martes, 8 de noviembre de 2011

Tentaciones

Todo empezó como un día normal, como de costumbre me hiciste esperar, y llegamos con el tiempo justo al trabajo. En el descanso te dejé una nota en el pantalón.

“Ésta noche no puedes faltar. Muchas sorpresas te esperan. Te espero a las 22:00h en el Hotel Odón”

Fue como si te viese la cara de sorpresa, no pensaste que yo fuese así, pero pensaste que no tenías nada que perder, y eso junto a tu insaciable curiosidad, fue lo que te hizo decidir que si irías.
Llegada la noche, desconfíe un poco si de verdad vendrías, pues al llegar al hotel, vi que alguien conocido por ambos andaba por allí, decidí ignorarle y sin pensarlo más recogí la llave y subí a la habitación. Un frenesí rondaba por dentro de mí, me cambie de ropa me quité el traje y esta vez me vestí de colegiala, añadiendo todos los detalles posibles, las coletas, la camisa, la corbata, la faldita a cuadros y añadí algunos detalles poco usuales en ellas… al terminar fui a maquillarme, los labios rojos para resaltarlos y la ralla de los ojos en negro… Ahora solo quedaba esperarte, estando tumbada en la cama, me dio que pensar, si te recibiría de rodillas nada más empezar, para que así imaginases lo que te podría estar esperando…un ruido interrumpió mis pensamientos, picaron a la puerta, sin pensármelo dos veces, me arrodille y abrí, eras tú, solo entrar me viste allí, vestida así, y tu reacción no se hizo esperar; pues se notaba tu tensión y algo leve se empezaba a notar bajo tu pantalón. Te invité a entrar sin levantar la mirada, una vez estabas dentro, cerré y sin darte apenas cuenta estaba detrás de ti, quitándote la americana y besándote el cuello, te sorprendió y me dijiste:

-¿Qué es lo que me espera…?

Te hice callar con un dedo en tus labios, sin responderte, me puse ante ti y te mire fijamente a los ojos, sólo con eso ya noté un cambio en tu mirada hacia mí. Pensabas que ahí acabaría todo, que nada iría más allá, que solo te esperaba el verme así, y eso me hizo pensar, si serias tan ingenuo como para dar por supuesto que no iría más allá y pararía ahí… Sin cambiar mi expresión, te cogí de la corbata y te lleve hasta el borde de la cama, donde te empuje y quedaste sentado sin dar aún crédito de todo lo que estaba ocurriendo…
Me quedé de pie frente a ti, esperando tu reacción, pero aún no la había, decidí entonces sentarme sobre ti, aún no te habías percatado que no llevaba ropa interior, solo el liguero y las medias; te mire fijamente a los ojos, pude ver placer y curiosidad, puse mis manos en tu nuca y me eché hacia atrás, asegurándome que notaras mi peso en tus piernas, volví sobre mí, cogiendo tus manos calientes y las poniéndolas en mi cintura, mientras te lamia y mordisqueaba lentamente los labios, parecía que ahora si empezabas a reaccionar, pues tus manos bajaron hasta mis nalgas, oprimiéndolas. Te empezabas a excitar cada vez más y eso lo pude notar tanto en tus manos, como en tu entrepierna.
Te quité la camisa, dejándote solo la corbata, pero esta vez reaccionaste de forma inesperada, pues hiciste que me levantara bruscamente y me pusiera de rodillas ante ti.

-Pequeña, tu juego terminó, ahora jugaremos al mío.

Sin decir nada, asentí con la cabeza, eso es lo que quería que sacases esa faceta tuya aparentemente oculta.

-Levántate y ponte de cuatro patas encima de la cama, quiero verte como una perra.

Dude unos instantes en si hacerlo o no por curiosidad de saber lo que me harías si no te obedecía.

-¡Hazlo ya!, ¿A qué esperas, no me oíste?
-Sí, Señor, perdóneme…

Al verme así, a tu merced, descubriste la ausencia de mi ropa interior, te sorprendió, pero sé que te excitó aún más. Te acercaste a una pequeña mochila que trajiste y sacaste una tabla para el incienso, intuía como la usarías si no te obedecía…

-Súbete falda, quiero ver ese precioso culo tan azotable que tienes.

