empresa, de nuevo, volvía a tener actividad.

“El Calvo” me había propuesto trabajar para él, y escuché su oferta, lo que me generaría otra fuente de recursos. Me explicó como trabajaba, a quien daba los préstamos, como conseguía vender la deuda y a quien, a cambio de los favores de la mujer Lógicamente no le conté nada a Belén, mi esposa, explicándole que habían ofrecido un empleo como asesor lo que me permitiría pasar las noches fuera de casa cuando tuviera algún trabajito.

Su negocio era próspero, ya que obtenía un fuerte beneficio por los intereses a corto plazo. Todos sabían que era una persona peligrosa, con quien no se podía jugar, pero quien acudía a él, era porque no tenía otra solución. Era cuando alguien se demoraba en el pago, y si las circunstancias lo permitían, cuando llegaba a tomar a la mujer.

Me sorprendió como tenía organizado su negocio y a la vez la cantidad de personas que se encontraban tan apuradas económicamente que debían aceptar las condiciones leoninas que les imponía en sus préstamos, y la forma en la que a veces debían de pagar.

Me explicó que quería de mí lo mismo que había hecho él en otras citas. Debía convencer a las parejas deudoras que la opción que tenían era pagar mediante la entrega de la esposa. Las personas que adquirían esos derechos, pagaban bien, y querían un buen servicio.

Me entregó ese día el primer caso. Era una pareja. Ella se llamaba Yolanda, una mujer morena, de 1.70 de estatura, 32 años y él Omar, un hombre unos cinco años mayor que ella.

El padre de Yolanda, o Yoli, como solían llamarla sus amigos había fallecido recientemente. Había sido un empresario importante, y en los últimos años, desde el matrimonio con su hija, fue Omar quien se hizo cargo de los negocios. Pidieron prestado dinero con la intención de obtenerlo de forma rápida y posteriormente poder vender parte del legado del patriarca de la familia para hacer frente al pago de la deuda.

Desgraciadamente para la pareja, se dieron cuenta demasiado tarde que los negocios no tenían viabilidad y que el patrimonio que pensaban heredar estaba totalmente esquilmado por la pérdida de ciertos pleitos con costosas indemnizaciones, por lo que se vieron en una situación total de desamparo, sin poder hacer frente a su acreedor más peligroso, “El Calvo”

Román y Marcelo eran cincuentones y quienes se iban a dar el capricho de comprar la deuda que mantenía el matrimonio. Conocían a Yolanda desde que era niña, incluso habían hecho negocios con su padre hacía años, pero sobre todo, a raíz de la toma de las riendas de los negocios por parte de Omar, llegaron las enemistades y todo el odio que habían acumulado hacia el padre y yerno querían liberarlo contra su hija y marido.

Primero mantuvimos una reunión entre “El Calvo”, los padrinos de la operación y yo. Me explicaron que deseaban a la mujer desde hacía tiempo y esta era una buena ocasión, probablemente la única que tendrían en la vida de poder disfrutarla sino de forma consentida, si aceptada. “El Calvo” les explicó también que podrían utilizar una cámara de fotos si lo deseaban y tener unos recuerdos inolvidables del encuentro.

Conocía todos los detalles, por lo que decidí ir a visitarlos y concertar la reunión y posterior fiesta como hacía “El Calvo”.

El matrimonio, al presentarme cambió su rostro y se pusieron a la defensiva. Evidentemente la respuesta es que no podían hacer frente al pago de la deuda y que les diera un poco más de tiempo. Les ofrecí la solución, manteniendo una reunión con unos inversores, en la casa que “El Calvo” solía utilizar.

Omar y Yolanda tenían dos hijos de muy corta edad. Uno de cuatro años, Lito, como ellos le llamaban, y un bebé, Sandro, de tan sólo seis meses. Me propuso acudir él solo y que su mujer se quedase con los críos, ya que el bebé aún tomaba el pecho.

Contesté que era preciso que acudieran los dos por la importancia de los temas a tratar, y la solución fue que ella prepararía una cena en casa para los cinco al día siguiente.

