viernes, 11 de mayo de 2012

Mafioso 1

Hacía ya tres años que Jorge, Mario y Lucas dejaron de trabajar para la empresa que regentábamos mi mujer Belén, y yo, Ángel.

Somos un matrimonio con dos hijos, un varón de 15 años y una niña de 8. Desde antes de casarnos montamos nuestro propio negocio, una fábrica que llegó a dar trabajo a 60 personas.

Personalmente somos una familia tradicional. Soy un poco celoso y me pongo de los nervios cuando algún cliente veo que intenta tontear con mi mujer, la piropea. Siempre he pensado que me volvería loco si me enterase que me hubiese sido infiel.

Reconozco que el carácter de Belén y mío era en cierto modo difícil para los empleados, ya que con frecuencia les gritábamos en la fábrica y necesitábamos que todo fuera hecho a nuestro gusto, llevando a los trabajadores a veces a ciertas situaciones de estrés. En muchas ocasiones gritábamos a nuestros subordinados, incluso los insultábamos y humillábamos en públicos, reprobando su trabajo y minusvalorándolos, no teniendo ninguna consideración hacia ellos.

Tres años antes, nos ofrecieron abrir una nueva línea de negocio. Tras valorarlo, mi esposa y yo decidimos rechazarlo. Lo que no esperábamos, es que nuestros jefes de departamento, tres jóvenes de veintipocos años, aceptarían la propuesta y se independizaron para crear su propia empresa.

Llevamos muy mal su decisión de abandonarnos, regateamos su liquidación y terminamos nuestra relación laboral de malas formas, incluso, Jorge nos llegó a provocar y a desear todo el mal posible, afirmando que desearía que nos volviésemos a encontrar en el futuro, pero en una situación inversa, a lo que Belén respondió que seguro que en pocas semanas estarían llamando a nuestra fábrica deseando recuperar el trabajo que habían abandonado.

Aquella decisión, la conversación, las tiranteces, provocaciones y amenazas del final, fueron el punto de inflexión en nuestras vidas y en la de ellos. Mientras nuestra fábrica comenzaba a descender su producción a pasos agigantados, ellos crecían y crecían. Dos años después, disponían de 4 empresas con 300 empleados cada una. Los tres jóvenes que nos habían dejado eran ahora millonarios, y lo peor era que sus actuaciones empresariales, no sólo iban encaminadas a aumentar sus beneficios, sino a perjudicar nuestros intereses.

Los problemas económicos eran acuciantes, después de hipotecar la fábrica primero y después nuestra propia casa, un fantástico chalé en las afueras con gran cantidad de terreno en el que se incluía una piscina, empezamos a retrasarnos en los pagos a proveedores y empleados.

Estábamos ya en mayo de 2010. Teníamos apalabrados dos pedidos que nos permitirían solventar los problemas más acuciantes, por lo que no temimos pedir un crédito a un usurero, que deberíamos devolverlo el último día del mes de junio. No había motivo para pensar que algo podría salir mal, ya que el pedido provenía de dos clientes ya con largo historial con nosotros, por lo que pagaríamos la deuda sin problema, y con el dinero se calmaría a los trabajadores y a los acreedores más exigentes.

Pocos días después, nuestros dos clientes rechazaron los trabajos que íbamos a realizar. A pesar de la larga trayectoria comercial que manteníamos, estos decidieron irse a la empresa de nuestros antiguos subordinados.

La deuda venció, y a principios de julio nos llamó “El Calvo”, como así lo denominaban en su entorno. Sabíamos que era alguien con quien no se podía jugar. Aunque le ofrecimos garantizar el pago pendiente con nuestra casa, que estaba hipotecada por un valor menor al de su precio, pero su respuesta fue que sólo quería el dinero en efectivo, como habíamos pactado. A nuestra familia ya la habíamos sangrado bastante, por lo que no había forma de conseguir más dinero a través de esta vía.

