viernes, 11 de mayo de 2012

Mafioso3

Antes de nada pido disculpas por haber tenido que cambiar el nick.

Habían pasado ya un par de semanas desde que tuve que entregar a mi mujer a los que habían sido empleados nuestros por culpa de la deuda que manteníamos con un usurero mafioso. Afortunadamente, ya habíamos la habíamos liquidado, por lo que de momento no temíamos que aquello volviese a pasar. Estábamos a mediados de agosto, y había decidido que Belén, mi mujer, se marchara con sus padres y los niños, y yo, mientras, prepararía el trabajo para el mes siguiente.

Me parecía lo mejor que ella estuviera con sus padres y los niños, ya que de esta forma se olvidaría de todo lo que había pasado y a mí me apetecía pasar unos días solos.

Una tarde, recibí una llamada en mi teléfono móvil. Era “El Calvo”, que pretendía reunirse de nuevo conmigo. Mi actitud fue de rechazo, de desgana por volverle a ver, temeroso de que quisiera algo más de nosotros. Su respuesta era tranquilizadora, dándome su palabra de que no iba nada a ser nada humillante para mí y para mi esposa, garantizándome que estábamos en paz.

Fui a ver a nuestro antiguo acreedor. Me recibió en una céntrica oficina. Tenía un despacho enorme y una bonita secretaria que me ofreció algo de beber. El anfitrión pidió un coñac, y yo le acompañé con la misma bebida. Su tono era bastante afable, por lo que me sentía relativamente cómodo, a pesar de saber todo lo que nos había hecho a mi pareja y a mí. Sin perder demasiado el tiempo, empezó a proponerme el negocio del que me había hablado.

- Ángel. En primer lugar lamento todo lo que pasasteis tu esposa y tú, pero yo no soy una ONG, y tenía que recuperar mi dinero. Mi negocio prestarlo y quien acude a mi es porque no tiene otra posibilidad de conseguirlo. Cuando no me lo devuelven, tengo que velar por recuperarlo.

No dije nada, y le dejé continuar.

- Te habrás dado cuenta que yo no me he aprovechado de tu mujer, sólo he velado porque atendieseis a los que pagaron la deuda por vosotros. También te diré, que lo que habéis hecho, pagando de aquella manera, es algo relativamente frecuente en mi negocio. A muchos hombres le da un morbo especial tener a una mujer decente delante de su marido, o incluso, como fue vuestro caso, que él participe.

No terminaba de entender a donde quería llegar, así que seguí escuchando.

- Alguien está interesado en comprar una deuda para disfrutar de una atractiva esposa y quiere a dos personas le ayuden a cumplir su fantasía. Si lo deseas, serás uno de los afortunados.

Dicho esto, me entregó unas fotos tomadas en la calle. Era una mujer atractiva, no muy alta, rubia, con abundante pecho, buen tipo. En algunas de ellas estaba acompañada por su marido, y un niño que no tendría más de 8 años. Me explicó que tenía 34 años y era un matrimonio muy tradicional.

Me resultaba extraña la proposición. Sin lugar a dudas, un par de meses antes me habría negado, pero ahora, después de todo lo que había pasado, sentía un cierto aire de venganza interna y ver como otros pasaban por lo que yo había pasado y el de disfrutar de una mujer casada.

Me explicó que iríamos a una lujosa casa que solía alquilar a veces para celebraciones especiales. El encuentro sería el día siguiente. Comeríamos juntos las cuatro personas que estaríamos en la casa por la noche además de nosotros dos, el comprador de la deuda y otra persona que había pasado por una situación parecida a la mía.

En la comida, me presentaron a Iván, la persona que sufragaba todos los gastos del espectáculo y comprador de la deuda, así como a Isidro, el otro hombre que participaría con nosotros en la fiesta. “El Calvo”, nos dio más detalles de la pareja en cuestión. Ella se llamaba Olga y él Javier.

Estuvimos en la casa, era grande y lujosa, aunque no tango como la que utilizaron nuestros ex- empleados. Los recibiríamos en el salón y luego subiríamos a la habitación.

Después hablé con Isidro. Ambos habíamos pasado por una situación similar. Seis meses después de aquello, su mujer y él se divorciaron. Ella siempre le acusó de no protegerla. Isidro reconocía su culpa ya que él insistió en pedir dinero al prestamista. La humillación fue similar al a que vivimos nosotros.