Hablé con los nuevos acreedores de la pareja y les expliqué los detalles y como procederíamos en la casa para que ellos pudieran disfrutar de la mujer. Que ella fuera madre lactante, sin duda alegró a los empresarios.

Al día siguiente, a la hora señalada nos presentamos los tres hombres en el piso. Era una vivienda enorme en el centro de la ciudad. Nos invitaron a pasar al salón. Omar nos dio un fuerte apretón de manos y Yolanda dos besos a cada uno de nosotros. Me di cuenta que ella no conocía, o al menos, no recordaba a los antiguos amigos de su padre, pero sobre todo, su esposo no dio importancia a la identidad de los invitados.

La cena fue espectacular. Cocina de diseño con varios platos esmerados en el que el matrimonio quería agasajar a sus invitados sin saber nada de lo que les esperaba posteriormente.

En un periquete, pareja recogió la mesa y sacó una bandeja con café, pastas y licores para continuar hablando. La conversación iba derivando de un tema a otro sin entrar en ningún momento a discutir el motivo por el que los invitados se encontraban en la casa de la pareja. Estuvimos hablando de los dos niños y sobre todo del pequeño, que aún su madre le seguía dando el pecho.

- ¿A qué hora sueles darle el pecho al bebé? – Preguntó Román.
- En una media hora más o menos le despertaré para dárselo.

Les daba morbo la situación aunque la pareja no parecía percatarse de la situación. Consideré que era el momento de poner las cartas sobre la mesa por lo que pedí al matrimonio que me acompañasen a la cocina, donde les puse en antecedentes.

Les expliqué primero quienes eran Román y Marcelo. La relación con las empresas familiares y lo dañados que habían resultado por las decisiones de Omar y del padre de Yoli.

Veía que no era de su agrado lo que contaba, pero aún fue peor cuando les conté que “El Calvo” les había vendido su deuda y que esa noche la cobrarían. Al explicarle la forma montaron en cólera.

La respuesta fue al unísono, ordenando que saliésemos de su casa de forma inmediata, muy enfadados y ofendidos.

 Como sabéis ha sido “El Calvo” quien me ha enviado aquí a asegurarse que la deuda era satisfecha hoy. Debéis pagar en metálico o de esta forma. Sino hacéis lo que se espera de vosotros sólo debéis recordar que tenéis dos niños, ambos tenéis madre y no creo que queráis que le suceda nada a vuestra familia. Supongo que sabéis que lo mejor es estar en paz con “El Calvo”.

El enfado de la pareja se iba disipando y ya no replicaban. Me ofrecieron cobrar con la vivienda, que ya estaba hipotecada, y que me recordaba mi propuesta de hacía un par de meses cuando nos tocó a Belén, mi esposa y a mí, pasar por lo mismo. La respuesta. La única forma de realizar el pago de otra forma distinta al pago en efectivo, era tan sólo aceptando ser la diversión de los nuevos acreedores.

 Voy al salón con los invitados. Esperaremos cinco minutos para conocer vuestra decisión. Sólo recordad a Lito y a Sandro, vuestros hijos y que sólo os tienen a vosotros, ah, y a sus abuelas.
 Cabrón ¡¡¡¡ – Dijo ella llorando.

No contesté. Me limité a irme al salón donde me serví una copa, explicándoles a los nuevos acreedores que esperaríamos unos minutos a que ellos salieran, dando por hecho que aceptarían la propuesta.

La pareja salió al poco rato de la cocina, con la cabeza baja, sumisa, esperando recibir las instrucciones que les iríamos dando.

- ¿Qué queréis de nosotros? – Preguntó Omar con tono serio y en voz baja.
- ¿Sabes, Omar? Yoli es clavada a su madre. Coincidimos varias veces. Siempre me encantó y consideré que tu suegro era un hombre afortunado. Hoy lo pienso de ti, y sólo queremos disfrutar de vuestra compañía durante unas horas. – Explicó Román

La pareja no contestó. Se limitaba a escuchar las frases de Román que caían como una losa sobre sus oídos. Aunque para ellos fue peor empezar a oír a Marcelo.

- Nos da cierto morbo ver como das de mamar a tu pequeñín. Empieza a quitarte la camisa.

