viernes, 24 de febrero de 2012

ESTHER (capitulo 15)

Al día siguiente salimos hacia la Estación Termini, donde cogimos el tren, un EuroStar, que nos llevo a Florencia. El viaje, que duro hora y media, la encantó y la excito bastante. Hacia muchos años que no montaba en un tren normal, –el AVE no cuenta– y nada mas ponerse en marcha se fue y lo recorrió entero. Al rato largo de marcharse, –ya empezaba a preocuparme– sonó mi móvil y me quede sorprendido, era ella.
– ¿Ocurre algo?, –conteste con cierta alarma.
– No mi señor, pero necesito que me eches una mano, pasa al siguiente vagón.
Me levante y me dirigí a su encuentro. La encontré apoyada en la puerta del WC y, nada mas llegar, me agarro de la camiseta y tirando de mi me metió dentro. No se como lo consiguió, pero se arrodillo en un habitáculo en el que casi no me podía mover. Me la saco y estuvo chupando un buen rato para ponerla en forma. Se notaba que el deseo la hacia actuar con rapidez. Se levanto y se bajo el vaquero para que la penetrara por detrás. Mientras la embestía, sus gemidos se debían oír en todo el tren. Como siempre, me retuve hasta que Esther llego al clímax y nos corrimos juntos. Cuando salimos había cola para entrar y nadie hizo el mas mínimo comentario, pero se percibían algunas risitas. Nos sentamos en nuestros asientos en silencio, mientras la miraba con una sonrisa de oreja a oreja. Ella me miro.
– ¿Qué? –pregunto.
– ¡Nada mi amor!
– ¡Ah! –y después de una pausa añadió– ¡Tenia ganas!
– Genial mi amor, a sido perfecto.
– ¡Pues ya esta!
Cuando llegamos a Florencia, ciudad que adoro profundamente, fuimos en taxi al Hotel Savoy. Hubiera preferido ir andando, pero el exceso de equipaje, de Esther, no lo hacia recomendable. La suite, con vistas a la Piazza della Republica, la encanto.
– ¿Qué quieres que hagamos? –la pregunte.
– No se mi señor, ¿qué sugieres?
– Podemos salir a dar un paseo, o … –la mire sonriendo y añadí– como ya es tarde, mientras hacemos tiempo para cenar, podemos jugar.
– ¡Jugar! Ummm..., – me dijo mientras se abrazaba como si tuviera frío – ¡decidido, a jugaaaaaar!
Nos desnudamos, cogí de la mano y nos tumbamos en la cama. No quería cosas complicadas, solo estar abrazado a ella y besarla en su maravillosa boca. Recorrí todo su cuerpo besando cada centímetro de piel, notaba como su cuerpo se estremecía, como se agitaba entre mis brazos. Mis manos acompañaban a mis labios y cuanto estos llegaron a su vagina, comprobé que estaba oscuro como un tizón. Cualquier roce en su clítoris provocaba que se retorciera de deseo. Al final me puse sobre ella y la penetre. De inmediato Esther se aferro a mi rodeándome con brazos y piernas y pocos segundos después tuvo el primer orgasmo. Continué follándola entre gemidos y gritos de placer hasta que los dos nos corrimos al unísono. Volví a besar cada centímetro de su piel mientras ella sonreía complacida y ronroneaba como una gatita. Miles de besos después, nos duchamos y vestidos apropiadamente bajamos al restaurante del hotel. Después de cenar salimos a pasear en dirección al Duomo, la catedral de Florencia. Esther se quedo maravillada, nunca había visto nada así, una catedral con el exterior de mármol a rayas horizontales verdes y blancas en su totalidad.
– Santa María del Fiore. Por dentro es muy sobria, –la explique– los Medici, que eran unos cabrones que te cagas pero que apoyaban el arte, querían dar constancia de su poder, por eso montaron un escaparate tan espectacular, para que los que venían de fuera se quedaran maravillados.
– Pues lo consiguió mi señor, ya lo creo.
– Es una de las catedrales, en Italia se llaman “Duomo” –del latín, casa de Dios– mas grandes de Europa, obra de Arnolfo di Cambio, Giotto fue el jefe de obra y su cúpula, de cien metros de alto, es la obra cumbre de Brunelleschi.
– ¡ Joder! ¿qué hicieron, un casting de artistas famosos?
– Fíjate en el Campanile, esta separado de la catedral, – explicaba a una Esther muy interesada– es habitual en Italia, en las grandes catedrales, el campanile y el baptisterio casi siempre están separados. Es otro concepto de vida y de todo, cuando en España estábamos a espadazos, construyendo castillos, aquí, construían, duomos como este, palacios y les daba tiempo a pelearse entre ellos.
– ¿Y por que ocurrieron así las cosas?
– La diferencia es que en España, la iglesia tenia y desgraciadamente sigue teniendo mucho poder, acaparando gran parte de los recursos económicos y aquí no, aquí el poder era de las familias, como los Medici, los Borgia, que eran españoles, los Sforza, los Visconti, los Scala, los Carrara.
– ¿Funcionaban como familias feudales?
– Si, como familias absolutistas y tenían una entre ellos una competencia terrible. Unos de estos días, cuando vayamos a Pisa, pasaremos por Lucca que esta cerca y es una ciudad muy bonita con un casco histórico impresionante. Allí, no había una familia preponderante, eran varias y la importancia de cada una, se veía en la altura de la torre del palazzo familiar. Pero había un limite, no se podía sobrepasar la altura del campanile del Duomo de la ciudad. Y como ya estaban casi todos con sus torres al máximo, una familia, la Guinigi, planto árboles en lo alto de su torre.
– ¡No me lo puedo creer! –dijo Esther soltando una carcajada.
– ¡Bienvenida a Italia!. Aquí se competía en aparentar y la cultura se vio beneficiada. Este Duomo, sin ir mas lejos, se comenzó a construir porque en Siena y Pisa se habían construido dos duomos excepcionales en tamaño y esplendor. Por cierto, el Palazzo Guinigi con sus árboles existe todavía.
Mientras charlábamos nos fuimos acercando al hotel. El “tío vivo” de la Piazza della República funcionaba todavía, y Esther se empeño en subir y estar un buen rato dando vueltas. Cuando termino, nos sentamos en una terraza de la misma plaza y pedimos una botella de champagne por deseo de Esther. Se estaba bien, pero por la noche refresca en septiembre. Puse mi americana sobre los hombros de Esther que tenia un poco de frío y seguimos charlando hasta que cerraron. Cogidos por la cintura y con lo que quedaba de la botella, regresamos al hotel y subimos a la suite.
– ¿Qué quieres que hagamos, mi señor? –me pregunto cuando ya estábamos desnudos y en la cama.
– ¡69! –la conteste. Voy a confesar algo. El chochito de Esther me gusta siempre, pero recién duchada me gusta menos. Ya han pasado varias horas desde que lo hizo y ahora lo tiene a punto. Me gusta que sepa y que huela a ella.
Inmediatamente se puso sobre mi ofreciéndome su vagina. Que rico, estaba en su punto. Con mi lengua la recorría en toda su longitud haciendo hincapié en su clítoris que para Esther es un interruptor. Se retorcía, vibraba, acariciaba mis muslos mientras succionaba mi pene con deseo. En ocasiones, la separaba los labios con mis manos e introducía mi boca en el interior de su vagina ahondaba con la lengua. Era tal el placer que la proporcionaba que se la tenia que sacar de la boca para respirar y gemir con libertad. La fui controlando para retardarla el orgasmo lo mas posible, pero al final llego en una explosión de jugos, gritos y gemidos. Continúe cogiéndola el clítoris con los labios y dado tironcitos. No quedo un solo milímetro de su vagina sin explorar y unos pocos minutos después tuvo un segundo orgasmo igual de ruidoso que el anterior. Cuando note que me iba a correr, la toque la cabeza para que lo supiera e inmediatamente se centro con su lengua en mi glande. Mientras me corría la abrazaba con fuerza mientras ella se lo tragaba.
– ¡Como grites tanto, se van a creer que te estoy matando! –la dije riendo– y luego llaman los de recepción como en Roma y te mosqueas.
– Lo siento mi señor, pero no lo puedo remediar … y además es verdad, me matas … y además esos eran unos capullos.
Al día siguiente comenzamos con las visitas. Todo el centro de Florencia es peatonal, desde el Duomo, el campanile y el Baptisterio, hasta el río. Bajamos visitando palazzos, iglesias, mercados y capillas hasta el Ponte Vecchio, otra de las atracciones de la ciudad. Antes de llegar al ponte, en el Mercato Nuovo, Esther se fotografío tocando el hocico del “porcellino”, y lo hizo de una manera tan sensual que por poco, al pobre bicho de bronce se le pone dura.
– ¿Te has traído la tarjeta? –la pregunte mientras nos aproximábamos al ponte y la miraba de reojo.
– No, ¿por qué mi señor?
– ¡No por nada! –la respondí poniendo cara de terror.
Cuando entramos en el puente se quedo estupefacta, nunca había visto tal concentración de joyerías. A todo lo largo del puente, a ambos lados, pared con pared.
Como era de esperar empezó a recorrerlas una a una y las visitas a los monumento pasaron a ser las visitas a las joyerías. Me dejo la tarjeta echando humo, casi la tengo que llevar a un dispensario para que la reanimen.
– No te preocupes que te lo voy a devolver, –me dijo mohína.
– No, si no pasa nada … pero podía llevar tu tarjeta en mi cartera … por si hay alguna otra “emergencia”, –la dije riendo.
– ¿Por qué hay tantas joyerías aquí? –me pregunto cambiando rápidamente de tema, mientras regresábamos al hotel a dejar las compras.
– Antes, aquí estaba el gremio de curtidores, pero a uno de los Médicis no le gustaba el olor y los sustituyó por el gremio de joyeros que llevan en este lugar unos quinientos años. Otro Médicis, que no quería mezclarse con el pueblo, construyo el Corredor Vasariano que conecta el Palazzo Vecchio, sede del gobierno, con el palazzo Pitti a través de la Galería Uffizi, el Ponte Vecchio y la iglesia de Santa Felicita.
– ¡Joder con los Médicis!
– Ya te dije que eran unos cabroncetes muy salaos, –la conteste riendo– otro tenia un transportín curvo para que dos pringados lo subieran sentado a lo alto del campanile..
Por la tarde seguimos con la visitas que son abundantes en esta ciudad y al día siguiente fue el turno de los museos. Nos levantamos temprano porque tenia reserva para los Uffici a las 9h. Si no lo haces puedes tirarte media mañana en la cola. De ahí, fuimos al Palazzo Vecchio y al Palazzo Pitti con su descomunal colección de pintura. Los cuadros están colgados unos encima de otros hasta tres alturas. Después de comer fuimos a la Galería de la Academia, donde se encuentra el David de Miguel Ángel.
– ¡Me tienes en un sin vivir, como a la santa, mi señor! –me dijo riendo cuando salimos del museo– ¡es que vivo sin vivir en mí!
– ¿Por qué? –la pregunte sin poder oculta mi perplejidad.
– Llevo todo el día preguntándome en que museo me vas a echar un polvo.
– ¡Pero bueno! ¿será posible? –y dándola un azote cariñoso en el trasero, añadí mientras pensaba que había creado un monstruo– ¡anda, tira para el hotel que te vas a enterar!
Ya en la habitación, la desnude y la atea a las cuatro esquinas de la cama. Con un vibrador la ataque el clítoris mientras la introducía uno anal. Durante el resto de la tarde la estuve “torturando” por mala. Cuando tenia ganas de descargar se la metía en la boca y me corría. Y seguía con su clítoris. Tuvo muchos orgasmos seguidos y al final, antes de salir a cenar, la solté los pies, la levante las piernas, la puse un poco de lubricante y la penetre por el ano. La estuve apretando mientras con las manos la sujetaba la cabeza y la besaba. Acompase mi ritmo al suyo y nos corrimos juntos y como siempre mis gemidos fuero ahogados por los suyos.
– Un día de estos nos van a echar del hotel, ¡escandalosa!, –la repetí riendo.
– Pues méteme las bragas en la boca, como aquella vez mi señor.
– No, no me gusta, –y añadí– es que si lo hago no te puedo besar bien.
– ¡Pues entonces no volveré a gritar mas!
– ¡Imposible!
– ¿Qué no?, a partir de ahora muda, ya lo veras.
– Pero hay un problema.
– ¿Cuál mi señor?
– Que a tú señor, le gusta que chilles.
– Entonces chillare y si nos echan, nos vamos a otro.

Desde Florencia visitamos Lucca, y el palacio de los árboles y Pisa, donde luchamos a brazo partido con los miles y miles de turistas, que como nosotros, querían visitar las maravillas de la Piazza Dei Miracoli. Cuando Esther entro en la torre inclinada, la paso lo que le ocurre a muchos de los que entran en ella, se mareo momentáneamente a causa de la inclinación. De regreso a Florencia con el coche de alquiler, un Fíat Punto, paramos en una zona de árboles y terminamos follando como dos jovencitos salidos. Era la primera vez que lo hacia y es muy incomodo, cuando no te clavas una cosa, te clavas otra. Esther, en plan contorsionista, no hacia mas que cambiar de postura hasta que al final nos corrimos, en mi caso de forma milagrosa. Ya estoy mayor para estas acrobacias.
Otro día, en autobús, fuimos a Siena, una visita imprescindible. Esther se quedo maravillada. Por desgracia no coincidimos con las carreras medievales que se realizan en la Piazza Dei Campo, dos al año, en julio y agosto. Tanto la gusto la ciudad, –y es que Siena tiene algo muy especial, algo que no sabría describir– que nos quedamos a comer allí. Nos sentamos en una de las terrazas de la parte alta de la plaza y mientras lo hacíamos, nos reíamos con las gracias de un anciano payaso callejero que interactuaba con los transeúntes. Esther no hacia mas que darle monedas mientras se partía de risa. Al final le invito a comer y se sentó con nosotros. Resulto ser canadiense y llevaba veinticinco años en Italia. Estuvimos hasta media tarde charlando con el, pero no penséis mal, no nos lo follamos, Dudo que el pobre payaso hubiera aguantado el ritmo del ciclón Esther.
Ya de regreso a Florencia y después de ducharnos me puse chaqueta y corbata para ir a cenar a un sitio muy especial. Cuando Esther vio que cogía la corbata, rápidamente se volvió a desnudar y se puso algo mas acorde.
– Mi señor, estas cosas se avisan.
– Si vosotras siempre vais bien, os pongáis lo que os pongáis, –y con sorna añadí– tu misma lo dices.
El restaurante se llama “Alle Murate”, es de autor y esta situado en un antiguo palazzo. En la planta superior y mientras cenas puedes contemplar los frescos originales. Son famosos porque en uno de ellos, esta la única imagen conocida de Dante, acompañado de Petrarca y Boccaccio.
Al día siguiente, temprano, en un coche del hotel llegamos a la estación del tren. En el, salimos vía Bolonia hacia Venecia, y 2 horas y 40 minutos después llegamos, sin ningún contratiempo erótico festivo, a la Estación de Santa Lucia. En Venecia tenia preparada una sorpresa que Esther no olvidaría jamás, algo que solo es posible preparar en Italia con la calidad suficiente y la puesta en escena necesaria.

miércoles, 15 de febrero de 2012

ESTHER (capitulo 14)

Cuando regrese de Casablanca, de “charlar” con Moncho, Esther me contó su aventura con Isabel. No me causo sorpresa, ni me importo. Durante un tiempo Isabel estuvo rehuyéndome y, para despachar algunos asuntos, mandaba a algún familiar. Incluso Esther se dio cuenta cuando no la veía por las mañanas esperándola a que saliera para escoltarla, como hacia antes. Tenia intención de hablar con ella, pero Esther se adelanto y la llamo muy cabreada –y eso en ella es inusitado– para quedar y hablar.
– ¿Qué pasa, me has follado y ya no quieres saber nada de mi? –la espeto con muy mala leche cuando la tuvo delante.
– ¡No, no, Esther, no es eso …!
– ¿Qué no? –la interrumpió– ¿entonces que es, dime?
– Es que me siento mal por lo que ha pasado, aprecio mucho a Eduardo, y siento como que le he traicionado.
– ¡Pero si no le importa pedazo de boba! además lo sabe, yo misma se lo he dicho, no tengo secretos para el, –y después de una pausa añadió– además, antes de que pasara ya le dije que iba a ocurrir, que iba a follarte.
– ¡No jodas Esther, se lo has dicho, que vergüenza!
– ¡Tranquila!, no pasa nada, –y para tranquilizarla la dio la noticia– este viernes por la noche ponte guapa, Edu nos invita a cenar a un sitio elegantón y exclusivo. ¡Y no admito negativas!
– ¡Pero como voy a ir …!
– ¡A callar, esta decidido!
– ¿Y que me pongo, donde vamos?
– Con que te arregles un poco vale, lo bueno que tenemos las mujeres es que con cualquier cosa estamos bien, –y riendo añadió– en cambio, Edu tiene que ir con chaqueta y corbata. Vamos a Harcher.
– Hostias, Harcher, tengo entendido que por ahí van ministros, banqueros y fauna de esa calaña.
– No te pases, y nosotras también.
Esa noche, mientras cenábamos, hablamos largo y tendido sobre el tema y todo quedo aclarado. Me hacia gracia ver a Isabel sonrojada como un tomate.
Hechas las “paces” con Isabel todo retomo su ritmo habitual. Ella y Colibrí, seguían controlando estrechamente las comunicaciones y los correos de Moncho y nuestra gente de Casablanca, lo vigilaban diariamente.
El divorcio fue rápido, en tres meses desde que comenzamos nuestra relación todo estaba resuelto y por fortuna no tuvo que verle. En esos meses Esther se había convertido en una mujer independiente, con piso propio, cuentas en EE.UU. y chanchullos en las Caimán. Su futuro lo tenia asegurado.
– Mi amor, he pensado que podíamos hacer un viaje para celebrar tu divorcio.
– Vale, ¿donde vamos mi señor?.
– Donde tu quieras, ¿dónde quieres ir?
– A Italia, siempre he deseado ir allí … ¡tendré que comprarme ropa!
– Mi amor, cómprate lo que quieras pero si vamos a Italia …
– Pues también es verdad, me lo compro allí.
– ¡Vale!, llevaremos una maleta vacía, –la dije riendo.
– Pero antes quiero que hagas algo mi señor, –me dijo con aire decidido después de unos segundos en silencio– quiero que me hagas un tatuaje.
Me quede mirándola sin entender nada, sin comprender como se la había podido ocurrir algo así.
– ¿Qué te haga que? –exclame sin entender.
– ¡Que tú me hagas un tatuaje, –repitió.
– ¡Mira cariño, no tengo ni puta idea … ¡ –comencé a decir en un tono autoritario, pero me interrumpió.
– Quiero que me lo hagas como los que hacen en la cárcel y se perfectamente que puedes hacerlo mi señor.
– ¡Pero mi amor!, ¿se te ha ido la pinza?
– Me da igual lo que pienses mi señor, quiero que me lo hagas … además es fácil y tu eres muy mañoso.
– ¡Que cojones va a ser fácil!
– Que si, que tu puedes mi señor.
– ¡Pero joder tía!
– ¡Quiero que me lo hagas! –insistió acariciándome la nuca con la mano y la oreja con el pulgar.
– Bueno, pues vamos a un tatuador …
–¡¡No!! quiero que me lo hagas tu mi señor.
– ¿Pero que quieres que te haga?
– ¡Tu inicial mi señor, en el chocho!
– ¿Qué?, ¿en el chocho?, ¡ni hablar, olvídate de eso! –con el chochito tan precioso que tiene, no estaba dispuesto a estropearlo– ¡tu chocho no necesita decoración!
– Bueno pues al lado, –cedió mientras seguía acariciándome la nuca y me miraba con ojos melosos– quiero algo que demuestre que soy tuya, que soy de tu propiedad, como tu firma.
Me dejo sin palabras, sin capacidad de respuesta. Mi supuesta sumisa sabia de sobra como llevarme al huerto.
Sabia perfectamente como se hacían esos tatuajes. Nunca los había hecho, pero si los había visto hacer y sabia preparar la aguja. Ese tipo de tatuajes estaba relativamente de moda en el ambiente de Vallecas en el que crecí. Algunos se los hacían para parecer mas macarras, mas kies.
Normalmente, esos tatuajes se hacen con tinta de boli, pero como no estaba por la labor, me entere donde podía comprar tinta de tatuador. Prepare dos agujas de distinto grosor. En un trozo de madera de ocho centímetros que corte de unos palillos chinos, hice una hendidura en unos de los extremos e introduje una aguja de coser , dejando que la punta sobresaliera unos tres o cuatro milímetros mas o menos. Luego lo ate fuerte con hilo de nylon, dando varias vueltas para cerrar la hendidura.
Cuando estuvo todo listo, prepare a Esther que asistía a los preparativos con una mezcla de emoción e ilusión. La tumbe desnuda sobre la mesa del salón donde había extendido una manta. Ate sus manos por detrás de la nuca a su cuello y sus piernas, totalmente dobladas, pasando una cuerda varias veces por la espinilla y el muslo. Después pase un extremo por el interior cogiendo las lazadas y haciendo un nudo. Separe totalmente su piernas hasta que, gracias a su gran elasticidad, quedaron en contacto con la superficie de la mesa, atándolas a los laterales y dejando su vagina totalmente abierta.
– ¿Los tatuadores preparan así a su clientes? –me pregunto riéndose.
– No, pero yo a ti si, –e introduje mi boca en su vagina, chupando durante unos segundos arrancándola algunos gemidos y dejándola unos instantes como sin respiración.
Me incorpore y me puse unos guantes de látex. Con un lápiz especial de tatuador, repase la “E” de cuatro centímetros que previamente había esbozado cuando estaba de pie en la cara interior de su muslo, justo debajo de la ingle.
– Estas a tiempo, esto duele un huevo cariño, –la dije.
– Empieza mi señor, que no será para tanto.
– He visto a tíos duros berrear como damiselas, y no es broma, –la insistí.
– No me importa, empieza mi señor, –y después de una pausa añadió mirándome fijamente– y no pares hasta que termines, aunque te lo pida.
Moje la aguja con la tinta y, estirando la piel con los dedos de la otra mano comencé a clavar la aguja, en profundidad pero con cuidado siguiendo el dibujo. Mojaba y pinchaba varias veces, limpiaba y volvía a mojar y pinchar. No se quejo ni una sola vez durante las dos horas que estuve pinchando, pero sabia que estaba rabiando por las lágrimas de sus ojos. Cuando termine, lo limpie bien de los restos de tinta, la puse una capa de Bepanthol y lo tape con un apósito. Me quite los guantes y me incorpore estirando la espalda. La mire a los ojos y vi felicidad en ellos. La besé en la boca explorando con mi lengua su interior. Me separe y la mire detenidamente de arriba abajo sin poder decidir que besaría a continuación. El cuello, las tetas, las axilas, su ombligo, su vagina, sus piernas o sus pies. Tremenda decisión. Al final me senté de nuevo en la silla y me comí su chochito durante mucho tiempo. ¿Cuánto?, no lo se, pero conseguí que Esther encadenara orgasmos a una velocidad de vértigo. Cuando ya no aguantaba mas, me subí a la mesa, penetre a una exhausta Esther que gemía sin parar y a los pocos segundos me corrí sin poder esperarla.
Cuando tres días después la deje el tatuaje al aire, no hacia mas que mirarse en el espejo a la menor ocasión. Estaba radiante de felicidad y tengo que reconocer que la “E” me quedo de puta madre.
Siete días después llegamos a Roma y nos alojamos en la suite Royal del Hotel Edén, cerca de Villa Borghese y de la Plaza de España. Reconozco el encanto y el interés de esta ciudad, pero os aseguro que no es mi favorita. De Roma iremos a Florencia y luego a Venecia, siempre en tren. Todo el viaje , de tres semanas y media de duración, estaba organizado para terminar en Milán, porque una tatuada Esther “suelta” por el “Cuadrilátero de Oro” milanés me ponía los pelos de punta y me cuide de que no olvidara su tarjeta.
En Roma lo vimos todo y Esther correteaba por todas partes sacando miles de fotos.
– ¿Cómo es posible que este todo tan deteriorado? –me preguntaba mientras observaba los socavones de las calles.
– Yo creo que el ayuntamiento no lo arregla para que este todo a juego con las ruinas romanas, – la contestaba riendo.
Peleamos a brazo partido con miles de turistas centro europeos para entrar en monumentos, como el Coliseum o en el Palatino, –y luego hablan de los españoles– esperamos desesperantes colas de varias horas para entrar en los Museos Vaticanos y ver la maravilla de las maravillas, la Capilla Sixtina.
Una noche, después de cenar, dije a Esther que se pusiera una minifalda de cuatros escoceses que tenia y el tanga mas minúsculo que tuviera.
– ¿Mi señor quiere que vaya enseñando el culo?
– ¡Y bien bonito que lo tienes, así alegras la vista a unos cuantos alemanes … y a mi, por supuesto!
–¡Y a los japoneses, que hay un montón!
– Ellos son tan respetuosos y educados, que ni siquiera te mirarían!
Con una sonriente Esther, salimos del Hotel y nos dirigimos a la Fontana de Trevi para sacar algunas fotos nocturnas. Ya la habíamos visitado de día, pero el espectáculo que se monta por las noches, con miles de orientales, con sus cámaras y sus trípodes, es increíble.
Tuvimos suerte y me pude hacer un sitio en la parte alta de la escalinata, pegado a la valla, usando los codos contra un grupo de educados japoneses que como era de esperar no protestaron. Senté a Esther a caballo sobre mis piernas de cara a la fontana para que montara su trípode y su cámara. La imagen que ofrecía Esther no dejaba indiferente a nadie. Espatarrada, mostrando sus esplendidas piernas en su totalidad y con sus sandalias de súper tacón. Mientras miraba por el visor de la cámara, puse su chaquetita sobre su regazo y furtivamente escurrí mi mano izquierda por su ingle hasta que alcance su vagina. Esther, que algo se esperaba, se puso un poco tensa mientras miraba a todos lados con cierta intranquilidad. Se puso a disimular preparando la cámara, mientras yo ahondaba en su interior con mis dedos. Empecé a notar como el placer y el deseo aumentaba en ella rápidamente. Arqueo levemente la espalda, pero permaneció inmóvil ante la perspectiva de ser descubiertos. En un momento que tuve ocasión, me la saque y se la metí sin que moviera un solo músculo. Incluso una señora coreana la pregunto algo sobre la fuente y Esther estuvo charlando con ella amigablemente mientras yo me partía de la risa. Una pareja joven se sentó a nuestro lado montando también el trípode. Notaba como el chico nos miraba de reojo como queriendo descubrir lo que pasaba, veía algo raro pero no sabia que era. Cuando se dio cuenta, estuvo un rato pensando y al final sentó a su pareja de la misma manera que estaba Esther y se puso a toquetear la entrepierna de su chica. Esta reacciono apartando la mano del chaval mientras girándose le miraba con cara enfadada. Este la hizo un gesto con la cabeza en dirección nuestra y cuando me miro, me limite a arquear las cejas un par de veces. Se quedo de piedra, con la boca abierta como un pez. Aprovechando la sorpresa, el chaval se la metió de una manera un tanto brusca, yo había sido mas disimulado. Las dos se movían haciendo como que preparaban las cámaras y ocultar la realidad. Al final casi nos corrimos al unísono, los cuatro. Esther, como no podía limpiarse con tanta gente, se coloco un par clínex entre la vagina y el tanga.
– ¡Eres la hostia, no he sacado ni una foto! –me dijo mirándome con fingido mal humor y roja como un tomate.
– ¡Pues has tenido tiempo de sobra! –la conteste riendo con cierta malicia– no se si a los vecinos se les ha dado mejor.
Esther miro a la parejita y cuando vio que la chica estaba igual de colorada que ella, se hecho a reír.
– ¡No me lo puedo creer! –estuvo un rato pensativa y añadió– si esto lo cuento, no se lo cree nadie, se piensan que me lo estoy inventando.
Sacamos las fotos que quería Esther y regresamos dando un paseo al hotel. Ya en el ascensor empezó a meterme mano y cuando entramos en la habitación me asalto como poseída por un erótico maligno.
– Debes tener algo adictito mi señor, –me dijo presa de un deseo incontrolable. Tanto que la resultaba difícil controlarse y coordinar ideas. El deseo la nublaba la mente.
Cogí la cuerda y ate las manos a la espalda a una frenética Esther que, a horcajadas sobre mi, se restregaba con mi cuerpo. Deje que siguiera frotando su vagina con mi cuerpo mientras emitía gemidos entrecortados. Después, la descabalgue y de rodillas me sitúe detrás de ella. Sin penetrarla, acariciaba su vagina mientras con sus manos atadas me agarraba el pene. Puse la punta en su ano mientras con una mano la agarraba del pelo tirando suavemente de su cabeza hacia atrás. Comencé a presionar suavemente hasta que la punta paso mientras Esther aumentaba la intensidad de sus gemidos. La fui introduciendo muy suavemente y cuando la tuve dentro en su totalidad, sin moverme la comencé a estimular el clítoris. A los pocos segundo note las contracciones de su ano y mientras la mantenía agarrada del pelo con fuerza se corrió en mi mano en medio de una tormenta de gritos y gemidos. Mientras la tenia cogida por las caderas , comencé a follarla el culo, mientras Esther apoyaba la cara y sus hombros en la cama. Unos minutos después no corrimos mientras la volvía a coger del pelo y la daba unos fuertes azotes en el trasero. Sus gritos fueron tremendos y cuando al fin la solté cayó sobre la cama como en trance y envuelta en sudor. Como siempre me la comí a besos y me fui a duchar. Mientras lo hacia sonó el teléfono de la habitación.
– ¿Dígame? – contesto Esther.
– Disculpe señora, siento molestarla, –era el recepcionista– pero nos han informado que se han oído gritos en su suite y algunos clientes se han quejado ¿Va todo bien?
– ¡Perfectamente bien! –respondió Esther bastante molesta– dígales que los gritos son míos y que grito así cuando mi hombre me folla. Y si tienen problemas con los ruidos, súbanles unos tapones para las orejas y cárguenlos a la cuenta.
– ¡Disculpe señora, no quería molestarla …!
– ¡Pues lo esta haciendo, con lo que cobran por esta suite, podían tenerla insonorizada!
– Señora nosotros …
– ¿Alguna cosa mas?
– No señora, sentí …
– ¡Buenas noches! –y colgó dejándole con la palabra en la boca.
Cuando salí de la ducha me encontré a una Esther mas cabreada que una mona, estaba que echaba humo y me contó lo que había pasado.
– ¿Recuerda que te lo advertí? –la dije riendo– un día de estos nos echan de algún hotel.

Las aventuras de Oscar, su hermana, y el guarda forestal

Era una bonita mañana del mes de Julio. Nos habíamos levantado temprano. Después de desayunar, mis abuelos se marcharon al campo (como cada día), y mi hermana y yo nos encargamos de recoger la casa un poco…aunque mi abuela siempre insistía en que no hacía falta. Tras haber terminado las pocas tareas que había por hacer, mi hermana ya estaba maquinando lo que podríamos hacer ese día, que rincón del pueblo podríamos explorar, y que aventura podríamos vivir por aquellos campos de olivos. “Sabías que por aquí cerca pasa el río Guadalquivir?”, me dijo mi hermana mientras secaba las tazas del desayuno con un trapo de cocina, “que dices…si nunca lo hemos visto!”, respondí yo con gestó de incredulidad. “En serio, me lo dijo ayer Maite. Dice que está cerca de aquí, que su padre la llevaba a ella y a sus primas a bañarse al rio cuando eran pequeñas, y a veces iban con la familia y hacían camping con sacos de dormir y todo!”, me dijo mi hermana de nuevo, “si…pero el abuelo no tiene coche. Como le vamos a decir que nos lleve?”, respondí yo. “Que no tonto…yo había pensado que podíamos ir andando…hoy, que hace buen tiempo…y nos podemos poner el bañador debajo de la ropa para darnos un chapuzón cuando lleguemos!”, dijo mi hermana. “Pero, que dices?....si eso tiene que estar muy lejos!”, volví a decir yo. “No, no, no…Maite me dijo que solo está a 10 kms. Eso no es muy lejos…además, por el camino que me explicó, es todo cuesta abajo. Y si luego estamos muy cansados a la vuelta, podemos hacer autostop…que la carretera llega justo hasta el antiguo molino. Podemos llevarnos una mochila pequeña con una toalla de playa, un par de bocadillos, y una botellita de agua…y podemos tomarlo como una excursión!”. La palabra excursión hizo que a mi se me alegrase la cara, ya que me gustaba mucho ir por el campo (nosotros en Canarias estábamos acostumbrados a ir a la playa o quedarnos en la ciudad. Estar en el campo siempre era una grata novedad para mi hermana y yo), y mi hermana tomó el gesto como un si. Así es que nos pusimos a preparar las cosas.

Con las mochilas a la espalda y con ropa cómoda para la larga caminata, mi hermana y yo salimos de la casa de nuestros abuelos (en zapatillas de deporte, pantalones cortos, y camiseta de manga corta. Mi hermana, como todas las chicas de su edad, le daba mucha importancia a lo que llevaba puesto cada día. Incluso en circunstancias como aquella, había elegido un modelito de mallas rosa fucsia por encima de la rodilla (lo que ahora llaman leggins), completamente ajustadas a su cuerpecito (en plena etapa de desarrollo) destacando las curvitas de sus caderas y su culito respingón, y un top blanco de manga corta que dejaba su ombligo plano al descubierto, realzando la firmeza de sus pechos y dibujándolos bajo la tela de la camiseta como limones cortados por la mitad. Y se había recogido el pelo en una coleta de caballo, lo cual le daba un aspecto de colegiala un tanto infantil, aún más si cabe). Al estar la casa a las afueras del pueblo, el camino rural que tomaríamos, para bajar al rio, quedaba bastante cerca. Desde las afueras del pueblo, el cuál quedaba en lo alto de un cerro, se podían ver los interminables campos de olivos hasta donde alcanzaba la vista, y podíamos ver claramente la ruta que el camino de tierra seguía, serpenteando entre los olivos, y nuestro destino (el rio) parecía al alcance de la mano.

Tras pasar varías vaquerías (las cuales producían el suministro diario de leche para los habitantes del pueblo), y una antigua fábrica de cemento (que parecía haber sido abandonada años atrás), mi hermana y yo llegamos a campo abierto, donde tan sólo podían contemplarse olivos y más olivos a ambos lados del camino rural. Durante los primeros kilómetros del camino tan sólo nos cruzamos con un tractor, y un par de land-rovers que subían en dirección al pueblo, los cuales nos pitaron con el claxon varias veces para que nos apartáramos del camino y nos miraron con cara de extrañados (seguramente curiosos por saber de quién eran hijos los dos mocosos que iban solos por el campo a esas horas…o probablemente les llamó la atención ver a mi hermana con aquellas mallas fucsia, que con la luz del sol de aquella mañana de verano se podían ver a la legua como si de un semáforo se tratara. Las cuales, de frente, hacían que su rajita se marcase como la pezuña de un camello. Dibujando el perfecto contorno de los labios carnosos de su juvenil chochito), pero siguieron su camino y nosotros el nuestro.

Después de haber caminado durante una hora más o menos, llegamos a un tramo donde el camino se dividía en dos, como la lengua de un gran reptil. Una parte se dirigía hacia arriba, formando una pequeña curva que rodeaba un pequeño montículo de arena. La otra parte continuaba en línea recta cuesta abajo. Y justo en medio había una fuente de agua, con una pequeña alberca (la cual se usaba, como descubrimos mas tarde, para que bebiesen los rebaños de cabras que pastaban por las cercanías). Nosotros nos quedamos parados en mitad del camino, sin saber que dirección tomar. “Y ahora que hacemos?, por donde seguimos?”, pregunté a mi hermana con cara de preocupación. Mi hermana se quedó pensativa mirando al camino sin decir nada durante unos segundos. “Umm….Maite me comentó algo de la fuente, pero ahora no recuerdo bien si me dijo que había que seguir hacia arriba o hacia abajo”, dijo mi hermana con ambas manos en la cintura. “Mira, vamos a subir la curva a ver si desde ahí arriba podemos ver ya el rio…que ya llevamos caminando mucho rato, seguro que está cerca”, continuó diciendo mi hermana. Así es que nos pusimos a subir la pequeña cuesta del camino que rodeaba el montículo de arena, con la esperanza de que fuese lo suficientemente alto, como para ver el rio en el cercano horizonte. Pero nos quedamos sorprendidos cuando al rodear el montículo, el camino se volvía plano otra vez, quedando de nuevo rodeado de olivos a ambos lados, con lo cual no se podían percibir grandes distancias. Mi hermana se volvió a parar sobre sus pasos otra vez con una expresión de duda en su cara. “Estas segura de que es por aquí?. A ver si nos vamos a perder!”, dije con el mismo tono de voz preocupado. “No empieces eh?…déjame pensar un momento”, respondió mi hermana con claros signos de irritación en el tono de su voz. “Venga…vamos a volver a la fuente, y cogemos el tramo del camino que seguía cuesta abajo esta vez, a ver si hay mas suerte y se ve mejor.”, dijo mi hermana, y con paso decidido se dio la vuelta y empezó a caminar en dirección a la fuente que habíamos pasado. Yo la seguí. “Maite me comento algo de unos grandes árboles en una de las orillas del rio, que cuando se veían, indicaban que el rio estaba cerca”, siguió diciendo mi hermana, mientras caminaba, como para si misma.

Pasamos la curva del camino y volvimos a ver la fuente de agua. Pero mientras nos acercábamos, pudimos oír claramente unos cencerros en la distancia, y justo unos segundos después, aparecieron las primeras cabras de un pequeño rebaño, subiendo por el camino que mi hermana y yo pretendíamos coger, y tras ellas con un garrote de madera iba un hombre de mediana edad y aspecto desaliñado. Las cabras se fueron colocando alrededor de la pequeña alberca, hasta que ésta desapareció en su totalidad, y comenzaron a beber. El hombre se paró en medio del camino, y quitándose el sombrero, se apoyó sobre el garrote para descansar mientras vigilaba su rebaño. Al vernos a mi hermana y a mi, se quedó mirándonos descaradamente frunciendo el cejo, lo cual le daba un aspecto de desconfianza. “Buenos días”, dijo mi hermana mientras se iba acercando al pastor. Yo la seguía a varios pasos de distancia. “Creo que nos hemos perdido…y me preguntaba si usted sabría ayudarnos”, volvió a decir mi hermana acercándose al pastor un poco más. Aquel hombre sudoroso se quedó mirando a mi hermana de arriba a abajo, deteniendo su mirada varias veces en sus tetitas (las cuales, al llevar la mochila a la espalda, quedaban bien marcadas bajo la fina tela de su camiseta) y en el apetitoso bollo que se dibujada, bajo las mallas de color fucsia, en su entrepierna. Y tras mirarla y recrearse con el cuerpo de mi hermana un buen rato dijo finalmente: “Que sois turistas?”. “No, no, no”, le respondió mi hermana mirando hacia abajo, “Nuestros abuelos viven en el pueblo, y nosotros venimos de vacaciones todos los años”. El hombre volvió a mirarla de arriba abajo sin decir nada, mientras seguía apoyado en su garrote. “Y que hacéis vosotros solos por aquí?, volvió a preguntar el pastor mirando la rajita de la entrepierna de mi hermana descaradamente. “Estamos intentando llegar al rio. Pero como el camino se divide aquí, no sabemos que dirección coger. Sería tan amable de decirnos como llegar?”, dijo mi hermana de nuevo mirando a la cara del pastor esta vez. El hombre la volvió a mirar un buen rato sin decir nada.“Y que me darías tu a cambio preciosa?”, dijo el hombre, con cara de vicioso, relamiéndose los labios. “Lo siento…pero no llevamos dinero”, dijo mi hermana con cara de inocente. “Jajaja….no estaba pensando en dinero precisamente…jajaja”, dijo el pastor mientras reía, dejando ver que le faltaban varios dientes, y subiéndose los pantalones con una mano, mientras que con la otra continuaba agarrando el garrote. “Y que quiere usted entonces?”, preguntó mi hermana con cara de asustada. “Jajaja…no temas preciosa, que no te voy a pedir nada que seguro no le hallas hecho ya a alguno de tus novios”, dijo el pastor acercándose aún mas a mi hermana y pasándole un dedo por la barbilla, mientras mi hermana miraba hacia el suelo como avergonzada. “Porque no me dirás que no te han metido mano ya alguna vez!”, volvió a decir el hombre con una sonrisa de picardía en la cara. Mi hermana no respondió, pero noté como sus mejillas se enrojecían mientras su mirada seguía en dirección al suelo. El hombre se volvió a acercar a mi hermana, y rozándole ligeramente una teta con su mano derecha dijo: “Eh?...no dices nada?. Te ha comido la lengua el gato?, no te gustaría pasar un ratico conmigo detrás de ese olivo?”, le dijo el pastor. Y volviéndole a rozar la teta con sus largos dedos, miró a mi hermana sonriendo. Mi hermana se quedó paralizada en medio del camino, sin moverse y sin decir ni una palabra…no le decía que sí al viejo pastor, pero tampoco le daba a entender que no. Así es que el viejo siguió con sus comentarios obscenos, pasando esta vez el garrote por la entrepierna de mi hermana. Ella al sentir el duro garrote haciendo presión contra su bollo, separó un poco las piernas, y dejó seguir al pastor con sus rozamientos. El viejo al ver aquello sonrió, y levantándole la camiseta a mi hermana con la otra mano, dejo ver la parte de arriba del bikini naranja que se había puesto mi hermana, el cual no le fue difícil apartar por la delgadez de su tela dejando salir la teta izquierda. Mi hermana se puso roja, ya que sabía perfectamente que yo no estaba perdiendo detalle de lo que estaba ocurriendo, pero no le dijo nada al viejo, y siguió allí parada, en medio del camino de tierra, mientras el viejo pastor jugaba con su pezoncíllo.

“que pasa…te has quedao muda?, os es que te gusta lo que te estoy haciendo?, jajaja”, dijo el viejo pastor mientras seguía apretando el garrote contra el chochito de mi hermana. Mi hermana sólo agachó la cabeza y entornó los ojos (seguro por el gustirrinín que aquel duro garrote le estaba dando en la pipa de su chumino). “Te gusta frotarte contra el garrote eh guarrilla?”, dijo el pastor apretándole el pezón de la teta que mi hermana tenía fuera. “Yo tengo algo más gordo que el garrote aquí escondió, jajaja”, dijo el hombre. Y sin pensárselo dos veces, se abrió la bragueta del pantalón, rebuscó dentro con una mano, y sacó un hermoso trozo de carne morcillona en avanzado estado de erección. A mi hermana se le pusieron los ojos como platos al ver aquello (sinceramente, a mi también me sorprendió mucho. El viejo pastor era bastante flacucho, y nunca me hubiese imaginado que tuviera tremenda polla colgando entre sus piernas). El pastor se empezó a reír a carcajadas al ver a mi hermana con la boca abierta mirando aquel trabuco. “Ven…acércate mujer, y tócala…que no muerde jajaja”, siguió riendo el viejo dejando ver los huecos de los dientes que le faltaban. Mi hermana se acercó y la tomó en su mano, pero no podía abarcarla con sus dedos en su totalidad de lo gruesa que era. Empezó a acariciarla con una mano, bajando la piel y dejando el gran capullo al descubierto, y con la otra sopesaba los grandes testículos que colgaban libremente.

De repente, mi hermana dejó de tocar los huevos y la polla del viejo, y se separó de él rápidamente, mirando desconfiada a ambos lados del camino. “Que pasa niña…no te gusta o qué?, dijo el pastor con la polla al aire, ya tan dura y tiesa como el garrote. “Es que estamos en medio del camino…y podría venir alguien”, dijo mi hermana sin dejar de mirar a ambos lados del camino. “Jajaja, no temas preciosa si por aquí no pasa casi nadie desde que arreglaron la carretera principal. De vez en cuando pasa algún que otro agricultor en su tractor, pero si se acercara alguno lo oiríamos de lejos. Venga, no te hagas ahora la estrecha…que mira como me has puesto. Además, hace ya muchos años que no me toca una belleza como tu. Y dudo que aguante mucho sin soltar una buena descarga de leche jajaja”, dijo el viejo sobándose la polla, mientras se acercaba otra vez a mi hermana y le agarraba la teta que aún tenía fuera. “si te quieres quedar mas tranquila, podemos poner a este a vigilar”, volvió a decir el viejo mirándome a mí de reojo. Mi hermana me miró como suplicando…y yo me fui más abajo del camino, pasando al pequeño rebaño de cabras que aún seguían bebiendo el agua de la alberca.

Yo me quedé como a unos 20 metros de donde estaban mi hermana y el viejo pastor. Pero a plena luz del día pude ver claramente como mi hermana se quitó la mochila de la espalda, y poniéndose en cuclillas frente al viejo pastor, le agarro el pollón con una mano y empezó a cascársela. Desde donde yo estaba, no podía oír bien lo que el viejo le decía a mi hermana. Tan sólo veía como le acariciaba la cara y el pelo con una mano, mientras no perdía detalle de aquella joven angelical, la cual le estaba haciendo tremenda paja. Estuvieron así un rato. Hasta que el viejo agarro a mi hermana de la nuca, arrimando su boquita a la punta de aquella babeante verga. Mi hermana abrió la boca, pero por mucho que el viejo insistió solo le cabía el enorme capullo. Entonces oí como el viejo empezaba a gemir fuertemente, y agarrando a mi hermana de la teta con fuerza, le sacó la polla de la boca, se hizo a un lado, y empezaron a salir largos chorros de leche espesa que fueron cayendo sobre la tierra del camino.

Mi hermana se quedó a allí parada un rato, mirando con gesto de desilusión (seguramente por lo rápido que el viejo se había corrido) como salía la abundante descarga de leche de aquel capullo hinchado. Cuando la leche cesó de salir, el viejo se volvió a meter la polla en los pantalones, se subió la cremallera, y cogiendo su garrote que había dejado caer al suelo, se dirigió hacia la alberca (donde aún seguían las cabras) para lavarse las manos en el agua. Mi hermana se levantó, se colocó el bikini (escondiendo de nuevo su teta) bajando su camiseta, y cogiendo al mochila del suelo se dirigió hacia el pastor. “Entonces…sabría decirnos como llegar al río desde aquí?”, preguntó mi hermana al pastor mientras este seguía inclinado sobre la alberca. “Ah…si eso, está aquí mismo. Tenéis que seguir el camino cuesta abajo, y tras pasar el túnel con la antigua vía del tren, seguir recto y ya veréis el puente de la carretera que lo cruza”, contestó el hombre con tono de indiferencia, sin ni siquiera mirar a mi hermana a la cara, mientras seguía lavándose las manos en el agua.

Mi hermana y yo seguimos nuestro camino, sin ni siquiera despedirnos del viejo pastor. Seguimos caminando en silencio durante un buen rato, mientras mi hermana parecía estar sumida en sus pensamientos. Pero mientras pasábamos por el túnel de la antigua vía del tren, me di cuenta que mi hermana tenía la entrepierna mojada (al ser las mallas de un color rosa fucsia, la marca de humedad tenía un tono mas oscuro, con lo que era bastante fácil darse cuenta de que estaba mojada). “Anda…si se ha meao la guarrilla jijiji!!”, dije yo apuntando con el dedo hacia su entrepierna. “Ummm?, como?”, dijo mi hermana desorientada, como si se acabara de despertar de un largo sueño. Al verme a mí riendo y apuntando con mi dedo a su coñito, mi hermana se paró sobre sus pasos, agachando la cabeza, mientras separaba sus muslos con ambas manos para mirarse el manchorrón de humedad que llevaba en to el chumino. Se puso roja como un tomate al ver que yo me había dado cuenta y seguía apuntando con el dedo riéndome a carcajadas. Entonces mi hermana levantó su cara orgullosa, y se puso a caminar de nuevo a paso ligero, con cara de mosqueada, dejándome a mí atrás. Yo corrí tras de ella diciendo: “Marta se ha meado, Marta se ha meado!!!....jijiji”. “Tu que sabrás mocoso…eso no es una meada niñato!”, me dijo mi hermana con tono de ofendida. El resto del camino lo hicimos sin decir nada.

Finalmente llegamos a la carretera donde se encontraba el puente que cruzaba el río. Y mientras lo cruzábamos pudimos ver los árboles que la amiga de mi hermana le había comentado, y una amplia explanada con mesas de camping en la otra orilla. Al llegar a la explana, nos sentamos en una de la mesas de camping, a la sombra de un gran árbol, y nos quitamos las mochilas para descansar un rato. Mientras bebíamos agua de la botella que cada uno llevábamos, pudimos observar que no había nadie cerca del lugar, parecía desierto (seguramente porque al ser un día entre semana la mayoría de la gente estaría trabajando). Tan sólo podía apreciarse el cantar de los pájaros y el ruido de fondo de la corriente del río. Mi hermana se levantó y se acercó a la orilla, mientras yo la seguía. Estando en la orilla, pudimos ver que el agua del río bajaba bastante turbia, y con una fuerte y rápida corriente. “Aquí no nos vamos a poder bañar”, dije yo mirando aquel rio con aspecto peligroso, “Yo por lo menos no…tu puedes hacer los que quieras”. Mi hermana me miró con cara de paciencia, “pero mira que eres bruto…como puedes pensar que es aquí donde vamos a bañarnos?, dijo mi hermana resoplando. “No bobo…mi amiga Maite me dijo que su padre las llevaba a una pequeña charca, formada por un riachuelo, un poco mas arriba de las mesas de camping”, dijo mi hermana señalando un estrecho riachuelo (que desembocaba en la corriente del rio grande) que había a nuestra derecha, el cual rodeaba toda la explanada y se perdía en la distancia tras curvar unos grandes arboles. Mi hermana y yo volvimos a coger nuestras mochilas, y nos pusimos a subir por la orilla del riachuelo que rodeaba la explana. Al pasar la curva de los grandes arboles, dejando la explanada con las mesas de camping atrás, el terreno se volvía plano, provocando que la corriente del riachuelo se detuviese lo suficiente como para formar una gran charca a un lado de los arboles.

El sitio era ideal: una gran charla del tamaño de un piscina, escondida entre los arboles, rodeada de césped, florecillas, y pequeños arbustos. Mi hermana y yo nos quedamos sorprendidos por la tranquilidad que se respiraba en aquel lugar. Lo mejor de todo era que al estar entre los arboles, no corría nada de viendo, y no se veía nada alrededor. Dejamos las mochilas en el suelo, y sacando las toallas de playa las extendimos sobre la hierba. Mi hermana y yo nos miramos el uno al otro con una amplia sonrisa dibujada en nuestras caras. “Yo me voy a bañar!”, dijo mi hermana quitándose la ropa rápidamente y quedándose en bikini, “y yo…lo llevo deseando todo el camino jajaja!, dije yo con alegría dejando mi ropa tirada sobre la fresca hierba. Los dos nos zambullimos en el agua de un salto. El agua estaba limpia y templada, debido a la directa exposición a aquel sol radiante. Estuvimos un buen rato en el agua jugando y riendo, contentos por haber encontrado aquel lindo lugar, hasta que mi hermana dijo: “tengo hambre, y tú?”, “Yo también”, dije yo mirando a mi hermana mientras nadaba. “Venga…vamos a comernos un bocadillo, que tienen que ser casi las 2 PM ya, y luego seguimos bañándonos”, dijo mi hermana mientras salía de la charca. Después de secarnos un poco, nos sentamos en la hierba sobre las toallas, y sacando un par de bocadillos, y unos zumos que habíamos traído en la mochila, nos pusimos a comer, disfrutando del calor del sol. Tras comernos los bocadillos, los dos nos tumbamos sobre las toallas a tomar el sol. “Que bien se está aquí verdad?”, dijo mi hermana contorneándose sobre su toalla como una gatita remolona, “Con gusto me echaría una siestecita”. “Pues yo no…yo me quiero bañar otra vez”, dije yo dirigiéndome hacia la charca de nuevo. “Está bien…yo me quedo aquí, pero despiértame luego si me quedo dormida vale?”, dijo mi hermana tumbándose boca abajo y cerrando los ojos. “Vale!”, dije yo lanzándome al agua. Estuve allí jugando y nadando en el agua un buen rato, hasta que me cansé y salí a tomar el sol junto a mi hermana. Al llegar a la toalla, mi hermana estaba profundamente dormida. Así es que me tumbé boca arriba, y cerrando los ojos…yo también me quedé dormido.

Al despertarme, vi a mi hermana ya vestida, recogiendo su toalla y sus cosas, metiéndolas en su mochila. “A donde vas?”, dije yo mientras bostezaba. “Anda levanta y ve recogiendo tus cosas listillo…que ya son las 5 PM, y tenemos que volver al pueblo. Esperemos que pase algún coche por la carretera, porque de lo contrario tendremos que subir andando por el mismo camino por el que hemos venido, y no me apetece nada caminar ahora”. Yo me levanté y me puse a vestirme y a recoger. Me daba pena tener que irnos ya (me lo había pasado muy bien bañándome en la charca), pero mi hermana tenía razón…si no pasaba ningún coche, tendríamos que volver caminando, y eran dos horas de camino…sin mencionar que la vuelta sería cuesta arriba!. Tras recogerlo todo, nos echamos las mochilas a la espalda y nos dirigimos a la carretera que cruzaba el puente. Llegamos a la carretera, y sentándonos en unas rocas nos pusimos a esperar a ver si pasaba algún coche para hacer autostop. Mientras esperábamos me di cuenta que mi hermana se había soltado el pelo (dándole un aspecto un poco salvaje), y que bajo su ropa, se marcaban perfectamente sus pezones y la raja de su chocho (mucho más que antes). “que te has hecho?”, le pregunte yo a mi hermana mirándola descaradamente. “Por?”, respondió ella con cara de puzle. “Porque se te notan la tetas y el chocho…parece que vas desnuda!”, dije yo mirándola de nuevo. “Ah eso….jijiji. Que exagerado eres…seguro que no es para tanto jajaja!”, dijo mi hermana inspeccionando su delantera mientras se reía. “me he tenido que quitar el bikini, que aún estaba un poco húmedo, no quería que se me mojara la ropa al ir sentada en el coche”, continuó diciendo mi hermana. “Si hubieras metido ropa interior seca en la mochila como te dije esta mañana, no tendrías ahora ese problema. No me ves a mi?”, dije yo bajando un lado de mi pantalón corto, mostrando un par de calzoncillos blancos y secos. “Anda…cállate, que te pareces a mamá!. Además no me va a ver nadie!”. Pero yo no estaba exagerando… de frente quedaban marcados perfectamente sus pezones (e incluso sus morenas aureolas) bajo la fina tela de su top blanco, sin mencionar que las mallas rosa fucsia se le metían por toda la raja del culo y del bollo, dejando incluso ver la sombra del manojo de pelos negros que tenía en la vulva de su coño…era como si estuviera en pelota!!.

Justo en ese momento oímos el ruido de un coche en la distancia, aproximándose a nosotros por la carretera. “Quita, deja que me ponga yo a hacer autostop…que no me apetece nada volver andando al pueblo”, dijo mi hermana acercándose al filo de la carretera, esperando que apareciera el coche. En pocos segundos, apareció un todo terreno tras la curva, conduciendo a gran velocidad. Llevaba unas luces naranjas en el techo. Yo me asusté un poco pensando que sería la policía o la guardia civil, ya que aunque no habíamos hecho nada malo, no me apetecía que empezaran a preguntarnos cosas, o peor…que nos llevasen en el coche hasta la casa de nuestros abuelos. El todo terreno nos pasó…pero se paró a los pocos metros dando un frenazo. ”Corre…que nos lleva!!”, dijo mi hermana corriendo ya hacia el coche. Yo corría detrás de ella, viendo como se le metían aún más las mallas rosas por la raja del culo. Al llegar al coche, me di cuenta de que solo estaba el conductor dentro, y en la puerta del vehículo, había dibujado un gran logo que decía “Guardia Forestal. Junta de Andalucía”, aquello me dejó mucho más tranquilo. “Va usted para el pueblo?”, preguntó mi hermana al conductor a través de la ventanilla del pasajero que estaba abierta. “Si, si…subid!”, oí decir al hombre. “Sube tu atrás…que yo voy delante”, me dijo mi hermana abriendo la puerta del vehículo. Subimos y el coche reanudó la marcha.

El hombre tendría unos 40 años, algo canoso, fuerte, de tez morena, abundante pelo negro en el pecho (llevaba la camisa del uniforme medio abierta), con barba de dos días, y con una alianza de casado en el dedo (me fijé mientras conducía). “Que hacéis vosotros por aquí?”, preguntó el hombre a mi hermana mientras la miraba de reojo. “Hemos venido a bañarnos al río. Por cierto…muchas gracias por llevarnos, ya pensábamos que no pasaría nadie”, dijo mi hermana sonriendo al hombre mientras le miraba el pelo negro de su pecho que asomaba por la delantera de su camisa abierta. Yo me había sentado en el asiento de atrás justo en medio, entre los dos asientos delanteros, así es que podía verlos mientras hablaban. “Pues habéis tenido suerte. No pasa mucha gente por aquí entre semana”, dijo el hombre con su mirada puesta en la carretera mientras conducía. “Ya…nos lo ha dicho un pastor con el que nos cruzamos esta mañana por el camino de tierra”, dijo mi hermana agachando la mirada. El hombre la volvió a mirar, pero esta vez mas detenidamente. “Que habéis bajado andando?”, dijo él, cambiando de marcha, acercando la mano al muslo de mi hermana mientras lo hacía. “Si…pero no por la carretera, por el camino”, dijo mi hermana ajustándose el cinturón de seguridad. El hombre la volvió a mirar de reojo, ya que al moverse, mi hermana había dejado pillada su camiseta en el juste del cinturón, dejando ver parte de su teta izquierda por debajo de la manga de su top, ya que la tela quedaba muy estirada. Mi hermana pareció no darse cuenta de aquello, y siguió charlando con el hombre mientras sonreía. Yo no me atrevía a decir nada, solo veía como los ojos de aquel hombre se fijaban en la teta de mi hermana mientras ella le hablaba. “Y que dices que os habéis cruzado con un pastor por el camino?”, preguntó el hombre a mi hermana mientras volvía a rozar su muslo con su mano al cambiar de marcha. “Si…en la fuente, iba con un pequeño rebaño de cabras. Y nos indicó como llegar al río, porque no sabíamos como seguir”, dijo mi hermana estirando del top hacia abajo, dejando asomar aún mas su teta izquierda. “Ah…ese es Vicente. La gente dice que desde que se quedó viudo se volvió medio loco. Por lo visto dicen que se folla a las cabras y todo…jajaja”, dijo el hombre riéndose mientras colocaba su mano derecha sobre el muslo de mi hermana y lo palpaba. “Y no te ha dicho nada cuando te ha visto con lo que llevas puesto?, continuó diciendo el hombre mientras se reía y subía su mano, palpando el muslo de mi hermana, hacía su chochete. “No, no, no…ha sido muy amable”, respondió mi hermana agachando la mirada. “Si si…jiji”, dije yo desde el asiento trasero, dejando escapar una risita y tapándome la boca con la mano. El hombre me miró a través del espejo retrovisor, sonriendo, y seguidamente volvió a mirar a mi hermana. “Te ha dicho algo malo?, no te habrá insultado verdad?”, siguió preguntando el hombre. Mi hermana agachó un poco mas la cara, poniéndose roja de la vergüenza, y no contestó. “No es tanto lo que le ha dicho…sino lo que le ha hecho jijiji”, volví a decir yo desde el asiento de atrás entre risitas. Mi hermana giró la cara de repente, mirándome con expresión amenazante. Al hacer el repentino movimiento, su camiseta se volvió a estirar…y su teta izquierda quedó finalmente al aire por completo. Al hombre se le abrieron los ojos al ver aquella hermosa teta tan cerca, pero mi hermana no parecía haberse dado cuenta, ya que seguía mirando de frente a la carretera con cara de mosqueada. “Que te ha hecho Vicente preciosa?”, dijo el hombre acariciando el muslo de mi hermana con delicadeza. “Nada”, respondió mi hermana con tono cortante. El hombre me volvió a mirar a mí por el retrovisor como esperando a que yo se lo contara, mientras sonreía. “Nada dice…pero si le has hecho una paja al viejo, que te he visto yo jijiji”, dije yo riéndome, “y por el camino se ha meado en los pantalones sin quitárselos jijiji”, seguí yo diciendo. “Calladito estás mas guapo no?”, dijo mi hermana bien cabreada esta vez, “Además, te dije que no eran meados, que era otra cosa…pero tu que sabrás si aún no tienes pelos en el pito”, siguió diciendo ella. “Anda mujer…no te enfades con tu hermano, que él es pequeño y no entiende!”, dijo el hombre sonriente, mientras le palpaba de nuevo el muslo a mi hermana, pero esta vez por la parte interna, muy cerca a su entrepierna.

“Coño…pero si estás empapada hija mía!!”, dijo el hombre de repente sacando su mano de la entrepierna de mi hermana, mientras rozaba su vagina con los dedos por encima de las mallas rosas. Mi hermana agachó la cara, cubriéndola un poco con su pelo, y se puso roja como un tomate. El hombre volvió a acercar la mano al bollo de mi hermana, pero esta vez la metió por encima del elástico de las mallas hasta llegar a su coñito. “Buff….lo tienes hinchado, y está muy caliente. El viejo Vicente te ha dejao a medias eh guarrilla?”, dijo el hombre entre risas, mientras yo veía como su mano hurgaba en el chocho de mi hermana por debajo de las mallas. El hombre me volvió a mirar a través del espejo retrovisor sonriendo, “y tu que estabas mirando mientras lo hacían?”, me preguntó el hombre con una amplia sonrisa mientras su mano derecha seguía metida en el coño de mi hermana. “Si…me pusieron a vigilar…como siempre!”, respondí yo entre risotadas. “Como siempre?....que la has visto haciéndolo con hombres más veces?”, me volvió a preguntar el hombre arqueando las cejas y sonriendo abiertamente. En el momento que yo iba a responder, mi hermana volvió a girar la cabeza hacia mí sin decir nada…y supe en aquel momento que era hora de cerrar mi bocaza, o tendría que atenerme a las consecuencias cuando llegáramos al pueblo. El hombre al ver aquello comenzó a reírse a carcajadas (sacando su mano del higo de mi hermana y colocándola de nuevo sobre el volante), ya que la sonrisa en mi cara valía más que mil palabras. De repente, el hombre se salió de la carretera, y se metió por un camino de tierra, conduciendo entre los olivos. Cuando se aseguró de estar bastante apartado de la carretera, detuvo el coche y apagó el motor. Se desabrochó el cinturón de seguridad y se acercó a mi hermana poniendo una mano sobre su muslo, mientras con la otra agarraba la teta que aún llevaba fuera (la cuál, hasta ese momento, mi hermana parecía no haberse dado cuenta). “Estás muy rica sabes?”, decía el hombre acercando su cara morena hacia la de mi hermana, metiéndole la lengua en la boca antes de que ella pudiese protestar (dudo mucho que lo hubiese hecho, ya que pude ver como ella misma agarraba la mano del hombre que tenia sobre su muslo y se la volvía a meter en el coño por dentro de la malla). Estuvieron besándose un buen rato, entrelazando sus lenguas, mientras yo oía al hombre gemir, al mismo tiempo que seguía metiéndole mano a mi hermana entre las piernas. “Estoy un poco incómodo aquí preciosa…pasémonos al asiento de atrás”, le dijo el hombre a mi hermana mientras le besaba las mejillas con delicadeza. El hombre me miró de nuevo a través del espejo retrovisor, “pásate tu aquí delante campeón…y echa un vistazo mientras yo estoy ahí detrás con tu hermana. Si ves a alguien me avisas, vale?”, me dijo el hombre a través del espejo guiñándome un ojo y sonriendo.

Tras cambiarnos de asientos, ellos se acomodaron en la parte de atrás, y yo me senté donde había estado sentada mi hermana unos segundos antes. El hombre se sentó en la parte izquierda, y mi hermana a su lado derecho. Él se abrió del todo su camisa (dejando ver su torso fuerte y peludo), y se bajó los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos sin quitarse las botas de campo que llevaba puestas. “Quítate la ropa preciosa…quiero ver como te desnudas para mi”, dijo el hombre mientras se sobaba la polla (ya bien tiesa) y los huevos peludos. Mi hermana no tuvo que pensárselo dos veces, se puso de pie, y sacándose por encima de la cabeza el top blanco que llevaba puesto y las mallas rosas que completaban el conjunto, se quedó completamente en pelota ante la mirada lasciva de aquel desconocido, dejando ver que no llevaba nada debajo!. “Sabía que eras una putita desde que te vi allí parada en la carretera…con tus mallas de zorra metidas por toa la raja del chumino. Anda agáchate y cómeme la polla…que se nota que lo estás deseando!”, dijo el hombre mientras la sentaba a su lado en el asiento, y pasándole una mano por detrás del cuello, acercó a mi hermana hasta dejarle la cara pegada a su entrepierna. Yo intentaba mirar hacia delante, mientras los oía detrás, pero de vez en cuando mi curiosidad podía más que yo y asomaba tímidamente la cabeza entre los asientos delanteros, pudiendo ver con claridad lo que ellos estaban haciendo. Después de que mi hermana estuvo mamándole la polla un buen rato, mientras él gemía y respiraba fuertemente como un toro desbocado, el hombre se tumbo de espaldas sobre el asiento, y cogiendo a mi hermana de la cintura, la sentó de frente sobre su cara comenzando una brutal comida de coño (yo no veía como lo hacía, ya que su cara quedó enterrada entre los muslos de mi hermana. Pero podía oír los lametones que seguramente tenía que estar dando al bollo de mi hermana), mientras mi hermana echaba la cabeza hacia atrás, apretándose ella misma los pezones con ambas manos. El hombre volvió a sentarse derecho, dejando al descubierto su tremenda erección. Mi hermana se colocó encima frente al hombre (dándome a mí la espalda), y abriendo sus muslos, agarró aquel falo expectante dirigiéndolo hacia la entrada de su vagina, sentándose sobre él centímetro a centímetro hasta quedar completamente empalada. Desde donde yo estaba pude ver como la polla de aquel hombre desaparecía dentro de mi hermana, hasta quedar su culo pegado a sus cojones. Mi hermana empezó a cabalgarlo, primero lentamente hasta ir cogiendo mayor ritmo (y yo veía como aquel gran trozo de carne entraba y salía de los labios del chumino de mi hermana, los cuales se iban abriendo a su paso como una gran boca hambrienta).

En una de esas veces que yo asomaba la cabeza entre los asientos para ver lo que hacían, el hombre inclinó el torso de mi hermana contra su pecho, y pasando el brazo de ella por encima, asomó la cabeza como queriendo buscar aire. Nuestras miradas se cruzaron, yo me quedé helado sin saber como aquel hombre reaccionaría al verme. Pero para mi sorpresa, el tío me sonrió abiertamente, poniéndose un dedo en los labios, para que yo no hiciera ruido y mi hermana no se diera cuenta…y agarrando a mi hermana del culo con ambas manos, continuó dándole embestidas de polla, mientras sus ojos seguían clavados a los míos. Al principio me dió corte, yo no sabía que hacer…debía seguir mirando o sentarme de vuelta en el asiento hasta que terminaran?. Pero el hombre siguió mirándome con su amplia sonrisa, y de vez en cuando le abría a mi hermana los cachetes del culo con ambas manos para que yo viera mejor como su gran pollón entraba y salía del coño de mi hermana (dejándome incluso ver su ojete estrecho y palpitante), mientras él me guiñaba un ojo, dándome a entender que no le importaba que yo estuviera allí mirando como se follaban a mi hermana (me miraba y sonreía como diciendo “mira que bien se lo pasa la putita de tu hermana”. Seguro que él también estaba cachondísimo viéndome a mi allí con la boca abierta…el mu cabrón, jajaja!). Entonces el hombre me hizo un gesto con su mano, apuntando a mi paquete. Yo no sabía que quería que hiciese, pero al hacerlo otra vez, entendí que lo que aquel hombre quería es que yo me hiciera una paja mientras miraba como él se follaba a mi hermana. Yo me puse un poco nervioso, porque nunca me había pasado algo parecido durante las experiencias que viví junto a mi hermana, pero sobre todo porque me daba mucha vergüenza que él viera mi pollita (que estaba completamente empinada ya), ya que comparada con la suya parecía diminuta, sin mencionar que aún no me había salido ni un solo pelo en los huevos. Pero el hombre volvió a insistir varías veces más con su mano, sin decir nada. Así es que me armé de valor, me quité el pantalón corto y los calzoncillos, y poniéndome de rodillas entre los dos asientos delanteros, frente a ellos, me puse a meneármela mientras veía como el tío le abría a mi hermana el ojete con las dos manos, mientras su gran verga entraba y salía de su chumino. El hombre me volvió a mirar sonriente, guiñándome un ojo, mientras que levantaba el pulgar de su mano derecha gestionando un gran ok (como diciendo: “así se hace chaval…machácatela bien viéndole el culo a la guarra de tu hermana). La situación era muy morbosa, yo no sabía cuanto más iba a durar así, porque notaba un gran orgasmo inminente. El hombre tuvo que darse cuenta de mi reacción, porque aumentó la velocidad del mete-saca del coño de mi hermana, mientras le mordía una teta (sus ojos nunca se separaron de los míos). Justo entonces yo me empecé a correr…el hombre agarró a mi hermana de las caderas metiéndosela a toda velocidad…mientras veía como mi lechita goteaba sobre el palo del cambio de marchas y el freno de mano…el tío cerró lo ojos, parando en seco, y sentando a mi hermana fuertemente sobre su polla, empezó a correrse dentro de su coño mientras la abrazaba contra su pecho, y mi hermana temblaba seguramente teniendo un maravilloso orgasmo.

Estuvieron así abrazados un buen rato, mi hermana encima de él, con la polla aún dentro de su bollo. Yo aproveché para ponerme de nuevo los pantalones, y al darme cuenta donde había caído mi lefa, lo limpié como pude con mis calzoncillos. Me senté rápidamente en mi asiento mirando al frente, mientras oía como ellos se besaban, y tras un rato empezaban a vestirse. Cambiamos de nuevo de asientos, el hombre arrancó el todo terreno, sacándolo del campo de olivos, y volvimos a incorporarnos a la carretera. El resto del camino nadie dijo ni una palabra. El hombre y mi hermana se miraban de vez en cuando y sonreían, pero nada más. A los pocos minutos, ya se empezaban a ver las primeras casas del pueblo. “Os tengo que dejar aquí en el molino, porque yo voy hacia el pueblo de al lado”, dijo el hombre mirando a mi hermana. “Aquí está bien. De hecho pilla cerca de la casa de mis abuelos”, dijo mi hermana mirando al hombre directamente a los ojos. El hombre paró el coche al llegar al molino, y nosotros nos bajamos dándole las gracias y despidiéndonos de él. “El placer ha sido mío”, dijo el hombre sonriéndonos a mi hermana y a mi.

Cruzamos la carretera, y nos dirigimos en silencio hacia la casa de mis abuelos. Al llegar, nos dimos cuenta de que ellos aún no habían llegado, y eso que ya era bastante tarde. Así es que después de darnos una buena ducha, nos cambiamos de ropa y nos pusimos a preparar la cena. “Hoy casi metes la pata eh diablillo?”, me dijo mi hermana sonriendo, “pero te perdono, porque sé que siempre podré confiar en ti”, yo me quedé mirándola sin decir nada, ella se acercó y dándome un beso en la mejilla, siguió preparando la ensalada mientras sonreía.

FIN

lunes, 13 de febrero de 2012

Las aventuras de oscar, su hermana, y el tren nocturno

Mis padres solían mandarnos a casa de mis abuelos (un pequeño pueblo de la provincia de Jaén), donde, como cada año, pasábamos los tres meses de verano después del curso escolar. Normalmente pasábamos unos días en Madrid visitando a nuestra tía (hermana de mi padre) y nuestros primos, los cuales eran más o menos de la edad de mi hermana.

Mi tía estuvo mirando los horarios de los trenes para ir al pueblo, un par de días antes de la fecha elegida, pero había saturación de las líneas por problemas con la vías de Renfe (algunos tramos estaban en obras), y sólo consiguió billetes para un tren nocturno desde Madrid a Jaén, el cual nunca habíamos cogido porque tardaba casi el doble de tiempo en llegar (ya que paraba en todas las estaciones), además a mi tía no le hacia gracia ponernos a mi hermana y a mi solos en un tren nocturno que tardaría casi 8 horas en alcanzar su destino. Pero mi hermana y yo ya teníamos muchas ganas de irnos al pueblo, donde teníamos mucha libertad para entrar y salir, y era mucho más tranquilo.

El día que teníamos que irnos, mi tía se paso un buen rato al teléfono con mi abuelo preocupada por dejarnos ir solos en un tren, de noche. Pero al final se quedó algo más tranquila cuando mi abuelo le comentó que uno de los vecinos del pueblo también regresaba de Madrid el mismo día, y le había confirmado que también vendría en el mismo tren, con lo que iría sentado con nosotros en el mismo vagón para atendernos en lo que nos hiciera falta, y mi abuelo iría a recogernos a la estación, por la mañana, a la hora prevista.

Pasadas las once de la noche, mi tía ya se estaba preparando para llevarnos a mi hermana y a mi a la estación de Atocha (donde siempre se quedaba con nosotros en el andén hasta que el tren salía) y nosotros terminamos de hacer la maleta, asegurándonos de que no se nos olvidaba nada. Al llegar a la estación de Atocha, me sorprendió la poca gente que había a esas horas, en comparación con la cantidad de personas que solía haber cuando viajábamos por la mañana o a primera hora de la tarde. Nos fuimos moviendo entre la poca gente, que ya esperaba en el andén con sus maletas, en busca del vecino del pueblo de mis abuelos, el cual nos acompañaría durante todo el trayecto.

Cuando lo vimos en el andén, el hombre estaba cerca de la vía fumándose un cigarro, esperando como el resto de la gente a que el tren llegara. Mi tía se acercó a él, y lo saludó dándole dos besos, mientras mi hermana y yo nos quedábamos detrás de ella con nuestras maletas. El hombre era alto y delgado, con el pelo corto y canoso, y un gran bigote negro. Tendría casi 50 años (lo cual me sorprendió, ya que me lo imaginaba más o menos de la edad de mi abuelo) y vestía bastante elegante con chaqueta y pantalón de pinzas. Mi tía estuvo hablando un rato con él, mientras el hombre nos miraba de vez en cuando de arriba abajo…sobre todo a mi hermana, a la cual me di cuenta miraba con bastante intensidad, y cada vez que mi hermana le devolvía la mirada, el hombre emitía una amplia sonrisa y seguía hablando con mi tía. Pasado un rato, el hombre se dirigió a nosotros, y dándole dos besos a mi hermana y un apretón de manos a mí, se presentó: “Hola…me llamo Sergio. Soy el hijo de don Manuel, amigo de vuestro abuelo. Parece que vamos a ir juntos en el tren hasta Linares…espero que tengan buena comida en el vagón restaurante esta noche jaja”. Mi tía, al oír aquello puso una cara algo más sería, y le preguntó al hombre: “Linares?, usted no va hasta el pueblo?...mi padre me comentó que iría con los niños todo el trayecto. Y ahora me da un poco de pena que al final se quedarán los niños solos en el tren”. “Ja, ja, ja”, se rio el hombre mirando a mi tía, y con una sonrisa en la cara siguió diciéndole: “no, no, no…yo vivo en Linares, pero viajo mucho por motivos de trabajo. Pero no se preocupe mujer, Linares es justo la parada anterior al pueblo, así es que los niños sólo estarán solos poco más de media hora. Además, yo no los veo tan niños…este está ya hecho un hombrecito (dijo mirándome a mí), y ella ya es toda una señorita (dijo mirando a mi hermana más detenidamente, incluso pude notar un brillo especial en sus ojos mientras recorría el cuerpo de mi hermana con su mirada). Estoy seguro de que ya saben cuidar de ellos mismos”, le dijo a mi tía con una amplia sonrisa. “Ya lo sé”, contestó mi tía agarrándome de la mano, “pero con todo lo que se ve en las noticias…una nunca se queda tranquila del todo”.

Justo entonces, el tren empezó a acercarse al andén, hasta que paró del todo y las puertas se abrieron. “Pues lo dicho, no se preocupe…yo cuidaré de ellos como si fueran míos”, le dijo el hombre a mi tía volviendo a sonreír. Mi hermana y yo nos despedimos de mi tía, y cogiendo nuestra maleta del suelo subimos por fin al tren. Al poco de subir al tren, las puertas se cerraron, y el tren empezó a moverse saliendo de la estación. Fuimos avanzando por un largo pasillo, hasta llegar a un pequeño compartimento de 6 asientos (3 asientos en una parte, y otros 3 justo en frente) que quedaba libre. “Venga, vamos a sentarnos en este, que queda cerca del bar y de los aseos”, nos dijo Sergio mientras dejaba su pequeña maleta en el estante que quedaba encima de su asiento, y nos ayudo a poner nuestras maletas arriba de nuestros asientos también. Al hacerlo noté como su mano rozaba levemente una de las tetitas de mi hermana. Pensé que fue un accidente, pero al dejar la maleta en el estante y bajar los brazos lo volvió a hacer…aunque esta vez mas lentamente, mirando a mi hermana a la cara con una sonrisa. Mi hermana solo bajó su mirada, y sin decir nada, se sentó junto a la ventana. Yo me senté a su lado, y Sergio se sentó en frente…también junto a la ventana, lo cual provocaba que sus rodillas rozasen con las de mi hermana.

El tren empezó a coger velocidad, pero al ser ya de noche pude comprobar (con cierta desilusión) que no podría disfrutar del paisaje a través de la ventana, como otras muchas veces, ya que, al estar oscuro fuera y con las luces del interior del vagón, solo se veían nuestros reflejos en la ventana. Yo saqué un comic de Spiderman de mi mochila de mano y me puse a ojearlo mientras Sergio empezaba a charlar con mi hermana. “Y como es que vais al pueblo tan tarde?”, preguntó Sergio a mi hermana mirándola de arriba abajo, “Mi tía estuvo mirando billetes desde hace dos días…pero le dijeron que todo estaba completo debido a las obras en las vías que están haciendo en algunos tramos cerca de Ciudad Real”, contestó mi hermana con la mirada agachada, mientras movía sus manos nerviosamente encima de su regazo”. “Siempre es lo mismo, jaja”, dijo Sergio cruzando las piernas y acomodándose en su asiento, “la de veces que he tenido que cancelar alguna reunión estas últimas semanas por no poder llegar a tiempo”. “Pero…vosotros no sois de Jaén verdad?”, siguió Sergio preguntándole a mi hermana, “no, no…nosotros vivimos en Canarias con mis padres. Pero en las vacaciones de verano, como no hay colegio, venimos a visitar a nuestros abuelos al pueblo”, respondió mi hermana estirándose la faldita hacia abajo, hasta que le tapó ambas rodillas. Por encima de mi comic, pude observar como Sergio estaba bien atento a cada movimiento que mi hermana hacía, atusándose el bigote y volviendo a cruzar las piernas de vez en cuando. “Así decía yo que teníais un acento diferente al de vuestra tía…pero no estaba seguro de donde era”, le dijo a mi hermana al mismo tiempo que sonreía. Mi hermana le devolvió la sonrisa, y poniéndose roja como un tomate volvió a bajar la mirada, y a estirarse más la falda. “Y qué, os gusta el pueblo o no?”, le preguntó Sergio a mi hermana. “Sí, es muy bonito y muy tranquilo…además mis abuelos nos dejan estar en la calle todo el rato que queramos…siempre que no nos metamos en problemas claro”, contestó mi hermana si levantar mucho la mirada, “jajaja…claro que si, eso es lo bueno de los pueblos”, dijo Sergio colocando sus manos entre lazadas encima de su entre pierna, “además, estoy seguro de que ya tendréis muchos amiguitos”. “Bueno…algunos. Venimos todos los años”, respondió mi hermana, “sobre todo tú….seguro que ya tienes a los nenes locos, jejeje”, dijo Sergio con una risita picarona. Mi hermana agachó la cara sonriendo, pero se puso roja como un tomate. “No te preocupes mujer…no se lo voy a contar a nadie jaja”, le dijo Sergio a mi hermana mientras le daba palmaditas en una de sus rodillas. “O me equivoco Oscar?”, dijo Sergio mirándome a mi, “como?”, respondí yo bajando el comic y pretendiendo estar distraído. “Tu hermana, a que seguro que ya tiene muchos pretendientes?, me preguntó Sergio con una amplia sonrisa en la cara, “algunos”, dije yo inocentemente. Mi hermana se puso derecha de golpe, y me miro frunciendo el entre cejo, como diciéndome: “calladito estás mas guapo”. Sergio, que no perdía detalle de la reacción de mi hermana, empezó a reírse a carcajadas…como si le hubiésemos contado un chiste.

Justo en ese momento, la puerta de nuestro compartimento se abrió, dejando ver a dos hombres en el pasillo con sus maletas. “Disculpen la molestia, pero el tren se divide en dos en la próxima estación, y el revisor ha pedido a los pasajeros que vayan a Andalucía que se desplacen a los últimos vagones. Les importa si nos sentamos en este?, dijo uno de los hombres, “para nada…pasen a siéntense”, respondió Sergio muy amablemente. Al ser de noche, yo había perdido un poco la noción del tiempo, pero me daba la impresión de que hubiesen pasado ya un par de horas desde que salimos de Madrid. Los dos hombres entraron, colocaron sus respectivas maletas en los estantes, y se sentaron en los asientos que quedaban libres (uno en la parte donde Sergio estaba sentado, y otro a mi lado junto a la puerta). Los dos hombres serían mas o menos de la edad de Sergio. El que se sentó a mi lado tenía el pelo casi blanco, era regordete y con cara de bonachón. El otro, que quedaba enfrente, tenía el pelo más oscuro aunque también canoso, era más flaco (aunque con un poco de barriguita cervecera), y lo que más me llamó la atención de él fueron sus brazos peludos, ya que llevaba un polo de manga corta.

Estuvieron hablando un buen rato con Sergio de cosas que a mi me resultaron sin importancia: el tiempo, la duración de las obras de las vías del tren, política, y futbol. Así es que me puse a mirar mi comic con más atención, y mi hermana recostó su cabeza en el asiento, y cruzando las piernas se puso a mirar hacia la ventanilla del tren, dando cabezadas de vez en cuando. De repente, el hombre de los brazos peludos le preguntó a Sergio, “son tuyos?” (indicando con su mirada a mi hermana y a mí). “No, no, no…son los nietos de uno de los vecinos del pueblo. Los acompaño hasta Linares”, dijo Sergio sonriendo. “La nena se ha quedado dormida”, volvió a comentar el peludo sonriendo. El gordito se inclinó un poco hacia delante mirando a mi hermana de lado, y sonriendo dijo: “anda…si se le ven las braguillas”. Al oír aquello, yo bajé un poco el comic que hasta entonces me había estado cubriendo la cara, y pude ver como mi hermana, al moverse para ponerse cómoda en el asiento y cruzar las piernas para reclinarse de lado, había dejado subir su faldita por la parte de atrás, dejando ver a plena luz sus bien formados muslos y parte de sus braguitas blancas. Viendo las miradas de los tres hombres enfocadas al culito de mi hermana, y mi cara de sorpresa por la situación, los tres hombres se miraron el uno al otro…y empezaron a reírse: “ja, ja, ja, ja, ja”. Con el ruido de las carcajadas, mi hermana se despertó sobresaltada, y se volvió a sentar derecha. “Que pena…se acabó el espectáculo”, oí decir al hombre de los brazos peludos mientras guiñaba un ojo al gordito. Y los tres hombres volvieron a reírse. Mi hermana los miró con cara de puzle, sin saber que estaba pasando. Sergio, al verla ya despierta, se inclinó hacia ella, y colocando ambas manos sobre las rodillas desnudas de mi hermana le dijo: “no pasa nada preciosa…solo te has quedado dormida”, y sonriendo, volvió a reclinarse sobre su asiento. Al poco rato mi hermana se puso derecha y le preguntó a Sergio en voz baja: “sabes donde están los aseos?...ya no puedo aguantar mas”. “Jajaja…claro mi niña, los aseos están a la izquierda de donde estamos, justo entre los dos vagones”. Mi hermana se levantó, dispuesta a salir a usar el baño. Pero justo cuando pasaba entre nuestras piernas, el tren dio un movimiento repentino, y mi hermana cayó sentada sobre el regazo del hombre de los brazos peludos, haciendo subir su faldita hasta las ingles y dejando ver la delantera de sus braguitas blancas, las cuales delataban la sombra oscura de la mata de pelitos que tenía mi hermana encima de su rajita. Gesto que el gordito pudo disfrutar en primera fila, provocando en él una sonrisa de oreja a oreja. “Nena…que te escoñas, jajaja”, dijo el hombre peludo a mi hermana, al tiempo que la agarraba de la cintura elevando su pelvis hacia el culito de ella. Ambos Sergio, y el hombre gordito volvieron a reírse por la situación. Mi hermana, avergonzada, por lo que acababa de pasarle, se levantó del regazo del hombre de un brinco, se bajó la falda rápidamente con la cara roja como un tomate, y dando un portazo, salió del vagón.

Los tres hombres volvieron a reírse, y de repente el gordito dijo: “anda…mira al menda este, si se le ha puesto morcillona con el culito de la nena, jajaja”. Bajé un poco el comic, y vi a Sergio inclinado hacia delante riéndose y mirando hacia el lado donde el hombre de los brazos peludos estaba sentado, y al mirar yo al hombre de los brazos peludos, pude notar un bulto de considerable tamaño en la entrepierna de sus pantalones vaqueros. “Jajajaja…es que llevo toda la semana sin ver a la parienta, y ya sabeis….jajajaja”, dijo el hombre de los brazos peludos a Sergio y al gordito. Los tres hombres siguieron riéndose un rato más, y Sergio dijo: “Te entiendo perfectamente…es que la nena está para darle un par de achuchones jajaja. La he estado mirando desde que subimos al tren…menudo bollito tiene que tener ahí abajo jajaja”. “Ya te digo”, dijo el gordito, “cuando se le ha subido la falda, se le notaban los pelillos negros bajo la tela de las bragas, jajaja”. Yo mientras tanto, subía mas el comic escondiendo la cara, mientras ellos seguían haciendo comentarios vulgares sobre mi hermana, como si yo no estuviera presente. Entonces le dijo el peludo al gordito “me hace una cerveza…tu crees que estará el bar abierto todavía?”. “El bar está abierto toda la noche”, respondió Sergio, “Además, a mi también me vendrá bien estirar las piernas, jejeje”, siguió diciendo mientras se levantaba de su asiento. Los otros dos hombres de levantaron también, “ a mi me gustaría estirar otra cosa, jajaja”, dijo el hombre de los brazos peludos pasándose la mano por el paquete, “Tu siempre estas igual de salido jajaja”, dijo el gordito al tiempo que empujaba al otro hacia el pasillo riéndose. Desde la puerta del compartimento, Sergio se giró, y mirándome a mi me dijo: “Vamos a tomar un café, pero volvemos enseguida. Tú quédate aquí sentadito hasta que vuelva tu hermana, eh campeón?”, yo baje el comic sobre mis piernas y asentí con la cabeza, “y cuando vuelva te traeré un Bollicao, vale?”, dijo Sergio sonriendo al tiempo que cerraba la puerta al salir. Yo me quedé allí sentado, leyendo mi comic de Spiderman…y sin darme cuenta, me quedé dormido.

Al despertarme, me di cuenta de que aún seguía sólo en aquel compartimento. Ninguno de los hombres había regresado de la cafetería….y, un momento, mi hermana tampoco había vuelto del baño!!!. Al principio me entró un poco de pánico al verme allí sólo, pero conforme me fui relajando, pensé que seguro que Sergio habría vista a mi hermana en el pasillo al salir, y al habría invitado a un Fanta o algo en el bar con los otros dos. Pero, de repente empecé a pensar en los comentarios que los tres hombres habían estado haciendo sobre mi hermana antes de salir del compartimento, y yo sabiendo que mi hermana era bastante facilona (siempre se dejaba sobar por cualquiera), y lo salida que había estado en casa de mi tía (tonteando todo el rato con mis dos primos)…intuí que estaría haciendo una de la suyas. Así es que cerrando el comic sobre mis rodillas, y dejando sobre mi asiento, me levanté y me dispuse a ir en su búsqueda. Al salir del compartimento, pude ver lo desierto que estaba el pasillo…no se veía a nadie. Cerré la puerta del compartimento, y empecé a caminar por el pasillo hacia la derecha. Estuve caminando un rato, pero al llegar casi al final del vagón me acordé que Sergio le había dicho a mi hermana que los aseos estaban a la izquierda del pasillo, entre los dos vagones, justo antes de llegar al coche-restaurante. Así es que me di la vuelta, y empecé a caminar en la dirección opuesta, aligerando el paso, ya que me daba un poco de miedo estar solo en aquel pasillo largo y desierto. Pasé de nuevo nuestro compartimento, y miré hacia adentro a ver si ya había vuelto todos…pero no había nadie. Seguí caminando a la izquierda del pasillo, hasta llegar a una puerta de cristal automática (las que separan vagón con vagón), que se abría pulsando un botón.

Al abrirse la puerta, pude ver al gordito y al revisor del tren apoyados sobre el marco de la puerta del váter, sonriendo y mirando hacía adentro. Me sorprendió, porque parecía que estaban viendo algo divertido que estaba ocurriendo dentro, y como parecía que no se habían dado cuenta de mi presencia, decidí acercarme más para ver que pasaba allí. Al ir acercándome a ellos empecé a oír gemidos y risitas que procedían de dentro. Y entonces el gordito dijo desde fuera: “venga Manolo…métesela en la boca, que esta putita tiene hambre. Dale el biberón, jajaja”, terminó de decir mientras codeaba al revisor del tren y ambos sonreían mientras seguían mirando. Yo me escondí detrás de la pequeña puerta del cubículo, la cual se abría hacia afuera, y seguí observando a los dos hombres, los cuales, pude comprobar, ya se habían sacado la chorra por la bragueta del pantalón y se la estaban meneando, dejando asomar un par de huevos colgantes y peludos. Mientras tanto, por la rejilla de la puerta del cubículo, pude por fin ver con asombro, lo que allí dentro estaba pasando: Sergio estaba sentado en el váter, con los pantalones y los calzoncillos bajados hasta los tobillos. Sus piernas peludas estaban abiertas, dejando ver su gran polla (gorda y venosa, tiesa como un palo) y un par de cojones como pelotas de tenis. Mi hermana estaba sentada encima suya, completamente en pelota (su ropa, pude comprobar, estaba cuidadosamente doblada dentro del lavamanos) dándole la espalda a Sergio, dejando ver a aquellos dos mirones con toda claridad el vaivén de sus tetitas, y el mete-saca de su coñito tragón, mientras se zampaba aquel trabuco por su jugoso chumino. Y de pie, estaba el hombre de los brazos peludos, tenía los pantalones y los calzoncillos bajados hasta las rodillas, y el polo que llevaba puesto estaba subido hasta arriba, dejando ver su gran panza peluda. Tenía a mi hermana agarrada por el pelo, mientras la hacía tragar su gran polla, hasta que a mi hermana le dieron arcadas. Entonces oí decir a Sergio: “Manolo…no seas cabrón que si esta vomita me va a poner los pantalones perdidos, jajaja”. “Que va hombre…esta tiene pinta de tener aguante. Verdad putita?”, le pregunto el peludo a mi hermana al tiempo que le estrujaba una teta como si fuese de goma. Mi hermana solo podía emitir un “gruug grugg” al tener la boca llena. Los cuatro hombres empezaron a reírse, y el gordo se acerco a mi hermana, y de un pellizco, le retorció el pezón de la otra teta. Mi hermana se quejó un poco, pero el gordo le tiró del pezón más fuerte, y al soltárselo se le quedó rojizo y muy tieso. Sergio le levanto a mi hermana ambas piernas, colocando sus pies sobre sus rodillas, y abriéndole los labios del coño con ambas manos, siguió dándole fuertes embestidas hasta que sus gordos cojones rebotaban contra la vagina de mi hermana. “Mira…a esta guarrilla le va la marcha, jajaja”, dijo el revisor del tren desde fuera, mientras se la meneaba. “Ya te digo, jajaja”, dijo el gordo riéndose mientras se acercaba a mi hermana, pero esta vez le retorció su clítoris de un pellizco tirando al mismo tiempo de los pelos de su coño. Mi hermana dio un pequeño gritito de rechazo “ayyy!!”. El hombre de los brazos peludos hecho la cabeza de mi hermana hacia atrás tirándole fuerte del pelo, y le dijo: “tu calladita eh zorra….que no puedes ir por ahí calentando braguetas y esperar que no te den tu merecido”. Los cuatro hombres volvieron a reírse. Entonces el gordo dijo: “ya no puedo mas…quiero reventar a esta puta”, y poniéndose delante de mi hermana, sentada sobre la polla de Sergio como estaba, la abrió mas de patas y sin avisar le hinco la polla tiesa en to el coño también. “Ahhhh”, gritó mi hermana entre dolor y placer. El gordo empezó a follársela como un loco, muy rápido, mientras le estrujaba las dos tetas y le metía la lengua en la boca a mi hermana para cubrir sus gritos de dolor. “Este gordo es un bestia….la va a partir en dos, jajaja”, dijo el revisor mientras se la meneaba viendo como empalaban a mi hermana. De repente, el gordo empezó a bufar como un toro: “buff….argggg…..ahhhh”, mientras su culo peludo daba fuertes espasmos empujando en el coño de mi hermana. Cuando termino de dar el último empujón, se quedó quieto sobre mi hermana respirando fuertemente, y al retirarse pude ver como salía abundante leche blanca y espesa del coño de mi hermana…resbalando lentamente sobre la polla y los cojones de Sergio, la cual aún seguía bombeando el chochito de mi hermana con bastante frenesí. “Jajaja…el gordo se ha corrido dentro del coño de esta guarra, el mu cabrón jajaja”, dijo el revisor del tren mientras seguía con su pajote. “Si…y mira como me ha puesto de lefa el maricón, jajajaja”, dijo Sergio mientras seguía metiéndosela a mi hermana por to el coño, el cual ya tenía que estar bien abierto. Y con esas, Sergio agarró a mi hermana de la caderas, y sentándola de golpe, la clavó sobre su polla tiesa y venosa y empezó a soltar chorros de leche dentro del chumino de mi hermana, “Ahhhhhhhhhhhhhhhhh….que gustooooooooooo”, suspiraba contra la espalda desnuda de mi hermana, mientras le estrujaba una teta. Justo entonces, el revisor se acercó un poco mas a mi hermana, y guiñándole un ojo al hombre de los brazos peludos, los dos empezaron a cascarse las pollas al unísono, dejando salir de sus enormes capullos chorros y chorros de leche blanca y espesa, que fueron a parar sobre la cara, pelo y tetas de mi hermana….quién los recibía sacando la lengua y relamiéndose los labios.

Cuando vi que los hombres empezaban a subirse los pantalones, y mi hermana se limpiaba como podía con papel higiénico, mientras ellos la miraban y le hacían comentarios vulgares. Yo me di la vuelta sin hacer ruido para que no me vieran, y saliendo por la puerta automática, me apresuré a volver a nuestro compartimento. Como a los cinco minutos, todos llegaron como si nada hubiera pasado. Mi hermana se sentó a mi lado, y poniendo un Bollicao en el asiento me dijo: “esto es para ti”. Los tres hombres cogieron las maletas y se dispusieron a salir del compartimento, despidiéndose de mi hermana y de mi, mientras se oían risitas por el pasillo. Sergio fue el último en salir, y mirando a mi hermana desde la puerta del compartimento dijo: “Linares es la próxima parada. Y el pueblo es la siguiente. Vuestro abuelo os estará esperando en la estación. He disfrutado mucho de este viaje jeje”, guiñándole un ojo a mi hermana y mirándome a mi con una sonrisa de complicidad, salió al pasillo cerrando la puerta tras de si.