Por su parte, Iván tenía multitud de negocios, gran parte de ellos de venta de artículos por internet, sobre todo de ropa de trabajo y lencería, a un precio asequible, lo que le había dado unas fuertes ganancias en estos momentos de crisis. Nos explicó que conocía a la pareja desde hacía unos cinco años cuando les vendió unos productos que nunca llegó a cobrarlos escudándose en la mala calidad de los mismos. En aquellos momentos el matrimonio eran unos potentes empresarios y él sólo un pobre hombre. Ahora las circunstancias habían cambiado.

Ellos irían a aquella casa, pensando que alguien les iba a proponer un negocio para saldar su penosa situación económica y después habría una gran fiesta privada. Era algo que me resultaba familiar, y también a Iván. Por mi parte, la conciencia dudaba entre vengarme del mundo de esa forma, o no participar en ese abuso.

Hablamos de cómo y qué íbamos a hacer. “El Calvo” se encargaría de exponerles la situación y les “convencería” en los momentos difíciles. Aunque no lo dijo, sabía que pronunciaría el nombre de sus hijos para que accedieran a todo lo que les propusiera Iván.

Ellos acudirían a la casa a las 10 de la noche. Mis dudas se iban disipando pensando en mi venganza contra el mundo, y pensando que otro matrimonio sufriría las humillaciones que nosotros. Por parte de Iván e Isidro, creo que aún su morbo era mucho mayor, algo que había estado esperando durante mucho tiempo.

Vimos desde la casa las luces de un vehículo. Sabíamos que eran ellos. “El Calvo” salió a recibirlos y posteriormente entraron en la casa. Me deslumbró la belleza de Olga, que iba vestida con una falda gris, con volados, un poco por encima de las rodillas y una camisa blanca.

Iván se ocultó en la cocina de la casa. El matrimonio, confiado, nos dio un apretón de manos él y dos besos ella. “El Calvo” empezó hablándolos en tono conciliador hasta que terminó por explicarles que había vendido su deuda y sería liquidada por ellos esa misma noche.

 No tenemos el dinero. – Se apresuró a decir Javier.
 Nadie ha hablado de que paguéis en dinero. – Respondió el usurero.

A una señal suya nos marchamos Isidro y yo para reunirnos con Iván. Empezó a explicarle lo que queríamos de ellos esa noche. Oíamos la discusión, o tal vez los gritos de desesperación del matrimonio ya que no se oía al prestamista. Las voces de la mujer se fueron doblegando en llanto por lo que todos supimos que con sus artimañas, “El Calvo” los había convencido.

Nos llamó y salimos. Estaban pálidos. No sabíamos con qué los habría amenazado aunque imaginábamos que con su familia. Al ver a Iván sus caras empeoraron aún más. Sabían que en un momento de superioridad le habían traicionado y ahora se iba a volver en su contra.

 Ya les he hablado sobre la deuda que os he vendido y cómo vais a cobrarla esta noche.

La mujer intentó suplicar a su nuevo acreedor, pidiéndole perdón por haberle dejado sin pagar aquellas prendas hacía ya unos años. También lo hacía hacia el propio Calvo, que se limitaba a responder que él ya había cobrado.

Les ordenó colocarse en el medio del salón, junto a la chimenea. Vi que Iván llevaba una potente cámara de fotos, lo que me trajo muchos recuerdos, sólo que ahora era yo uno de los que iba a disfrutarlo. Antes de empezar, Isidro y yo quisimos fotografiarnos junto al matrimonio.

 Me timasteis y os burlasteis de mi cuando os vendí los vestidos de trabajo. Ahora me debéis una cantidad importante que me cobraré esta noche, y a la que he invitado a estos amigos.

El matrimonio hablaba a la vez, suplicando la piedad que ellos no tuvieron en su momento. Iván fue implacable y pidió a Javier que comenzase a quitar los botones de la camisa de Olga. No se movían, y fue “El Calvo” quien se acercó a ellos y les dijo algo al oído. El matrimonio dejó de hablar y el marido comenzó a desabrochar de forma apresurada la camisa de su mujer.

Me avergonzaba sentirme tan excitado. Apenas le había quitado dos botones y mi erección era considerable. Javier terminó de quitarla y se apartó. Iván ordenó a la mujer que se desprendiese de ella.