Aunque nunca se había podido demostrar nada, sabíamos como se las gastaba la banda de “El Calvo”, por lo que comenzamos a intentar evitar que nuestros hijos salieran demasiado solos, temiendo que algo malo les pudiera suceder, aunque ambos éramos conscientes que era difícil poner puertas al campo. Aún así, decidimos que lo mejor era que se marchasen con mis suegros a la playa.

Estábamos a jueves 15 de julio y en la fábrica había poca actividad. Esa mañana, “El Calvo” apareció allí para comunicarnos que deberíamos acudir esa noche a una reunión y a un espectáculo. Venía de buen talante, por lo que nos dio bastante tranquilidad. Pensamos que habría encontrado una solución para el pago de su deuda, y lo cierto es que cualquier alternativa lo era, antes que le sucediese algo malo a nuestra familia.

Noté a Belén excitada por la propuesta, ya que al igual que yo, pensaba que habría alternativa a nuestros problemas. Preguntó por la reunión, a lo que el calvo respondió que nos enteraríamos cuando se produjera, y lo mismo del espectáculo. Ella insistió, por saber la ropa que debería ponerse, intentado utilizar todas sus armas de mujer, pero sólo consiguió sonsacarle que no se preocupase demasiado, que era algo informal, pero que fuese guapa, como solía ir habitualmente y que probablemente la fiesta se prolongase hasta el amanecer.

No tuvimos que dar explicaciones a nadie, puesto que estábamos solos en casa. Un coche pasó a recogernos. Belén, a pesar de que todo sería informal, se puso un vestido blanco, de gasa, con volantes, que resaltaban sus piernas, ya que le llegaba hasta las rodillas.. Es rubia, con unos preciosos ojos verdes, pecho no demasiado exuberante aunque rígidos para su edad. A sus 37 años, nadie diría que ha tenido dos hijos y que lleva una curtida vida laboral a sus espaldas.

El chofer nos dejó en la puerta de una lujosa casa. “El Calvo” salió a recibirnos amablemente, besando a Belén en la mejilla y dándome un efusivo apretón de manos, nos invitó a entrar.

Nos quedamos de piedra. Allí estaban Jorge, Mario y Lucas. No sabíamos que significaba aquello. Si alguien nos podía sacar del atolladero de una forma honrosa, seguro que no iban a ser nuestros antiguos empleados.

Los tres besaron a Belén en la mejilla y me dieron un apretón de manos, todo de una forma muy cínica, como correspondía a la enemistad que manteníamos.

Nos enteramos que la casa era propiedad de Jorge. Toda ella era lujosa, con un cierto aire ostentoso como correspondía a un nuevo rico. “El Calvo”, por su parte, comenzó a explicarnos.

 Me debéis un dinero, que deberíais haber pagado a finales del mes pasado. Hoy es 15 de julio de 2010, y aún no he cobrado nada. Para recuperar parte de mi inversión, lo que he hecho, ha sido vender parte de esa deuda, concretamente un tercio de ella, a estos tres jóvenes empresarios, que fueron empleados vuestros hasta hace unos años, y la saldaréis con ellos esta misma noche.
 Tantas ofensas y tantas humillaciones que sufrimos cuando trabajábamos para vosotros. Tenía ganas de veros en esta situación. – Expuso Jorge. – Os dije que deseaba que algún día pasara esto y mis deseos se han cumplido hoy.
 ¿Y cómo vamos a pagaros esa deuda? – Preguntó Belén, sabiendo que fuese lo que fuere la contestación no le iba a gustar.

“El Calvo” comenzó a caminar por el salón y nos explicó lo que pretendían.

 A estos muchachos no les caéis muy bien. Han pagado, me han pagado una importante suma para que esta noche hagáis todo lo que ellos quieran. Podéis no aceptar, pero sabéis que no me ando con tonterías. Tenéis dos hijos, padres, un negocio, que aunque ruinoso, es vuestro único sustento. Si esta noche no se reduce ese tercio de la deuda, me enfadaré y …........

