martes, 22 de noviembre de 2011

Como conocí a Linda

Los hechos que voy a relatar ocurrieron hace 6 meses, poco después de haberme venido a vivir a Copenhague. Los motivos que me empujaron a trasladarme a un país tan frío como Dinamarca son los mismos que impulsan a la mayoría de los emigrantes, buscar unas mejores condiciones de vida (en mi caso un trabajo bien pagado y no las miserias que me ofrecían en mi soleado país). El caso, es que tuve mucha suerte a la hora de encontrar piso, ya que por aquí es bastante complicado y, sobretodo, muy caro. A través de una compañera del trabajo conseguí alquilar un apartamento muy “salao” relativamente cerca del centro y a un precio bastante razonable.

A la semana de estar viviendo en mi nueva casa me sucedió algo que empezaría a cambiar lo que hasta entonces parecía una tranquila y algo aburrida vida. Al salir del trabajo aquel día decidí ir a Christiania, barrio ocupado donde puedes encontrar una extraña mezcla de personas que va desde los viejos hippies hasta los moteros neonazis pasando por estudiantes universitarios, oficinistas… aquella tarde decidía hacerme un regalito y me pasé por aquel peculiar barrio a “pillar porros”. Cuando iba camino de casa paré a comprar algunas cosillas para cenar y unas cuantas cervezas que cargué en la cesta de la bici y continué pedaleando felizmente hacia casa. Fue entonces, justo al girar la última esquina antes de llegar a mi portal, cuando conocí a Linda, la persona que haría que mi nueva vida tomase un rumbo que no estaba escrito en mis ‘mapas’. Como iba diciendo, justo al girar la esquina me encontré con Linda. Había tenido un pequeño accidente con la bicicleta y casi me la llevo por delante, pero conseguí esquivarla a costa de ir a dar con mis huesos en el suelo. Ella se asustó bastante por lo aparatosa que fue mi caída y rápidamente vino a ayudarme:

- Lo siento no hablo danés. – Le contesté en inglés.
- Te preguntaba si estabas bien. Siento mucho haber provocado tu accidente, pero es que yo también me he caído y no me ha dado tiempo a quitarme del carril.

La chica era morena, bastante guapa y alta. Tenía las medias completamente rotas por la caída y lo que parecía su cena desparramado por el suelo. Yo, en cuanto noté que no tenía nada roto y que mis cervezas y el resto de las cosas que había comprado estaban en condiciones me ofrecí a ayudarla, ya que se notaba que estaba algo dolorida de su caída. Cuando recogimos todas sus cosas (al menos las que se podía recoger, porque había unos cuantos huevos y un bote de mayonesa totalmente irrecuperables) me ofrecí a ayudarla, ya que noté que cojeaba un poco y su bici estaba algo cascada. ¡Vaya sorpresa que me llevé cuando descubrí que vivíamos en el mismo edificio! La ayudé a subir sus cosas hasta su apartamento y luego me fui para el mío a darme una buena ducha y darme mi pequeño homenaje.

Estaba completamente desnudo y a punto de meterme en la ducha cuando sonó el timbre de la puerta. Me puse la toalla alrededor de la cintura y la camiseta interior que me acababa de quitar y que desprendía un leve olor a sudor. Cuando llegué a la puerta y la abrí me encontré con Linda, que al

verme de esa guisa se quedó un poco cortada y disculpándose otra vez me dijo que volvería más tarde, a lo que yo le repuse que no se preocupara.
- Había pensado en invitarte a cenar para compensarte por la caída, pero me he dado cuenta que necesito unos cuantos huevos. – Me dijo sonriendo.

- Huevos no me quedan, pero si quieres puedo invitarte a cenar yo y me debes una. – Le dije guiñándole un ojo. – Dame media hora para que me duche y recoja un poco la casa.

- Está bien. Muchas gracias por la invitación. Vuelvo en un rato.

