miércoles, 22 de agosto de 2012

ESTHER (capitulo 34)

Hasta mayo no regresamos a Nueva York, ni viajamos a ningún lado. Como hacia mas de un año que no cogía la moto, durante ese mes y pico la utilice todos los días para ir al despacho. A primeros de mayo era la concentración Harley-Davidson Km 0 de Madrid, y quería asistir con Esther para darla una media sorpresa. Sabia que tenia una moto, aunque nunca la había visto. La tengo en otra zona del parking cubierta con una lona. Estaba seguro que cuando viera mi Road King Classic iba a flipar. La sorpresa no iba a ser completa, puesto que la tenia que comprar la indumentaria necesaria, botas, pantalones y chupa de cuero en plan motera roquera. Y un casco, y teniendo en cuenta el color del de escalada, rosa chicle, me temo lo peor.
Cuando mas me gusta follarla es cuando estamos en casa, y a ella también. Las aventuras la molan, y aunque ella diga lo contrario, en los hoteles siempre se corta un poco. Como ya he explicado en innumerables ocasiones, es tremendamente escandalosa, y en casa se explaya totalmente. Y a mi, lo que mas me gusta en hacerla chillar de placer hasta que pierda el sentido. Esther, boca arriba en la cama, es impresionante y penetrarla así me entusiasma. Tenerla penetrada entre mis brazos mientras me rodea con sus piernas. Follarla muy despacio, respirar sus gemidos, ver como sus pezones se endurecen como canicas y cuando la llegan, chilla a pleno pulmón. Tarde mas o menos, siempre continuo hasta que me corro. Cuando lo consigo, ella ya se ha corrido como mínimo dos o tres veces. Y después reposar con ella sobre mi en un abrazo sin fin. En ocasiones la aprieto tanto que me da miedo hacerla daño, aunque ella nunca se queja.
A mediados de ese mes, Colibrí descubrió la identidad del presidente de la clínica donde se operaron los Monchos. Pero era uno de los detenidos en la primera operación, y en unos cuantos años no iba a salir. Desmenuzando los archivos informáticos de la clínica, incluidos los muy confidenciales y protegidos, descubrió los nombres de dos personas que se habían operado juntas y cuyas características coincidían con nuestros Monchos. Pero nada mas, era una vía que no nos llevaba a ninguna parte. Podía estar en cualquier parte con otra identidad. Habría que armarse de paciencia, y en este caso estaba muy falto.
Cuando la conté que íbamos a salir con la moto, se puso como loca, y eso que no la había visto. La lleve a una conocida tienda de accesorios e indumentaria situada en Bravo Murillo, cerca de Quevedo. Eligio una chupa de cuero con colgantes en las mangas a la que pusieron su nombre en la espalda, pantalones, botas y encargo un casco, de el mismo color que el de escalada, rosa chicle, y decorado con corazoncitos rojos. En el diseño no tuve nada que ver, lo prometo, fue cosa de ella.
Esther quería comprar una casa nueva a sus padres en Salamanca. Cuando tuvimos toda su equipación nos fuimos para allá. Cuando por fin vio la moto, dio tantos saltos y dio tantos gritos que por un momento creí que había tenido un orgasmo. Estaba encantada de viajar en moto. Sobre todo en una Harley. A pesar de toda la ropa que llevaba, llego muerta de frío. Pero no se quejo en ningún momento.
Llegamos al hotel y como teníamos tiempo antes de reunirnos con su familia, me dedique a mi pasatiempo favorito, follarla. Cuando la tuve desnuda, la arrodille y se la metí en la boca mientras permanecía de pie. Desde arriba veía como mi pene desaparecía en su totalidad en el interior de su boca. La tuve chupando hasta que me corrí llenándola la cara de esperma. Mientras lo hacia, ella seguía acariciando mi prepucio con su legua. La limpie la cara con el dedo, llevándolo todo hacia su boca y la tumbé sobre la cama. Metí mi cara entre sus piernas y me dedique a saborear su vagina. Como no teníamos prisa, hasta las dos de la tarde no habíamos quedado con su familia, tenia tiempo de sobra para tomármelo con tranquilidad. Cuando me cansé, Esther ya había tenido varios orgasmos. Yo creo que su vagina debe de ser el mas saboreado de los cinco continentes, o los que sean. Me puse sobre ella y la penetre. La estuve follando mientras contemplaba su rostro a escasos centímetros y la besaba. Finalmente nos corrimos juntos en una vorágine de besos, caricias y gemidos.
