martes, 13 de diciembre de 2011

ESTHER (capitulo 4)

Cuando desperté, todavía dormía tranquila, inmóvil, respirando profundamente, con la cabeza apoyada en mi pecho y una pierna sobre mi. Repase mentalmente todo lo que me había ocurrido en las ultimas horas. Joder, me la habían chupado mas veces y mejor que en todo el ultimo año, que digo ultimo año, los dos o tres últimos años. Permanecí un rato largo meditando sobre la extraña influencia que tenia sobre la mujer que placidamente dormía junto a mi. Con los sucesos de las ultimas horas, habían aflorado en mi, unos sentimientos que desconocía por completo, un toque sádico y autoritario del que no tenia ni idea. Esta claro que Esther deseaba todo lo que la estaba ocurriendo, pero no hay ninguna duda que yo me esta aprovechando de una “situación” sentimental y de una relación –con el tonto de Moncho– nada satisfactoria. Pero no es el momento de pensar en estas cosas.
Todos estos pensamientos y el calido contacto con ella me provocaron una erección terrible. Baje la mano, la metí por dentro de la maya y comprobé que el consolador seguía en su sitio. Gire la rueda del interruptor y lo puse en funcionamiento a baja intensidad. Esther, profundamente dormida, ni se inmuto. La deje un ratito y fui subiendo la potencia. Todavía en sueños, comenzó a culear, primero levemente, después con mas intensidad intentando frotar su entrepierna con mi muslo. Vi que despertaba y me miraba con ojos soñolientos. Con la mano izquierda la acaricie la mejilla mientras ella me besaba la palma de la mano. El ritmo de los movimientos de su pelvis aumentaban, mientras se introducía mi dedo pulgar en su boca chupándolo con glotonería. Con el dorso de la mano, empuje hacia abajo la maya que se deslizo hasta sus muslos dejándola con el culo al aire. Agarre el consolador provocando que con su movimiento de cadera, ella misma se penetrara. Comenzó a gemir, a contraerse, a estirar sus piernas en un gesto inequívoco de placer. La termine de quitar la maya y subí la intensidad del aparoto. Empecé a sacar y meter cada vez mas rápido el vibrador, que se deslizaba con suavidad por su ano perfectamente dilatado. Intento bajar hacia mi pene para chupármelo pero no se lo permití. Primero su placer, luego el mío y vuelta a empezar. La introduje otra ver mi pulgar en la boca que empezó a chupar con deseo como si fuera una polla. Aparte sus cadera de mi para impedir que rozara su rajita con mi muslo, quería que solo recibiera la estimulación del vibrado en el ano. Estiro las piernas y se puso boca abajo mientras la seguía penetrando, su respiración y sus gemidos fueron creciendo hasta que culminaron de nuevo en ese gemido ronco y profundo que ya me era familiar y que daba fe de mi poder sobre ella. Pero esta vez no fue tan bestial como las anteriores, aunque se corrió igualmente y su flujo blanco mancho las sabanas de la cama.
– Ya no soy virgen, mi señor, –me dijo con un hilo de voz.
– No cariño, todavía lo eres, esto no cuenta, de eso ya me ocupare mas tarde, personalmente.
La deje tranquilizarse durante un momento. Mientras tanto, aproveche para mirarla nuevamente, –no me cansaba de hacerlo­– brillando levemente de sudor y con las manos atadas en la espalda. Admire su trasero, con el consolador todavía funcionando, metido en su ano, la curva de sus nalgas, sus muslos, la corva de sus pantorrillas, sus tobillos, sus pies. Sus pies, –reconozco que estoy cada vez mas obsesionado con ellos– creo que puede ser un buen momento para follármelos. La incorpore y la puse de rodillas al borde de la cama e incline su cuerpo hacia delante.
– ¿Tienes una gomilla o un coletero? –pregunte.
– Si mi señor, en el baño, en el cajón de arriba.
Fui a por el y de regreso cogí la madeja de cuerda que quedaba. Corte un trozo largo y la ate un extremo alrededor del cuello, después pasando la cuerda por debajo suyo la ate los tobillos juntos, así como estaba, muy flexionada y con las piernas todo lo abiertas que podía. Con el coletero la sujete juntos los dedos gordos de sus pies y unte con vaselina el hueco que quedaba entre ellos. Saque el vibrador y lo limpie con una toalla de los restos de haber estado tanto tiempo introducido en su culito. Después la limpie a ella y ya estaba todo listo, empecé a rozar mi glande con las plantas de sus pies e introduje mi polla es el hueco. Me quede quieto saboreando ese momento. Comencé a recorrer su espalda con mis manos, sus brazos, sus caderas, acerque mi boca a su dilatado ano y lo explore con mi lengua. Estaba tan excitado que a los pocos segundos de empezar a bombear tuve que parar porque me iba a correr. Comprendí que la cosa iba rápida y me puse con el consolador a trabajar directamente su clítoris arrancándola inmediatamente gemidos de placer. Después de un rato de espera empecé a moverme otra vez y un momento después tuve que parar nuevamente. Arranque otra vez mientras seguía estimulando el clítoris de Esther y comprendí que ya no podía mas, sacándola la frote con las plantas de sus pies mientras me corría. Mi abundante esperma mojo totalmente sus adorables piececitos. Permanecí un rato largo frotando con el pene sus pies, pasando el capullo por sus platas, por sus dedos, por sus talones. Mientras, continúe estimulando su clítoris hasta que alcanzo un nuevo orgasmo. No paraba de besar su trasero, de abrazarla a pesar de la posición, de acariciarla. Cuando me separe, me senté en la cama a su lado y ella comenzó a moverse, intentando acercar su cara a mi entrepierna, pero no pudo. La ayude girándola, hacia mi y desate el nudo de su cuello. Se lanzo sobre ella como una posesa, se la introdujo en su boca y estuvo mucho tiempo succionando, lamiendo, chupando mi flácido falo hasta que consiguió, después de mucho esfuerzo enderezarlo. Pero no pudo mas y termino tumbándose agotada boca arriba en la cama. Yo la seguía acariciando los pechos, su vientre y esporádicamente su vagina que continuaba totalmente encharcada.
