miércoles, 31 de agosto de 2011

La historia de una persona común y corriente (1)

Les contaré lo que me sucedió después de haber cumplido los 18 años. Hasta antes de
esa edad me consideraba un muchacho típico de una población rural, muy conservadora.
Pero algo sucedió que cambió mi vida.
Era un joven deportista de altura mediana, de complexión delgada, con el cabello rubio
ensortijado de un largo que me llegaba hasta los hombros. Con una cara con aspecto
aniñado y lampiño. Pero con un órgano sexual que causaba envidias y desencadenaba
bajas pasiones; en los hombres y en las mujeres respectivamente. Pues mi polla medía
en erección unos 20 cm. con un diámetro de 6 cm. y remataba con una buena cabeza.
Algunas de mis compañeras me consideraban guapo. Había tenido novias, pero nada
serio. En el aspecto sexual me consideraba afortunado, pues había salido con algunas
mujeres mayores que yo y me habían enseñado lo suficiente para ser casi un experto.
Había un pero con ellas, que me gustaba más tener relaciones anales que por la vagina.
Eso me volvía loco. Por ello me llamaban entre ellas “el analimal”. Eso me gustaba pues
mujer que salía conmigo ya sabía a lo que iba.
Así transcurrió, ese tiempo de mi juventud. Pero hubo algo que me cambió mi vida 180
grados. Al salir de vacaciones de la escuela. Toda la pandilla hicimos un viaje a la capital
del estado, con una duración de 5 días. Todos los días fueron de fiesta. Conocimos
mujeres, a las que hicimos presa de nuestras vergas. Para mí fue magnífico, porque
la mayoría quería llegar vírgenes al matrimonio, así que las relaciones siempre fueron
anales y sin tener que tocar su tesorito. El último día fuimos a un centro nocturno donde
se presentaba un espectáculo travesti. Esa fue mi perdición.
Al entrar,
nos dieron las mesas próximas al escenario. Así que pudimos ver el
espectáculo a menos de 2 metros. Hubo bailarinas, bailarines, cantantes que imitaban
a artistas de moda. Y la estrella era una hermosa rubia de 180 cm. de altura, con unas
zapatilla de plataforma y tacón elevado. Muy hermosa, con grandes caderas, unas nalgas
paradas y unos pechos impresionantes. Al principio salía con un vestido que cubría el
cuello y llegaba hasta los pies. Pero a medida que pasaba en espectáculo se iba quitando
la ropa hasta quedar con una pequeña tanga, arriba de unas pantimedias de red, con
un hilo dental tan delgado que parecía que no existía. Sin sostén mostrando un par de
tetas enormes con unas areolas rosas con unos pezones grandes y parados. Que con los
movimientos cadenciosos de su cuerpo temblaban y se bambolean. Desde que inició su
baile, ella no dejó de observarme, su vista seguí mis ojos hasta hacerme sentir incomodo.
Al término de su actuación. La discusión en nuestra mesa fue acerca de que si era
hombre o era mujer. Yo apostaba a que era la única mujer en la compañía. Para salir
de dudas fui comisionado para investigar. Esperé hasta el final de espectáculo. Y con
la llave que abre todas las puertas, con un buen billete al mesero. Me dejó pasar a los
camerinos de los artistas. Busque el de Samantha (que así se llamaba) y alguien me
ayudó a encontrarlo. Toque a la puerta y escuche una voz femenina y sexy diciéndome
que entrara. Al pasar lo que vi me quito el habla. Samantha se encontraba desnuda y
únicamente le cubría una bata transparente que dejaba ver todo su hermoso cuerpo. Con
esa vista mi entrepierna comenzó a aumentar de volumen. Ella se fijo en eso y me ofreció
asiento. Quede enfrente viendo semejante cuerpo escultural. Ella tenía la bata abierta
dejando ver desde sus muslos hasta sus pechos, pero tenía las piernas cruzadas; así
que no podía ver lo que había por debajo de su pubis. Esa vista hizo que mi aparato de
pusiera tan tieso que no lo podía disimular.
Entonces le dije que había tenido una discusión con mis amigos acerca de su sexualidad.
Ella únicamente soltó una carcajada y me dijo que me acercara. Que viera por mi mismo
lo que ella tenía. Al levantarme de mi asiento ya no fue posible ocultar mi verga tiesa y
dura como nunca había estado. Por más que hice no pude ocultarlo. Entonces la puse
hacía arriba, pero salía parte de ella por el pantalón, dejando la cabeza libre. Ella se dio
cuenta de eso y lo que hizo, cuando me acerque, fue revisarme como lo hace los policías.
Y al tocar la cabeza hinchada de mí verga, atreves de mi camisa, me preguntó que arma
tan grande portaba. Me dijo que la tenía que decomisar. Así que me bajo los pantalones
junto con los bóxers hasta las rodillas. Dejando mi animal al aire. Samantha lo tomo con