Yolanda era una mujer muy atractiva. A su altura y buen tipo había que añadirle unos enormes pechos. Ese día se había puesto especialmente guapa, con una camisa blanca, abotonada por delante y unos pantalones ceñidos, negros, de vestir que marcaba especialmente su trasero.

- Que te la quite Omar. Esto es cosa de dos. – Expuso Román riendo y sabiéndose dueño de la situación.

La mujer se giró para situarse enfrente de su marido. Era como si quisiera darse prisa y terminar cuanto antes sin saber que aquellos hombres disfrutarían totalmente de cada euro que habían pagado.

El marido, de forma torpe comenzó a desabrochar la camisa de su mujer, hasta dejarla completamente abierta. Román le pidió que se la entregase y ella obedeció. El hombre, con mucho cuidado la dobló cuidadosamente y la dejó encima de una silla. Su sujetador, aunque enorme para poder tapar sus pechos, era totalmente tupido y grueso, hecho especialmente para lactantes.

- Trae al bebé para que le su mami le dé el pecho. – Ordenó Román.

El marido se dirigió a la habitación, apareciendo en breve con el cochecito del niño en el salón de la casa. No tardó para no dejar demasiado tiempo a su mujer con nosotros.

Omar sacó al niño del cochecito y se lo entregó a Yoli. La mujer le dirigió a su pezón izquierdo y bajando un poco la copa del sujetador, el niño comenzó a tomar su cena.

- Espera, espera. Antes de nada. Tendrá más morbo si se quita el sujetador. Quítaselo, Omar.¡¡¡

No dijo nada, pero los ojos de Yoli estaban inyectados en sangre. Omar estaba sudoroso, avergonzado y con la cara enrojecida.

 No voy a poder. No podré ¡¡¡ -- Dijo ella
 Seguro que harás un esfuerzo. – Respondió Román.

Obedeció. No nos miró a ninguno. Tan sólo soltó el sostén y quedó con sus dos enormes pechos al aire.

- Ahora si. Sigue dándole de cenar al niño.

El bebé siguió tomando. Ella intentaba taparse con el mismo brazo que cogía al niño y así evitar mostrar sus pechos. Unos minutos después cambió a la criatura y le dio la toma con el otro.

Ninguno sabíamos cuanto tiempo tardaba en tomar el pecho un bebé pero observamos que Yolanda miraba fijamente a su marido. Significaba que había terminado.

- Ahora Yoli, permanece sentada en la silla mientras Omar lleva al niño de nuevo a su habitación.

De nuevo, evitando dejar a su mujer sola demasiado tiempo, en un par de minutos el marido se había incorporado de nuevo con nosotros. Fueron instantes suficientes para ordenarle que separase las manos y hacerle una fotografía de sus pechos.

Ya con Omar con nosotros, Román mostró su curiosidad de ver como salían las gotas de leches de los pezones de la mujer por lo que pidió al marido que le mostrase la forma de hacerlo.

- Omar, presiona los pezones de tu esposa para que veamos como sale la leche.

Vi como la mujer comenzaba a llorar de forma sonora. Por su parte, el marido, sin alternativa se acercó a ella y le presionó los pechos. A pesar de haber sido vaciados por el bebé comenzaron a salir abundantes gotas de sus mamas. Román ajustó el zoom de la máquina para retratar las chispas de leche suspendidas en los pezones.

Aunque era una situación distinta, me recordaba a lo que habíamos vivido Belén y yo unos meses antes. Sabía lo que debía estar pasando el hombre en esos momentos, pero ahora me sentía vengativo e incluso me aliviaba ver como otro estaba pasando por lo que yo pasé.

- Creo que voy a probar un poco de esa leche. – Interrumpió Marcelo.
- No, por favor. Parad ya¡¡ -- Suplicó la mujer.
- Yo también tomaré el postre desde el envase, pero Yoli, antes de hacerlo, ponte un poco más sexy para nosotros. Quítate esos pantalones tan recatados que llevas.
- Canallas. Sois unos canallas y unos sinvergüenzas – Replicó llorando.

Se tomaban su tiempo. Estaban sin alternativa y debían obedecer para pagar su deuda. Miraba a su marido solicitando una ayuda que él no podía darle.