Se produjo un largo silencio. Abracé a Belén que había palidecido al igual que yo al oír las amenazas de aquel mafioso. No nos atrevíamos a preguntar lo que aquellos malnacidos querían de nosotros, aunque empezábamos a sospechar que sería humillarnos en toda regla. “El Calvo” continuó hablando.

 Cómo os dije antes, esta noche se iba a celebrar una reunión, la que acabamos de mantener, y después un espectáculo. Esto es lo que vendrá a continuación y vosotros dos seréis los artistas. Digamos que será un show para mayores de 18 años.

Belén me miraba. Sus ojos se humedecían. Nuestros hijos eran lo que más queríamos en el mundo y si les pasase algo por nuestra incompetencia no nos lo perdonaríamos nunca.

Jorge invitó a todos a acompañarles a otro salón de la casa. Era enorme, en torno a 80 metros en el que había dos mesas, una de ella con comida selecta, y bebida para todos los gustos, una nevera americana, que abrió para ofrecer unas bebidas a sus invitados, y en uno de los lados una cama baja, estilo japonés, además de un espacio diáfano, a modo de escenario, con una pantalla de televisión enorme y tres sofás situados de frente.

Explicó como anfitrión, que allí era donde invitaba a sus amigos a ver los partidos de fútbol y señalando a la cama, donde a veces disfrutaba de alguna amiga, ya que la iluminación le daba al recinto un toque romántico. Puso un poco de música y nos ordenó dirigirnos donde se encontraba el improvisado escenario, mientras ellos se servían unas bebidas y se sentaban en los sofás. Fue Lucas quien continuó hablando.

 Del espectáculo seréis protagonista los dos. Belén, me alegro que hayas venido tan guapa. Lo que queremos es que Ángel te vaya quitando la ropa para nosotros, es decir, nos harás un strep tease, sólo que será él quien te vaya desnudando, en lugar de hacerlo tú.

Ella me miró a los ojos. Los tenía enrojecidos, igual que su cara, pero no lloraba. No sabía que hacer, ni yo tampoco. Estábamos paralizados, no nos movíamos, hasta que unos segundos después la voz de “El Calvo” nos hizo volver a la realidad.

 Alex y Pilar, ¿verdad?

Las palabras del mafioso, nombrando a nuestros hijos nos hizo reaccionar. No podíamos esconder a nuestros pequeños. Estábamos en sus manos y tendríamos que hacer todo lo que ellos nos pidieran.

Busqué la cremallera del vestido, pero Belén me dijo en voz baja que no llevaba, que lo sacase por su cabeza desde abajo. Colocándome delante de ella, subí su falda hasta que superados sus pechos, éste salió por arriba. Mario me pidió que se lo entregase, y se lo di.

Se levantó y lo extendió. Lo miraron todos y después dirigieron sus ojos al cuerpo de Belén, que mantenía su brazo derecho tapando el sujetador y el izquierdo la parte delantera de su tanga. La ropa interior blanca resaltaba su moreno En ese momento vi un fogonazo. Aquellos malnacidos la acababan de sacar una fotografía.

 Ahora ese sostén.

Quité el broche y lo solté. Tiré de los tirantes y ella me ayudó desplazando sus brazos y permitiendo sacar los cazos del sujetador. Estaba delante de ella, por lo que en ese momento evité que vieran sus pechos. Otra vez Mario me pidió la prenda y de nuevo la exhibió ante sus compañeros como un trofeo, haciendo mención a su tamaño y a las tetas de mi mujer. Por su parte, ella ahora había colocado sus dos manos sobre ellas manteniéndolas ocultas. De nuevo se produjo un fogonazo de la cámara de fotos.