Rápidamente me desnudé y me metí en la ducha. Al sentir el agua caliente recorriendo mi cuerpo cerré los ojos y la imagen de Linda acudió a mi mente. Sus delicados labios, sus manos, esas piernas de vértigo, las medias rotas y esa minifalda tan mini… empecé a sufrir una erección. Decidí que la mejor opción era hacerme una buena paja aprovechando el momento de inspiración. Además, era mejor estar libre de tensiones si iba a cenar con ella. Alguna cerveza y algún porrito iban a caer, y como tuviera el sexo metido entre ceja y ceja la cena se podría convertir en una tortura. Así que empecé a acariciarme con la mano izquierda los testículos mientras la derecha se deslizaba arriba y abajo por el tronco de mi pene provocando que mi glande asomara su brillante rostro fuera del prepucio. Imaginé a Linda de muy diversas maneras: arrodillada haciéndome una mamada; tumbada y abierta de piernas pidiéndome que la folle; a 4 patas mientras su culo engullía mi miembro… terminé con una eyaculación increíble. Desde que me había mudado había estado tan ocupado que no había follado con nadie, ni siquiera con mis queridas manos. Terminé de ducharme, me sequé y me fui para la cocina. Allí me abrí una lata de Tuborg y empecé lavar algunas cosillas para preparar una ensalada. Mientras el desinfectante hacía efecto (suelo dejar las hojas de lechuga unos cuantos minutos en vinagre o desinfectante alimentario) me lié un porrito. No le había dado ni 3 caladas cuando Linda llamó al timbre, abrí y le invité a pasar al salón, pero ella insistió en venir a la cocina y ver cómo preparaba la cena.

- Me han dicho que los españoles cocináis muy bien y quiero aprender.

- Está bien, pero de momento sólo he empezado a preparar una ensalada.

Mientras yo preparaba la cena Linda me estuvo preguntando cosas de mi vida y contando cosas sobre la suya como que su madre era libanesa y que por eso ella era tan morena. La cena fue todo un éxito y al terminar la invité a tomar una copa en el salón. Ella se sentó en un sofá grande de 2 plazas mientras que yo me senté en un butacón y seguimos hablando de nuestras vidas mientras bebíamos y fumábamos alegremente.

- Tienes unos pies muy bonitos. – Le dije, observando que se había descalzado y fijándome en un tatuaje tribal que le cubría el empeine del pie
izquierdo.
- ¡Muchas gracias! Míralos más de cerca. – Dijo mientras estiraba la pierna izquierda hacia mí.
Yo me acerqué y poniéndome en cuclillas lo cogí entre mis manos. Entonces ella acercó el otro pie y me acarició la mejilla mientras me miraba fijamente a los ojos.

- Bésalos.

Me arrodillé y empecé a besar sus pies mientras deslizaba mi mano derecha por sus piernas sintiendo el suave tacto de sus mallas. Ella, de vez en cuando, dejaba escapar algún suspiro que solía coincidir con los leves mordiscos y que le daba a aquellos pies tan sexys. Ambos nos estábamos poniendo muy calientes. Ella estaba acariciándose los pechos por encima de la camiseta y yo tenía mi polla luchando por salir de la prisión en la que estaba. De repente me empujó con ambas piernas a la vez haciéndome caer de espaldas al suelo y como una gata salvaje se abalanzó sobre mí y empezó a besarme, lamerme y morderme la cara y el cuello mientras restregaba su cuerpo contra el mío como una gata en celo. Nuestras lenguas se entrelazaban y luchaban por fundirse en una sola mientras nuestras manos buscaban el cálido contacto de la piel bajo la ropa. Cada vez que recuerdo la suavidad de aquel cuerpo, su olor y el calor que desprendía no puedo evitar tener una erección y suspirar su nombre.

En un momento dado ella se incorporó y, mientras me mantenía atrapado entre sus piernas, se quitó la camiseta y el sujetador y acercó aquellos enormes pechos a mí cara que se hundió entre ellos. Yo estaba completamente absorto aspirando todos los olores que salían de aquel maravilloso valle con mis manos recorriendo si parar sus caderas y aquellas delicadas nalgas. En una de aquellas rondas por su baja espalda enredé uno de mis dedos en el hilo de su tanga mientras otro de mis dedos se colocó en el centro de su ano y ejerció una suave presión. Ella dejó escapar un gruñido a la vez que separaba sus pechos de mi cara y se ponía de pie.

