miércoles, 31 de agosto de 2011

El Lago

Primera Parte


Cuando Sara salió por la puerta de su casa Diego llevaba ya esperando cerca de veinte minutos. ¿Porqué tenía que tardar siempre tanto? Su experiencia con otras chicas le habían enseñado a desconfiar de la puntualidad de las mujeres, pero aun así siempre acababa teniendo que esperarlas mas de la cuenta.
- Hola guapo - Dijo dándole un beso.- ¿He tardado mucho?
- No, acabo de llegar - mintió.
- ¿Dónde me vas a llevar a cenar? - Preguntó ansiosa.
- Han abierto un nuevo restaurante en las afueras y Javi me dijo que solía estar lleno de gente joven. Diece que está como en un subterráneo, tiene que estar bien, ¿no? - La agarró de la cintura y comenzaron a caminar.
- Bueno vale, pero antes me gustaría pasar por el centro comercial para comprar algo.
Con éstas expectativas comenzaba una tarde calurosa de verano en la que todo el pueblo de Hogueras se preparaba para recibir con ansia la frescas noches que solían darse por aquella zona.
Diego pasó toda la tarde persiguiendo a su chica por todas las tiendas del centro comercial hasta que finalmente dieron las nueve y media.
Fueron hasta el nuevo restaurante que se encontraba a las afueras y pidieron para cenar.
Toda la cena fue exquisita y los dos se sentían francamente a gusto, pero cuando Diego terminó su postre se dio cuenta de que algo raro estaba pasando. Parecía como si toda la gente del restaurante se estuviera callando poco a poco. Entonces nada mas girarse hacia la ventana lo vió.
Acababan de entrar tres chicos de su misma edad con pasamontañas y pistolas.
- Buenas noches señoras y caballeros, les rogaría que nadie alzara una voz porque si no, mi amigo les disparará en la cabeza, y nadie quiere eso a que no? - Dijo con voz firme.
- Tú, vacía la caja en esta bolsa, ahora - dijo otro acercándole un saco negro a la chica que atendía tras la barra.
- ¡Diego!-Susurró Sara cogiéndole la mano.
- Calla. Aquí no hay cobertura y tiene vigilado la cabina de las baños así que lo mejor es estarse quieto y no decir nada - dijo sin mirarla.
- ¡Eh, tú! - Gritó el primer chico que había hablado. Se acercó corriendo y le soltó un puñetazo que lo tiró de la silla. Aquello asustó a la gente pero nadie levantó la voz. - Como vuelvas a abrir la boca te la vuelo.
- ¡Déjale en paz!- Gritó Sara desde su asiento.
- Tú a callar guapita o te zurro a ti también.
Entonces Diego se levantó y mirando a los ojos que asomaban tras el pasamontañas dijo:
- Déjala en paz - dijo ganándose otro puñetazo, esta vez en el estómago.
- ¡Qué valiente muchacho! - le propinó una patada en las costillas.
Diego se retorció del dolor y a los pocos segundos se levantó y envistió al atracador. No sabía qué le pasaba, se había olvidado de los otros dos y comenzó a pegar al chico en el suelo cuando una bala pasó rozándole la cabeza. Entonces se levantó y vio a los otros dos atracadores venir corriendo mientras lo apuntaban. La gente había empezado a gritar y alterarse. Diego se apartó y fue corriendo hasta la salida. No pensó mucho en Sara, al fin y al cabo solo llevaban saliendo unos días y aún no había dejado de parecerle una extraña más. “¡Cojedle joder!” Gritó el que estaba en el suelo. Al caer la pistola había quedado lejos de su alcance y ahora la buscaba con rapidez.
Diego corrió seguido por los otros dos que empezaron a dispararle. Sorteó varios coches aparcados mientras corría y pensó en correr hasta el pueblo, que no quedaba lejos pero teniendo sus perseguidores dos pistolas no le pareció una buena idea así que corrió lo más que pudo hasta el borde del bosque lleno de árboles y se adentró zigzagueando para intentar no recibir ningún disparo. Diego sabía que los límites del bosque eran los limites del pueblo y no creía que corriendo a través de aquellos árboles fuera a llegar a ningún lado pero aún así no desistió y siguió corriendo. Con un poco de suerte se acabaría encontrando con algún guardabosques. Pero la suerte no parecía estar de su lado ya que pasaron un par de horas hasta que Diego se convenció de que ya no le seguían y claro está tampoco se había cruzado con nadie.
Aunque se sentía completamente exhausto, Diego pensó que seguir entre aquellos árboles no sería una buena idea ahora que nadie le seguía. Debía buscar ayuda y pronto por lo que guiado por su intuición comenzó a caminar hacia el lado del bosque en el que debía estar la carretera que llevaba al pueblo. Desgraciadamente no llevaba el teléfono encima debido a que días antes había sufrido un accidente y en aquel momento se encontraba en reparación.
Estuvo andando durante bastante tiempo pasándose a ratos para descansar, cuando finalmente consiguió salir del bosque, aunque no vio la carretera que buscaba si apareció en el lateral de un camino pedregoso que sin duda debía llegar a alguna parte. Se sentó en junto al camino y descansó durante unos minutos.
De pronto volvió a escuchar las voces de sus perseguidores pero parecían haberse olvidado de él. Debían estar buscando cómo salir del bosque, igual que había hecho el.