Se tomaban su tiempo. Jorge puso en su equipo de música una canción lenta y me solicitó bailar con ella. Tuve que aceptarlo aunque odiaba hacerlo. Tomó a Belén por su trasero y situó su cara junto a la de ella. Vi que empezaba a besar su cuello y que le decía algo al oído. Al instante ella le miró y ambos se besaron. Ella me miró. Sus ojos llorosos me pedían perdón.

Jorge volvio a su sitio. Belén seguía con sus manos cubriendo sus pechos y no le pidieron que lo hiciera, sólo me ordenaron que continuase desnudándola. Ahora era el turno de su tanga.

Me coloqué de rodillas y se lo bajé hasta los tobillos. Ella levantó los pies y situó la mano en su sexo. Tomé el tanga en mi mano y de nuevo me lo pidió Mario, que de inmediato lo llevó a su nariz y después lo extendió para mostrárselo a sus amigos.

Belén cubría su cuerpo, el brazo derecho intentaba tapar malamente sus pechos y la izquierda cubrir su sexo. Estábamos en pleno verano y ella tomaba el sol todo lo que podía, por lo que se notaba completamente la figura del biquini. Yo me aparté, tal y como me indicaron y me situé detrás de ella. Tomaron más fotografías.

 Ya que te da vergüenza enseñarnos la parte delantera de tu cuerpo, date la vuelta y veamos ese culito tan bonito que tienes. – Dijo el anfitrión.

Se dio la vuelta y se puso delante de mi y la abracé. La miré. Sus lágrimas empezaban a rodar por su cara y le di un beso en la mejilla. Ahora fueron varios los flashes. Querían tener varios recuerdos de su trasero. Hicieron comentarios muy obscenos hacia el culo de Belén. Comentaban su pudor ya que tenía la marca blanca del bañador que jamás se quitaba en la piscina aunque era únicamente para nosotros jamás tomaba el sol desnuda.

 Calvo, vamos a ponernos con la pareja y nos sacas unas fotos.

Con risas y gracias me pidieron que agarrase a Belén por la cintura, mientras que Jorge se colocó a su lado, pasándole la mano por el hombro. Mario se puso junto a mi y Lucas detrás, tocando el culo de mi esposa, que intentaba dar pequeños pasos hacia adelante. Tomó varias instantáneas y volvió a hablar Jorge.

 Se me había olvidado. Este espectáculo tiene derechos de autor, que somos nosotros, por lo que las imágenes que se tomen aquí, serán de nuestra propiedad. Ahora, iros hacia la mesa que está vacía y que se coloque Belén sobre ella.

Para que no tuviese que mover sus brazos y mostrar lo que no queríamos, la tomé por los muslos y la coloqué sobre la mesa. Ella seguía con su brazo y su mano tapando sus partes más íntimas.

Ni tan siquiera quería mirarme, lo hizo hacia el otro lado con los ojos cerrados. De nuevo, otra fotografía frontal, aunque cubierta. La orden siguiente fue la que temía. Fue Jorge.

 Toma las manos de tu mujer y colócalas detrás de su cabeza. Vamos a verla desnuda. Siempre he querido saber si era rubia natural.
 Tal vez tenga el coño rapado. – Añadió Lucas riendo.
 Aunque en breve saldremos de dudas, dime Belén. ¿Eres rubia natural?

No contestó, ni yo tampoco. Aunque tardé un poco tomé sus manos. Ella se resistió a apartarlas por lo que desistí.

 Alex y Pilar. Pilar y Alex. Preciosos chicos.

Nuestros corazones se dispararon. La miré, vi que hacía pucheros y lloraba. Yo también comencé a derramar mis lágrimas.

 Por favor.............

Se produjo un largo silencio y ella con la voz entrecortada lo dijo, retirando la mano de sus pechos y me la entregó en señal de sumisión a los caprichos de nuestros acreedores.