Esta vez no lo dude, solo obedecí, noté primero tu mano acariciándome, tranquilizándome, y cuándo menos lo esperé, me diste un buen azote con la mano bien abierta, que resonó en toda la habitación, lo cual nos gustó. Te quedaste observándome unos minutos y me preguntaste

-¿Qué es lo que pensabas hacer conmigo?
-Solo jugar, pues imaginé que te sorprendería y excitaría el verme así.

Resonó de nuevo un azote con tu mano, de nuevo abierta, pero esta vez en mi otra nalga.

-¿Con quién te crees que estás hablando, perra? Me debes un respeto, ahora eres mía.
-Perdón Señor, tiene usted razón, disculpe mi torpeza por no recordarlo.

Y de nuevo otro azote resonó.

-Bien, buena putita, pero no creas que esto va a terminar aquí, solo ha empezado…

Al oírte decirme eso, me excité aún más, pues pensé que nunca reaccionarias así. Pasaste tu mano por mi entrepierna y oíste un leve y corto suspiro.

-¿Ya estás excitada?, no creas que por eso voy a ceder a tus peticiones…

No respondí, solo esperaba tus acciones. Me dijiste que me estirara en la cama, y una vez así, me ataste las manos y los tobillos a ella, dejándome en forma de “X” con los brazos y las piernas abiertas. Con la base en la mano, empezaste a darme golpecitos muy suaves en los pechos, bajando muy lentamente, llegando a mis muslos, dónde fueron algo más fuertes, pero sin llegar a doler, seguiste bajando hasta acabar en mi clítoris, dónde notaste que me retorcí suavemente, pues sabias que eso me excitaba, al mismo tiempo en mis mejillas se apreciaban ya tonos rojizos. Te retiraste sin dejar de mirarme y ésta vez de tu inquietante mochila cogiste un antifaz y me lo pusiste y seguidamente pude oír una leve vibración, no supe de que era hasta que te acercaste a mí y me lo introdujiste... Fue entonces cuando descubrí que era un huevo vibrador, y que solo tú tenías el control de la vibración y de mi placer.
Note como te alejabas e ibas a por algo, una almohada, que colocaste con cuidado debajo de mi cabeza, alzándola un poco más, te desnudaste y te situaste justo encima de mí, justo a la altura que tu caliente y duro miembro coincidiese con mi boca. Empezaste a pasarlo por mis labios, sabiendo que en cualquier momento no me reprimiría y lo querría en mi boca. Me lamí los labios, para que resbalase mejor y justo coincidió tu glande con mi lengua y me sorprendí pues pensaba que te alejarías, para hacerme esperar… Te tomaste tu tiempo y decidiste correrme el carmín por las mejillas, tan solo usándolo, eso te divertía.

-Mírate, ¿no te da vergüenza ir así? Pareces una puta.

No respondí y de nuevo otro azote resonó en la habitación, pero esta vez fue en mi sexo, pues te encantaba la idea de oírme gemir o incluso gritar. Me notaste húmeda, y con esa misma mano recorriste mis labios, los cuales lamí, y con una risa pícara me dijiste

-Es hora de que me enseñes lo que sabes hacer, mi pequeña zorrita.

Abrí la boca sin pensármelo y saque la lengua, empecé a lamer con ansias, pero aún me aguardaban cosas, te levantaste y esta vez te acercaste a mi bolso, del cual sacaste un pequeño látigo y empezaste a usarlo en mi sexo. Seguía excitada y húmeda.
Te levantaste y estando de pie a mi lado, me arrancaste la camisa de un tirón, dejándome así desnuda de cintura para arriba, para así poder disponer mejor de mí; sonó un ruido familiar, habías encendido una cerilla, e intuía lo que me pasaría, pues empezabas a comportarte como el Dominador que esperaba y justo en ese momento dejó de ser un juego para ser algo más…

-Notarás un calor familiar –dijiste.

Empezaste a derramar la cera derretida de la vela gota a gota sobre mi piel, variando la altura para que fuese notando diferentes grados de calor, primero fue mi abdomen, pero paraste, preferiste cubrir completamente mis pezones, para seguir con mis muslos y alguna derramaste también en mis brazos. No dije nada, no osé, era tuya, y ambos lo sabíamos; tu seguías con tu diversión de vestirme con cera, mientras subías la intensidad de las vibraciones, de mi boca salió un gemido que no pude reprimir, y de los tuyos salió una risa de satisfacción, por lo que en lugar de parar y sacármelo simplemente las bajaste y esperaste un poco. Un ruido sonó, picaban a la puerta, me puse nerviosa e intente incorporarme, pero no pude.