- No dejes que lo hagan. Pídeles que paren.

El hombre poco podía hacer. Si mandaba parar sabía las consecuencias que tendría y nunca más vivirían tranquilos. Estaba tan aterrorizado como ella.

Los ojos de Omar reflejaban la tristeza y la impotencia de no poder evitar que abusaran de su mujer. Ahora fui yo quien insistió a la mujer tal y como lo habría hecho el calvo.

- Te quitas los pantalones o nos marchamos sin cobrar la deuda.

El tono frío y serio la asustó. Se puso de pie, soltó el botón y bajó la cremallera. Tomando la prenda desde la cintura la fue bajando lentamente para el regocijo de los que estaban cobrando la deuda.

Quedó con tan solo un tanga negro. Primero Román la volvió a fotografiar para después, entre los dos hombres, la tomaron por los brazos y la contemplaron de arriba abajo.

Ambos pasaron sus manos sobre los pezones, quedando manchadas sus palmas por el viscoso líquido de la mujer.

La mesa estaba totalmente recogida por lo que decidieron que ella se tumbase sobre ella. Sus ojos rezumaban y su cuerpo estaba tenso y enrojecido por los difíciles momentos que estaba soportando.

Entre los dos la colocaron sobre la mesa, situando debajo de su espalda uno de los cojines que había en el sofá para que quedasen aún más elevados sus pechos. La orden era que el marido apretase sus senos, los ordeñase para que los dos cincuentones pudieran probar su leche.

Semidesnuda. Tan solo tapada por un pequeño tanga los tres hombres se situaron alrededor de Yoli. Ella se cubría los pechos como podía, usando sus brazos y manos. Los hombres indicaron lo que querían a Omar que se situó detrás de su cabeza, tomándole las manos y echándole los brazos hacia atrás. Marcelo y Román se colocaron a ambos lados para poder después acceder a las mamas.

Cuando su esposo empezó a apretar los dos hombres se acercaron a sus pechos, pasando la lengua por ellos. Ella dio un grito desgarrador y volvió a suplicar. Ahora fui yo quien ejerció de fotógrafo tomando las mejores instantáneas y recuerdos para ella.

- Por favor. Parad ya.

Veía como sus pies resbalaban sobre la mesa. No movía sus manos que permanecían como paralizadas. Los hombres daban buena cuenta del líquido que emanaba de Yoli.

Disfrutaron de ella durante varios minutos que al matrimonio les parecieron eternos. Cuando los dos cincuentones pararon ella quedó abatida, con la cara apoyada en la mesa y lagrimeando abundantemente.

Su cuerpo era perfecto a pesar de haber dado a luz unos meses atrás y de tener además otro hijo. Su estómago ya estaba prieto y su figura era estilizada.

Con el odio que llevaban dentro y en su afán de humillar al marido en este caso comenzaron a decirle la suerte que tenía de tener una mujer tan preciosa como Yolanda.

La pareja era consciente que no terminarían ahí sus humillaciones, y en efecto, una nueva frase de Román sepultó las escasas esperanzas que tenían que aquello no fuera más allá.

- Nuestro cobro de deuda nos permite cumplir nuestro deseo de ver desnuda a tu esposa, así, que si no te importa, quítale el tanga.

La mujer mantenía sus ojos cerrados mientras que las miradas de los hombres iban dirigidas ahora al marido que debía obedecer y dejar completamente desnuda a su mujer.

Recordaba cuando tuve que hacerlo yo. En mi caso intenté ganar tiempo protegiendo la desnudez de mi mujer pero ahora no tenían alternativa.

Abatido y humillado Omar tomó el tanga por sus elásticos y empezó a bajarlo lentamente hasta sacarlo por sus tobillos. También fui yo, quien tomé en modo de grabación de video como le iba quitando el tanga.

Había desnudado totalmente a Yolanda. Contemplaban su sexo que aunque con forma rectangular estaba bastante poblado de vello púbico.

Sabía que no podía taparse por lo que movía sus piernas de forma incómoda. Ambos babeaban, aunque era en este caso Marcelo quien más admiraba el esplendor del sexo de la mujer y quien se explayó con los comentarios.