 Siempre he sido rubia

Tomé la que cubría su sexo, y ya sin esfuerzo, las coloqué detrás de su cabeza. Ahora se encontraba totalmente desnuda. De nuevo varias fotografías más antes que me pidieran que le separase las piernas hasta colocar sus pies por fuera de la mesa. Había dejado a mi mujer totalmente expuesta ante aquellos depravados. Muchos más disparos de la cámara. Su llanto ahora era sonoro.

 Tienes suerte de tener una mujer tan bonita. Se cuida para ti. Me gustan las mujeres depiladas. Tiene un coño muy fotogénico.

A mí me gustaba que llevase el vello púbico rectangular con un par de dedos de ancho y muy corto. Aunque era un poco más obscuro que su cabellera, se apreciaba claramente que era rubia natural.

 Ahora vamos a tocarla. Ángel, harás tú las fotos. Deberás hacer muchas. Queremos recordar este día y este momento.

Tomé la cámara. Mis manos temblaban tanto que apenas podía sostenerla. Jorge se situó al lado derecho, junto a la cabeza de Belén, mientras que Mario y Lucas lo hicieron al izquierdo. “El Calvo” se mantenía al margen, dejando que los hombres que habían pagado fueran los que disfrutasen. A mí me indicaron que me situase al lado de Jorge. Éste acarició la punta del flequillo de mi mujer, y contemplándola habló:

 Eres preciosa y me alegro que seas tan hija de puta, porque así no me sentiré mal cuando os devolvamos todas las humillaciones que hemos sufrido durante todos los años que trabajamos para vosotros.

El sollozo la hacía temblar. Desnuda, entregada a aquellos tipos y yo obligado a colaborar a su disfrute, la mataba. Por mi parte me sentía igual. También lloraba. Temblaba, pero obedeciendo comencé a fotografiar.

Jorge bajó un dedo por la mejilla, secando sus lágrimas con él y llevándolo hacia su pezón. Mario apoyó su mano en el otro pecho, apretándolo con fuerza. Ella dio un respingo cuando sitió las primeras caricias y un pequeño gemido de súplica.

Lucas acarició sus muslos, tocando su cuerpo por todos lados. Las manos se fueron cruzando, llegando a pasar suavemente por su sexo.

 Vamos, saca más fotografías. Queremos muchas, muchísimas. – Ordenó Jorge. – Ahora voy a meter el dedo en el coño de tu mujer y quiero que lo inmortalices también.

Se situó entre sus piernas y llevó el dedo hasta su raja. Tocó su clítolis, sus labios hasta que al fin lo introdujo en su vagina. Belén gritó en ese momento durante unos segundos que incluso llegó a levantar su espalda de la mesa para que, al volver a dejar su cuerpo en reposo aumentase su llanto. Mi miedo me impedía revelarme, y sólo me limité a utilizar la cámara como me habían dicho, obteniendo las ilustraciones con todo lujo de detalles.

Cuando retiró su dedo, me lo introdujo en mi boca, burlándose y comentando que saborease como sabía mi mujer. Belén seguía con la cabeza ladeada y expuesta a la mirada de todos nosotros. De nuevo fue el anfitrión quien rompió el impás.

- Vamos a hacernos unas fotos con Belén.

El primero fue Mario que se situó detrás de ella. La agarró por las caderas pero cambió su posición para agarrarle los dos pechos mientras “El Calvo” lanzaba la instantánea.

Después Lucas, que se puso a su lado, abrazándola, tomando un pecho con una mano y con la otra, con su dedo índice tocando su pelambrera.

El tercero fue Jorge, que también se situó detrás, posando una mano en un seno y la otra descaradamente en el sexo de Belén. Cuando terminó, volvieron a mandarnos cambiar de lugar.

 Creo que es mejor que lleves a tu mujer a la cama. Allí estará más cómoda.

Odiaba los comentarios jocosos hacia mi esposa. Iban a disfrutar del cuerpo de Belén. Algo que cuando antes lo había imaginado me provocaba auténtica locura. Ahora era eso o la vida de nuestros hijos. No teníamos alternativa.