Ya en sujetador, me pidió que fuese yo quien le quitase el cinturón. Al igual que hizo mi mujer en su momento, ella tapaba sus pechos a pesar de estar cubiertos por el sujetador. Tomé la hebilla y noté como mis manos temblaban. Tan sólo iba agarrado por un enganche, por lo que no me costó trabajo quedarme con él en la mano.

Isidro fue el siguiente. Le ofreció quitarle la falda. Ella permanecía quieta, firme mientras descaradamente tocaba su trasero buscando el botón. Miré a Olga. Temblaba, aunque por motivos diferentes a los míos. Al final, vi como la cintura se ensanchaba, la falda caía al suelo y ella intentaba cubrir la parte delantera de su braga.

La mujer estaba en ropa interior. Un bonito conjunto de sujetador blanco y un culote del mismo color, bordado. Sin duda era una mujer que cuidaba todos los detalles. Estaba deseando verla desnuda, pero antes, decidimos hacernos unas fotos con ella. En esta ocasión también acompañó Iván, que vi como llevaba unos papeles en la mano y se los entregaba a Olga.

 ¿Qué es esto? – Preguntó
 Es un contrato en el que cedes tu imagen para vender mi ropa interior. Forma parte del pago de la deuda.
 ¿Quieres que me ponga toda tu ropa interior para que la publiques?

Se hizo un silencio mientras se veía la cara angustiada del matrimonio. Veía ahora la que debimos tener mi mujer y yo cuando nos pasó a nosotros.

 No exactamente. Tengo una modelo que es quien pone la imagen de la ropa interior. Sólo que he traído productos nuevos y quiero que seas tú esa imagen, así que firma..............

Malhumorada y humillada firmó todos los papeles sin leerlos.

 Haremos las fotos aquí y ahora.

Le entregó una pequeña caja. No sabía lo que contenía. Ella la abrió y miró con lágrimas en los ojos a Iván.

 Hijo de puta¡¡¡¡¡¡¡¡¡ No puedes hacerme esto. Cabrón.¡¡¡¡¡¡¡¡
 Si puedo. Sube a la habitación y cámbiate. Después puedes venir cubierta con una sábana si quieres, o sin ella. Como quieras. Tienes 5 minutos.

El marido, que estaba apartado no había visto el paquete y no entendía a que se refería su mujer. Ella se marchó a la habitación y aprovechamos el tiempo mientras se cambiaba tomando algo. Era de noche y nos había entrado un poco de hambre. Unos minutos después oímos la puerta del dormitorio. Olga andaba despacio, envuelta en una sábana que le llegaba del cuello a los pies.

 Olga, Javier. Como os he dicho tengo una mujer muy atractiva que hace los posados para vender la lencería. El problema, como habrás visto, es que es un conjunto de sujetador y tanga abierto, y mi empleada no quería enseñar sus tetas y su conejito, por eso lo vas a hacer tú.

La cara del marido enrojeció. Negaba con la cabeza pero nuestro anfitrión tenía la sartén por el mango. Ella se agarraba fuertemente a la sábana que mantenía enrollado su cuerpo.

 Ponte de espaldas, y retira la sábana.

Estaba tensa pero no tenía otra alternativa que pagar la deuda como le estaban pidiendo. Sin duda con unos intereses enorme. La dejó caer. Aunque nadie la veía por delante colocó sus manos en su sexo.

Estaba de espaldas. Por la parte de atrás tan sólo una fina línea de hilo que se introducía entre sus dos cachetes del culo. Tenía un cuerpo perfecto, un tipo imponente, digno de la mejor modelo profesional. Iván aprovechó a sacar varias fotos con la intención de colocarlas en internet para la venta de su producto.

- Ahora gírate.

Vi como Javier bajaba la cabeza al oírlo. Su mujer iba a quedar en frente de nosotros. Lo hizo de forma lenta. Entre sus manos y sus brazos tapaban su desnudo cuerpo que tan sólo llevaba un conjunto de ropa interior destinado a excitar a las parejas de quienes lo llevaban puesto. La mujer se intentaba tapar con sus manos y brazos, avergonzada ante nosotros.

- Olga, retira tus manos y deja al descubierto todo tu cuerpo. Tengo que sacarte las fotos para colgar luego la prenda en internet para su venta.

Veía como sus ojos estaban húmedos aunque se mantenía firme. Bajó sus manos y nos dejó ver su escultural cuerpo. Sus pechos eran enormes, bastante más que los de mi mujer, que ya eran bastante generosos.