Mientras la acariciaba y a pesar de que no quería, meditaba sobre la situación. ¿Qué pasaría cuando todo esto terminara? Una enorme oleada de ternura hacia ella me invadía, es fácil enamorarse de una mujer tan dulce, tan entregada como ella y creo que me estaba ocurriendo. Pero tenia las dudas típicas de una situación asi ¿Cómo voy a enrollarme con una mujer 25 años mas joven que yo? Dentro de diez años ella estará en toda su plenitud y yo seré ya un anciano. ¿Y qué actitud adoptaría ella? Posiblemente todo esto la cambiara la vida, pero ¿y si no?¿y si sale corriendo a refugiarse en los brazos del tonto de Moncho y vuelve a su anodina vida?
– ¿Qué tienes pensado para hoy mi señor? –me preguntó con su vocecita sacándome de mi ensimismamiento.
– ¿Qué quieres hacer, mi amor?
– Desayunar mi señor, tengo un hambre que me muero.
– ¡Muy bien, pues no se hable mas! –la dije con decisión provocando una amplia sonrisa que mostró las graciosas paletitas de su dientes– pero primero nos vamos a duchar y después prepararemos la comida, es muy tarde para desayunar, son mas de las doce y media.
La desate los pies y las manos, y la estuve masajeando para activarla la circulación. Los brazos los tenia agarrotas después de tanto tiempo hacia atrás, intento moverlos con mi ayuda mientras hacia gestos de dolor. Cuando se recupero, nos fuimos al baño y nos duchamos juntos. Nos enjabonábamos, nos acariciábamos, nos besábamos y nos reíamos, jugueteábamos, Esther chillaba medio histérica cada vez que la hacia cosquillas, lo que me dio una idea para mas tarde.
Nos secamos y nos besamos en la boca con calma durante bastante tiempo. Mientras, Esther agarraba mi polla con una de sus manitas, no me masturbaba, solo la tenia en la mano como si fuera de su propiedad. Yo, para no perder la costumbre, la acariciaba el trasero. Se separo de mi y sin decir palabra me condujo a la cocina cogido por la polla. Me miraba y se partía de risa como una niña.
– Estas cosas no las hago con el, mi señor, –me dijo sin parar de reír.
– No me lo digas, no le gusta, –la dije riendo yo también– desde luego tu marido es un capullo, por no llamarle otra cosa.
Ella me miraba y afirmaba con la cabeza sin parar de sonreír. La veía feliz, como si lo necesitara con todas sus fuerzas. La abrace con todas mis fuerzas hasta que se quejo.
– Perdona cariño, te he hecho daño …
– No mi señor, me gusta mucho como me abrazas …
– ¡No me lo digas!, –la interrumpí– a Moncho no lo hace, no le gusta, ¡joder con Moncho!
Volvió a afirmar con la cabeza mientras hacia un gesto con la cara como diciendo “es lo que hay”. No mi amor, ese tío no se merece alguien como tú. Ya veré como lo hago, pero algo haré.
Nos preparamos algo ligero y sin complicaciones, principalmente a base de latas. Como el vino que tenia Moncho no era nada del otro mundo, deje a Esther abriendolas, me vestí y subí en una carrera a mi casa a por una botella mejor.
– ¿No dijiste que solo te gustaba el vino bueno? –la dije cuando regrese– pues para mi nena, una de lo mejor.
La di la botella, un Vega Sicilia Único de 200 pavos. Se quedo impresionada. Nos sentamos en la mesa de la cocina, serví las copas y las alzamos en un brindis. La verdad es que la situación tenia un componente morboso muy fuerte, ella desnuda, yo vestido, acentuando la sumisión total de Esther hacia su señor, que por fortuna era yo.
El vino la encantó como no podía ser de otra manera, tanto, que se trinco mas de media botella ella sola. Y la vino bien, la empecé a notar mas jovial, mas pizpireta, mas habladora. Estuvimos cerca de dos horas charlando, me contó sus años de universidad y como no finalizo la carrera de arquitectura en el ultimo año, por casarse con Moncho. Como le conoció, los novietes que tuvo antes, como, esporádicamente, se conectaba en secreto a un videochat y se tiraba horas expiando desde el incógnito a los que aparecían por allí. Su opinión sobre temas diversos. La mayor parte de las veces se la olvidaba lo de “mi señor”, pero lo hacia sin darse cuenta embebida en la conversación. Pero ni me importo, ni se lo reproche, la seguía viendo alegre y feliz, como si la hiciera falta desde hacia tiempo.
– Que pena, se ha acabado el vino, mi señor – me dijo poniendo cara triste de forma ficticia.
– Si quieres subo a por otra, pero si bebes mas te voy a tener que llevar a la cama.
– UUUhhhhmmmm –dijo mirándome con ojos pícaros y cruzando las manos por delante como para que la atara, añadió– ¿seguimos mi señor? Creo que nos quedan asuntos … pendientes.
La dije que si y ella hizo un gesto muy característico que solo hace cuando empieza la excitación, paso los bracitos por detrás de la cabeza y estiro su cuerpo inclinándolo ligeramente hacia la derecha.

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