sus delicadas manos y grandes uñas pintadas y lo empezó a acariciar. Y en forma súbita
se lo metió en la boca; todo lo que pudo que fue bastante. Y me inició a dar una tremenda
mamada con lo que sentía casi que me vaciaba. Pero ella tomo mi verga de tal modo que
lo impidió. Continúo mamándomela hasta casi sentir que estallaba. Entonces me dijo que
la besara lo que hice inmediatamente y como me había enseñado mis maestras. Sentí
como gemía, y me bajo mi cabeza para que le mamara las enormes tetas. Lo que hice,
tratando de pulir mi técnica, para no desilusionarla.
Con un movimiento brusco, se hincó en el sillón donde estaba sentada y me ofreció lo que
más me gustaba. Al ver semejante grupa de yegua fina, en mi cara procedía a mamarle
el culito, metiendo mi lengua lo más profundo que pude, le di lengüetazos y la lubrique
lo más que pude con mi saliva. Me dijo que se la metiera. Para mí fue más que una
súplica una orden. En la posición en que estaba Samantha me facilitó la entrada. Primero
de la cabeza, que tuve que hacer un esfuerzo extra para que entrara, pues su hoyito
estaba muy estrecho. Con esto ella dio un pequeño grito de dolor y placer. Pero cuando
le tenía toda la verga adentro de sus intestinos ella gritaba de placer. Con sus manos
me fue dando el ritmo con el que quería ser enculada, ya que si empujaba muy fuerte y
rápido sus manos me detenían apoyándose en mis muslos. Así estuvimos por un tiempo
prolongado. Hasta que ya no pude más y me vacié en su ojete, toda la leche acumulada
esa semana.
Se dejó caer sobre el sillón haciendo que se saliera mi verga de su ojete. Entonces me
fije, al estar observando cómo le escurría mi semen por sus muslos, que no había el
orificio que debería de estar por delante de culito. No tenía labios mayores ni menores ni
vagina. Había gozado como nunca, pero ahora sabía que no me había cogido a ninguna
mujer. Sino a un hombre, que tenía todas las características de una hermosa mujer. Lo
primero que se me ocurrió fue salir corriendo de ese camerino lo más rápido posible,
pero mis pantalones y bóxers hasta las rodillas me lo impidieron. Al llegar a la puerta me
tope con una afroamericano enorme, desnudo, únicamente una especie de taparrabos le
cubría. Me dijo Samantha que era su escolta personal.
El gigante de ébano me tomó entre sus brazos y le preguntó a Samantha que quería que
hiciera conmigo. Ella le dijo que me hiciera exactamente lo que yo había hecho con ella.
Me desnudó delicadamente, me acostó en el sillón y procedió a mamarme mi hoyito. Lo
hizo con una lengua enorme, ese era un mal augurio para mí. Si su lengua era enorme
como sería su verga. Esta pregunta me la contestó rápido al apoyar su aparato sobre mi
muslo.
Continuó mamándome mi culito y luego procedió a meterme de uno en uno los dedos de
su mano. Y después me metió un consolador de poco grosor. Este lo estuvo metiendo
y sacando. Al principio opuse resistencia, pero después me dejar llevar dócilmente. Y al
final comencé a sentir placer. Principalmente cuando estuvo con el dildo trabajando mi
ojete. Al final comencé en forma involuntaria a mover mi cadera con el ritmo que él daba
al estar trabajando mi ano. Entonces escuché una voz muy sensual, era Samantha, que
me decía que si eso me estaba gustando que me esperara cuando recibiera la tremenda
vergota de René (que así se llamaba el Negrón).
Samantha me llenó mi ojete con abundante lubricante. Y entonces René me enseño
su tremendo aparato. El mío que estaba completamente erecto parecía un enano con
semejante cosa. Empezó a metérmelo delicadamente, centímetro a centímetro. Cuando
me quejaba de dolor se detenía. Para luego continuar. Al principio sentí dolor intenso,
pero este se transformo poco apoco en placer, y después en un estallido de placer. No
supe cuando logró meter tremenda verga en mi pequeño culito. Porque de repente sentí
su pubis que empujaba en mis nalgas. Así siguió, dándome placer, que casi creí que
me iba a volver loco de gozo, hasta que llegue a eyacular más semen que cuando me
había cogido a Samantha. Después sentí su lavativa de semen y como palpitaba su
verga dentro de mí. Sentí sus espasmos de su cuerpo, ya que me tenía rodeado con sus
brazos. Su olor de macho me gustó y me excitó, que me hizo apretar el culo evitando que
sacara su verga. Entonces volvió a metérmela y sacarla, como al principio, golpeándome
nuevamente con su pubis mis nalgas. Su verga volvió a la erección inicial. Me cogía de
nuevo pero más despacio sin mucha prisa…
Esta historia continuará….

No hay comentarios:

Publicar un comentario