- Mierda - dijo levantándose de un salto. Comenzó a andar deprisa sin hacer mucho ruido con los pies y recorrió un buen trozo de aquel camino cuando vio a un hombre caminando por el mismo lado que iba él, pero mas lejos.- ¡Señor! - Gritó corriendo hacia él. El hombre se dio la vuelta alarmado. No era muy mayor y aunque su cuerpo parecía estar en forma Diego calculó que tendría cerca de treinta y pico años.- Tiene que ayudarme, por favor.
- ¿Qué te ocurre? - Preguntó tras unos segundos de incertidumbre. Cuando Diego llegó hasta él le puso una mano en el hombro para tranquilizarle.
- ¡Me están persiguiendo, necesito llamar a la policía! - Dijo nervioso, ya empezaba a pensar que no se cruzaría con nadie.
- ¿Cómo? ¿Quién te persigue? - Preguntó el hombre preocupado.
- Estábamos en el restaurante cuando llegaron unas ladrones a robar y me pegaron pero conseguí salir corriendo y ahora me están siguiendo. - jadeaba del cansancio.
- Bueno, tranquilo - cambió de mano unas bolsas que llevaba.
Entonces oyeron a lo lejos los gritos de unos de los atracadores que los había visto. Instintivamente Diego y aquel hombre se metieron entre los árboles para esconderse.
- Oh, joder! - el hombre se pasó una mano por la cara.- Ven sígueme. Tendremos que correr un poco.
- Llevo toda la noche corriendo - dijo agachado mirándole.
- Haz un esfuerzo.
Corrieron entre los árboles. Hubo un momento en el que Diego tropezó y se golpeó en la cabeza, aquello lo dejó inconsciente pero aquel hombre consiguió ponerlo a salvo.




Despertó sobre una cama bien acolchada a la mañana siguiente, sin apenas acordarse del cansancio de la noche anterior. Bostezó y se desperezó mientras miraba aquella habitación. Parecía ser una casa de madera, como las de los campings. Por la ventana entraban los rayos del sol e iluminaban el centro del cuarto, también vio una mesa de madera y una silla con su ropa encima.
Cuando se levantó miró a través de la venta y vió que hacía un día estupendo, cielo despejado y radiante. Vio que los primeros árboles del bosque estaban no muy lejos de aquella casa así que supuso que el hombre que se encontró viviría en un casa en medio de la montaña.
Su estómago rugió y se sintió hambriento, así que se vistió (encontrando su ropa planchada y lavada) y salió de la habitación.
Al final del pasillo estaba la cocina, donde encontró sentado a la mesa al hombre que lo había ayudado. Llevaba un pijama a rayas y leía el diario. Había servido dos desayunos, el suyo ya se lo había tomado. Al verlo en el umbral de la puerta, levantó la vista del periódico.
- Buenos días- lo sonrió.
- Buenos días - miró el desayuno que quedaba y le ofreció asiento.
- Supongo que tendrás hambre. ¿Te encuentras mejor?
- Si, muchas gracias por ayudarme.
- En el lugar donde estás ahora no tenemos teléfonos, pero te acompañaré hasta el pueblo para que puedas llamar a la policía.
- ¿Cómo que este lugar?
- Bueno, este lugar en el que vivo no es como cualquier pueblo. Somos una pequeña comunidad que intentamos vivir evitando en lo posible cualquier contacto con el mundo de fuera, con los pueblos modernizados de los alrededores etcétera.
Diego se quedó impresionado y un poco asustado. Sabía que había sitios como aquel pero nunca había pensado que acabaría entrando en uno.
- Por norma general está prohibida la entrada de gente ajena a la comunidad, pero como nos perseguían opté por acogerte en mi casa.
- Muchas gracias otra vez - dijo Diego relajándose un poco. Se sentía aliviado. Probó una de las tostadas del desayuno.- Y porqué no quieren que entre nadie, no sé, este lugar parece tan apacible.
- No nos gustan los curiosos. Nos gusta vivir así.
- Ahm..
- Verás, somos una comunidad naturista. No nos gusta que la gente venga a husmear, por eso el poblado está tan escondido, a lo largo de los años la comunidad a conseguido que se creen leyes que protejan la privacidad de la zona.
Diego sintió un escalofrío. Recordó haber visto en la televisión comunidades de naturistas que iban por ahí desnudos y comían solo verduras y cosas por el estilo. Miró el pijama del hombre.
- Me he puesto el pijama para que no te asustaras, pero sí, normalmente no suelo llevarlo - confesó.
- Ah… A mi no me importa, respeto mucho el pensamiento de la gente. Yo no voy por ahí sin ropa pero si hay gente que si quiere pues, adelante - sonrió y volvió al desayuno.- Esto está exquisito.
- Gracias - el hombre miró el reloj.- Oye ahora tengo que ir a comentarles tu situación a los demás, dentro de un rato vengo, tu desayuna - se quedó un momento pensativo.- Por cierto, me llamo Julio - tendió su mano.
- Encantado - respondió aún con comida en la boca.- Yo me llamo Diego.
- Encantado, Diego.
Mientras desayunaba, Julio fue hasta el otro lado del pasillo y entró unos momentos en su habitación y después salió de la casa.
Diego llenó su estómago al máximo y después se relajó sobre la silla sin saber qué hacer. Al parecer había ido a parar a una comunidad apartada de la sociedad, donde la gente iba desnuda y no tenían ni teléfono por lo que desechó la idea de buscar una televisión.


Diego se encontraba en la cocina de la casa del hombre que le había ayudado. Había descubierto que se llamaba Julio y que vivía en una comunidad naturista alejada de la sociedad. La idea le había impresionado pero aun así, Julio se ofreció a llevarle de vuelta al pueblo para que pudiera llamar a la policía.