La incorporé de forma lenta. Intentaba animarla y darle todo mi amor, aunque yo estaba igual de humillado y hundido que ella.

 Vamos mi vida. No lo pienses, imagina cosas agradables, piensa que soy yo, nadie más el que está esta noche contigo.

Oyeron mis comentarios de ánimo y los desarmaron uno a uno, explicándole que aún sería una noche larga y que todos disfrutarían de ella ayudados por mí.

Caminó lentamente y se tiró sobre la cama. Se colocó en forma de cuatro, en posición fetal, aunque poco tardaron en ordenarla que se colocase con el cuerpo hacia arriba. Fue Jorge quien además se dirigió a su compañero.

 Mario. Te toca a ti. ¿Qué quieres de ella?
 Con esas tetas, me apetece follarlas. Hacerle una cubana.

Se colocó sobre el estómago de Belén después de haberse desnudado por completo. Situó su pene entre sus pechos y de nuevo fui obligado a colaborar.

 Las fotos las harán ellos. Tú agarra las tetas de tu mujer y abraza mi polla con ellas.

Coloqué mis manos sobre sus pechos y con fuerza los agarré y cubrí el miembro de Mario que comenzó a moverse. Estaba muy excitado.

Empezaron de nuevo los flashes. Se dirigían hacia mis manos, sus pechos y el pene de Mario. Me ordenaba que los agarrase desde abajo para poder ver sus pezones y así excitarse más. Entraba y salía de ellos. Por su cara, noté que iba a eyacular, cayendo su semen sobre el cuello y barbilla de Belén.

Me entregaron unas toallitas húmedas y limpié el semen que había sobre su cuerpo, para casi de inmediato, volvieran a ordenarnos.

 Compartiremos Lucas y yo una mamada.

No entendí. Incluso llegué a pensar que querían que fuese yo mismo quien tuviese que hacerla. Pero ninguno estaba interesado sexualmente en mí.

 No somos maricones. Tomarás la cabeza de Belén y nos la chupará. Cada diez segundos cambiará de polla. Tu labor consistirá en tomar el tiempo y en manejar su cabeza, haciendo el vaivén y tirando de su pelo, cambiando de polla cuando vaya pasando el tiempo.

Se desnudaron los dos que faltaban. Me indicaron que llevase a mi mujer al medio del salón y la situase de rodillas. Belén iba caminando, llorosa y con las manos tapando sus ojos. La situé donde me habían indicado. A una indicación suya tomé la cabeza de mi mujer y la empujé hacia el miembro de Jorge.

Miré a “El Calvo”. Con aire de superioridad había tomado ahora el control de la cámara y hacía fotos por doquier. Perdí la noción del tiempo pero una colleja de Jorge, reclamando su turno me hizo reaccionar y tomando del pelo a Belén hice que su boca cambiase de pene.

Nos tuvieron un buen rato. Les excitaba vernos así, pero el poco tiempo que mantenía sus pollas en su boca les impedía correrse, por lo que no parábamos de escuchar los comentarios jocosos de los jóvenes.

Decidieron parar. No se iban a correr nunca así, pero a Jorge se le ocurrió otra idea. Iba a penetrar a Belén. Algo que aunque ambos lo suponíamos nos hundió aún más. Belén, por primera vez desde que habíamos llegado a la casa suplicó.

La llevé de nuevo a la cama, haciendo que separase las rodillas. No obstante, Jorge me indicó exactamente lo que quería.

 Ángel. Soy un poco torpe metiéndola. Nunca encuentro el agujerito. Tendrás que ayudarme.

Pensé que pretendía que fuese su mamporrero pero no. Era quizá más cruel.

 Lo que pretendo es que tomes con los dedos los labios de Belén, que se abra mucho su vagina, hasta que mi polla esté en su coño. Después ya sigo sólo. Quiero que tomes varias fotografías a menos de 30 centímetros de mi polla para que se vea todo con detalle. A la vez, Lucas tomará la boca con su polla. También deberás sacar varias fotografías de la cara de tu mujer.