-Servicio de habitaciones.
-Adelante, pase.

Se oyeron pasos, hacia la cama, y yo indefensa me retorcía tratando de librarme de tus ataduras, sin éxito.

-Siento interrumpir. -dijo una voz tímida y sorprendida por la escena- Aquí le dejo el hielo que pidió, señor.
-Gracias, tranquilo no te preocupes por ella, es indefensa…

Una risa tuya resonó, oí pasos de nuevo y como cerrabas la puerta. Seguías riéndote cuando de nuevo te acercaste a mí, con un cubito recorriste mis labios dejándolos mojados y pasaste tu lengua para secarlos, fuiste bajando y hiciste lo mismo por mis muslos e ingles.

-Suéltame, por favor suéltame.

Un bofetón resonó.

-¿Olvidas quién soy? Aún no te soltaré, tendrás que esperar.

Estuviste algunos minutos mirándome, y poco después me soltaste los tobillos y luego las manos, pero por poco tiempo, pues me hiciste levantar y arrodillarme ante ti para volverme a atar las manos, pero ésta vez a mi espalada.

-¿Serás capaz de hacerme gozar, zorra?

No respondí, solo asentí, y a oscuras, por llevar aún el antifaz puesto, encontré tu sexo más duro y caliente que antes, empecé a besarlo y lamerlo lentamente, supuse que eso para empezar bastaría, pero no fue así, me cogiste el pelo y tiraste hacia atrás, te reíste, me miraste y me soltaste, querías verme la cara de vicio y placer al hacerlo, seguí lamiéndolo, pero esta vez teniéndolo dentro de mi boca; jugueteaba con mi lengua y te rozaba suavemente con los dientes, parecías disfrutar… me levantaste sin dejarme seguir y me azotaste las nalgas, hasta dejarlas sonrosadas; me quitaste por fin el antifaz y me dejaste verte.

-¿Sabes dónde vamos? A un sitio que sé que te gusta y en el cual puede que te vean disfrutar, como la putita que eres.

Las vibraciones cesaron, y me lo sacaste, me soltaste las manos y nos acercamos al balcón de la habitación, lo abriste y saliste, yo me quede dentro dudando un poco en si salir.

-Ven aquí, ¿no quieres que te vean así y te oigan gemir?

Viniste a por mí, me cogiste de la muñeca y me llevaste contigo, ambos sabíamos que allí se nos podrían ver y también escuchar… Me apoyaste de espalda a la barandilla, me cogí a ella y mirándome con ojos lascivos, empezaste a jugar con mis pechos, haciendo que la cera se fuese cayendo, y no paraste hasta que viste que mis pezones se pusieron erectos, y pasaste a mi sexo. Me masturbaste muy levemente, deseaba tocarte, así que como pude te alejé y de nuevo me arrodille, pero ésta vez pensaba usar las manos al mismo tiempo que la boca y la lengua.

-Señor, ahora sí que va a disfrutar.

No opusiste resistencia y me dejaste hacer al poco tiempo te pude oír suspirar y gemir levemente, pero aún sin llegar a ser muy audibles; me incorporé y te besé. Me diste la vuelta y quedé apoyada en la barandilla de cara a la calle, pusiste tus manos en mis caderas, y en un acto reflejo saqué culo y éste quedo al descubierto, noté un agradable calor, era tu duro, caliente y húmedo pene, me lo restregabas por las nalgas y me dabas golpecitos, abrí un poco las piernas y percibí tu intención, clavármelo de un solo golpe sin compasión y me dejé llevar.

-Aaahh! –Pudiste oír un agudo y seco gemido-.

Nunca te había visto tan excitado por una situación así y eso me gustaba, al poco tiempo otro gemido se oyó, pero ésta vez era tuyo, me penetrabas con fuerza, con golpes secos… Cuando estaba a punto de correrme, me giraste hacia ti, me cogiste por el muslo y me levantaste la pierna, quedando a la altura de tu cintura y seguiste, querías veme la cara de placer y vicio mientras llegaba.
Percibí, otros ojos calvados en mí, y al mirar hacia la derecha, vi a otro huésped observándonos, le guiñé un ojo y se sonrojo, pero no dejó de mirar… Te pedí que esperaras unos segundos mientras entraba en la habitación y sacaba una silla, hice que te sentaras en ella, me puse de cuclillas y te masturbé muy lentamente, te besé y finalmente me senté de cara, sobre ti y te susurre.