- Tranquilo cielo. Todavía no. – Dijo mientras colocaba su pie izquierdo sobre mi abultada entrepierna y empezaba a masajearla. – ¡Desnúdate!
Yo me quité la camiseta lo más rápido que pude y traté de bajarme los pantalones, pero ella seguía con su pie masajeando mi entrepierna y me lo estaba poniendo difícil. Retiró un poco el pie y me permitió bajarme el pantalón un poco más, con lo que pude dejar al descubierto mi polla que, apuntando al techo de la habitación, tenía el glande completamente humedecido y pegajoso. Me terminé de quitar los pantalones mientras ella miraba sonriente mi pene. Se pasó la lengua por los labios y me pidió que abriera las piernas:

- Quiero masajearte los huevos. Me encanta sentir el tacto del escroto con los pies.
Yo me dejé llevar y separé lentamente los muslos permitiendo que su pie se fuera acercando a mis pelotas. Ella parecía estar disfrutando muchísimo y no dejaba de acariciarse los pechos y de vez en cuando ocultar sus manos entre sus piernas, para mí todo aquel juego de pies era novedoso y por lo tanto muy excitante. Entonces ocurrió algo que no me esperaba para nada. Me pidió que levantara las piernas y yo, debido a la excitación, no dudé ni un instante en hacerlo. Ella me agarró de los tobillos

- Disfruta cariño, relájate y disfruta. – Me dijo con una voz susurrante llena de lujuria mientras su pie dejaba de masajear mis pelotas y empezaba a bajar hacia mi ano. Las sensaciones que me provocaba su enorme pulgar al acariciar tan delicadamente esa región tan sensible son indescriptibles. Además, empezó a besarme y chuparme los pies, con lo que yo cada vez estaba más y más cachondo. Su pulgar ya no recorría todo el camino, ahora estaba constantemente en presionando muy levemente mi ano provocándome un placer que no había sentido nunca antes.

- ¡Joderrrr! ¿Qué me estás haciendo? Me estás matando de gusto. – Dije entrecortadamente debido a la excitación.

- Quiero que hacerte disfrutar tanto como yo estoy disfrutando. Quiero darte lo mismo que tu a mi y volvía a devorar mis ya ensalivados pies.

- Vamos a la cama, allí estaremos más cómodos y podremos jugar mejor. – Dije justo antes de que ella empezara a hundir el pulgar en mi ano haciéndome temblar con la mezcla de placer y dolor.

- ¿Te gusta? – Preguntó mientras cada vez notaba su dedo más dentro de mí.

- S..ss. sisisiiiii.

No sé cuánto tiempo estuvo jugando con su dedo dentro de mi culo, pero cuando lo sacó sentí un escalofrío recorrer mi columna vertebral. Soltó mis piernas y se quitó las mallas que llevaba puestas. Entonces me llevé la mayor sorpresa de todas. El minúsculo tanga que llevaba puesto estaba completamente desbordado por un pene completamente erecto del que colgaban unos hilos brillantes.
- Sí, tengo polla y espero que no te moleste.

Yo, que me había incorporado un poco y tenía mi espalda apoyada en el sofá me quedé sin palabras. Mis ojos iban de su preciosa cara a sus enormes pechos y de allí bajaban hasta su entrepierna. Así una y otra vez hasta que me levanté y agarrándola por la cintura empecé a besarla. Ella me rodeó con sus brazos y pude sentir sus pechos aplastándose contra mi torso y su pene y el mío rozándose y mezclado sus fluidos. Nos fuimos arrodillando hasta terminar ambos tirados de costado sobre la alfombra, momento que aproveché para colocarme sobre ella dispuesto a chupar una polla por primera vez en mi vida. Ella me agarró de la mía y empezó a masturbarme mientras yo apartaba el tanga hacia un lado y comenzaba a lamer la suya y a meterla dentro de mi inexperta boca. Ella levantaba sus nalgas del suelo y se agarraba de mis caderas tratando de llevar el ritmo, pero yo me atragantaba (aunque su pene no era excesivamente grande). Con un hábil movimiento se escurrió entre mis piernas y se colocó justo detrás de mí.

- Date la vuelta, ya tendremos tiempo de hacer un 69 más adelante. Ahora te voy a enseñarte a chupar bien una polla, y agarrándome del pelo acercó mi cara a su miembro hasta que éste se hundió dentro de mi boca. – ¡Muy bien, muy bien! Sigue así cariño. Decía una y otra vez mientras poco a poco iba aumentando el ritmo.