Me derrumbé. Caí sentado al suelo junto a la cama. No podía aguantar más. Coloqué mi cabeza sobre las rodillas y empecé a llorar. Estaba paralizado y tembloroso hasta que oí una voz.

 Recuerda a tus hijos. A Pilar y a Alex. ¿No querrás que le pase nada a ninguno de ellos?

Aunque Belén estaba tan mal como yo, acarició mi cabeza y me dijo:

 Son nuestros hijos. Hemos de hacerlo por ellos.

Avergonzado porque mi mujer me tuviese que estar dando ánimos en esos momentos, me levanté y me situé a la altura de sus caderas. Jorge esperaba con su pene tieso, apuntando hacia Belén.

Tomé su vagina y la abrí todo lo que pude. Riendo, Jorge se acercó. Llegó a rozar mis dedos, pero se introdujo dentro de ella.

 Dios mío¡¡¡ Estoy ayudando a que se follen a mi mujer. – Pensé.

Me aparté. Mario me entregó la cámara mientras que Lucas llevó su miembro a la boca de Belén. Estaba haciendo un trío y yo obligado a mirar.

Jorge agarró con sus manos el culo de Belén. Observaba en primera persona como su coño, abierto, depilado, que tantos momentos de placer me había dado, el lugar por donde habían nacido mis hijos, estaba siendo mancillado.

Se exhibía. Se apartaba para que pudiera fotografiarlo. Lo sacaba casi por completo para volver a meterlo de nuevo. Yo, como un imbécil, que no era capaz de defenderla, sólo podía hacer lo que me mandaban, que era fotografiar como se la follaban.

Seguí tomando fotos. Ahora de la mamada. Observaba sus lágrimas que le cubrían toda su cara, que no producían llanto porque el miembro del otro ex-subordinado inundaba su garganta.

Los dos disfrutaban rítmicamente, hasta que en un momento concreto ambos choraron las palmas de sus manos con fuerza en señal de disfrute y complicidad.

Lucas echó su semen en las mojadas mejillas de Belén, formando una mezcla blanquecina con sus lágrimas mientras que Jorge decidió resfregar su glande en el felpudo punzante. Conocía la sensación. Me encantaba hacerlo así cuando hacíamos el amor y sentir los picos de su pelambrera vaginal como rascaban mi pene. Pero ahora no era yo quien lo disfrutaba.

 Ángel, no sé si eres consciente que acabo de follarme a tu mujer.

Le habría matado en ese momento. Jamás tuve tantas ganas de terminar con alguien, pero él se lo merecía. Aún así, poco podía hacer.

Mario se había recuperado ya y quería continuar con el espectáculo. Ahora insinuó su deseo de sodomizarla. Belén suplicó y yo también. Les indiqué que jamás habíamos tenido sexo anal, lo que aún les dio más morbo.

 Si eres virgen por detrás, amortizaremos aún más nuestro pago. – Puntualizó Jorge.

Aprovecharon los momentos de relax para picar algo y tomar unas cervezas. Nos invitaron a acompañarles pero ninguno de los dos podíamos probar bocado, ni ingerir ninguna bebida.

Comenzaron a charlar amenamente quien sería el primero en sodomizarla. Yo me acerqué a ella y me senté en la cama para abrazarla. Estaba llorando desconsoladamente. Ahora yo estaba más entero. Intentaba consolarla explicándola que ya quedaría poco, que no podrían aguantar mucho más.

Al final determinaron que una vez más, fuese yo quien decidiese la suerte de la sodomización de Belén. Nos mandaron a ambos al escenario, ellos se sentaron y me entregaron una baraja de poker. Sacaría una carta y debería decir en voz alta quien era el afortunado. Por su crueldad, sólo quería que no fuese el anfitrión quien ganase.