- Un coño como los de siempre. Seguro que tu madre lo llevaba así también. Con pelo, no como los “chochos pelaos” que se llevan ahora.

- Es verdad que tienes una mujer muy peluda por abajo. Quiero que abras sus piernas y le apartes el pelo de su raja para que nos permita verla.

Omar, entregado no dudó en obedecer, colocando las piernas de tal forma que su sexo se abriese y pudiera ser visto por sus acreedores y por el zoom de la cámara que de nuevo tomó Roman.

Marcelo pidió que mantuviera abierta con sus dedos la vagina y procedió a dar unas pasadas con su lengua por ella. Sus labios vaginales sobresalían y su boca los tomó.

Cuando la mujer notó el contacto de la boca con su sexo volvió a gritar e implorar. Sus jadeos caían en saco roto y nadie, ni tan siquiera su marido le daba consuelo.

Román fue más brusco. Hizo desplazarse a Omar. Cuando Marcelo se apartó para dirigirse de nuevo a saborear sus pechos, Román agarró sus muslos y separándolos introdujo de forma impetuosa su boca entre las piernas de la muchacha.

Marcelo se levantó relamiéndose y mirándome me dijo riendo.

- No sé qué está mejor. La leche o las tetas.

Por su parte, Román, quiso agradecerme que estuviese allí.

- Ángel. Te agradecemos mucho que hayas hecho posible este encuentro. Me gustaría que estrenases la boca de esta preciosidad.

De nuevo recordé cuando Belén tuvo que hacerlo aquella vez ante mis ex empleados y ahora me sentía afortunado de tomarme esa pequeña vendetta, aunque la pareja no tuviera nada que ver.

No lo dudé. Me desabroché los pantalones y me situé de pie. Entre los dos, levantaron a la mujer y la situaron de rodillas, delante de mí.

Ella me miró con odio primero. Después su cara cambió a súplica. Tras lo que había visto, un strep tease, una pequeña dosis de sexo, pero sobre todo una situación totalmente morbosa mi pene se encontraba erecto, a la espera que la boca de Yoli lo tomase.

Estaba situada justo en frente de mi. No hacía nada por lo que fui yo quien llevó su cabeza hacia él. Su boca se abrió y comenzó a succionarlo. Sus labios estaban cerrados por lo que oía su respiración húmeda por el llanto que seguía manteniendo.

Por primera vez experimenté de forma clara lo que podían sentir aquellas personas que pagaban por algo así. En mi caso estaba determinado por haber sufrido una experiencia humillante semanas atrás y ahora me permitían resarcirme.

Según iba jugando con su boca mi excitación aumentaba. Quería correrme dentro de ella. Por nada del mundo lo haría en su cara. Aguanté todo lo que pude hasta que no aguanté y presioné la cabeza de Yoli hacia mí a la vez que el chorro de semen llenaba su boca.

Me recompuse como pude. Al fin y al cabo era el representante de “El Calvo” en la casa y quería mantener la compostura.

Román y Marcelo estaban espitosos. Querían tomarla pero no sabían por donde continuar. Me pidieron que les ayudase a pensar algo morboso que les pudiera excitar aún más de lo que estaban.

Recordé lo que habíamos hecho en la anterior fiesta, cuando el empresario hizo posar como modelo Iván a Olga (Ver Pagando con su mujer de 29/10/2010).

Decidí pedirle a Omar que me llevase a su habitación y me mostrase el lugar donde ella guardaba la ropa íntima. Lo hablé de forma discreta para que ella no se enterase y montase en cólera.

El marido, sin voluntad, me llevó a la habitación y me indicó el cajón donde la guardaba. Tenía sujetadores, tangas, brasileñas, todo muy estiloso, pero me quedé con un picardías de color blanco, muy sexy.

La mujer estaba sentada en el sofá. Medio tumbada, intentado ocultar su desnudez mientras que Román abusaba de su cámara fotografiando ahora su cara y su semidesnudo cuerpo.

Enseñé la prenda a los dos invitados que se mostraron encantados con la posibilidad que ella la luciera.