Yo hacía lo que podía, vamos que trataba de no clavarle los dientes y movía mi lengua tal y como creía que me hacían a mi las chicas con las que había tenido sexo. También acariciaba aquellas interminables piernas de seda y magreaba sus tersas nalgas, jugando de vez en cuando con su ano. Linda estaba a punto de estallar. Sus manos movían mi cabeza a un ritmo endiablado y su polla, tan dura como una piedra, quería llegar hasta el fondo de mi garganta. Entonces sentí como, mientras tenía uno de mis dedos dentro de su caliente culo, los espasmos empezaron a recorrer su cuerpo y, apartando mi cabeza hacia atrás, eyaculaba en mi cara y sobre mi pecho.

- ¡Wooow! Vaya corrida, nene. No ha estado nada mal para ser tu primera mamada.

- Ahora me toca a mí bañarte en semen. – Le dije mientras sus restos aún goteaban des mi cara.

Le pedí que se sentara en el sofá y acercándome de rodillas coloqué sus piernas sobre mis hombros. Empecé a lamer sus huevos y a restregar mi cara contra sus nalgas, donde se mezclaban mi saliva y el semen que aún quedaba en mi rostro. Ella empezó a emitir grititos y suspiros de placer y cada vez que mi lengua se hundía en su sabroso ano me sujetaba la cabeza con fuerza apretándome para que se clavara bien. Los movimientos de sus caderas eran increíbles y me excitaban tanto o más que los olores que se desprendían de su zona genital. Su polla, en un estado semiflácido golpeaba mi cabeza y mi cara de vez en cuando.

- ¡¡Fóllame ya!! ¡¡Quiero que me metas la polla y me folles, joder!! – Dijo con una voz ansiosa y la mirada desesperada. Yo, podía sentir como sus manos trataban de hundirme más y más en sus entrañas provocando que en algunos momentos me faltara la respiración.

- Si quieres rabo, ¡Tómalo! – Le dije echando mi cabeza hacia atrás e incorporándome un poco. Agarré fuertemente sus tobillos y separé aún más sus piernas. El espectáculo era de lo más excitante. Linda estaba con los ojos casi en blanco, pellizcándose los pezones y acariciando su tripa. Su pene había recuperado de nuevo su rigidez y el mío estaba entrando poco a poco dentro de su culo, abierto de par en par para mí. Empecé muy despacio aunque no estaba encontrando mucha resistencia. Probablemente entre mi saliva y su semen había suficiente lubricante. Una vez que llegué hasta el fondo solté sus piernas y mientras me envolvía con ellas yo me dejaba caer encima de ella y empezaba a besarla. Me encantaba sentir su culo apretando mi polla. Estaba siendo una de mis mejores (o la mejor) experiencias sexuales. Ella me pidió cambiar de postura, quería cabalgarme, así que obedientemente le hice caso y me tumbé dejando que se ensartara en mi polla y empezara a moverse como una loca. Era increíble como se movía y el placer que me estaba provocando, Linda era una mujer perfecta. Según este pensamiento apareció en mi mente, todo mi cuerpo sufrió una especie de cortocircuito. Mi piel estaba ardiendo y con los vellos de punta. Mi vista estaba bloqueada por las miles de estrellitas que inundaban mis retinas y una descarga eléctrica descomunal recorrió mi columna vertebral de arriba abajo varias veces terminando con una explosión en los testículos que descargaron dentro de Linda varios chorros de un semen caliente y pegajoso. Ella, en cuanto sintió mi corrida volvió a eyacular y, de nuevo, derramó su leche sobre mi sudoroso cuerpo y se dejó caer sobre mí. Se quedó clavada en mi polla hasta que ésta fue perdiendo su rigidez y salió de su dulce y cálida prisión. Estábamos tan cansados que nos quedamos dormidos y cuando me desperté ella seguía tumbada a mi lado mirándome con ojos golosos.

- Ahora me toca a mí rellenarte de leche. – Dijo guiñándome un ojo mientras sus manos empezaban a acercarse a mi culo.

Pero esta historia ya os la contaré otro día. Espero que os haya gustado

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