Esther compro dos chalet adosados junto al río. Eran propiedad de una caja y todo había sido pactado en Madrid. Salieron a “pelo puta”, solo faltaba que sus padres y ella misma le dieran el visto bueno. Les encanto, y estaban muy próximos al centro de la ciudad y su antigua casa. Uno era para ellos y el otro para Esther. Así, cuando fuéramos a Salamanca tendríamos nuestra casa en lugar de ir a un Hotel. Cuando regresamos a Madrid, su padre se quedo encargado de hacer una serie de reformas que había que llevar a cabo una vez que se hubieran firmado las escrituras.
Una vez en Madrid, la semana transcurrió tranquila hasta el viernes 12 de mayo que comenzaba el Km. O. Después de acreditarnos para todos los actos programados, salvo el alojarnos en el hotel, fuimos a almorzar al Hard Rock de Colon. Después en el concesionario Harley, a la barra libre de mojitos para confraternizar. Y Esther estuvo confraternizando, por supuesto bajo mi estrecha vigilancia. Ya sabéis que en ocasiones se pone como una moto. Después de picar en el mismo sitio, fuimos a ver el musical “Mas de 100 Mentiras” y a tomar unas copas en el 40 Principales Café.
Al día siguiente, mas de trescientas Harleys salimos escoltados por la Guardia Civil, para hacer la ruta por la sierra norte y terminar en el Casino de Torrelodones, donde almorzamos, y nos jugamos algunas fichas. Bueno, Esther algunas mas. A continuación regresamos a Madrid y por la noche fuimos a la sala Living donde cenamos, se realizo el sorteo, se repartieron recuerdos y asistimos al concierto de Obús.
Ya avanzada la noche regrese a casa con una muy alegre Esther y al día siguiente fuimos al desayuno comunitario con chocolate y churros. Todas las Harleys salimos en formación para la cabalgata tradicional por el centro de Madrid hasta la Puerta de Alcalá donde se saco la foto oficial de todos los participantes y se dio por finalizado el Km. 0, 2012.
Antes de regresar a Nueva York, nos fuimos nueve días a la casa del Tranco, en La Pedriza. Había hecho un par de reformas en el chalet que iban a sorprenderla. Una era una pequeña piscina-jacuzzi acristalado en la parte de atrás que en verano podía abrirse. La otra si que no se lo esperaba y lo estrenamos nada mas llegar. Después de enseñarla la piscina, subimos al dormitorio a deshacer la maleta.
– ¡Quítate la ropa! –la ordene. Obedeció de inmediato mirándome con expectación–. Acércate y arrodíllate.
Se acerco a mi mientras me sentaba en la cama con la bolsa de los juguetes al lado. Se arrodillo y la coloque dándome la espalda. La cruce los brazos por la espalda y con unas muñequeras de cuero la sujete las muñecas a los codos. La puse un collar de cuero en el cuello y la levante. La coloque unas sandalias con súper tacón y sujete una corre al collar. Por ultimo la tape los ojos con un antifaz. Durante los preparativos, no hizo el mas mínimo comentario. A ciegas la lleve hasta la escalera tirando suavemente de la correa. Llegamos a la escalera y la ayude a bajar colocándome por delante de ella y dándola las indicaciones precisas para que no se me cayera por ellas. Una vez abajo seguimos hasta la cocina y bajamos por la escalera que da al sótano. Notaba a Esther tremendamente excitada. Durante todo el camino procure sobetearla constantemente. El sótano solo lo usaba como trastero y ocupaba toda la planta del chalet. Lo dividí en dos, creando una amplia habitación en la parte mas apartada de los accesos. En esta habitación, que estaba insonorizada, instale una mazmorra de sado. Estaba totalmente equipada. Un carril de hierro recorría el techo a todo lo largo. Por el se movía un polipasto eléctrico que me permitiría colgar y mover a Esther por toda la estancia. En un extremo coloque una colchoneta sobre un pedestal de ladrillo rodeado de argollas. En el otro extremo, una mesa de tortura de madera. A su lado, sobre un bastidor de aluminio, algo que hacia tiempo que quería tener. Una maquina para follarla. Estaba preparada para poder acoplarla a la mesa fácilmente. En el centro de la habitación, pegado a la pared, un poste de madera que subía hasta el techo. En la pared de enfrente un sillón. Me gusta que me la chupe sentado.
La coloque en el centro de la habitación y la quite el antifaz. No se esperaba algo así, flipo. Mientras miraba para todas partes, yo desde atrás metí mi mano entre sus piernas. Tenia la vagina empapada como yo esperaba. La tumbé en el suelo y la coloque unas tobilleras después de quitarla los zapatos. Puse una barra de hierro separando sus tobillos y lo sujeté al cable de polipasto con un mosqueton. Con el mando eléctrico la eleve hasta que estuvo a la altura necesaria y la introduje la polla en la boca mientras con un dedo acariciaba su clítoris. El resultado fue casi instantáneo a causa de la excitación que ya tenia. Su espalda se arqueo y tuvo el primero. Cuando ocurrió la sujete la cabeza y seguí con el pene dentro de su boca hasta que me corrí. Empecé a saborear su vagina. Que rico sabe. Cuando la tuve nuevamente a punto me separe de ella y accione el mando trasladándola a un extremo de la habitación donde estaba la mesa de tortura. La baje y quedo tumbada sobre ella boca arriba con los brazos cruzados por la espalda. La solté de la barra y sujete sus tobillos a los lados de la mesa. Con dos cuerdas sujete también el collar a los lados. Acerque la maquina a los pies de la mesa y la introduje el pene metálico en su vagina ajustando la barra extensible. La puse en marcha y durante unos momentos estuve lubricando sus genitales. Mientras Esther gozaba como una loca yo me dedicaba a acariciar su cuerpo. Mis manos lo recorrían en su totalidad. Se paraban en sus pechos disparados al techo a causa de la posición de los brazos. La coloque pinzas en los pezones y otra en el clítoris. Esther no paraba de chillar, mucho mas cuando con una fusta la comencé a azotar el vientre. Pasados unos minutos pase a azotar sus pechos con la fusta, intentando quitarla las pinzas hasta que lo conseguí. La maquina infernal seguía a pleno rendimiento. La quite la pinza del clítoris y con los dedos se lo retorcí. A continuación la puse un vibrador en el y Esther se retorció y chillo hasta que quedo como en trance. Pasados unos minutos, pare la maquina y la coloque la barra en los tobillos. La eleve y la lleve hasta la cama. Antes de bajarla, la sujete por la cintura y con la fusta la di azotes en el trasero. Cuando lo tuvo suficientemente rojo, la coloque sobre la cama y la baje. La ate con las piernas bien abiertas y flexionadas hacia arriba. Sumergí mis labios en su vagina y fui alternando mis besos con golpes con la fusta directamente sobre sus labios vaginales. Cuando me canse de ese juego, la aplique lubricante en el ano y la penetre. La folle con saña hasta que nos corrimos juntos. La desate y durante un buen rato la cubrí de besos mientras Esther sonreía complacida.
Durante los nueve días que estuvimos allí, usamos la mazmorra varias veces y casi a diario salíamos a escalar. En mas de una ocasión terminamos follando detrás de alguna piedra rodeados de cabras que nos miraban suspicaces, o en la cima de un pico como en una ocasión.
Regresamos a Madrid para descansar un poco antes del viaje a Nueva York. Esther aprovecho para enviar un gran cajón con ropa de cama, cosas para el baño, cubertería y no se cuantas cosas mas. La convencí para que no metiera nada de cristal, ya lo compraríamos allí.
– Estoy nerviosa mi señor. Ya tengo ganas de estar en nuestra casita en Nueva York, –me dijo la víspera del viaje.
– No te preocupes mi amor, mañana estaremos allí.


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