-Nos están mirando, es otro inquilino… ¿Por qué no le damos algo que seguro ansía ver mi Señor? – y con cara pícara te guiñé-

-¿Disfrutas con esto verdad? ¿Te pone cachonda que nos vean follar, eh, zorrita?

Conocías la respuesta, así que sin más, empecé a moverme lentamente de atrás hacia delante, rozando nuestros sexos, mientras tus manos estaban en mis nalgas, apretándolas, abriéndolas, azotándolas… Decidiste mirar directamente dónde él se encontraba y viste que tramaba algo, se había sacado el pene y con calma se masturbaba… Me levante un poco y de nuevo en mi lo clavaste, más rápido empecé a moverme, pero esta vez de arriba hacia abajo, notando como me abrías y azotabas mas fuerte las nalgas, dejándolas calientes, y a eso le acompañaban mis gemidos que se oían claramente. Paraste, me levante y está vez quede de espalda a ti y de cara a él, aprovechaste para masturbarme, no dejaba de mirar y eso a todos nos excitaba, me volví a correr, y entonces me follaste tú, agarrándome primero de los pechos y después de las caderas, al tiempo que en mi nuca notaba tu respiración entrecortada, se oyó un gemido, el voyeur se había corrido, pero pese a eso se quedó un rato más viendo la escena; nosotros seguíamos con lo nuestro, ahora de pie, con una rodilla encima de la silla seguías penetrándome, nos olvidamos por completo del mirón… Me cogiste de la mano y tiraste de mí hacia el interior de la habitación, sin cerrar el balcón me apoyaste en la pared y me diste aún más duro; pero pasó algo que no esperabas, me giré y te cogí de la corbata, y viniste detrás de mí hasta la cama, dónde me tumbé y te invité a venir, y a colocarte encima de mí.

-Venga Señor, ahora le toca a usted sentir placer.

Una vez así, recibiste una cubana con mamada incluida.

-Sé lo que quiere de verdad, follarme a cuatro patas como una perra en celo…

Sorprendido, te alejaste, y me coloqué así, toda mojada y excitada, me quedé esperando que te decidieses, mientras me acariciaba con una mano… Tu excitación también seguía igual incluso iba en aumento, al volver a verme así, enloqueciste, y me follaste de forma salvaje mientras me azotabas, pero pronto noté como disminuías la intensidad, pues te faltaba poco para llegar, y sabías que no aguantarías mucho más.

-Relájese y déjeme hacer a mí... Mejor póngase de pie, podrá verlo mejor Señor…

Me vi de nuevo de rodillas ante ti, otra mamada recibiste, ésta más rápida y húmeda que las anteriores, mientras te miraba a los ojos, sabía que tu tensión no duraría mucho más pues acabaría con una caliente eyaculación. Mientras, envolvía tu pene con mis pechos y me ayudaba con las manos, dejé una libre, con la cual busqué la tuya y la puse en mi pelo, al notarlo lo cogiste y tiraste con cuidado hacia atrás, se podían oír tus gemidos ahora mucho más altos y seguidos, me soltaste.

-Ya no puedo aguantar más, vas a tener el premio que tanto ansías zorra.

Noté tu tensión mucho más fuerte, y alejándome un poco te empecé a masturbar con la mano húmeda por haberla lamido, te miré fijamente a los ojos y me acerqué, mientras te lo lamía entero, con la mano iba masturbándote haciendo círculos variando la presión, soltaste un gemido, abrí la boca y saqué la lengua, en ese justo momento te corriste en ella, agachaste la cabeza y viste como toda tu caliente corrida resbalaba por la comisura de mis labios, los cuales en alguna ocasión lamí, y el resto iba cayendo en mis pechos.
Me limpié y me estiré en la cama, tú hiciste lo mismo, aún estabas con la respiración agitada, pero me fue indiferente, pues me puse de lado mirándote y empecé a acariciarte el pene, aún palpitante y caliente, porque sabía que esto solo era un paréntesis, un momento de relax, pues pronto repetiríamos, quizá pensabas que sería con tus mismas reglas, pero no sería así, ésta vez sería según las mías, esto no había hecho nada más que empezar.
Sabía que ahora teniéndote confiado y relajado, me resultaría mucho más fácil, que al empezar, tenerte atado a mí, y así conseguir todo lo que quisiese de ti… tu mente, tu voluntad y por supuesto tu cuerpo, al cual aún le faltaban muchas experiencias y sensaciones por vivir conmigo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario