martes, 10 de abril de 2012

ESTHER (capitulo 20)

Hacia varios días que Colibrí se ocultaba en mi casa de la Pedriza. Los últimos golpes de la policía española y el FBI a Anonimus así lo aconsejaba. Ella, además de una buena amiga era una pieza vital en todo lo que se avecina.
Llegue a Manzanares en compañía de Isabel a primera hora de la mañana, y rápidamente nos pusimos manos a la obra.
– Sabemos que dentro de tres días, Moncho sale de Casablanca en dirección a Frankfurt, –comenzó a hablar Isabel– de allí, un día después, parte para Shangai e Indonesia.
– Hay algo raro en este asunto, –intervino Colibrí– Moncho ha cerrado su cuenta en Casablanca y ha trasladado los fondos a Belize, me da la impresión que no piensa volver a Casablanca.
– ¿Esa cuenta la tienes controlada?.
– Por supuesto, –respondió Colibrí con una picara sonrisa– tengo controlado hasta el ultimo centavo, pero aun así no entiendo que pretende, no se , no me fío, hay algo raro.
– Bueno, pues sigue controlándole por si suena la flauta y descubrimos algo nuevo –y después de una pausa añadí– ¿sabemos cuando llega Tailandia?
– Perfectamente, diez días después de salir de Casablanca.
– Su plan es estar dando vueltas para despistar –añadió Colibrí.
– ¿Y el tema del dinero, como lo vas a hacer? –le pregunte a Colibrí.
– He preparado dos cuentas, una en Yankilandia a nombre de una ONG controlada por Pinkerton, que hará una especie de acusación particular allí, y otra en Singapur, un fondo de reptiles, con la que pagaremos todos los sobornos, regalos y “sobresueldos” en Tailandia. En el caso de Pinkerton, los fondos pasaran primero por sus empresas para blanquearlo.
–¿Y los fondos cuando los transferirás?
– En el mismo momento en que lo detengan, no quiero levantar la liebre antes de tiempo. He preparado un virus que hace saltar el dinero por todo el mundo miles y miles de veces. Nadie podrá rastrearlo, cuando le detengan, solo contara con lo que lleve encima.
– Genial Colibrí y, con Pinkerton, algún problema.
– Ninguno, al contrario, me cae bien y quiere que trabaje para el.
– Pinkerton es un buen tipo …
– Si que lo es.
– Concretando, Colibrí no puedes salir de esta casa para nada hasta que todo esto se ponga en marcha. Eres la pieza clave.
– No te preocupes, tengo provisiones para un mes.
– Lo que necesites me llamas.
– Prefiero llamar a Isabel.
– ¡Nos hemos hecho buenas amigas! –intervino Isabel.
– ¡Joder Isabel! –la dije riendo– ¿te vas a follar a todas mis amigas?
– ¡Es que tienes buen gusto, es culpa tuya!
– ¡Joder!
Seguimos un par de horas mas atando cabos sueltos para que todo quedara preparado al detalle. Isabel insistió en quedarse con Colibrí en la Pedriza. Cuando regresaba a casa en el coche no podía apartar de mi mente la visión de Isabel y Colibrí, desnudas, ofreciéndose mutuamente sus chochitos. Y ese pensamiento me puso muy burro.
Cuando llegue a casa, Esther me estaba esperando con los brazos en jarra. El entrecejo fruncido evidenciaba que estaba cabreada, y mucho.
– ¡¿Se puede saber donde estaba mi señor?! –y sin dejarme contestar añadió– ¡porque cuando me he despertado habías desaparecido y no contestas al móvil!
– Mi amor, no contesto al móvil porque se me ha olvidado aquí, en el gimnasio, –la respondí con calma– pero me podías haber llamado a la Blackberry.
Sin dejarla decir nada mas, la cogí por la cintura y atrayéndola hacia mi la besé con pasión, con mucha pasión en la boca. Me encanta cuando se cabrea, lo que pasa que es raro que ocurra. Después de un rato de morreo continuo, la quite la camiseta y sentándola en el aparador, me saque la polla y la penetre sin contemplaciones. De inmediato se puso a gemir y unos minutos después tubo un primer orgasmo mientras se aferraba a mi americana. Seguí insistiendo hasta que un rato después nos corrimos al unísono mientras Esther chillaba de placer como una desaforada.
– ¡Vaya colores que te han salido! – la dije riendo mientras la mantenía penetrada– ¡pareces Heidi!
Esther no era capaz ni de contestar, refugiada entre mis brazos se mantenía aferrada a mi con la respiración agitada, mientras esbozó una leve sonrisa. A pesar de la creciente flacidez de mi pene intente recomenzar pero tuve que desistir. Esther, bajándose rápidamente del aparador, se arrodillo y comenzó a chupar con su maestría de siempre. La costó, pero lo consiguió y tumbándola en el suelo, la cubrí con mi cuerpo mientras la penetraba de nuevo. Cuando se corrió, desistí definitivamente envuelto en sudor, que traspasaba la americana que no me había quitado.
Como estaba previsto, tres días después Moncho salio de Casablanca rumbo a Frankfurt y desapareció. Las sospechas de Colibrí se confirmaron y su casa se puso en alquiler, no pensaba regresar a la capital económica marroquí. Por lo demás todo iba según lo previsto.
Dos días después Esther se despertó especialmente juguetona. Cuando abrí los ojos ya estaba con mi pene en la boca, y es raro porque siempre se despierta después de mi. No se daba prisa, con mi pene en la boca, mi glande sufría el ataque de su lengua con una precisión profesional. Después de un rato largo cabalgo mi cara ofreciéndome su vagina que por supuesto acepte de inmediato. Cuando note que estaba próximo a correrme, la aparte y poniéndola boca arriba introduje dos dedos en su vagina. Con la otra mano presione su bajo vientre para estimular directamente su punto g. Para Esther fue como un trallazo eléctrico, se contrajo y se corrió con un fuerte orgasmo. Me puse sobre ella y la penetre, mis movimientos pausados y rítmicos la llevaron nuevamente al éxtasis. Seguí imperturbable y unos minutos después me corrí mientras ella llegaba a otro orgasmo.
– ¿Qué vas a hacer esta tarde mi señor? –me pregunto mientras desayunábamos.
– Tengo una comida de negocios, y después nada. ¿Por qué lo preguntas?
– Me gustaría ir a Las Rozas, al Village.
– ¿Queda sitio en el ropero? –la pregunte con humor– mas que nada por ampliar el vestidor.
– ¡Ya esta el graciosillo!
– Podemos convertir tu piso de abajo en un ropero y hacer una escalera desde aquí.
– ¡Ja, ja ,ja, me parto! –contesto con una mueca.
Después de la comida de negocios, que fue mas larga de lo esperado, regrese a casa para recoger a Esther. No estaba preparada.
– ¡Me quedan cosas que hacer, mi señor!
– ¿Cómo qué, mi amor?
– ¡Tengo que pintarme!
– ¡A ti no te hace falta!
– ¡Tengo que vestirme!
– Cariño, yo te veo bien así como estas.
– ¡Si, claro, desnuda!
– ¡Pues si! –la dije riendo– y te vistes allí.
Serian las cinco y media de la tarde cuando salimos en el todoterreno hacia Las Rozas. A la altura de la urbanización La Florida, mientras circulaba por el carril central, otro todoterreno se puso a nuestra altura por la derecha y vi como por la ventanilla trasera aparecía una pistola. Pegue un frenazo tan fuerte, que Esther salio disparada hacia delante sujeta por el cinturón, perdí el control del coche que se puso de lado mientras varios proyectiles impactaban en la luna delantera. Dimos varias vueltas de campana hasta que nos empotramos contra en muro central y nos detuvimos sobre el techo del coche colgados por los cinturones. Cuando recobre la consciencia estaba en una ambulancia camino del hospital. Pregunte por Esther y me dijeron que no me preocupara, que estaba bien. Pero no la veía, estaba intranquilo y en las urgencias tampoco la vi. Me dijeron que tenia una fuerte conmoción y que me iban a sedar.
Abrí los ojos un par de días después, estaba en una habitación del hospital y después de unos primeros momentos de desorientación, vi a Isabel sentada en un sillón tecleando en su iPhone.
– ¡Isabel y …!
– ¡Tranquilo, esta en cuidados intensivos pero esta fuera de peligro, –respondió mientras rápidamente se levantaba del sillón.
– Nos dispararon desde un Toyota como el mío …
– Lo se, –me interrumpió– hubo muchos avisos y la Guardia Civil los intercepto en la salida del casino, en Torrelodones. Ofrecieron mucha resistencia y en el tiroteo los tres murieron. Dos guardias civiles resultaron heridos.
– ¿Qué se sabe de ellos?
– Tres moldavos, profesionales, tíos muy duros, miembros de una de las mafias que surgieron después de su independencia de la Rusia post-soviética. Y con conexiones con las redes de la droga en Marruecos. Y eso nos conduce …
– ¿Y Esther? –la interrumpí, sabia perfectamente a donde nos conducía.
– Tiene una herida de bala en el hombro derecho, tres costillas rotas, un tobillo fracturado y una herida en la cabeza de quince centímetros. Esta en la UVI por el traumatismo en la cabeza, no es grave pero si preocupante.
– ¿Han dicho algo del alta?
– Tu, esta tarde o mañana por la mañana, Esther tendrá que estar mas tiempo.
– ¿Moncho esta localizado?
– Mas o menos, como estaba previsto. Ya ha pasado por Shangai y en tres o cuatro días estará en Tailandia, –y después de una pausa, añadió– Eduardo, quiero pedirte disculpas, no lo vi venir.
– No te preocupes, pero hay que descubrir como lo ha hecho.
– Colibrí ya esta en ello, intenta descubrir de donde ha salido el dinero para pagar a los tres moldavos.
– ¿Qué le has contado a la policía?
– Nada, además el caso lo lleva la guardia civil, –y después de una breve pausa añadio– ¿cómo quieres enfocar esto?
– No pueden saber nada por el momento.
Toda la tarde estuve respondiendo a las preguntas de la Guardia Civil, pero no colabore en nada con ellos. Les dije que no sabia nada de nada. No podía permitir que la justicia saliera tras los pasos de Moncho, por lo menos tan pronto.
– ¿Se da cuenta que no colaborar, le podría poner en una situación delicada? –me dijo en oficial de la Guardia Civil que llevaba la investigación.
– No entiendo, ¿en que sentido?
– Hace unos meses, un grupo de magrebíes intentaron atacarle, y ahora unos mafiosos moldavos, –y tras una calculada pausa, preguntó– ¿en que esta metido?
– ¡En nada teniente! –y mostrando firmeza añadí– ¡y a partir de ahora quiero que en nuestras “conversaciones” este presente mi abogado!
Al día siguiente, por la mañana, me dieron el alta y con el cuerpo dolorido y magullado me fui a casa a ducharme. Mi intención era regresar al hospital por la tarde, me habían comunicado que trasladarían a Esther a planta y quería estar con ella cuando despertara.
Cuando la vi me resulto muy difícil mantener la calma y que todo mi odio se desbordara, pero era momento de ser juicioso. Estaba hecha una pena, un vendaje la tapaba el cráneo y parte de la mejilla derecha que apenas cubría un hematoma que ocupaba toda la parte derecha de la cara, el hombro izquierdo y el tórax vendado, así como el tobillo izquierdo escayolado.
– Hola, mi amor, – la dije cuando abrió los ojos.
– ¿Qué ha pasado? –me pregunto haciendo una mueca de dolor.
– Tranquila cariño, hemos tenido un accidente.
– Estoy mareada, se mueve todo.
– Es por los calmantes, no te preocupes, estoy contigo, –y sonriéndola añadí– sabes que te quiero.
Se volvió a quedar dormida. Los médicos me dijeron que tendría que estar hospitalizada al menos una semana, si no mas. También me dijeron que se restablecería totalmente de sus heridas, pero que en el hombro y el tobillo necesitaría rehabilitación. Conseguí que la trasladaran a una habitación individual, y su madre y hermana llegaron de Salamanca para echar una mano. Las instale en el antiguo apartamento de Esther.
El momento clave se aproximaba, Isabel me llamo y me informo que Moncho acababa de aterrizar en Tailandia. Según lo previsto se hospedo en un hotel discreto, para dos días después trasladarse a Nang. Cuando por fin llego y se hospedo en el hotel de sus sueños, no perdió el tiempo y esa misma noche pidió que le llevaran a la habitación un niño de seis o siete años. Estaba violando a la pobre criatura, cuando la policía irrumpió en la habitación cogiéndole con las manos en la masa. En el registro de la habitación apareció una pequeña cantidad de heroína, suficiente para agravar enormemente su situación. Toda la operación fue grabada en vídeo para que no hubiera dudas. Prometió mucho dinero pero no pudo cumplir sus promesas, sus cuentas estaban vacías. Colibrí las vació como estaba previsto, incluso la ultima. Moncho estaba muy lejos de imaginar lo que se le venia encima. La policía, el juez, el fiscal, incluso el alcaide de la prisión, todos estaban en nuestra nomina, y todo pagado con su dinero. Y lo peor para el, mi odio estaba totalmente desbordado.

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