Mi hermana se sentó junto a la ventana mirando el paisaje, ya estaba amaneciendo y podían verse los campos de olivos. Habíamos llegado a la provincia de Jaén. Yo miré a mi hermana, la cual tenía la mirada perdida en la distancia, y le pregunté: “Te invitaron a una Fanta?”. Mi hermana simplemente me miró y me dijo “anda, ponte a leer tu comic que ya queda poco para llevar al pueblo”, y siguió mirando el paisaje dejando ver a través del reflejo de la ventana una amplia sonrisa.

Las aventuras de oscar, su hermana, y el portero del edificio

Pues mi hermana tiene cinco años más que yo, y desde muy jovencita siempre fue muy putilla jeje.
Siempre me llevaba con ella a todos lados, incluso cuando ya era más mayorcita y tenía rollos con los chicos de mi barrio. Me acuerdo cuando empezaron a salirle las tetitas y los pelos en el chochito, se bajaba las bragas delante mío y me decía: "mira...tú no tienes todavia" y se reía. Siempre estaba salida, y en verano se echaba la siesta conmigo (compartíamos habitación, porque mis padres vivían en un piso pequeño) y frotaba su chochito contra mi rodilla y me decía que apretara, o me decía que le hiciera masajes en las piernas, se tumbaba boca-abajo sobre la cama y cuando le subía por los muslos, se abría más de patas para que le pasase la mano por la raja del chocho.
Mis padres vivían en el centro, en un bloque de pisos. Había un portero de edad avanzada. Era viudo, y vivía en la planta baja del edificio. Se encargaba del mantenimiento y de la limpieza de la escalera.
Cuando mi hermana y yo llegábamos del colegio, siempre le preguntaba cosas a mi hermana, y le miraba las tetas y el culo cuando ella subía la escalera. Desde que mi hermana empezó a tontear con los chavales de mi barrio, el viejo le preguntaba cosas cada vez mas picantes, como: "nena, tienes novio ya?, nena, te han besado ya?, nena, te han sobado ya?...nena, se la has visto a tu novio ya?"
Mi hermana al principio lo llamada "tío guarro, viejo verde", y cosas así. Pero luego se fue relajando y solo se reía cuando le decía cosas. Así que el portero empezó a tomar confianza, y en vez de sólo decirle cosas, se rozaba contra ella cuando pasaba por su lado, o le ponía la mano en el culo cuando nos pillaba solos en el ascensor, hasta empezó a darle pellizquitos en los pezones de las tetitas cuando la veía de frente...y mi hermana le quitaba la mano, pero sólo le devolvía una risita jijiji.
Una tarde, mi hermana y yo volvíamos del colegio, y estaba lloviendo mucho afuera. Al entrar en el edificio el portero nos dijo que nuestros padres habían tenido que salir de urgencias, y le habían pedido que si no le importaba que nos quedaramos en su casa hasta que ellos volvieran (mi hermana y yo aun no teníamos llaves de nuestra casa porque mi madre no trabajaba, y siempre estaba ella allí cuando nosotros volvíamos del colegio).
Así es que el portero nos dijo que podíamos entrar en su casa y ver la tele hasta que mis padres volvieran. También nos dijo que nos dejaría solos un rato hasta que terminase su trabajo en la portería, pero que si necesitábamos algo fuéramos a buscarlo.
Como a la media hora, el viejo volvió, y se sentó en el salón con nosotros y nos preguntó que si queríamos algo para merendar. Mi hermana y yo le dijimos que sí, y nos hizo un par de sandwiches de jamón y queso a cada uno, con un vaso de zumo.
Mientras mi hermana y yo comíamos, el viejo empezó a preguntarle cosas a mi hermana: "Ayer te vi por el parque con el hijo de Julián", "y vi como os besabais entre los matorrales, cerca de la fuente de los patos". Mi hermana se puso muy roja, pero no decía nada...seguía dándole mordisquitos a su sandwich. Y el viejo seguía: "se bajó los pantalones y te enseñó su cosa verdad?". Mi hermana casi se atraganta cuando oyó aquello. Yo mientras tanto pretendía no poner atención a lo que decían mientras miraba hacia la pantalla de la tele, viendo los dibujos. Pero el viejo seguía como si estuvieran los dos solos en el salón jijiji.
Siguieron hablando un rato hasta que el viejo le dijo a mi hermana: "y qué, le has hecho ya una pajilla?", "no se las mamao todavía?", te ha tocao ya el chochito?"...mi hermana sólo miraba a su plato y se reía jijiji. Entonces, el viejo le dice: "has visto ya alguna polla de verdad?", no de los niñatos del barrio, de un hombre hecho y derecho". Mi hermana movió un poco la cabeza como asintiento que sí había visto alguna. Al viejo se le abrieron los ojos como platos, y le preguntó: "si?, a quién?". y mi hermana contestó tan bajito que casi no se oía lo que dijo. Y el viejo le dijo: "a quién?, dilo más fuerte que no te he oído". "A..mi...padre", contestó mi hermana con voz entre-cortada. Y el viejo empezó a reirse.
"jajaja...a tu padre....menudo elemento, jajaja...que cabrón", "ya me lo olía yo...jajaja". "Pero, se la viste cuando la tenía grande?". Mi hermana estaba roja como un tomate, pero negó moviendo la cabeza...con una sonrisa de pícara en la cara.
El portero volvió a reirse: "jajajaja...te quedaste con las ganas eh golfilla?, jajajaja". mi hermana volvió a asentir con la cabeza indicando que sí, que realmente se había quedado con las ganas de verle a mi padre la polla tiesa.
Al portero se le volvieron a abrir los ojos, y le dice: "si quieres ver una....aquí tengo algo yo". y conforme decía aquello, se echó hacia atrás en la silla, y abriéndose de piernas, se pasó la mano por el paquete lentamente, sin quitarle los ojos de encima a mi hermana.
Mi hermana se volvió a reír, pero esta vez dejó el plato en la mesita de café que había entre los sillones del salón, y puso ambas manos entre sus piernas, cerrándolas mientras le devolvía al viejo una sonrisa de putita caliente.
El viejo que no perdió detalle alguno de lo que mi hermana le decía sin palabras, se levantó de la silla, y mirándome a mi me dijo: "tu quédate aquí viendo los dibujos eh campeón, que le voy a enseñar a tu hermana las plantas del patio. Y si te portas bien, luego saldré a comprarte una palmera de chocolate". Y tomando a mi hermana de la mano, se dirigieron los dos hacia dentro del piso por una puerta del lado del salón. Yo me quede allí, sentado en el sillón, viendo unos dibujos animados.
Cuando pasaron varios minutos, a mi me dieron ganas de orinar, y como aún no habían vuelto, me levanté, decidido a encontrar el baño por la puerta por donde ellos habían salido. Y entonces oí la voz de viejo: "así nena, así", "qué boquita más rica tienes", "abre un poco más preciosa". Yo me fui acercando silenciosamente por el pasillo, hasta llegar a la habitación donde ellos estaban. La cual resultó ser el cuarto de baño, y la puerta estaba entreabierta.
Al asomar la cabeza lentamente, vi al viejo de pie, con los pantalones bajados hasta los tobillos, y la camisa subida por encima de su gran panza. Mi hermana estaba sentada en la taza del water, con la falda del colegio subida hasta la cintura, las medias y las bragas bajadas hasta los tobillos, y la blusa entre abierta, dejando ver una de su preciosas tetitas. Le estaba haciendo una mamada al viejo, y con una mano le sobaba los huevos. Mientras que con la otra mano, ella misma se estaba sobando bien el chocho, haciéndose una buena pajilla.
El viejo le decía: "que bien lo haces nena", "te gusta eh guarrilla?". Mi hermana solo podía emitir sonidos afirmándolo, ya que tenía la boca llena con el morcillón del viejo...que entraba y salía de su boquita con mucha desesperación.
De repente, el tío se la saca de la boca, y meneándosela con fuerza, empieza a decir: "ahhhhhhhhhh, grrrrr, ahhhhhhhhhhh...que vaaa! que vaaa!". A mi hermana no le dio tiempo ni a reaccionar, el viejo empezó a soltar chorros y chorros de lefa, los cuales le fueron a parar en toda la cara, el pelo, la boca (que aún tenía abierta), y la teta que tenía fuera de la camisa.....buff, la regó de lefa jajajaja".
Al ver que el viejo hacía el gesto para subirse los pantalones, me fui corriendo de vuelta al salón para que no se dieran cuenta de que los había estado mirando.
A los treinta segundos aparece el viejo por la puerta, con una sonrisa de oreja a oreja (el muy cabrón jejeje) apretándose el cinturón y colocándose bien los pantalones. Y me dicé: "tu hermana viene ahora...creo que está usando el baño". "Vuelvo enseguida...que te voy a buscar la palmera de chocolate por haberte portado tan bien".
Al rato salió mi hermana, con el pelo un poco húmedo y recién peinada, y con un manchurrón de agua en la blusa. Yo la miré y le dije: "qué te ha enseñado el portero?". Y ella me contesta: "nada...unos cactus que tenía en el patio"
Justo en eso, entró el portero con mi palmera de chocolate en la mano, diciendo: "vuestros padres acaban de llegar. Dicen que vayáis subiendo, que ya es casi la hora de la cena"
Al salir por la puerta, oí como le daba a mi hermana una palmadita en el culo....jajaja, el mu cabrón jaja!
Mi hermana ahora está casada, y tiene un niño, y en todos estos años nunca más hemos sacado el tema. Pero yo me hice muchas pajas acordándome de lo que vi aquella tarde jijiji!

########Segunda parte###########

Mi hermana siguió teniendo contactos con el viejo portero, y siempre me llevaba a mí con ella para que mis padres no sospecharan jijiji.
Se la mamó varias veces detrás de la portería, donde había un pequeño cuarto con un sofá y una tele pequeña. A mi me ponían a vigilar detrás de la cortina (el cuarto no tenía puerta), por si bajaba alguien.
Mi hermana se sentaba en el sillón, y el viejo se quedaba siempre de pie, sólo se bajaba los pantalones. Yo, detrás de la cortina, miraba de vez en cuando, y veía al viejo de lado, con su gran panza, su polla (que aunque no muy larga, era muy gorda) bien tiesa, y a mi hermana sentada abriendo la boca todo lo que podía para tragarse aquel trozo de carne en barra jejeje.
El viejo le acariciaba el pelo a mi hermana, o le sobaba las tetitas por encima de su blusa blanca.
Conforme fueron pasando los meses, el viejo se iba animando. Ya no sólo le sobaba las tetitas a mi hermana, ahora también le sobaba el chochito, mientras ella se la mamaba, y le metía los dedos.
Yo siempre me quedaba detrás de la cortina vigilando, y como el truco de la palmera de chocolate ya no funcionaba, el viejo me daba dinero para que no contase nada a nadie (500 pesetas en moneda jijiji).
Hasta que el viejo pasó a mas, y empezó a desnudar a mi hermana por completo cuando se metían los dos en el cuartucho detrás de la portería. La dejaba completamente en pelota, con sus tetitas y su chochito al aire, y el viejo le lamía todo el cuerpo con una lengua gruesa y babosa, desde los pies a la cara. La abría de piernas, dejando su chochito completamente expuesto, y se lo besaba y se lo comía como si le fuese la vida en ello jijiji (y yo mirando desde la cortina jejej....me daba risa ver a aquel viejo gordo y panzón, con los pantalones bajados, y de rodillas en el suelo, lamiéndole a mi hermana toda la raja del chumino jiji).
Mi hermana también parecía estar gozando. Al principio se la veía un poco cortada, pero luego se iba animando, se abría bien de patas en el sillón, completamente en pelota. Se metía los dedos en to el chumino, y miraba al viejo baboso con cara de putita caliente sacando la lengua jijijiji. El viejo se ponía como loco cuando la veía así.....se iba acercando lentamente, con los pantalones por los tobillos, y machacándose la polla frenéticamente, la miraba a los ojos y le decía: "mira lo que tengo aquí para ti cacho puta".
Se ponía de rodillas frente a mi hermana, la abría bien de piernas, y de un golpe se la metía en to el coño. Mi hermana daba un gemido profundo, y enroscaba sus brazos y sus piernas alrededor del viejo portero.
Yo, detrás de la cortina de la portería, veía como el viejo movía su culo peludo, embistiendo el chochito de mi hermana, en un rítmico mete-saca jejeje (ahí fue cuando me di cuenta de que mi hermana seguramente ya había perdido la virginidad hacía mucho tiempo, porque el pollón del viejo le entraba y salía del chocho con una facilidad que no era normal para sus años).
El viejo siempre se la folló a pelo. Y muchas veces se corrió dentro del coño de mi hermana. Después de correrse, le sacaba la verga aún morcillona, y a mi hermana le rebosaba toda la leche por los labios del chochito, hasta salírsele casi toda fuera. Dejando un manchurrón blanco en el cojín del sofá jejeje.
Así estuvieron follando casi un año, y yo siempre vigilando detrás de la cortina. Hasta que un día el portero oyó a mi madre hablando preocupada con otra vecina, de que a mi hermana no le bajaba la regla. A los pocos días el viejo portero desapareció del edificio, diciéndole al presidente que le había surgido una urgencia familiar (supongo que estaría acojonado pensando que había dejado a mi hermana preñada jajaja).
Lo que el viejo portero nunca supo es que mi madre llevó a mi hermana al médico, y casi al día siguiente le bajó la regla...así es que todo quedó en un susto.
Bufff, la de pajas que me hice yo con aquellas escenas, incluso de mayor y teniendo novias jajaja....