Iván aprovechó a tomar nuevas fotos para después acercarle una silla y pedirle que apoyara su pie en ella. Eso provocaba que sus piernas se abrieran más, también la abertura de su tanga y mostrase de forma clara su sexo en una situación mucho más erótica, con sus labios abiertos y expuestos a nosotros y a la cámara.

El empresario continuó sacando fotos hasta que consideró que tenía suficientes. En ese momento, nos animó a mi compañero y a mí a acercarnos a la mujer y tocarla si lo deseábamos. También nos ofreció hacernos alguna foto con ella, bromeando sobre que no se la enseñásemos a nuestras parejas porque se pondrían muy celosas.

Los dos nos acercamos. La acariciamos la espalda y los pechos aunque ella intentaba defenderse inútilmente dando pequeños manotazos. Imagino que por lo que pasó con mi esposa, le pedí que me besara a lo que se negó rotundamente.

“El Calvo” le recordó que debía someterse a todos nuestros caprichos y a hacer todo lo que se le ordenara aquella noche. Dejó de forcejear y dejó que la acariciáramos. Por primera vez en la noche toqué sus pechos y pasé la mano por su sexo. Lo llevaba depilado, con tan sólo una línea casi imperceptible de pelo sobre sus labios vaginales. Esto me permitió tocar su clítolis y los labios que se abrían ante mis dedos.

Agarrando su cintura nos pusimos en frente de la cámara para inmortalizar aquellos momentos. Después la tomé por la cara y llevé mis labios hacia los suyos. Metí mi lengua en su boca. En esos momentos tenía una erección importante.

- Olga, aunque he comprado vuestra deuda, yo no voy a tocarte esta noche, pero tendrás que esmerarte para satisfacer a mis amigos. Ellos te irán diciendo lo que desean de ti. Ahora, Javier, tira esta moneda al aire. Si sale cara mandará Ángel, si es cruz, será Isidro.

Ambos nos desnudamos, quedando sólo con los boxers. Me sorprendió como nos miró nuestro anfitrión, aunque no le di demasiada importancia. Iván tiró la moneda al aire.

 Dime que ha salido. – Indicó Iván.
 Cara – Respondió con voz seca.
 Entonces empezará Ángel.

Me gustó sentirme ganador así que me senté y ordené a Olga que se colocase de rodillas. Antes de empezar la felación me miró fijamente con los ojos rezumando y me pidió clemencia. Reconozco que me daba un poco de pena, pero pensé en todo lo que había visto hacer a mi mujer y ahora deseaba satisfacerme. Bajé mi calzón y llevé la cabeza de la mujer hacia mi miembro. Veía a mi compañero como se masturbaba mientras ella me realizaba la felación.

La cara de Javier intentaba ocultarse entre sus manos al ver lo que su mujer estaba haciendo para pagar la deuda. Yo sabía que él no lo estaba pasando mejor, puesto que sabía que era mucho más difícil quizá para él que para su propia esposa.

Me notaba excitado, pero quería reservarme así que la mandé parar y que se dirigiera hacia mi compañero. Ahora no se quejó y fue directamente hacia donde estaba él. Se le notaba ansioso. Estaba de pie, y tomó a Olga del pelo para proceder de forma intensa y rápida a meter el pene en su boca. Por el ritmo que llevaba sabía que no aguantaría mucho sin correrse y así fue. Soltó un abundante chorro de semen dejando gran parte del mismo en la cara de la fémina.

“El Calvo” sacó unos pañuelos de papel y se los dio a Olga que limpió con ellos su cara. Después me acerqué a ella de nuevo. Estaba muy caliente puesto que aún no me había corrido. La miré, estaba sexy con la ropa que le había entregado Iván, pero la verdad es que me apetecía tenerla totalmente desnuda ante mi y así se lo hice saber. Sólo que ahora me iba a dar el gusto de pedírselo a su marido.

 Javier, queremos que dejes totalmente desnuda a tu mujer para nosotros. Sácale el sujetador y el tanga. Aunque dejen ver mucho, deseamos verla completa.

No respondió. Sólo se levantó y se puso a su espalda. Le soltó el sujetador, si es que así se podía llamar a una prenda que sólo la sostenía por debajo. Después, le bajó el tanga. Me gustaba verla desnuda y tomé la iniciativa.