Llevó las cosas de su desayuno a la encimera y fue hasta la habitación donde había despertado. Comprobó que todas sus pertenencias estaban sobre la mesa así que las cogió y se las guardó.
No sabía qué hacer, si salía de la casa igual se encontraba con alguna tía en bolas o a un tío, y sentiría mucha vergüenza, pero en aquella casa se sentía aburrido.
Después de esperar un rato, fue por el pasillo en dirección a la entrada y vio a un lado el baño únicamente con un retrete, y al otro, la puerta de la habitación de Julio abierta. Era igual que la otra. Siguió caminado y llegó a la pequeña entrada de la casa donde había un sofá, tres estanterías llenas de libros y una mesilla con varios sobres sin abrir. Se acercó a la puerta y miró a través de la pequeña ventana de ésta. Por fuera, el ventanuco tenía una pequeña cortinilla de encaje pero se veía a través de ella.
Todo el suelo de aquel pequeño valle estaba cubierto de verde césped. Perecía recién cortado, como si fuese de mentira. Había otras casas de madera y vio un pequeño pozo de piedra junto a una de ellas. Miró hacia ambos lados y no vio a ninguna persona.
Miró su reloj y vio que aún eran las ocho de la mañana. A aquella hora seguramente las personas de aquel lugar aún estuvieran durmiendo así que se sintió seguro para salir de la casa.
A la derecha solo vio árboles a pocos metros, la casa de Julio debía ser la última del pueblo. Caminó hacia la izquierda, entre las demás casas. El día era tan soleado que casi cegaba, pero se sentía a gusto. Oía cantidad de pájaros y sentía una fresca brisa en la cara.
Al pasar junto a dos casas, vio otro pozo de piedra pero esta vez había un chico algo mayor que él sacando agua de dentro.
Estaba de espaldas por lo que no le había visto. Aquel chico estaba completamente desnudo y Diego al verlo se asustó un poco por lo que se escondió rápidamente detrás de la casa que había frente al pozo. No quería que nadie le viera. Sabía que los nudistas no les gustaba que gente vestida se mezclara con ellos.
El chico del pozo tenía la espalda musculosa, y estaba completamente depilado, no tenía mas pelo que el de su corta melena negra. Mientras recogía el cubo, Diego vio como al cambiar el peso en cada pierna sus nalga se movían firmemente. Nunca había sentido ningún tipo de atracción física por un hombre así que se dio la vuelta y volvió a la casa de Julio caminando por detrás de las otras casas.
Cuando entró por la puerta encontró a Julio desnudo en la entrada.
- ¿Dónde estabas? ¿Te ha visto alguien? - Parecía preocupado.
- No nadie me ha visto. Es que como no venías salí a echar un vistazo - se excusó.
-Ah, menos mal, es que si alguien te ve posiblemente te cabreen conmigo - dijo andando hacia la cocina. Diego se sentía violento entre tanta gente desnuda.
- ¿Porqué se iban a enfadar?
- Pues porque no puedes salir por ahí con la ropa, a la gente no le gustaría. Si sales de aquí a de ser sin ropa, y no creo que quieras.
- ¿Y cómo me llevarás hasta el pueblo?
- Saldremos sin que nos vea nadie, pero con la ropa claro.


Julio explicó a Diego que tendrían que esperar un rato para poder salir de la casa sin que les vieran, así que permanecieron dentro, sentados en el sillón de la entrada conversando sobre cantidad de cosas mientras Julio continuaba completamente desnudo. A pesar de todo, Diego ya no se sentía tan incómodo como antes y empezaba a comprender un poco más la forma de vida de aquella gente.
Al cabo de un rato alguien llamó a la puerta y Diego se alarmó.
Julio se acercó a la mirilla, tras mirar unos segundos abrió la puerta y Diego, que antes había preferido no mirar el cuerpo desnudo del chico junto al pozo, se sintió algo más nervioso esta vez al ver al amigo de su rescatador que permanecía en el umbral de la entrada mientras hablaba y miraba distraídamente a Diego.
Su cuerpo era algo menos musculoso que el tío del pozo pero era más grande y con rasgos más masculinos, tenía algo de vello en las piernas y un poco de pelo en los huevos, pero se veía fácilmente el largo miembro que gastaba (aunque procuró no poner ni un segundo la vista encima). El tono de su piel era más tostado que el de Julio, como los surfistas que pasan su tiempo en la playa tomando el sol. Los rayos del sol daban a su pelo corto matices dorados pero supuso que el color original sería castaño o cobrizo.
- Julio siento decirte que el coche se lo ha llevado esta mañana temprano Saúl, y hasta esta noche no creo que vuelva.
- ¿Cómo hasta esta noche?
- Creo que ha ido al pueblo a rellenar unos papeles del banco - apoyó su brazo derecho sobre el marco de la puerta y Diego vió el vello de su axila. También se percató de que tenía los brazos musculosos, seguramente de hacer pesas, aunque no imaginaba un gimnasio en aquel lugar.
- Vale, gracias tío - dijo Julio. Se despidió y cerró la puerta mientras su amigo se iba. Después se quedó pensativo unos instantes y después añadió: - Diego, siento darte malas noticias pero seguramente hasta esta noche no podamos coger el coche para ir al pueblo.
- Pero qué pasa, ¿hay tan sólo un coche? - Preguntó extrañado y un poco molesto.
- Si, ya sabes que la mayoría de la gente que vive aquí casi nunca sale.
- ¿Y qué voy a hacer hasta esta noche? - Se levantó.
- No lo sé, yo no puedo quedarme en asa metido todo el día, tengo sitios a los que ir...
- Bueno, ¿y yo? Si salgo de aquí posiblemente cabree a toda la comunidad.
- Lo único que se me ocurre... - se rascó un instante la parte de atrás de la cabeza.- Lo que puedo hacer es presentarte como un familiar mío para que nadie sospeche nada, pero está claro que tendrías que quitarte la ropa.
Diego dudó. No sabía bien por qué pero la idea no le pareció la peor de las ideas posibles. Si fingía comodidad y naturalidad la gente no pensaría nada y saldría de aquel embrollo antes de que alguien se enterara de que era "un intruso".
- Diré que eres primo mío o algo así y que estabas interesado en conocer este lugar. Esto no nos asegura que a la gente no le importe pero será mejor que la verdad.
- De acuerdo - dijo mientras se iba a su habitación. - Espero no empalmarme al ver alguna tía porque si no...
Las últimas palabras sonaron amortiguadas detrás de la puerta de la habitación pero Julio las oyó perfectamente y no pudo evitar una carcajada.

Tardó un poco en desnudarse. Pasaban tantas cosas por su cabeza en aquel momento que en tres minutos tan solo se había quitado camiseta y las zapatillas,, después se sentó un la cama y comenzó a quitarse los pantalones, después los shorts negros y por último los calcetines cortos que llevaba, pues recordaba haber visto que tanto el chico del pozo como Julio y su amigo no llevaban.
Sintió los huevos colgando junto con su polla y pensó en cuánta gente se la iba a ver ese día.
Cuando salió de la habitación caminó hacia la entrada, donde estaba Julio, y mientras lo hacía sintió el cómodo balanceo de su sexo. Ahora entendía aún más la comodidad de vivir así las 24h del día.
- ¿Qué tal?
- Pues no sé.. En fin, salgamos. Cuanto antes me acostumbre antes pasará todo - dijo antes de que Julio abriera la puerta.
Fuera seguía sin haber nadie. Caminó junto a su amigo hasta la última casa.
- Diego, voy a ver a alguien, si quieres, allí abajo hay un lago donde nos bañamos algunas mañanas aunque no creo que halla nadie aún. Si quieres, mientras tanto puedes darte un baño, te sentirás mas cómodo - dijo indicándole un camino que bajaba serpenteando hasta la orilla de un pequeño lago que permanecía en calma.
- De acuerdo, siempre puedo sentarme bajo un árbol a esperar que pase el día entero - dijo enojado al volverse a ver dejado solo por la única persona que conocía en aquel lugar.
El pequeño camino era arenoso pero aún así se notaba que lo habían barrido para quitar las pequeñas piedras que pudiera a haber. Esto hizo pensar a Diego cuántos años llevaría viviendo allí aquella gente.
Cuando llegó hasta abajo vio la superficie del lago un notó un escalofrío. El paisaje era impresionante. La única forma que parecía haber de llegar al lago era por donde había bajado él, el resto estaba fortificado de verdes y majestuoso árboles. El agua era completamente cristalina, se veía perfectamente el fondo, lleno de piedras redondeadas y alguna que otra planta acuática.
Fue a tumbarse bajo la sombra de un gran árbol que había cerca de la orilla y dejó que el agua mojara un poco sus pies. Estaba fresca pero la sensación era bastante agradable. Imaginó a Adán en el jardín del edén en aquella misma postura, con el sonido de la naturaleza rodeándolo todo en calma.
Se apoyó sobre sus codos para poder ver el paisaje cuando percibió que alguien había bajado también al lago, pero por otro camino diferente al que había tomado él.
Se trataba del chico del pozo. Lo recordaba (aunque aquello lo avergonzaba un poco) por su trasero y su espalda, aunque era lo único que había visto de aquel chico. A los ojos de Diego, la cara de aquel joven habría ganado millones entre las chicas del instituto. Ojos verdes, cabello negro y brillante, cuerpo atlético y parecía poseer otras dotes que poco lo avergonzarían.
Había llegado por el otro extremo de la orilla y no se había percatado aún de la presencia de Diego bajo la sombra del árbol.
Fue hasta el agua y caminó hasta que esta le cubrió toda la cintura. Todo su cuerpo estaba iluminado por la luz del sol y brillaba, esto impresionó a Diego que sin darse cuenta, no quitaba ojo de cada acción de este personaje que acababa de entrar en escena. Perecía estar viendo algún documental o algo así.
El chico se mojó el resto del cuerpo con las manos y se tumbó para dejarse flotar.
Diego sintió envidia al imaginar lo a gusto que debería estarse flotando desnudo sobre aquel agua tan calmada, con los ojos cerrados y escuchando los pájaros de fondo.
El cuerpo del tío flotó hasta casi quedar enfrente de Diego y pudo ver con claridad la polla por encima de las piernas que, aunque se notaba que había encogido al contacto con el agua, no tenía nada que envidiar a la del amigo de Julio.
Se irguió en el agua aplastándose el pelo hacia atrás y el agua de resbaló sobre el pecho hasta caer de nuevo al agua, entonces vio a Diego.
- Buenos días - dijo acercándose. Se detuvo justo en el punto donde empezaba su polla aunque esta salía a flote durante unos momentos para sumergirse de nuevo constantemente.
- Hola - dijo Diego algo avergonzado. No sabía cómo actuaría.
- Es la primera vez que te veo por aquí.
- Si esque es la primera vez que vengo. Soy el primo pequeño de Julio, llegué ayer - recordó lo que le había dicho en casa Julio, pero esto pareció no convencer a aquel chico. - Siempre e querido conocer este lugar - mintió.
Entonces recordando su intención de forzarse a actuar con naturalidad se levantó y caminó hacia él, entrando también en el agua.
- Me llamo Diego - le tendió la mano.
. Yo soy Álex - sacó la mano del agua y estrechó la de Diego. Era fuerte pero Diego se dio cuenta de que a pesar de estar mojada, tenía la piel ligeramente suave. Caminaron hasta la orilla y se sentaron en un punto en el que el agua se llegaba hasta la cintura. Diego se sentía a gusto ahora. Mejor que fuera un chico y no una tía que pudiera verle la polla pequeña por el frió del agua o la vergüenza.
- Este lugar es la hostia. Vivir aquí tiene que ser…
- Se vive muy bien aquí. Yo hace mucho vivía en la ciudad, pero descubrí este lugar gracias a unos amigos y me quedé aquí.
- ¿Llevas muchos años? - Preguntó Diego al ver que Alex también veía de fuera, aunque no se atrevió a confesar su secreto.
- Si, y espero no irme nunca - miró al frente y se apoyó sobre las rodillas. Los músculos de sus brazos parecieron inflarse al tomar aquella postura.
- No entiendo cómo la gente puede vivir rodeado de humo y ruido, pudiendo vivir… así. Nunca antes había estado tanto tiempo desnudo - se sinceró - pero tengo que reconocer que esto es increíble. No sé, antes le daba muchas vueltas a eso de estar con gente desnuda y eso, pero creo que no es para tanto, ¿no? Al final somos todos personas con brazos y piernas - miró el agua y cogió una piedra del fondo.
- Lo entiendo, al principio - se giró hacia Diego,- yo también decía: pero coño, aquí hay tíos en bolas y me van a ver la polla. Pero luego te acostumbras y todo cambia, ya no piensas si estamos desnudos o no, simplemente disfrutas de verte así, en paz y todos igual - dijo mirando a Diego.
Se miraron a los ojos y Diego apartó la mirada, aunque percibió que él no había tomado la mirada como una insinuación marica ni nada así. Después Alex chocó su mano en la espalda de Diego y dijo:
- Me alegro de que halla alguien de mi edad por aquí - dijo amistosamente.- Por que mas o menos tendremos la misma. A ver, ¿cuántos tienes tú?
- Veinte.
- ¿No ves? Yo veintiuno recién cumplidos. Vamos a nadar un rato colega - se levantó y corrió antes de zambullirse dando un pequeño salto que sacudió su pene antes de que entrara en el agua. Diego se dio cuanta de que le había visto la polla varias veces y le había parecido que ya no estaba tan incómodo como al principio.
Hablar con Álex le hizo sentirse entre amigos, como si fueran exactamente iguales y estuvieran en la misma situación. Recordó no haber conocido a nadie que le hubiera caído tan bien desde un primer momento.


Estuvieron nadando un rato hasta que Julio bajó a la playa.
-¡Diego! ¡Venir, vamos!- Gritó desde la orilla. Hacía muy bien de primo mayor .
Nadaron hasta la orilla y salieron del agua. Diego vio que su polla no había encogido apenas y pensó que sería por la naturalidad del momento. Se sentía muy a gusto y notaba como sus prejuicios resbalaban junto con el agua por su piel hasta caer en el suelo. Alex aún reía de una aguadilla que le había echo amistosamente a Diego durante una carrera que habían hecho.
-Veo que ya conoces a Alex - dijo mirándoles.- Por cierto he visto a tu padre, reo que te estaba buscando.
- Ah, ya - saltó y se sacudió para secarse más rápidamente. Después se dirigió a Diego.- Bueno tío, a ver si nos vemos luego.
- Eso está eso, y echamos otra carrera, esta vez sin aguadillas.
Alex se fue riendo por donde había llegado Diego. Cuando estuvo lo suficientemente lejos Julio habló:
- Veo que estás perdiendo la incomodidez de antes, me alegro - se dio la vuelta y comenzó a subir por el camino seguido por Diego.- Todas las mañanas nos juntamos algunos para charlar, luego supongo que vendrá Alex con sus padres así que tendrás alguien con quien charlar.
Fueron hasta las casas y se metieron entre dos de ellas, donde había un amino que llevaba e un pequeño descampado con algunos columpios y unas mesas con bancos. Alrededor, Diego vio más casas.
Allí había más gente. Vio varios hombres y algunas mujeres, pero ninguna del gusto de Diego.
- Hola -saludo un hombre con un cigarro en la boca.- Hola, chaval - saludó a Diego aunque no con la misma cara amistosa con que saludo a Julio.
- Hola, buenos días - dijo Julio.- Éste es Diego, mi primo pequeño. Tranquilos, es de toda confianza, tenía muchas ganas de venir aquí - fue a sentarse con la gente y Diego se sentó a su lado.
- ¿Y qué tal chico? - Preguntó el señor del cigarro.- ¿Te gusta este sitio?
- Si, me ha gustado mucho más de lo que yo creía. Me siento muy a gusto.
- Me alegro, toma hijo, hemos traído unos pasteles de casa de Marga - dijo una señora pasándole una bandejita. Diego cogió uno por educación.
Estuvieron hablando un rato mientras Diego francamente se aburría hasta que uno de los señores preguntó por un tal Luis y Julio pidió a Diego que fuera a buscar a Alex porque era el hijo del señor al que esperaban. Diego accedió inmediatamente ya que se aburría bastante.
- Es la casa que tiene un pozo a la derecha. ¿Sabrás encontrarla?
- Si, la he visto antes - dijo yéndose.
Fue hasta la casa donde había visto a Alex sacar agua del pozo. La puerta de la entrada tenía unas escaleras pequeñas. Cuando subió pulsó el timbre y esperó.
Le abrió la puerta un hombre grande con barba y bastante mas pelo que Alex.
- Tú debes de ser Diego - dijo estrechándole la mano.- Pasa, Alex está en su cuarto.
- Gracias - dijo entrando.- En realidad me dijo Julio que les estaban esperando en el parque ese de ahí atrás.
- Ya ya, yo ya me voy. Dile a Alex que me tiene que arreglar el guarda discos -dijo mientras salía de la casa.
La casa era parecida a la de Julio, pero más decorado y sin el sofá de la entrada. Caminó por el pasillo siguiendo el sonido de una música hasta la puerta de la habitación de donde salía. Llamó a la puerta dando dos golpes con los nudillos y abrió. Dentro estaba Alex, de pie sobre la cama buscando algo en la estantería que había colgada sobre el cabecero. Esta vez, Diego no evitó verle el trasero, ahora lo veía completamente normal, aunque mientras daba saltitos para alcanzar algo en la parte de arriba de la estantería, Diego volvió a fijarse en la solidez de sus nalgas.
- Hola tío. ¿Qué buscas?
- Nada, estaba guardando algo - dijo dando la vuelta. Ahora, fuera del agua y completamente seca, la polla de Alex parecía más grande y cuando saltó al suelo Diego vio como botaba junto con sus huevos. Luego se sentó en la cama.
- He visto que se juntan ahí en el parque ese, hace muy buen día hoy.
- Ya, por eso fui a bañarme al lago. A ver si esta tarde echamos la revancha - se puso de pie mientras reía.
- Si vuelves a hacer trampas no - dijo Diego lanzándole un pequeño cojín con había sobre la cama. Entonces empezó un juego de lucha donde intentando tumbar el uno al otro se rozaron y agarraron hasta que Alex cayó al suelo y se golpeó en la espalda, quedando boca arriba.
- Eh tío, estás bien? - Preguntó Diego pensando que su amigo se abría hecho daño. Se agachó sobre él viendo su cara contraída por el dolor.
- Si, no pasa nada - dijo con dificultad. Miró a Diego.- Estoy bien.
Entonces, mientras recobraban el aire a causa de la pelea una nube que había escondido hasta ahora el sol se apartó y dejó entrar un rayo de luz anaranjada sobre el centro de la habitación, iluminándoles, mientras se miraban. La sombra de Diego se proyectaba sobre el rostro de Alex. Éste movió un poco un pierna pero después continuó quieto, respirando con Diego.
Diego sentía que el tiempo se hubiera parado. Ninguno de los dos se movió.
Entonces Alex golpeó a su amigo y lo hizo rodar a su lado y ahora estaban al revés, Diego boca arriba y Alex a un lado. Pero aún se miraban a los ojos.
Diego sentía el suave calor del rayo de sol sobre su cuerpo. Al cabo de unos segundos Alex se tumbó lentamente sobre el pecho de Diego mirando de lado, hacia la cama, y Diego miró al techo cerrando los ojos.
Algo lo había cambiado desde que llegó al lago, pero deseó que ese momento durara el máximo tiempo posible.
No sabía porqué estaba ocurriendo aquello y tampoco sabía porqué él no impedía que pasara, pero levantando los brazos cuidadosamente abrazó suavemente el musculoso cuerpo de Alex.


Estaban tumbados en el suelo de la habitación de Alex, la luz del sol caía directamente sobre ellos. Diego había desconectado su mente del mundo real y ahora se encontr4aba en un mundo extraño y desconocido que solo habitaban él y Alejandro, el chico que tan solo unos horas antes no lo conocía. Y ahora sin saber porqué, sentía su alma gemela.
Los dos cuerpos perfectamente limpios y desnudos. Alex de lado sobre él, como si Diego lo estuviera protegiendo de algo. Los dos eran grandes, pero Diego casi no sentía el peso de su amigo sobre el suyo. Alex era un chico grande, algo atlético, tenía veintiún años , era moreno y de rasgos casi perfectos, entre ellos, sus ojos verdes. Todo su cuerpo estaba perfectamente depilado, ni un solo pelo.
Diego también era grande, casi tan atlético como Alex. Su pelo era de color castaño y a diferencia de su amigo, no tenía depilada ninguna parte de su cuerpo, aunque vello había tenido siempre lo justo. Sus ojos azules estaban ahora mas clareados que nunca gracias al rayo de sol que los iluminaba.
A estas alturas Diego había olvidado completamente el pueblo, a su novia, el atraco en el restaurante y su huída por el bosque. Sentía miles de explosiones dentro de los cimientos de su vida y su cordura. Estaba tumbado, abrazado a un chico desnudo, y él también lo estaba, y aunque no pasaba nada, el sabía que estaban pasando miles de cosas.
- Diego - dijo en voz baja de repente.
- ¿Si?
- Me siento raro - dijo y se incorporó, soltando los brazos de Diego.
- Lo sé.
- Tú.. Bueno es que yo… no se lo que siento, no me había pasado nunca tío - dijo algo preocupado.
- Ten entiendo..
- Quiero que esto solo sea tuyo y mío. No quiero que nadie mas sepa de este momento. No sé que significa esto que esta pasando y que siento pero quiero que sea solo entre tu y yo - le miró.
- No te preocupes - Diego acarició el hombro de su amigo - yo tampoco se qué es esto pero.. No me importa no saberlo.
Sostuvieron la mirada y después, cerrando los ojos, Alex bajó la cabeza para besarlo y Diego lo sujetó suavemente de la cabeza mientras duraba el beso. Ahora sentía los pectorales de Alex sobre él aunque el resto de su cuerpo seguía a un lado. Cuando Alex pasó su pierna izquierda al otro lado del cuerpo de Diego, Diego sintió la polla de su amigo resbalar sobre su vientre, después, mientras el beso continuaba, bajo poco a poco las manos desde la cabeza de su amigo hasta su musculosa espalda. El corazón le latía a mil kilómetros hora mientras Alex apoyándose solo con una mano, acarició con suavidad el torso de Diego hasta encontrar uno de sus pequeños pezones que rozó con la yema de un dedo. Diego sintió un escalofrío y no pudo creer que tuviera encima a un chico, ¡un chico! Jamás imaginó que se pudiera sentir tan querido y tan excitado con alguien.
Entonces el beso terminó y separaron sus labios, aunque Diego mantenía los ojos cerrados. Alex siguió bajando por el torso de su amigo hasta llegar a los pectorales donde se detuvo unos instantes al ver la expresión de su amigo que mantenía los ojos cerrados, los dos estaban muy asustados. Siguió bajando hasta llegar a tocar los primeros pelos que envolvían la polla ligeramente erecta de Diego. Entonces se sentó sobre sus piernas al lado de Diego y con su mano izquierda rozó la polla, que sufrió un espasmo, mientras seguía mirando a Diego. Luego, mientras la agarraba con toda la mano, la polla creció al máximo y antes de empezar a retirar el prepucio de arriba abajo, este ya estaba totalmente retirado y la polla completamente erecta. Alex lo sintió caliente y eso le gustó. Mientras masturbaba lentamente a su amigo éste abrió los ojos y le miró.
- ¿Quieres que pare?- Dijo Alex.
Pero Diego no respondió, tan solo se miraron, no dejaban de mirarse y Alex hacia una paja Diego que este sentía como si se la estuviera haciendo Dios. Alex lo hizo más rápido, y luego más hasta que la respiración de Diego se vió afectada por la excitación. Ahora gemía en voz baja, mientras aún le miraba a los ojos y al empezar a oir los gemidos Alex se excitó y lo hizo más rápido hasta que el cuerpo de Diego sufrió un espasmo y gimiendo mas alto la polla estalló en dirección vertical. La leche cayó sobre el pecho de Diego y este descansó la cabeza sobre el suelo, cerrando los ojos y recobrando el aliento.
Diego no tenía ni idea de lo que pasaba por la cabeza de su amigo, solo sintió mientras tenía los ojos cerrados, como separaba sus piernas y las levantaba sobre sus hombros. Sabía lo que venía, pero no pudo decirle que no lo hiciera, a Alex no sabía por qé pero no se lo podia decir. Entonces sintió la lengua de su amigo en la zona entre los huevos y el culo. Lamió durante unos instantes y después se metió la polla en la boca, que estaba empezando a perder la ercción. Diego escuchó como chupaba, el sonido al chupar su leche, y eso le volvió a excitar más. Alex levantó un poco más las piernas de Diego y las separó, comenzando a lamer fuera de la raja y después por dentro, hasta llegar al agujero de Diego. Diego se movió pero Alejandro lamió más y más haciendo descubrir a su amigo el placer de aquel acto.
Después bajó las piernas de Diego y colocó su polla junto al agujero del culo de su amigo. Éste te estaba preparando y respiraba con dificultad. Entonces Alex comenzó a empujar poco a poco, aunque vio que no podría, así que empujó más y Diego empezó a gritar, pero no le paró, así que dando un último empujón, terminó metiéndola y Diego gritó más que antes y se le saltaron las lágrimas. Entonces Alex, dentro de Diego, se inclinó sobre él y le besó. Mientras Diego lloraba, Alex comenzó a moverse lentamente de atrás adelante. Entonces, al cabo de unos minutos, los quejidos de Diego se fueron transformando en gemidos y Alex aceleró la marcha. Metió su polla más hondo hasta ver una expresión de dolor en el rostro de su amigo. La polla de Diego volvía a estar erecta. Alex se irguió y cogió por las piernas a su amigo mientras lo embestía. Cada vez lo hacía más y más rápido hasta que los ojos se le cerraron.
- Ahh.. Ahhhh aahhh…
Diego vio la expresión de su amigo y en ese momento supo que aunque le había dolido, volvería a hacerlo. El primer trallonazo de leche le impresionó. Después el segundo le excitó y el tercero lo sintió fuera del agujero, cuando Alex se la sacó. Después le acarició la cara y se levantó para besarle.


Después de que Diego limpiara las manchas de semen de su cuerpo, salieron de la casa y se encontraron con Julio y sus amigos que volvían ya del parque donde habían quedado.
- Hombre, pensábamos que no apareceríais - dijo Julio al verlos. Diego pensó entones cuánto tiempo habría pasado desde que entró en la casa.
- Estábamos intentando arreglar el guarda-vinilos de mi padre - dijo Alex.
- ¿Ya está arreglado?
- No.
- Joder, bueno, tendré que hacerlo yo.
- Bueno chicos, ¿qué os parece si comemos todos juntos en casa? - Preguntó al grupo la señora de las pastitas que ahora iba de la mano del padre de Alex.
- Por mi bien, ¿y por ti Diego? ¿Te apetece? - Le preguntó Julio.
- Como quieras, a mi no me importa - respondió.
Al grupo se había juntado otra familia formada por un matrimonio, él grande y con bigote, de cuerpo gordo y apenas se le veía la polla; ella era rubia y tenía la piel algo arrugada. La zona de coño estaba llena de rizados pelos rubios y las tetas colgaban más debajo de lo que a cualquiera le abría gustado. También había dos hijos, una chica rubia con el pelo ondulado en la que increíblemente Diego ni se fijó y un chico algo más bajo que Alex y menos en forma.
En la parte de atrás de la casa de Alex, había un pequeño jardín donde se dispuso una mesa de madera y se sirvió la comida. Los platos que tomaron habían sido preparados con productos cultivados allí mismo, en las huertas de las personas de la comunidad. A Diego no le entusiasmó mucho la comida pero no le importó porque frente a él se había sentado Alex y en el transcurso de la comida habían cruzado sus miradas amistosamente un par de veces. Aquello significaba que a pesar de lo que había pasado, iban a seguir siendo tan amigos como en el Lago.
- Bueno Diego dinos, ¿tienes pensado cuándo te vas a marchar? - Preguntó la señora rubia.
- La verdad - dijo después de tragar la comida que tenía en la boca - es que ahora entiendo que la gente no quiera marcharse de aquí. Espero quedarme más tiempo - dijo causando un atragantamiento al fondo de la mesa. Era Julio que se había sorprendido.
- Me alegro, perece que habéis hecho buenas migas mi hijo y tú - dijo la medre de Alex que ya había descubierto que se llamaba Celia.
- Al menos que se quede hasta que consiga ganarme una carrera en el lago - dijo Alex arrancando las risas de los que estaban alrededor.
- Hay mamá, ¿podríamos ir después de comer al lago? - preguntó el niño regordete a su madre.
- Después de comer hay que hacer la digestión - respondió tajante su madre.
- Tranquila Marga, nosotros los llevamos - dijo Alex mirándola.- Vosotros quedaros aquí descansando.
- Gracias Alex - dijo la chica rubia mirándolo a los ojos. La chica se llamaba Marta y estaba sentada junto a él y Diego se dio cuanta al momento de que estaba loca por Alex, aunque claramente ella era mucho mas joven, seguramente por eso Diego no se había fijado en ella.
Cuando acabaron de comer, los mayores siguieron sentados a la mesa y Diego marchó con Alex y los chicos hasta el Lago. Por el camino no habían dejado de hablarle a Alex de las carreras y juegos que querían hacer. Diego se dio cuenta de que la chica estaba colada por su amigo y el niño le tenía por un hermano mayor así que no intervino en la conversación.
Cuando llegaron abajo Alex les ordenó que no entraran en el agua a no ser que fuera despacio, después, él y Diego fueron a sentarse bajo el árbol donde ahora daba el sol.
Se sentaron apoyando sus espaldas en el tronco en uno cerca del otro.
Cuando los chicos se alejaron nadando Diego habló:
- ¿Qué buena tarde hace? No imagino un día de tormenta en este sitio.
- Si, la verdad es que está haciendo muy buen día hoy. El día perfecto para estrenar un primer día, eh Alex?
. Si.
Estuvieron un rato en silencio y Alex pasó la mano en el lado donde estaba su amigo detrás, y le acarició la parte más baja de su espalda.
Diego lo sintió pero no dijo nada, sabía que desde el punto donde estaban los chicos no podía verse el brazo de Alex así que no le importó, él disimuladamente, con un par de dedos acarició un poco el lado del muslo que tenía junto a su mano en el suelo. Tenía la piel muy suave y sin ningún pelo.
De vez en cuando miraba el rabo de Alex y vio que crecía lentamente y que pronto acabaría teniendo una erección como la de antes así que fue hasta el agua y Alex le siguió.
- ¿Quieres echar una carrera conmigo Alex? - Preguntó Marta que acababa de acercarse a ellos.
- No, gracias, luego, dentro de un rato - respondió girando su cabeza hacia ella. La chica volvió a alejarse algo más triste.
- La tienes loquita ¿eh?
- Ya - dijo Alex como lamentándose.
Diego se dejó flotar, igual que había echo su amigo aquella mañana. Alex se sumergió bajo el agua y Diego sintió al poco cómo pasaba su mano acariciando sus nalgas desde abajo. Esto le hizo reír y se dio la vuelta flotando baca abajo para mirar bajo el agua, donde vio la cara de su amigo acercándose hacia él hasta juntar sus labios con los suyos. Después salió del agua para respirar y Diego se alejó un poco para que los chicos no les vieran tan juntos.
Después Alex volvió a sumergir y Diego lo siguió ahora bajo el agua donde podía tocar su cuerpo, sus músculos sin que nadie los viera. Le gustaba agarrarse de sus brazos, que eran más musculosos que los suyos.
Hubo un momento en el que Diego fue hasta su amigo y le agarró la polla, que se movía a todos lados cuando él nadaba. Hasta entonces no la había tocado y le entraron ganas de metérsela en la boca pero Alex le vio desde arriba y se escabulló nadando.
Al cabo de un rato salieron los cuatro del agua y Marta y su hermano fueron a recoger piedras por toda la playa y Diego y Alex se sentaron con el agua por la tripa.
- Nunca había tocado a un tío - dijo Diego.
- Yo tampoco.
- Tampoco me habían tocado pero me ha gustado mucho lo que me has hecho - dijo tocándole una pierna bajo el agua.
- ¿No te hice daño?
- Si, pero después me gustó - dijo Diego con la mirada fija en los árboles que se agrupaban en el final de aquel lago. Movió su mano hasta tocar los huevos de Alex y comenzó a manosearlos lentamente.
Alex se apoyó con las manos detrás del cuerpo como si quisiera que le diera bien el sol y disfrutó del momento.

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