Pocos instantes después ella estaba tapada con el camisón de satén blanco. Estaba tensa, con las manos estiradas. Antes de hacer nada más, decidieron que su marido se colocase a su lado para tomar otras fotografías más.

Cogí unas tijeras y se las entregué a los dos pagadores para que sobre su camisón improvisara una prenda más íntima.

Los dos hombres empezaron a hablar. Se reían. Comentaban de cortar aquí y allí. Fue Marcelo quien hizo el primer corte. Una elipse por la parte de atrás que llegaba hasta la parte alta de la espalda. La mujer quedó con su trasero totalmente al descubierto que aproveché a fotografiar.

Siguieron indagando por donde más cortar. Ahora fue Román, quien con cuidado, hizo dos círculos a la altura de los pechos, y sacando estos por el orificio que también fotografié

Por último, un corte rectangular, sobre los muslos hasta la mitad de la entrepierna, dejando parcialmente al descubierto el sexo de Yolanda. Ahora de nuevo pidieron que la pareja se colocasen juntos para volver a posar. En esta ocasión, las fotos fueron por delante en la que ella mostraba sus pechos y parte de su sexo, y por detrás, enseñando su trasero. Por su parte, el esposo permanecía totalmente vestido.

Menos desnuda que antes, ahora era más provocativa. Román la tomó por los muslos y volvió a situarla sobre la mesa para después desnudarse él.

- Por favor, no hagáis más fotos. Tenéis bastante con lo que os estáis llevando de aquí.

Nadie la hizo caso y tomé unas fotografías más para agradar a nuestros benefactores.

Al estar tumbada, el camisón se subió quedando totalmente a la vista su sexo. Su miembro estaba totalmente erecto y la intentó meter. Ella se defendía, por lo que tuvo que ordenar a su marido que le agarrase las manos.

Omar intentaba tranquilizarla. Le decía que ya estaba todo a punto de terminar aunque sin duda le quedaba lo peor.

Le tomó las manos y ella dejó de forcejear. Ahora sin resistencia, el pene de Román se introdujo en la vagina de Yoli comenzando un juego de mete y saca. Por unos momentos, me recordó la vagina de mi mujer cuando se la trajinaron.

La esposa respiraba de forma desacompasada fruto de la tensión y del mal momento que estaba padeciendo. Metía su miembro de una forma muy lenta, disfrutando de cada movimiento. La cara del marido también estaba desencajada.

- Acaba de una vez, maldito hijo de puta.

Román hacía oídos sordos a los gritos suplicantes del marido. Se tomaba su tiempo. Por fin, noté que sus movimientos eran más rápidos y supe que se iba a correr.

Su pene golpeó varias veces en la pelambrera de la mujer, dejándola impregnada de hilillos blancos de semen.

Marcelo mostró su intención de sodomizarla. Para ello la levantó y la colocó de pie, situándola boca abajo en la mesa.

Noté que tenía dificultades para introducir su pene en el ano de Yoli por lo que indiqué a Omar que colaborase y apartase los cachetes de su esposa para que pudiera entrar su miembro en ella.

Ahora ya estaban entregados. Ella había dejado de llorar y él obedecía como un autómata. Hizo lo que le indiqué y nuestro mecenas pudo aprovecharse del dinero que había pagado.

La notaba con gritos de dolor. Parecía que había aceptado su suerte y quería terminar cuanto antes. Su marido miraba para otro sitio y supongo que su cabeza estaba perdida.

Los hombres habían terminado. Ambos se vistieron y ordenaron que Yolanda se quedase totalmente desnuda. Su último deseo eran unas fotos con ella sin nada de ropa.

No me costó complacerles. Hice varias, ella con Román primero, después con Marcelo y por último una con los dos juntos. Antes de despedirnos yo también quise inmortalizar la situación fotografiándome con ella.

Salimos los tres de la casa. Estaban encantados, sobre todo por los recuerdos fotográficos que les permitirían recordar aquella vivencia.

“El Calvo” me llamó al día siguiente para felicitarme por el apoyo a los mecenas y para citarme al día siguiente ya que debía hacer otro trabajo.

Enlace directo al relato

No hay comentarios:

Publicar un comentario