Saqué un bote de aceite para masajes y lo puse junto a las bebidas que estábamos tomando en una bandeja. Le dije que la llevara y que nos dirigiésemos a la habitación que se encontraba en la planta de arriba y que previamente habíamos preparado, colocándole una sábana por encima.

Olga agarró la bandeja, lo que aprovechamos para ir tocándola y acariciándola en el recorrido. La notábamos sofocada y con sus ojos rezumantes, pero mi odio era tal que sólo deseaba que otros pagaran por lo que mi mujer y yo, también habíamos pasado.

Notaba como “El Calvo” confiaba en mí y dejaba que manejase la situación a mi antojo. Iván también delegaba el odio que mantenía a la pareja por lo que eso me envalentonaba.

Llegamos como un cortejo, todos a la habitación. Isidro, Iván, “El Calvo”, el marido, Olga y yo. Dejó la bandeja en la mesita de noche. Ya se les veía totalmente sometidos, y menos rebeldes de lo que fuimos Belén y yo en su momento.

Le indiqué a la esposa que se tumbase en la cama. La quería toda para mí durante unos minutos. Indiqué que colocase sus manos agarradas a la almohada donde descansaba su cabeza. Lo hizo, y la vi como todo su cuerpo se tensaba al saber que era observada por los cinco hombres que estábamos en la habitación.

Acaricié su pelo. Era muy rubio y con unos ojos azules como el cielo. Toqué las puntas de sus mechones con los dedos, rocé sus mejillas y le di un beso en sus labios. Apartó la cara y comenzó a llorar abundantemente.

- Por favor, déjeme. Soy una mujer casada.

Aquellos lamentos me resultaban familiares, sólo que en aquellas ocasiones estaba en el lado de las víctimas. Y muy seguro de la situación, la respondí.

- Nadie te obliga a hacer esto. Puedes pagar el dinero ahora, o simplemente permitir que el jefe se enfade. Otra opción es pagar la deuda como lo estás haciendo ahora.

No me respondió. Sólo continuó gimiendo. Yo giré su cabeza y llevé sus labios junto a los míos. Mi lengua se abrió camino entre sus dientes.

Tomé el aceite para masajes y vertí gran parte del bote sobre su estómago. Con la mano empecé a deslizarlo hacia arriba, hasta llegar a sus pechos que con el contacto pusieron duros y erectos sus pezones.

Bajé por su cuerpo. Le indiqué que debía abrir las piernas. Veía como sus manos se agarraban con fuerza a la almohada. Su cuerpo se contorsionaba intentando moverse sin poder ir a ningún sitio. Mi mano se desplazaba libre por sus muslos hasta que llegó a su entrepierna. Vertí más aceite y le introduje mi dedo en su vagina.

Isidro tomó varias fotos de mis movimientos. En ese momento decidí desnudarme. Vi que Isidro quería colaborar pero le pedí que me dejara unos minutos con ella. Me coloqué sobre ella y la besé de nuevo. Veía de cerca sus pendientes que junto a una pequeña medalla era lo único que llevaba puesto. Notaba su perfume. No distinguía la marca, pero por su fragancia sabía que era una de las marcas de élite del mercado.

Mi boca bajó hacia sus pechos, cuyos pezones seguían apuntado al techo. Los lamí y mordí quedando en mi boca el sabor dulce del aceite corporal que le había impregnado minutos antes.

Mis manos recorrieron su cuerpo y mi boca se situó en su sexo. Comencé a lamer y morder sus labios genitales que también tenía un cierto sabor dulce al aceite. La oí negarse al hacerlo pero seguí con mi cometido.

Jugué varios minutos con ella antes de levantarme. Cuando lo hice seguía aferrada a la almohada, que había doblado hasta dejar su cabeza totalmente apretada en ella. Intentaba a su manera evadirse de lo que le estaba sucediendo.

Me volví a tumbar sobre ella. Esta vez mi pene apuntaba directamente al interior de su vagina. Antes de entrar volvió a soltar un quejido y a suplicar pero al instante mi miembro estaba dentro de ella.

Tapaba su cara con la almohada intentando evadirse. Yo comencé un vaivén rítmico entrando y saliendo de ella. Le mordía los pezones. Sus movimientos de caderas sólo contribuían a excitarme más. Quería contenerme todo lo posible para hacer más largo mi orgasmo.

Miraba a Olga y me parecía una mujer preciosa. Estaba seguro que era una mujer fiel, entregada a su marido y eso me excitaba aún más.