Barajé y saqué la primera carta, era para Mario. Un 4. El segundo fue Jorge. Una “J”. A Lucas le entregué un 7.

- Ha ganado Jorge.
 Parece que soy yo quien romperá el ano de tu mujer. – Dijo dándome una palmada en la espalda.

Salió un momento del salón para volver y entregarme un pequeño frasco que al mirarlo vi que era vaselina. Me dijo que lo colocase en el ano de Belén. Al fin y al cabo, no querían provocarle ningún daño físico.

De nuevo obedecí. Belén se situó en medio del escenario, de rodillas, y se colocó a cuatro patas. Abrí el frasco y puse una cantidad abundante de vaselina para que le fuese lo más llevadero posible.

 De nuevo tienes que ayudarme, Ángel. Tendrás que abrir un poco el culito de tu esposa para que la pueda meter mejor.

Llorábamos los dos. Aparté sus cachetes y su pene se situó a la entrada de su ano. Agarró sus caderas y atrayendo su trasero hacia él la introdujo de un golpe seco que provocó un grito desgarrador, unos lamentos y súplicas.

 No te preocupes. Sólo es al principio.

Me entregaron de nuevo la cámara y apunté hacia el miembro de Jorge que se colaba y escapaba del ano de mi esposa. Belén cedió sus brazos y los colocó en el suelo. Fruto de la excitación, “El Calvo” se levantó a mirar en primera línea el espectáculo. La habló al oído, diciéndole lo bien que se lo estaba pasando viendo lo que estaba pasando esa noche, digno de la mayor fantasía erótica posible.

Lucas fue el siguiente. Antes de penetrara, volví a untar su ano para que su sufrimiento fuera menor. Él la agarró sus caderas y después, como si fuera una potranca, la tomó por el pelo. Gritó de nuevo, aunque con menos intensidad que antes. Ahora la veía abatida. Casi no le quedaban lágrimas. Seguí haciendo fotos. Cuando llegó al clímax, tiró del pelo de Belén que gritó de dolor.

Mario, que estaba muy caliente, fue el siguiente. La tomó como correspondía y como habían hecho los otros dos compañeros. Ahora era yo quien soltaba más lágrimas que ella. Por fin llegó su momento y gritando todos supimos que se había corrido.

- Bueno chicos, habéis cumplido con vuestro trato. Puedes ayudarla a vestirse.

Belén apenas se podía levantar. Fui a tomar el tanga, pero Jorge me dijo que se lo quedarían como recuerdo. Le puse el sujetador y después intenté colocarle el vestido. Apenas podía, por lo que Mario me ayudó.
- Esperad – Dijo Jorge --- Quiero hacerle unas últimas fotos de su coño.

Pidió a sus compañeros que le ayudasen. Estiraron la falda de Belén y la mantuvieron subida, mostrando su sexo. Tenía que sostenerla para que no se desplomase.

Al fin nos abrieron la puerta y el mismo coche que nos había traído nos estaba esperando para el camino de regreso. Era de día. Ya estábamos a 16 de julio. Había pasado la noche más terrible de nuestra vida.

- Calvo. Me ha gustado mucho el negocio de esta noche. Tal vez compre otra parte de la deuda.
- Será un placer para mi hacer negocios contigo.

Por nuestra parte, sólo pensábamos ahora en hacer lo antes posible el resto del pago.

Llegamos a casa y nos dirigimos a la habitación. Belén no podía moverse. Por mi parte, necesitaba hacer el amor con ella, para sentir que recuperaba parte de lo que me habían robado esa noche, pero ella sólo quería estar sola, sin que nadie la molestase.

Media hora después llegó un mensajero a casa para entregarnos el bolso de mi esposa, que lo había dejado olvidado en la casa, así como un pendrive, que más tarde vi que tenía todas las fotografías que se habían tomado aquella noche en la casa.

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