Notaba que mi excitación aumentaba y no quería correrme, por lo que decidí parar y dejar mi lugar a Isidro que ya estaba totalmente desnudo.

Se tumbó sobre ella. Era bastante más brusco que yo. Le introdujo su pene y empezó a jalear y a gritar al ritmo que mantenía su miembro dentro de ella. Su ritmo empezó a aumentar hasta que se paró, dejando su cabeza apoyada sobre el pecho de Olga.

Me acerqué y le aparté. Ahora me apetecía sodomizarla. Hacérselo por detrás. Al decirle que se colocara en la postura comezó a gritar, diciendo que jamás lo había hecho por ahí.

- Vaya. Eres virgen.
- Por favor, por ahí no. Haré lo que queráis.
- Claro que sí. Estoy seguro que te entregarás a nuestros caprichos y harás todo lo que queramos.

Me sentía seguro y ella obligada a hacer todo lo que le pedíamos. No tenía que amenazarla, era consciente de la necesidad del pago de la deuda y la única opción era su entrega, tal y como lo estaba haciendo.

- Sabes lo que quiero. Sigo esperando.

Remoloneó un poco más pero finalmente se colocó de la forma que le había indicado. Apoyó sus codos y sus rodillas encima del colchón y yo me situé detrás.

Volví a echarle un chorro de aceite y se lo pasé por sus nalgas. Metí el dedo en su ano. La oía gimotear pero situé mi miembro en la entrada y presioné con fuerza.

Di una primera embestida que provocó un desgarrador grito en ella. Sentía que todo el daño que nos habían hecho a mi mujer y a mí lo estaba transmitiendo en cada golpe que daba a su cuerpo.

Notaba como se apretaba mi miembro dentro de ella. Me fue excitando cada vez más hasta que terminé por correrme dentro de ella.

Cuando mi semen entró en ella vi como se derrumbaba. Empezó a llorar sin consuelo. Miré a su marido y vi que también tenía sus ojos húmedos.

Por mi parte, podíamos dar por finalizada la deuda, aunque era Iván quien pagaba. Fue entonces cuando dijo algo que me sorprendió, porque no me lo esperaba.

- Javier, desnúdate.

A él le pareció tan extraño como a nosotros, y después de dejar pasar unos instantes obedeció, quedando totalmente desnudo.

- Como habéis visto no he tocado a la mujer ya que mis preferencias van por otro lado.

Me sorprendió que fuese gay, aunque anteriormente ya había notado como nos miraba mientras nos desnudábamos. Me entregó un paquete en el que había ropa interior femenina y erótica.

- Calvo, puedes tomar a la mujer si lo deseas. Es un regalo. Como no creo que os interese lo que vamos a hacer el maridito y yo, dejadnos solos y haced un book de estos artículos con Olga de modelo.
- Si no te importa, prefiero que el trabajito me lo haga Javier.

Sorprendidos por la reacción de los dos hombres que se habían declarado homosexuales ante nosotros en esos momentos, procedimos a bajar las escaleras con la mujer, a quien tuvimos que ayudar puesto que apenas se mantenía en pie pensando en el martirio que ahora sufriría su marido.

Empecé a sacar prendas de la caja. El primero fue un vestido de rejilla, transparente, en el que Olga mostraba sus encantos sin nada que lo ocultase.

Después una bata rosa, semitransparente, pero que no hacía falta tener mucha imaginación ya que su destino era no tapar, sino excitar.

Varios conjuntos de ropa interior, de varios colores, siempre para mostrar el cuerpo de la mujer.

Pasó más de una hora hasta que los tres hombres bajaron al salón. El matrimonio no se miraba. Olga ya estaba vestida con la ropa que había traído.

El matrimonio se marchó de la casa. Después lo hicieron Iván e Isidro ya que “El Calvo” me pidió que me quedase para hablar conmigo.

- Ángel, he quedado muy satisfecho de tu colaboración esta noche. Me gustaría que a partir de ahora trabajases para mi, acudiendo a este tipo de fiestas, como pago de deudas. Como has visto esta noche, mis gustos sexuales son otros, diferentes a la mayoría heterosexual. Mi objetivo sería que tú fueses mis ojos en estos eventos y asegurarte de que los morosos pagan sus deudas.

Me marché de la casa, aplazando mi respuesta a otro momento.

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